InicioActualidadFrancisco: La hora del verdadero desafío

Francisco: La hora del verdadero desafío

spot_img

“Los obispos deben ser pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos con mucha mansedumbre: pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como la libertad ante el señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan psicología de príncipes”

Papa Francisco, a los pastores de la región. Río de Janeiro, Julio de 2013

Hace ya varias semanas que finalizó la multitudinaria Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Río de Janeiro. Y fue, precisamente, Brasil el escenario ideal para que Francisco, el jesuita devenido en Papa y llegado desde “el fin del mundo”, refrendara su incipiente liderazgo global. Un liderazgo que excede de manera descomunal lo estrictamente religioso para instalarse en la política mundial y en la mirada de los dirigentes del mundo entero, sin importar su creencia, su raza ni su ubicación ideológica.

El idioma simple y a veces provocativo, la conducta por delante de las palabras, los gestos austeros y la alegría sincera de compartir con el otro, han generado una aceptación que indica que ese liderazgo llegó para quedarse. El multitudinario encuentro de Río no solo estuvo caracterizado por una carga de emoción muchas veces inédita, sino también por la particularidad de que esos millones de jóvenes se sintieron “individuos” ante la mirada del Papa (supongo que provocando la infinita envidia de millones de políticos). Ya lo puso de manifiesto Francesca Ambrogetti, la coautora junto a Sergio Rubín del libro El Jesuita, cuando fue entrevistada por DEF: “Recalco como virtud extraordinaria que cuando él habla con uno, está concentrado en forma absoluta en esa conversación”. Creo que eso sintió cada persona en la que el Papa posó su mirada. Puede decirse que Francisco ha creado casi un pacto de hecho con los fieles y aun con quienes no profesan el catolicismo. Propone bases para un mundo vacilante, materialista, casi en estado de anomia, lo que sin duda ya ha marcado un hito para una Iglesia con décadas de declinación en la fe y, además, la consideración de la opinión pública no creyente.

Esto último, lo de una fe ecuménica, espiritual, más allá de la propia religión, no es una observación menor. Occidente vive una crisis económica gravísima. Medio Oriente y su zona de influencia no logran escapar de la lógica amigo/enemigo que se cobra a diario miles de víctimas. Tampoco son menores las pérdidas humanas en vastas zonas paupérrimas de África y Latinoamérica, donde la pobreza y el hambre hacen su estrago cotidiano. Se opone a esto la cara de la opulencia, del lujo desmedido y del descontrol de sectores pudientes que ofenden al sentido común. Por eso, la llegada de una figura como Francisco trasciende lo religioso para transformarse en lo que en latín se llama un “aliento vital” (de donde proviene la palabra espíritu) y que hace que, en medio de este vacío global y de esta falta de lógica en la resolución de tan graves problemas internacionales, el Papa se presente ante el mundo como un dirigente que entiende qué pasa y que muestra su ejemplaridad en cada acción. Antes de enumerar cualquier otra capacidad, lo más destacable del Papa Francisco es su actitud, esa que le permite que desde un lugar de encumbramiento pueda llegar hasta el último de los humildes como un par y pueda ser un modelo a imitar desde el espacio más lejano de lo material, tanto para aquellos que tienen fe como para los que no la tienen.

Lo cierto es que esta popularidad era inimaginable hace apenas unos pocos meses, cuando con mínimas pero contundentes consignas arrastradas por la brutal energía de su ejemplo, Francisco transformó una muy dura realidad de la Iglesia en el mundo, cuando menos, en otra que ofrece una luz de esperanza.

Una Iglesia pobre para los pobres, el final de la pompa y el lujo, la hora del contacto con la gente, la hora de la invitación a los jóvenes a ser protagonistas del cambio y la hora de durísimas palabras para el corazón de la Iglesia, palabras vinculadas a abrir los claustros, a ganar la calle y a rodearse de los que nada tienen. Estas consignas, que entre múltiples interpretadores algunos quieren plantear como “carismáticas”, ya ubicaron al Papa, perdonando la irreverencia, en un altar casi pagano. Es que el mundo está tan desacostumbrado a este tipo de desacartonamiento que hoy el Pontífice es seguido cual estrella de rock. La referencia de que multiplicó el número de personas que Mick Jagger había convocado en las playas de Copacabana recorrió las redacciones de todo el planeta.

