La industria de los juegos electrónicos tiene su representación nacional. Son empresas que nacieron y crecieron después de la crisis de 2001, apoyadas fundamentalmente en el talento argentino y la competitividad cambiaria. DEF dialogó con las principales firmas y representantes del sector para conocer sus inquietudes y proyectos.
Por Juan Ignacio Cánepa / Foto: Fernando Calzada.
Hace no mucho tiempo, menos de diez años, dedicarse a la industria del videojuego en Argentina era sinónimo de apuesta fuerte. Incluso descabellada: cuando se lograban pagos regulares, generalmente representaban un 50% menos de lo que se ganaba en cualquier empresa. Si no, la mayoría de las veces había que trabajar gratis esperando los resultados. Hoy, el panorama de la producción de juegos electrónicos vernácula es bien diferente. Con salarios muy superiores a los de antaño (la última medición, de 2008, habla de un promedio de $3100 mensuales), la industria del videojuego factura anualmente 50 millones de dólares y emplea a más de dos mil personas, según cifras de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentina (ADVA).
“La industria creció muy fuerte desde 2004 a la fecha”, dijo a DEF Miguel Martín, director Ejecutivo de ADVA. Además, aseguró que “aún no llegó a su pico máximo de crecimiento exponencial” y que, en ese sentido, “estamos aguardando la llegada del ‘Tetris argentino’”, aludiendo al famoso juego electrónico que revolucionó el mundo del gaming.
En un principio, “había empresitas que hoy no existen más”, recordó Diego Tártara, Technical Leader de la multinacional argentina de software Globant, quien fue testigo del nacimiento de la industria, pero que recién se volcó a trabajar de manera profesional en ella hace cuatro años. “Eran todas unipersonales, empresas tipo garage”, agregó. Actualmente, la oferta en nuestro país incluye empresas desarrolladoras de productos y proveedoras de servicios, tanto de capital nacional como extranjero, que elaboran videojuegos para todo tipo de plataformas: Pc y Mac, consolas (Xbox, Wii, Playstation), Web (casual games, social games y advergames) y Mobile (juegos y aplicaciones para smartphones). Pero como el mercado nacional es muy limitado, el 95% de lo producido se exporta.
BOOM Y CONSOLIDACIÓN
Los últimos años fueron de gran movimiento para el sector. “La industria de desarrollo de videojuegos en Argentina ha crecido en forma vertiginosa y nos hemos posicionado como un lugar destacado para esta actividad”, señaló Alfredo Cattan, CEO de QB9, una desarrolladora nacional. Por su parte, Santiago Uribe, director del Centro de Videojuegos del ITBA, compartió la misma opinión: “La industria viene creciendo mucho en cantidad de gente y en facturación”. Sin embargo, advirtió que “la cantidad de empresas aumentó, pero no al mismo ritmo en que lo venía haciendo. Llegó a un punto en que se amesetó en los últimos meses”.
Ese es el sentimiento que sobrevuela el sector del gaming argentino. Después de una expansión inicial impulsada por el tipo de cambio post crisis de 2001, hoy se encuentra en una etapa de reajuste. Así lo expresó Daniel Kafie, fundador y CEO de Vostu, una empresa de social games (juegos para redes sociales) nacida en Buenos Aires pero totalmente dedicada al mercado brasileño. “Mi perspectiva es que 2010 fue un año de mucha consolidación; el mercado tenía muchos estudios pequeños que fueron comprados por empresas grandes de afuera”, señaló.
Una perspectiva similar dio Paul Depre, Game Producer de Luminous, el estudio de videojuegos de Globant. Nacido en Francia, trabajó en grandes empresas de videojuegos como la inglesa Eidos y la internacional Gameloft, que también tiene oficinas en Argentina. Justamente, llegó a Buenos Aires hace cuatro años enviado por Gameloft, lo que le permitió experimentar la mutación del mercado en los últimos tiempos. “Por lo que vi en Argentina desde que estoy acá, hay mucho deseo, pero todavía muchas empresas no saben dónde ubicarse”, dijo Depre y señaló que hay mucha superposición entre los productos que se ofrecen: “Muchas hacen web games, muchas juegos de flash para navegadores”. Esto llevó a que numerosas empresas no se hicieran sostenibles en el tiempo y que terminaran en la órbita de multinacionales. “Cuando yo llegué, había más empresas locales que hoy”, resumió Depre.
