Desde su bautismo de fuego en la Batalla de Cambrai en 1917 -librada entre el imperio británico y el alemán- y al contrario de lo que pretendían sus inventores, los tanques fueron empleados a cuenta gotas y en amplios frentes, sin grandes resultados.
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Durante la Primera Guerra Mundial, los generales nacidos en el siglo XIX asistían a la batalla portando su sable, conduciendo ejércitos que se movían a caballo bajo las maniobras y tácticas de las guerras napoleónicas. En consecuencia, no ponderaron inicialmente las virtudes del flamante vehículo blindado.
Detrás de la aparición de las ametralladoras y la aviación, sumado a la evolución de la artillería y las comunicaciones por cable, por solo citar algunos adelantos, se escondía una Revolución en Asuntos Militares (RAM) que presentaba un nuevo ordenamiento del campo de combate basado en procedimientos sistematizados y una mayor rapidez en la maniobra. Aun así, el saldo fue positivo y los primeros diseños fueron mejorados continuamente, especialmente en la Segunda Guerra Mundial, conflicto en donde el tanque de guerra gano numerosas batallas decisivas.

El “equipo de armas combinadas” para entender el uso del tanque
Con todo, el tanque no obtuvo el éxito por sí solo, sino con un equipo de armas combinado (Combined Arms Team). Este término militar, usado por el Ejército norteamericano, define a tal equipo en aquel que emplea de manera totalmente integrada a dos o más tipos de fuerzas para enfrentar al enemigo simultáneamente.
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En un principio se integró este equipo con la infantería mecanizada para asegurar el territorio conquistado, una artillería que apoyaba la maniobra desde tierra y la aviación de combate táctica desde el aire. De esa maquinaria de guerra nació la nueva doctrina concebida por el general alemán Heinz Guderian en los años 30 y que se denominó la guerra relámpago, posible solo gracias a la aparición de las comunicaciones por radio que amalgamaba todo.
Este equipo de armas combinado enfrentó su primer obstáculo durante la guerra de Yom Kippur en 1973, cuando Egipto sorprendió a Israel atacando a través del canal de Suez. En aquella oportunidad, los egipcios bloquearon el contraataque de los tanques israelíes con total éxito empleando misiles antitanques. Con la multiplicación y mejoramiento de estos vectores, junto a las manifestaciones violentas de los palestinos que fueron llamadas intifadas (“levantamiento” en árabe), el conflicto árabe-israelí emigró a las ciudades en 1987.

Mejor organizados, los palestinos participaron de la Segunda Intifada desde el año 2000, con mayor capacidad para destruir a los tanques israelíes desde cualquier dirección y edificio. Nacía así una profundización de la denominada guerra asimétrica.
La respuesta israelí a esto fue la adaptación de un viejo invento ruso, el blindaje reactivo denominado Blazer, capaz de detonar las cargas explosivas de los proyectiles enemigos. La idea fue un éxito y pronto todas las potencias lo instalaron en sus flotas.
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El tanque y la evolución de las tecnologías que lo amenazan
Básicamente, para destruir el blindaje de un tanque se necesita un proyectil con elevada energía cinética que lo perfore. En tal sentido, existen básicamente dos tipos de proyectiles para lograrlo. El primer tipo se lo denomina carga hueca o de energía química. Son explosivos que, al detonar, concentran una elevada energía cinética y de manera secundaria, calórica sobre un solo punto, lo que normalmente no logra penetrar el blindaje Blazer.
Aparte, existen los proyectiles perforantes o de energía cinética, que son muy pesados y están compuestos de tungsteno o uranio. Con mayor masa permiten destruir el blanco con gran energía cinética. No se lo puede detener con un blindaje reactivo, y por ello los ingleses inventaron el blindaje de cerámica denominado Chobham.

Este invento fue implementado primeramente en el tanque norteamericano M-1 Abrams en los años ´80. Posteriormente, numerosos tanques de la OTAN y de otras potencias copiaron la idea y gracias al novedoso blindaje, los tanques participaron en las guerras del Golfo saliendo invictos en todas las batallas.
En esa guerra, se puso a prueba la denominada doctrina de la “Batalla Aeroterrestre” que sumó al equipo de armas combinado un nuevo integrante: el helicóptero de ataque. Fue pensada para enfrentar a la Unión Soviética, destruyendo simultáneamente los escalones enemigos. Este escalonamiento, pero de manera ofensiva, pudo ponerse a prueba en la Guerra del Golfo de 1991.
En esa oportunidad, la aviación estratégica anuló por completo el sistema de comando y control junto con la infraestructura crítica de Saddam Hussein. Detrás de esos ataques, le siguieron las acciones quirúrgicas de los helicópteros Apache que facilitaron la libertad de acción a las fuerzas terrestres.

