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Jorge Strada: “Un viejo es alguien con todas las edades”

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Jorge Strada, psicólogo, músico, escritor y compositor, ideó un programa social, Papelnonos, destinado a dar respuesta a la exclusión de las personas mayores, poniendo en primer plano la vitalidad y dignidad de la vejez. Por Susana Rigoz. Fotos: Rocío Fresno Navarro

Jorge Strada nació en Dolores, provincia de Buenos Aires hace 70 años. Es padre de dos hijos y abuelo también por partida doble. El servicio militar obligatorio lo llevó a la ciudad de Mar del Plata donde vive desde entonces. Trabajó toda su vida como docente universitario y profesor de música. Le encanta escribir –es autor de alrededor de 20 libros- y componer. Atraído desde joven por los adultos mayores, ideó una propuesta destinada a promover espacios de integración y creatividad que les permitan mejorar su calidad de vida.

En 1989 realizó un taller para adultos mayores de construcción de instrumentos musicales de papel que dio origen a una Orquesta cuyos doce integrantes leían música con partituras. Esa primera agrupación fue el puntapié inicial de un programa social, educativo y cultural orientado a promover un envejecimiento activo con inclusión social. De a poco comenzaron a adquirir visibilidad. A lo largo de los 28 años que lleva de funcionamiento, fueron modificando el formato porque, como afirma su fundador, “no nos gusta la propuesta de viejos que se presentan estáticos, con cara de viejos. Nosotros apostamos a mostrar lo gestual, la alegría” y para lograrlo hasta prescindieron de los atriles y sumaron movimiento y coreografías a sus presentaciones.

De este modo nació la Fundación y el Programa Papelnonos cuya propuesta se desarrolla en cuatro ejes: el teatro musical, la Biblioteca de Música “Astor Piazzolla”, el proyecto Humanizarte y Papelnonos cuenteros. “Nosotros queremos construir una nueva vejez. El ser humano vive cada vez más, sin embargo esa realidad no va de a mano de una mejor calidad de vida. Al contrario, los adultos mayores son excluidos de la sociedad y de su propia familia, sufren la soledad y carecen de expectativas, por eso se sienten felices en la Fundación porque transforman la pasividad en proyectos y eso los vuelve protagonistas de sus propias vidas. ”, afirma Jorge Strada. Y explica que se trata de un programa del que puede participar todo el mundo – hay personas discapacitadas, otras que no hablan el idioma, por ejemplo- porque lo que los une es la música y la música derriba fronteras.

Una década después, el programa Sorpresa y media de Julián Weich viajó a Mar del Plata, con la complicidad de su fundador, para sorprender al grupo y les permitió, además de ganar gran visibilidad, grabar el primer CD con sus canciones. En una segunda edición, la sorpresa fue para el propio Jorge cuando lograron traer de España a su hermano mayor a quien no veía desde hacía 18 años. Ese encuentro devino en una invitación a la televisión española, y después en un viaje a Italia con la finalidad de armar un grupo. Este último destino lo motivó a escribir Angelo Bello y la vejez, sobre la vida de su abuelo, novela con la que ganó el premio IMSERSO 2000 que le aportó a la Fundación alrededor de 8000 dólares. Este dinero inesperado le permitió viajar y empezar la creación de una Red de alcance nacional de Papelnonos que en la actualidad supera las 60 agrupaciones a lo largo de todo el país, integradas por más de 4.500 personas mayores, a las que se suman otras en México, Ecuador, Chile, Costa Rica, Australia y España.

-¿Siempre se sintió interesado por la tercera edad?

-Sí, incluso algunos amigos me dicen que fui viejo desde chico. Lo que me permitió este proyecto fue unir mis dos vocaciones: la psicología y la música en un grupo etario que buscara un espacio donde disfrutar y, aun sin experiencia alguna, sintiera que la música es inevitablemente buena. Yo había trabajado mucho con chicos y me animaba a coordinar un proyecto con estas características que, de funcionar, podía replicar. Sin embargo, jamás soñé la dimensión que íbamos a alcanzar.