Otro obstáculo que contribuyó a cierto reacomodamiento de la industria local fue la inflación, que generó una pérdida de competitividad. Paul Depre lo señaló: “Hace cuatro o cinco años Argentina era más barata y se podía comparar, no tanto a India, pero sí a otros países económicos”. Lo que no se podía exigir en nivel de capacitación era compensado por ser barato. “Pero a medida que se encarecieron los precios, las expectativas aumentaron, porque salía casi lo mismo un estudio acá que uno en Montreal, con la diferencia de que en Montreal hay gente con experiencia. Por eso poco a poco algunas empresas extranjeras se fueron yendo”, señaló el francés.
El panorama, entonces, quedó marcado por una industria que se consolida y que tiene potencial, pero que después de una fuerte expansión inicial, se empieza a acomodar concentrándose en empresas cada vez más grandes que definen bien su rol.
Un segmento muy particular
Una empresa de videojuegos es “muy diferente de una de software”, remarcó Daniel Kafie. “Nosotros no tenemos clientes, desarrollamos para el mercado directamente”, precisó. Desde ADVA, Miguel Martín advirtió que “hacer un videojuego es muy costoso y lleva mucho tiempo”. Es necesario el trabajo multidisciplinario de un equipo dedicado en forma exclusiva a un proyecto por plazos variables, según el nivel de complejidad del juego que se esté haciendo. “Para que tengas una referencia, estamos hablando de unos seis meses con entre cinco y ocho personas dedicadas full time a ese proyecto. Es costoso, como te podrás imaginar”, precisó Martín.
Durante el proceso de construcción del juego intervienen productores, game designers (es quien idea el juego, algo así como el guionista de una película), artistas 2D y 3D, músicos, programadores, equipo de ventas y comercialización, entre otros. Una tarea coral y variada, que hay que manejar con destreza porque, valga la redundancia, hay mucho en juego.
Paul Depre, quien ocupa el lugar de productor, explicó que, al trabajar en un nuevo proyecto, lo primero es probar que la tecnología de la que dispone la empresa sirve para llevar a cabo lo planeado por el equipo de game design. O sea, que la idea que se había pensado para el videojuego, puede ser llevada a cabo. Una vez logrado esto, se pasa a la producción. “Cuando entrás en producción -explicó Depre- tenés que demostrar si realmente sos capaz de hacer el juego. En la etapa alfa (la primera etapa de la producción) se decide si se sigue adelante, o si se corta el juego y se pasa a otra cosa”. De esta manera, si se decide parar la producción, solo se perdería un 40% de la inversión.
Pero no todo videojuego conlleva el mismo tipo de producción. Los social games, aquellos juegos pensados y desarrollados para plataformas de redes sociales, tienen una dinámica diferente de la del resto de los juegos “empaquetados”. “Los juegos sociales son un servicio al usuario, cambian cada semana”, contó Daniel Kafie, CEO de Vostu, empresa creadora de Mini Fazenda, el segundo juego de granja virtual más importante del mundo y número uno en Brasil. “La verdad que es un trabajo muy colaborativo e implica no solo llegar al lanzamiento del juego, sino también después darle mantenimiento. Nuestro equipo, por lo general, crece después de que se lanza un juego, porque ese juego pasa a tener 25 millones de usuarios registrados”. Para entender bien la diferencia, Kafie hace una analogía donde los juegos tradicionales serían películas, y los juegos sociales, programas de televisión que deben renovarse semana a semana.
Hasta el momento, en Argentina no hay superproducciones como las que se elaboran en el Primer Mundo (juegos como el FIFA, o el Call of Duty, entre los más populares). El factor limitante para este tipo de desarrollos, que se conocen como Triple A, es básicamente que no existen en nuestro mercado actores con la experiencia necesaria. Diego Tártara, de Luminous, señaló que su empresa, que trabaja para Electronic Arts -uno de los líderes mundiales en videojuegos-, se está insertando de a poco en el desarrollo de juegos Triple A. “Vamos penetrando dando servicios más profesionales. El objetivo es poder desarrollar un juego de estas características en dos años”, señaló optimista el Technical Leader.