Ahora bien, dicho esto, dicen quienes están próximos al Papa, que él poco y nada acredita estos signos favorables que provienen tanto de periodistas como de la opinión pública y que, más bien, le preocupan y mucho. Esta sana preocupación nacería de la convicción de la absoluta imposibilidad de sostener dicha popularidad en el futuro. Los niveles de aceptación actuales son impropios de lo variopinto de la opinión humana y seguramente tanta expectativa de unos y otros no podrá ser finalmente conformada, ya que hoy ni siquiera se conoce a fondo el pensamiento y la futura obra que Francisco está por comenzar. La frivolidad de que la revista Vanity Fair lo nombrara “El hombre del año” no importa nada, comparado con cómo el Papa logra sustentar con sus decisiones los significativos logros ya obtenidos y con ello, dejar atrás la penumbrosa situación por la que pasa la Iglesia, revitalizándola de cara al siglo XXI. La crítica situación de la que hablamos y que podría vincularse con la abdicación de Benedicto XVI, puede abreviarse en tres o cuatro conceptos esenciales:

– El mundo globalizado, materialista y tecnológico, es cada día más ajeno al pensamiento religioso (Europa es el mejor ejemplo). Existe un hedonismo laico creciente, un relativismo general, muchas veces guiado por agnósticos y ateos que son acompañados en esa lógica por una masa cristiana que no milita ni participa o que cree en un estilo religioso personalizado, ajeno al clero y a los ritos de la Iglesia Católica.

– La pérdida de fieles en manos de las religiones evangélicas, que cuentan ya con 565 millones de fieles, millones de personas además en crecimiento constante. Según datos publicados en el 2012, los católicos suman 1196 millones de fieles. De ellos, lidera América Latina con 586 millones y le siguen: Europa con 285 millones, África, 186 millones, 130 millones en Asia y 9 millones en Oceanía. Solo como ejemplo, digamos que Brasil, país líder en América Latina, en solo diez años redujo los porcentajes generales del católicos del 74 % al 65 % de su población.

– Los graves problemas morales internos vinculados con la pedofilia y los abusos sexuales. Los casos ocurridos dentro del clero en parroquias e instituciones educativas contra menores y que han sido documentados y revelados de manera sistemática desde fines del siglo XX, no solo horadan la credibilidad actual, sino que muchos de ellos, por haber sido silenciados durante décadas, han puesto en jaque a la Iglesia toda. Juicios millonarios, exposiciones públicas con daños tremendos y resonantes casos en EE. UU., Alemania e Irlanda recorrieron el mundo y ni la acción ni la enérgica condena de Ratzinger alcanzaron para menguar la tamaña afrenta a la sociedad y a la comunidad católica en particular.

– La espinosa cuestión de las finanzas del Vaticano. Luego de años de desprestigio y de escándalos vinculados con su sistema financiero, el Papa constituyó una comisión de investigación del Istituto per le Opere Religiose, más conocido por su sigla IOR, es decir, el banco de la Santa Sede. Con un pasado con fuerte sospechas de irregularidades y supuesto lavado de dinero, el IOR trae a la memoria colectiva la imagen del tristemente célebre cardenal Paul Marcinkus, involucrado en la quiebra del Banco Ambrosiano (1982) y con vínculos confusos con la mafia italiana. La destitución de Ettore Gotti Tedeschi, adoptada por Benedicto XVI, fue la última gran mancha vinculada con el lavado de activos durante el 2012. No debe olvidarse que el año anterior, el Vaticano fue considerado como “état voyou”–estado deshonesto– debido a la ausencia de transparencia y a las dudas sobre la posibilidad del manejo de “dinero sucio” incluso proveniente del narcotráfico.

