El memorando entre Etiopía y la autoproclamada república de Somalilandia es un sacudón en los equilibrios de poder en el Cuerno de África. ¿Cómo incide la “diplomacia portuaria” de los Emiratos Árabes en la zona?
El memorando de entendimiento firmado por el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, y el presidente de Somalilandia, Muse Bihi Abdi, marca un comienzo de año agitado en África. El acuerdo, que prevé el uso del puerto de Berbera y una franja costera de 20 kilómetros, permitiría a Etiopía –un país mediterráneo– acceder al Mar Rojo y expandir su influencia en la zona con una posible futura base militar.
Como contrapartida del acuerdo, el reconocimiento de Somalilandia como “Estado soberano e independiente” por parte de Etiopía marca un punto de inflexión en la política regional. El acuerdo ha sido rechazado por el gobierno federal somalí, con sede en Mogadiscio, que ha calificado la actitud de Etiopía como un “acto de agresión” contra el país. La Liga Árabe –organización de la que forma parte la República Federal de Somalia– se sumó a la condena y consideró al pacto como “nulo e inaceptable”.
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Somalilandia: una “democracia estable” en una región conflictiva
El estallido de la guerra civil en Somalia, tras la caída del régimen comunista de Siad Barre en 1991, sumió al país en una profunda crisis y un clima de violencia del que aún no ha conseguido salir totalmente. Uno de los pocos refugios de estabilidad ha sido Somalilandia, en la franja costera del noroeste, cuya declaración de independencia nunca fue aceptada por Mogadiscio. Sin embargo, la inestabilidad reinante en el resto del país dejó la situación de Somalilandia “congelada” hasta el día de hoy.

La autoproclamada república de Somalilandia es uno de los territorios más estables del cuerno de África. Con una superficie de 176.000 km2 y 4,5 millones de habitantes, esta excolonia británica –que se había unificado con la antigua “Somalia italiana” en 1961– declaró su independencia en mayo de 1991. Desde entonces, se sucedieron en el poder cinco presidentes y, tras la aprobación de la Constitución en mayo de 2001, se celebraron periódicamente elecciones libres y democráticas en los distintos niveles del gobierno. Las próximas serán en noviembre de 2024, para elegir nuevo mandatario.
Debido a la alternancia en el poder y el respeto de las reglas de juego por parte de los distintos actores políticos, muchos analistas consideran a este territorio como la democracia más estable de la zona. De todos modos, a pesar de que existen antecedentes como la independencia de Eritrea en 1993 y de Sudán del Sur en 2011, ningún país del mundo había reconocido la existencia jurídica de Somalilandia. Etiopía será el primero en hacerlo.
Emiratos Árabes Unidos y su “diplomacia portuaria”
La situación en el puerto de Berbera tiene un condimento adicional. En el marco de su “diplomacia portuaria”, en 2016 una empresa de los Emiratos Árabes Unidos –DP World– obtuvo del gobierno de Somalilandia la concesión por 30 años del puerto de Berbera. En marzo de 2023, la firma –propiedad del emirato de Dubái– inauguró, a pocos kilómetros de allí, una zona económica donde planea establecer un hub comercial regional. El gobierno federal somalí desconoce esta concesión y ha prohibido a DP World toda actividad en el país.
En esa misma línea, P&O Ports –una subsidiaria de DP World– selló en 2017 un acuerdo similar para gestionar el puerto de Bosaso, en la región semiautónoma somalí de Puntlandia, fronteriza con Somalilandia. En febrero de 2019, el grupo terrorista somalí Al Shabab reivindicó el asesinato de uno de los gerentes de P&O Ports en esa terminal portuaria, el ciudadano maltés Paul Anthony Formosa. Los yihadistas, muy activos en la zona, asumieron la autoría del ataque, que enmarcaron en un “plan mayor” contra “las compañías mercenarias que saquean los recursos de Somalia”.

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El nuevo equilibrio de poder regional
Algunos analistas ven la mano de los Emiratos Árabes detrás del acuerdo portuario firmado ahora por su aliado, Etiopía. Entre 2020 y 2022, el gobierno emiratí apoyó al primer ministro etíope, Aiby Ahmed, en su guerra interna contra los rebeldes del Frente de Liberación Popular de Tigray.
En agosto del año pasado, en su visita a Addis Abeba –capital de Etiopía–, la máxima autoridad de los Emiratos, el jeque Mohamed bin Zayed al Nahyan, firmó una serie de acuerdos de inversión con el gobierno etíope, necesitado de fondos frescos para relanzar la economía de su país tras dos años de conflicto civil.
La gran pregunta es qué harán los demás países del continente frente al conflicto diplomático abierto entre dos de sus miembros, Etiopía y Somalia. La capital etíope, Addis Abeba, alberga la sede de la Unión Africana, que por ahora ha llamado a sus gobiernos a “la calma y al respeto mutuo para desescalar la tensión”.