Al igual que las comunicaciones le dieron vida a la guerra relámpago, la aparición del sistema de navegación satelital marcó un hito tecnológico que le dio total precisión a las acciones militares. A esa maquinaria se suma la guerra de la información, que instalaría una narrativa cuidadosamente pensada por el gobierno norteamericano e implementada por medios como la CNN o la BBC de Londres para ganar aliados y perjudicar al enemigo.
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Durante la Segunda Guerra del Golfo del año 2003 el equipo de armas combinado se completó con un nuevo actor que se valía de sus capacidades de navegación satelital y la posibilidad de lanzar armas sumamente precisas. Aparecía el dron. Todos pudimos asistir a videos en tiempo real que mostraban enemigos desprevenidos de un ataque sorpresivo y certero en camino lanzado muchas veces desde el otro lado del mundo. De esta forma se gestó una profundización nunca antes vista de la impersonalización de la guerra.
La masividad en la producción y el advenimiento de la miniaturización de componentes claves como las cámaras térmicas permitieron usar las tecnologías contenidas en los drones de uso civil en el ambiente militar a un bajísimo costo. Así, cumplieron misiones para reconocimiento, dirigir la artillería o lanzar pequeños explosivos en la guerra de Siria desde 2011 por las fuerzas del Estado Islámico y posteriormente tras la anexión rusa de Crimea y el Donbass en Ucrania desde el año 2014.

Lecciones aprendidas a partir de la aparición del dron
Estos eventos crearon lecciones aprendidas y algunas potencias como Israel, EE. UU., Alemania, Francia y Rusia, en mayor o menor medida comenzaron a comprender que la supervivencia de los tanques dejaba de ser un tema del grosor del blindaje de acero a ser un problema para ser abordado con nuevos sistemas electrónicos. A la cabeza de esas lecciones se erigió Israel, con empresas como Rafael e IMI (Industria Militar Israelí) que desarrollaron sistemas llamados “activos” capaces de detectar proyectiles enemigos y destruirlos antes que logren alcanzar al vehículo.
Paralelo a esas acciones se comenzaban a diseñar sistemas capaces de interferir las comunicaciones satelitales de los drones. Inicialmente, estos sistemas no estaban a disposición de las fracciones en los menores niveles con blindados.
Seguidamente, hacia el año 2020 estalló la guerra llamada Nagorno-Karabaj entre Azerbaiyán contra Armenia y la República de Artsaj. En esa oportunidad, Azerbaiyán lanzó un masivo ataque con drones armados y municiones merodeadoras. El resultado fue arrollador y al menos 200 tanques armenios resultaron destruidos.

Aquellos drones norteamericanos como el Predator de la Segunda Guerra del Golfo, que habían sido poseídos solo por unas pocas potencias, hacia comienzos del nuevo siglo habían evolucionado en varios tipos, tamaños y estaban a disposición de casi cualquier país. Esto disparó la necesidad de plantear nuevas formas para defenderse frente a esta amenaza.
El tanque en la guerra moderna sobre dos escenarios diferentes
Desde el estallido del conflicto en Siria en el año 2011, originado en las redes sociales, se generalizó la aparición de actores no estatales, el Ejército norteamericano fue pionero en incorporar el ciberespacio como una nueva dimensión de la guerra y el uso progresivo de Inteligencia Artificial (IA) en su doctrina.
El ciberespacio superó ampliamente la guerra de la información, incorporando tecnología para atacar y defenderse de acciones en el ámbito de Internet que podrían tener o no resultados en el ámbito físico, como el reciente ataque israelí que hizo estallar cientos de beepers de Hezbollah. Esto profundizó aún más la asimetría en la guerra.
Se sumó a este escenario el uso generalizado de drones armados, la evolución de los misiles antitanque y la capacidad de adquisición de blancos con IA que reconocen imágenes. Según el historiador y especialista en Ciencias Políticas israelí Azar Gat, los tanques concebidos en los años 80 y 90 tuvieron que adaptarse a un nuevo campo de combate.
Actualmente, se pueden distinguir dos escenarios de guerra moderna como laboratorios de análisis en los cuales la participación del tanque es generalmente a gran escala. La guerra en Ucrania, por un lado, y la guerra en Gaza y El Líbano, por el otro. En el primer caso, se desarrollan las operaciones en el terreno más apto para el empleo del tanque, es decir, la inmensa planicie ucraniana. Aquí el enemigo es mayormente convencional, aunque existe una cuota no menor de insurgencias separatistas que Rusia emplea a su favor, principalmente en el Donbass.

