Los textos de la Antigüedad y la Edad Media suelen denominar “mirabilia” a los inventos y maravillas sorprendentes encontradas en los viajes. Investigación y relato: Andrea Estrada.
Me habían robado de la repisa de mi casa el helicóptero en miniatura Westland Lynx HAS.MK2 de origen francés. Era un regalo que me había hecho mi papá cuando yo tenía diez años, y como yo lloraba y lloraba todo el tiempo sin consuelo, un amigo me recomendó que fuera a un guía espiritual, esos que trabajan con las reencarnaciones y te dicen los problemas que tuviste en otras vidas.
La cosa fue más o menos así. La primera vez que la consulté, la mina me dijo que en las sesiones siguientes íbamos a leer el registro akáshiko, es decir, los viajes del alma que yo había pactado con seres de luz y amor al iniciar mi existencia. Deduje, claro, que íbamos a tratar de acceder a mis vidas pasadas para reordenar y armonizar mi situación presente, totalmente desequilibrada porque me habían afanado el helicóptero de colección de la repisa. Yo me comprometí a ponerle garra a su trabajo y ella me aclaró que su intervención no era precisamente un “trabajo” sino más bien un servicio espiritual.
La segunda vez que la consulté, me dijo entrecerrando los ojos que en ese preciso momento estaba visualizando que yo en otra vida había sido el inventor del helicóptero. Y entonces deduje que quizás tuviera razón y que fuera probable que yo me llamara Raúl no por mi papá, como siempre había creído, sino por Raúl Pateras de Pescara, el argentino que había logrado el primer despegue y aterrizaje vertical controlado de un helicóptero y que, además, había patentado en España el 21 de febrero de 1920 el diseño del helicóptero con palas contrarrotativas. También me pareció pertinente comentarle, como un modo de avalar su hipótesis de la reencarnación, que Pateras había sido pionero en el uso del sistema de autorrotación en los aterrizajes en caso de que el helicóptero sufriera alguna avería.
El 21 de febrero de 1920, el argentino Raúl Pateras de Pescara patentó en España el diseño del helicóptero con palas contrarrotativas.
La tercera vez la consulté, porque la angustia no aflojaba y me asediaba como desde el primer día, me dijo que mi desasosiego no provenía tanto de que me hubieran robado de la repisa de mi casa el helicóptero en miniatura que me había regalado mi papá a los diez años, sino por algún hecho traumático sucedido a esa edad pero en otra vida. Y entonces deduje, que quizás tuviera razón y que yo bien podría haber sido Salai, el aprendiz ayudante de Leonardo da Vinci, a quien yo tanto admiraba y cuya vida conocía al dedillo. El punto de contacto estaba en los diez años, ya que a esa edad mi papá me había regalado el primer helicóptero de colección, y a esa misma edad, Salai había sido entregado a su maestro al que había acompañado hasta el final de sus días. Por otra Parte, yo admiraba a Da Vinci, porque además de haber sido un atento observador de los pájaros, a los dibujaba pormenorizadamente con la intención de descubrir el mecanismo mediante el cual volaban, también había inventado un helicóptero conocido como el “tornillo aéreo”, que nunca había podido volar porque tenía 4 metros y medio de ancho y necesitaba de cuatro hombres para girar las manivelas que generaran la fuerza propulsora para sustentarlo. Deduje por otra parte que quizás a Salai se le hubiera contagiado la angustia de su maestro ante este proyecto frustrado.
La cuarta y última vez que la consulté yo estaba peor que nunca, me sentía muy mal y le dije que no podía parar de llorar, que mi colección de 700 helicópteros en escala estaba incompleta y que no tenía consuelo simplemente porque me faltaba el Westland Lynx HAS.MK2 que me había regalado mi papá. Y que además, a pesar de que le había puesto toda la garra al tratamiento, me parecía que sus viajes no servían para nada, al menos para aliviar mi problema. Me dijo entonces que tomara en cuenta que consultar los registros akáshicos significaba abrir los archivos del alma con la finalidad de lograr visualizar las otras vidas y, de ese modo, permitir que la información que me estaba trabando fluyera desde el nivel espiritual más profundo hacia la superficie. Deduje entonces que la angustia y el llanto eran instancias necesarias para la curación porque me permitirían avanzar en la comprensión de las experiencias que estaba atravesando en ese momento de mi vida. Me dijo también que tenía que esperar aproximadamente unos seis meses a que toda esa información sobre mis vidas pasadas bajara a nivel consciente e inconsciente, y que ese sería el tiempo en que tardaría en materializarse una nueva plantilla energética personal.
Y finalmente, me dijo que tal como me había aclarado en la primera sesión, su intervención no era precisamente un trabajo sino un servicio espiritual, pero que ella de todos modos tenía que vivir. Y entonces fue cuando deduje que encima tenía que pagarle.
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