Este es el oscuro panorama, seguramente incompleto, de los más graves problemas que debe resolver el Papa. Parece obvio que la necesidad de “poner orden en la casa propia” es la clave primaria para todo lo demás. La dura misión abarca tanto al propio Vaticano como a Cardenales y Obispos del mundo entero. Muchos de ellos hoy son confundidos con políticos y dirigentes, casi administradores de ONG, según palabras de Francisco. Afrontado este ineludible compromiso, vendrán luego las duras realidades que presenta el mundo exterior: el divorcio, el celibato sacerdotal, el lugar de la mujer en la Iglesia, el uso de los preservativos y la situación de los homosexuales, por nombrar solo algunos. Las respuestas a estas preguntas globales que exceden en un todo lo religioso irán perfilando su papado. Pero de todos los fieles que hoy adhieren, ¿a quiénes satisfará más este hombre, Jorge Bergoglio, devenido en Francisco? ¿Será a los radicales? ¿Será a los conservadores o a los revolucionarios? ¿Será a los fieles ubicados en el centro del pensamiento de la Iglesia? Él, ante todo, se declara pastor de su rebaño, no da lecciones ni condena, solo transmite optimismo y esperanza. Pero las observaciones en la descripción de los problemas que ha hecho a los dirigentes de la propia Iglesia y a los políticos en general, han sido duras y descarnadas. Ahora es la hora de arremeter contra ellos, la hora de la acción. Montescos y Capuletos, dentro y fuera del Vaticano, lo esperan con afiladas garras.

Así, llegó finalmente la hora de la verdad para el Papa que cerró hace semanas una triunfal visita a Brasil frente a los jóvenes del mundo entero, aquel cuyo protagonismo justamente nació en la redacción del documento previo a esa reunión en el santuario de Aparecida (2007), el Papa que no le escapa a la realidad y se ocupa de pobres y abandonados, aquel que es asiduo visitante de villas y favelas. Una verdad que inicia con su grey ya fidelizada y con una exposición mediática excepcional. Una verdad misional con la que seguramente intentará salvar a su Iglesia en este particular momento que vive la aldea global. Sabe que solo ha ganado un combate de una guerra larga y probablemente cruenta.

Francisco considera a la política como la máxima expresión de la caridad, como el servicio hacia los demás. Y, sin duda, su paso será mucho más profundo que el de un pastor bueno y sonriente. Será un Papa que dará esa batalla política y que de ninguna manera satisfará a todos. Lo que seguramente sus futuros detractores no podrán negar de él es que es un hombre que cree en la esperanza y que su sino está marcado por el mandato del ejemplo personal por delante de todas las cosas.

Como se sabe, Jorge Bergoglio tomó su nombre inspirado en San Francisco de Asís, aquel que escuchó una voz que decía: “Ripara la mia casa, che come vedi va in rovina”. Reparar esa casa en ruinas parece ser la misma misión en este siglo XXI. Allá va Francisco con tamaño desafío.

Artículos más leídos

Orgullo y reconocimiento: así fue la entrega de estatuillas a Veteranos de Malvinas a...

Héroes que dieron su vida en defensa de la soberanía y más de una decena de Veteranos de Guerra, cuyas hazañas inspiran las más...

¿Qué hay detrás del Esequibo, la región de Guyana que Venezuela pretende anexar?

El gobierno de Nicolás Maduro convocó a un plebiscito para saber cuál es la voluntad del pueblo respecto a la región del Esequibo, que...

Taiwán, Medio Oriente y fentanilo: los ejes del encuentro entre Joe Biden y Xi...

El presidente norteamericano, Joe Biden, y su par chino, Xi Jinping, se reunieron por segunda vez y dialogaron sobre el tráfico de drogas, acuerdos...

La postura de Argentina ante Hamás: una cuestión de interés nacional

El abogado y Director del Centro sobre Seguridad Hemisférica, Terrorismo y Criminalidad Financiera de la UBA, Juan Félix Marteau, analiza el complejo escenario de...

Radares, INVAP y Fuerza Aérea: ¿cómo se vigila y controla el espacio aéreo argentino?

Los 365 días del año, durante las 24 horas del día, la Fuerza Aérea vigila y controla el espacio aéreo. Lo hacen, además, con...
spot_img

Contenido mas reciente

Búsqueda y rescate en la alta montaña: ¿cómo operan los helicópteros y pilotos de la Fuerza Aérea Argentina?

¿Hay riesgos al volar en la cordillera? Conocé los detalles según el jefe del...

Terrorismo ambiental: la minería presiona al gobierno boliviano por las áreas protegidas

La minería ilegal provocó incendios en parques nacionales para presionar al gobierno de Luis...

El poderío militar iraní: ¿una amenaza inmediata para Medio Oriente?

La influencia de Irán en la región sobrevuela la guerra de Israel y Hamas...

Radares, INVAP y Fuerza Aérea: ¿cómo se vigila y controla el espacio aéreo argentino?

Los 365 días del año, durante las 24 horas del día, la Fuerza Aérea...
spot_img

Contenido Relacionado