EDUCAR PARA CRECER
Un común denominador a todas las empresas dedicadas al gaming instaladas en Argentina es que destacan la calidad de los recursos humanos con los que cuenta el país. Daniel Kafie fue muy claro al respecto: “El talento local es muy bueno. Nosotros hemos trabajado con otros países también, pero en Argentina, y en Buenos Aires particularmente, vimos un talento muy fuerte para desarrollar no solo juegos, sino también tecnología básica”. El CEO de Vostu también destacó la buena oferta de estudios de arte. “Es la fórmula perfecta para poder crear un estudio de juegos”, sintetizó.
Por su parte, Miguel Martín, de ADVA, destacó la formación académica en esta materia de algunos institutos. Este es el caso del ITBA, “una de las universidades argentinas que entendió rápidamente que los videojuegos tienen un potencial muy grande desde el punto de vista tecnológico, económico y creativo”, dijo. Otro caso interesante, en este mismo sentido, es el de la Universidad Nacional del Litoral, con su Tecnicatura en Diseño y Programación de Videojuegos.
Sin embargo, esto es solo una buena base. Así como todos coincidieron en la buena formación de los recursos humanos, también señalaron que está haciendo falta gente con grado “senior” para seguir avanzando. Paul Depre subrayó que “existe de todo acá, pero gente especializada no. Veo que hay un pool muy grande y muy bueno de desarrolladores, pero especializados en videojuegos muy pocos. En arte tradicional hay millones, pero de ahí a saber trabajar en videojuegos hay muy pocos. Artistas 3D, siempre fue un recurso muy complicado para encontrar. Ni hablar de animadores de formación, acá no existen”.
Eso es lo que me preocupa de la industria”, advirtió por su lado Daniel Kafie. “Hay mucha demanda, hay mucho interés de afuera, de empresas grandes, para venir a la Argentina y trabajar con estudios locales. Me preocupa saber que van a venir y encontrar que es muy light el entrenamiento de acá”. Por eso en Vostu crearon la Universidad Vostu, un programa en el que entran 30 programadores junior y por tres meses entrenan en todo lo que hace la empresa. Luego tienen un examen final. “Estos juniors ya están trabajando, pero la idea es que tengan una práctica antes de entrar oficialmente a un equipo”, dijo Kafie y aseguró que “hay mucho talento joven al que le interesa eso para complementar su carrera”.
Diego Tártara vinculó la falta de expertise a un desarrollo lógico del mercado y el negocio. “Al no haber industria de gaming hace diez años es obvio que no había recursos especializados. Ahora aparece el negocio, ahora empezamos a dar servicio especializado. Se construye desde la necesidad”, describió. En ese sentido, Tártara asegura que todas las empresas que operan en Argentina han sido formadoras de gente. “Nosotros tenemos capacitaciones internas, hemos hecho cursos en tecnología de punta, como Unity -una nueva tecnología para desarrollo 3D en Web-, tenemos charlas de capacitación que sponsoreamos”.
A pesar de que desde el Estado hay una serie de beneficios para impulsar la industria del videojuego, Daniel Kafie aseguró que en la práctica no conoce a nadie que los haya aprovechado. “Creo que si el Gobierno quiere promoverlo, debería hacerlo expandiendo los programas públicos de desarrollo para educación, abriendo más escuelas técnicas. Veo que la infraestructura todavía no crece. Tenemos excelentes instituciones como el ITBA, pero no veo que crezca su infraestructura. Nos quedamos con la misma cantidad de egresados por año, cada vez más es una competencia entre la misma gente. No estamos creando mucho valor en ese sentido”, analizó el CEO de Vostu y concluyó diciendo que “hay que incentivar a los jóvenes a entrar en ese tipo de carreras y crear instituciones que puedan soportar eso”.