-¿Qué es Papelnonos?

-Es una posibilidad para quieres apuesten a un lugar no asistencial que les permita expresarse e interactuar; un espacio adonde ir en vez de quedarse mirando televisión y combatir la soledad no buscada de los viejos. La propuesta va de la mano de dos conceptos: alegría y crecimiento, en el sentido de crecer en la curiosidad, en el deseo, en la ganas de vivir; diría que casi lo opuesto a los sentimientos que en general se identifican con la vejez, etapa negada, ignorada, difícil, durante la cual se sufre más de la cuenta. Nuestro programa es de puertas abiertas y viene todo tipo de gente, desde aquellos que lo hacen por contagio hasta quienes son enviados por sus psicólogos, psiquiatras o neurólogos. También está aquellos que no se acercan por temor al ridículo, como si creyeran que no hay lugar para la cultura y el juego en la vejez.

-¿Qué es un viejo?

-Una persona que tiene todas las edades, que lleva consigo la niñez, la juventud, la adultez. Nosotros desde aquí tratamos de que pueda integrar todas las etapas, porque solo a partir de ahí podemos hablar de un viejo y su vinculación con la sabiduría. La edad no es garantía para ser sabio, pero si uno integra las etapas, reflexiona en torno a ello y pone en práctica lo aprendido se acerca bastante. De eso se trata en cierta forma, aunque es difícil de definir porque hay tantas vejeces como viejos.

-¿Cómo se integran las edades?

-A mi criterio se integran cuando una persona puede sacar de sí ciertos aspectos como el juego ingenuo, la alegría, la esperanza, el proyecto de pensar que el carretel de la vida no es un problema cuantitativo. Pareciera que un viejo tiene menos carretel, pero ¿quién garantiza la vida y la muerte? Integrar las edades para mí entonces es vivir el presente con entusiasmo, capitalizando lo pasado de modo que sirva para comprender a los otros. Se trata de aceptarse, de comprender que la vejez es producto de una construcción y no una esencia, algo inmutable. Nos cuesta mucho que se comprenda este concepto que implica que cada uno puede seguir construyéndose de una manera distinta hasta el último día. Esto implica, entre otras cosas, tener esperanzas y futuro, dejar de quejarse. Centrarse en las enfermedades, por ejemplo, es una regresión narcisística porque implica estar ocupado solo en sí mismo, actitud que aleja a las personas.

– ¿Cuáles son los beneficios de ser viejo?

– El primero es ser consciente de lo afortunado que es quien llega a viejo. Hay un material llamado vida en el que se estuvo inmerso, bien o mal, y en el que se puede trabajar para sacar lo mejor. Saber que si bien se pierden muchas cosas, hay otras que se ganan como el hecho de poder elegir a conciencia, de tomar decisiones inteligentes, de diferenciar lo importante de lo secundario y no quedar prendido a aquello que hace daño. El viejo ya sabe de qué se trata el poder y la ambición, ya tiene la experiencia de lo importante que es la tolerancia, ya no debe exigirse ni dar examen ni demostrar nada al otro. Cambia el foco de las cosas y la búsqueda está más relacionada al placer. Todas estas potencialidades muchas veces no se desarrollan porque quedan inmersas en la soledad, la queja y la tristeza asociada a las pérdidas, la desvalorización y la ausencia de expectativas.

-¿Es especialmente difícil el tema de los vínculos en la vejez?

– Para nosotros es importante, sin excluir la sexualidad y el amor, desarrollar todas las alternativas vinculares que tienen que ver con el compañerismo, el afecto y las nuevas relaciones. No es bueno quedarse con el rol de abuelo y de hecho no llamamos de ese modo a nadie porque consideramos que es justamente un rol. Los llamamos viejos en un contexto afectuoso. Incluso tenemos un lema: Un viejo con solo cambiar una letra puede pasar de ser solitario a solidario. Y descubrimos la importancia de ello porque cuando nuestros viejos sienten que están dando algo, su tiempo por ejemplo para un jardín de infantes- lo que recibe es maravilloso. Los chicos se quedan absortos mirándolos y ellos se sienten felices.