Por otro lado, el escenario israelí se presenta desafiante para el empleo de blindados, debido a que las operaciones son netamente en ambientes urbanos restringidos y confinados, donde el enemigo puede atacar sorpresivamente desde cualquier dirección.
También existe la presencia de civiles y organizaciones no gubernamentales que buscan protegerlos o simulan hacerlo. El enemigo israelí no es convencional y usa técnicas de guerrilla con armamento sofisticado para sus acciones directas o el mismo terrorismo, cuando operan de manera encubierta dentro o fuera de Gaza o El Líbano.
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En este marco, el mejor escenario para la supervivencia del tanque es Ucrania. Sin embargo, ocurre exactamente lo opuesto. Según el portal especializado Oryx, se documentó y geo referenció la destrucción de 3066 tanques rusos en Ucrania. Esto representa casi la totalidad de la flota operacional que Rusia tenía antes del conflicto, debiendo acondicionar cientos de tanques viejos que se encontraban almacenados. Por su lado, Ucrania también ha tenido gran cantidad de bajas en sus blindados.
Escenario adverso en Gaza para los tanques
Al contrario, desde que estalló la Guerra en Israel con el ataque sorpresivo de Hamas y sus aliados el 7 de octubre del 2023, se han perdido muy pocos tanques Merkava III y IV. ¿Cómo puede ocurrir esto?
La tecnología militar israelí en materia de blindados al igual que la utilizada por la OTAN resultó ser mejor que la rusa. Esto es porque se apoya en electrónica más avanzada con adquisición de blancos automatizada y sistemas de protección activa que mejoran notablemente la capacidad de supervivencia.

Las tripulaciones ucranianas e israelíes enfrentan armas antitanque rusas que son de 2da generación. Es decir, deben ser apuntadas durante el vuelo haciéndolo semiautomático. A esto se lo puede contraponer abriéndole fuego para perturbar al apuntador o cortando el haz de láser con cortinas de humo o electrónicas. En cambio, los rusos en Ucrania enfrentan cantidades ingentes de armas antitanque de 3ra y 4ta generación de la OTAN, que emplean Inteligencia Artificial para ser autónomos.
Los israelíes protegen sus tanques emplazando en las cercanías sistemas inhibidores de señales para la navegación satelital y transmisión de datos. Esta capacidad es muy limitada tanto para los rusos o los ucranianos, lo que deja muy vulnerables a los blindados de ambos bandos.
El equipo de armas combinado que integran los tanques israelíes cuenta con aviación de combate táctica, artillería de precisión, helicópteros y drones. Contemplan las acciones en todos los dominios. Con todo, resulta vital para las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) el empleo de la infantería y sus tanques para destruir fuerzas enemigas o conquistar terreno sostenidamente.

El equipo de armas combinado utilizado por los ucranianos o rusos carece de un sistema de gestión de batalla en capacidad de geo referenciar las fuerzas y aclarar la situación en tiempo casi real. En cambio, esta tecnología es muy bien dominada por las FDI.
(*) El autor, mayor Gonzalo Baez, es oficial del Ejército Argentino y licenciado en Matemática Aplicada. En 2016 y 2017 estuvo a cargo del Curso de Instructor de Blindados del Ejército Argentino. Es Oficial del Estado Mayor en Argentina y Brasil. Realizó un micro-master en Supply Chain Analytics, en el Massachusetts Institute of Technology y un posgrado de experto en Project Managment en la Universidad Tecnológica Nacional. Ha publicado diversos artículos sobre vehículos blindados y es autor del libro: “El Tanque. Más que una máquina de guerra” (2016). Actualmente se desempeña como Segundo Jefe de un Regimiento de Tanques en una Brigada Blindada.




