Ocho de cada diez argentinos dicen estar preocupados por el estado del medioambiente, segรบn se desprende del informe Green 2011 realizado por TNS hace algunos meses. Pero, mรกs o menos alertados por el calentamiento global, todos coinciden en que como sociedad se hace muy poco para mejorar la situaciรณn.
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Asรญ funciona el mundo real que refiere Charly Alberti durante la entrevista con DEF, cuando dice que mรกs allรก de los discursos bien intencionados, casi nadie quiere hacer esfuerzos concretos y sostenidos para cuidar el ambiente. Ni las grandes industrias, ni las pymes, ni las administraciones pรบblicas en todos los niveles. Comprender esta perspectiva realista es entender que la sustentabilidad tiene costos que no todos estรกn dispuestos a pagar.
Por ello es mejor lograr pequeรฑos avances que no lograr nada. Y es justamente allรญ donde crece el papel de las organizaciones ambientalistas, que ayudan a discutir sobre el tema y a canalizar el reclamo ciudadano.
En la Argentina, como se seรฑala en la nota especial que presentamos, ya existen antecedentes de cรณmo la sociedad civil junto con el empuje de las ONG han conseguido, por ejemplo, que se reactive el saneamiento de la Cuenca Matanza-Riachuelo, una de las deudas ambientales mรกs grandes de la historia.
Portavoces del mundo natural, algunas mรกs conservacionistas, otras de perfil institucional y unas pocas directamente radicales, las organizaciones ecologistas irrumpieron en la dรฉcada del 70 y desde hace aรฑos son actores decisivos a la hora de instalar la problemรกtica ambiental en la agenda pรบblica. Tenemos buenos ejemplos en el paรญs, de Greenpeace a Vida Silvestre, de FARN a lo nuevo que expresa R21. Con sus mรฉtodos, trayectoria y enfoques particulares, se trata de lo mismo: comunicar, concientizar, movilizar, generar acciรณn.