– ¿Nos define la mirada de los otros?

-Absolutamente y eso ocurre en cualquier edad. Acabo de terminar un libro llamado Mis unos y mis otros, donde hablo de la importancia de saber que nunca fuimos uno, porque los otros nos conforman y nos confirman. Si en la adolescencia, por ejemplo, es muy fuerte que no nos miren, en la vejez es fatal. Por eso nosotros tratamos de que el viejo sea mirado y de ser posible admirado e intentamos mostrar que pueden hacer cosas interesantes. Como dije antes, lo mejor que nos puede pasar es llegar a viejo. ¿Por qué no lo celebramos entonces? En las anteriores etapas de la vida pareciera que la muerte y la vejez es algo que le ocurre a los demás y, en general, se hace de los viejos una retirada, como si no tuvieran nada que hacer ni ofrecer a la vida. Los llevan a un geriátrico y, en el mejor de los casos, les buscan una actividad para que no molesten. Desde Papelnonos tratamos de evitar que esto sea así.

-Según su experiencia, al recuperar el entusiasmo y las ganas, ¿cambia el rol del viejo dentro del núcleo familiar?

-Sí, vi infinidad de casos que pasaron de ser ignorados a protagonistas de su espacio. Es una gran transformación, una recuperación del vínculo no desde la lástima sino desde la admiración. Y en este cambio hay también responsabilidades compartidas porque la alegría es un imán contagioso, un atractivo para los demás. Así es nuestro programa y, como dicen actualmente, se viralizó, pero es un virus de los buenos.

EL PODER DEL RUIDO

-La principal actividad que realizan es el Teatro musical. ¿De qué se trata este formato?

Se trata de integrar recursos de distintas experiencias artísticas como teatro, coreografía, danzas en un formato expresivo cuyo centro está en la canción. Es decir, en lugar de hablar, hacemos presentaciones musicales en vivo donde los viejos cantan, bailan, hacen coreografías y tocan instrumentos de papel que ellos mismos construyen. En un comienzo tocábamos en vivo pero eso exigía ciertas habilidades que podían dejar afuera a quienes no la tuvieran y lo cambiamos. Actualmente hacemos playback con la voz de los mismos actores o de otras personas del grupo y la única exigencia es que sea creíble. Ahí está el engaño del teatro musical. Nos reunimos todas las semanas para ensayar y el producto visible son sucesivos cuadros musicales que conforman una presentación de alrededor de 45 minutos.

-¿Quién es el autor de las canciones?

-Las canciones, aunque yo las escriba, son de todos. Y no se trata de falsa modestia porque sin la interacción con los otros jamás hubiera hecho ninguna. Le doy un ejemplo, un día vino a la Fundación un señor que había tenido varias operaciones en el paladar y no podía hablar. Pensando en cómo integrarlo se me ocurrió una canción a la que llamé “Jugando con el tiempo”, cuya escenificación consta de una mujer y un hombre sentados frente a frente y una voz en off que se pregunta qué es el tiempo. En ese momento, la mujer invita al hombre a bailar, mientras aparece el grupo cantando que el tiempo es una danza y que las almas inquietas se buscan para ponerse a bailar. Este señor de 81 años aceptó el desafío de participar y, pese a que tenía un pésimo pronóstico médico, vivió 10 años más formando parte de la Fundación. Esta canción se transformó en una especie de lema que fue tomado por todas las agrupaciones de Papelnonos.

-Papelnonos cuenta con una Biblioteca popular.

-Sí, es una biblioteca de música “Astor Piazzolla, que fue fundada en 1992, el mismo año su muerte. Atendida por nuestros voluntarios, reúne 70 mil partituras, en catálogo de papel que están a disposición de los usuarios. Un desarrollo magnífico, único en el país, que nos llevó 28 años armar y que donamos a la Municipalidad de Mar del Plata hace 15 años y, aunque la aceptaron, nunca se hicieron presentes. Increíble, ¿no? Dado el desinterés demostrado, en mayo inauguramos una nueva biblioteca denominada Papelnonos que brinda un servicio libre y gratuito de partitutras que abarcan todos los géneros musicales, además de libros y videos especializados en la materia.

Pero no todas son malas experiencias: un laboratorio me eligió para formar parte de una campaña publicitaria llamada Gente de buen corazón y como retribución les pedí la donación de una computadora y un scanner para digitalizar las partituras.

– ¿En qué consiste el Proyecto Humanizarte?

-Se trata de un espacio educativo y cultural donde realizamos talleres o, mejor dicho, encuentros. Un lugar donde apuntamos al crecimiento, a tomar conciencia de que los viejos tienen cosas importantes que decir y deben hacerlo. Nos basamos en tres ejes: el arte, la filosofía y la psicología, pero no como contenido académico sino como saberes, tratamos temas de la vida cotidiana, hacemos instrumentos de papel, teatro, aprendemos lenguaje musical y ejercitamos la escritura, la expresión de nuestros pensamientos. Todo esto bajo la consigna de que debemos divertirnos. Creo que la etimología de esta palabra nos representa: divertirse es salirse del vértice y nosotros nos salimos y hacemos cosas que otros viejos no hacen.

– Otro de los desarrollos que llevan adelante es Papelnonos cuenteros.

-Llamamos de ese modo a una serie de actividades que nos permiten contar nuestras historias y experiencias a través de la narración de cuentos y piezas orales que nosotros mismos producimos, editamos y publicamos: CDs, DVDs y libros.

 

CASI TRES DÉCADAS DESPUÉS….

-¿Cuál es la situación hoy?

-En la actualidad, armamos un equipo de jóvenes coordinadores y yo, que estoy empezando a retirarme, me ocupo de asesorar para tratar de cometer la menor cantidad de errores. Los años vividos se traducen en una larga experiencia y a veces se hace pesado cargar con tanta historia. Una vez, por ejemplo, un grupo fue al programa de televisión de Marcelo Tinelli donde después los utilizaron para ridiculizar la vejez, algo que nos afectó mucho a todos. En otra ocasión intentaron vincularnos a alguna organización partidaria, algo de lo que estamos muy lejos porque de ningún modo nos interesa la ideología de quienes quieran participar. Por eso insisto en que hay que ser cuidadoso porque un programa como el nuestro puede venirse abajo con facilidad y tirar por la borda tanto trabajo y prestigio.

– ¿Tiene algún proyecto nuevo?

-Sí, el Fondo Nacional de las Artes nos becó para un nuevo proyecto que consiste en incluir dentro de nuestro formato una obra breve de teatro hablado. Pensando en cómo sortear el inconveniente de la memoria –el hecho de aprenderse un texto- se me ocurrió incorporar la idea del pensamiento sonoro. Una voz en off que permite al público escuchar lo que piensa el personaje y simultáneamente es lo que debe repetir el actor. Sobre esta base escribí diez obras breves que son grabadas en nuestro estudio por los mismos protagonistas.

-De los múltiples premios que recibió la Fundación, ¿cuál eligiría?

-Más allá de que todos los reconocimientos son importantes, hay uno que creo que nos ayudó a hacer la diferencia. Se trata de Ashoka, la red internacional de Emprendedores Sociales Innovadores, cuyo trabajo está orientado a crear puentes entre distintos actores -personas, organizaciones sociales, universidades, empresas y sector público- para estimular acciones que tiendan a un mundo más inclusivo. En 1998 me convocaron, presenté un proyecto y, una vez aceptado, durante tres años recibí una especie de beca para replicar la experiencia que me permitió armar otras agrupaciones y capacitar gente.

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