InicioInternacionalesAndrés Pastrana, ex presidente: “Me eligieron para hacer la paz”

Andrés Pastrana, ex presidente: “Me eligieron para hacer la paz”

El 15 de noviembre se inicia en La Habana la segunda fase de las negociaciones. DEF dialogó con el ex mandatario colombiano sobre su experiencia y sobre el actual proceso de diálogo. Entrevista exclusiva de Patricia Lee Wynne (Especial para DEF desde Bogotá)

DEF entrevistó en su oficina de Bogotá al expresidente Andrés Pastrana Arango, una de las voces más experimentadas en el tema por haber liderado durante su gobierno (1998 – 2002) el más largo proceso de negociaciones con las FARC, que tuvo lugar en la localidad de San Vicente del Caguán.

CARRERA POLÍTICA

Pastrana, abogado y periodista, viene de una familia de políticos. Su padre, Misael Pastrana Borrero, fue presidente de Colombia y uno de los más importantes dirigentes del Partido Conservador.

Andrés Pastrana fue víctima de la violencia al ser secuestrado el 18 de enero de 1988 por un grupo de narcotraficantes que le exigían al gobierno no extraditar a los capos de la droga a Estados Unidos, y fue liberado ocho días después por la policía en una finca del departamento de Antioquia.

Ese mismo año, Pastrana se convirtió en el primer alcalde electo de la ciudad de Bogotá, y en 1991 fue elegido senador. En 1994 se presentó como candidato presidencial por el Partido Social Conservador, pero fue derrotado por el liberal Ernesto Samper Pizano, quien ganó con un 50,3 por ciento de los votos, por menos de dos puntos de diferencia.

Días después, Pastrana entregó al entonces presidente César Gaviria Trujillo unas grabaciones de conversaciones telefónicas sobre la presunta financiación  de la campaña de Samper Pizano con dineros del narcotráfico, en concreto del cartel de Cali. Esto dio lugar a uno de los más escandalosos procesos de la política colombiana, al iniciarse una investigación parlamentaria contra el presidente Samper, quien estuvo al borde del enjuiciamiento.

Con un presidente desprestigiado y debilitado, las FARC estaban en su apogeo, las Fuerzas Armadas habían sufrido duros golpes y el país se encontraba en recesión, con 20 por ciento de desempleo y cerca de la mitad de la población en la pobreza.

PRIMERAS NEGOCIACIONES

En ese marco crítico, Pastrana, a la edad de 44 años, fue elegido presidente en las elecciones de 1998. Clave de su triunfo fue la propuesta de negociar un acuerdo de paz con las organizaciones guerrilleras. Fue así como este dirigente del Partido Conservador, el más tradicional de Colombia, encaró la más larga negociación con las FARC realizada hasta el momento.

El 9 de junio de 1998, Pastrana ocupó la primera plana de los diarios del mundo, porque antes de su posesión se convirtió en el primer mandatario en reunirse en la selva con el legendario comandante de las FARC, Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo.

Una vez en el gobierno, Pastrana dispuso la creación de una zona de despeje de 42.130 km2 al sur del país, cuya cabecera fue el municipio de San Vicente del Caguán, para discutir las condiciones de un acuerdo de paz con las FARC.

El 7 de enero de 1999 comenzaron las negociaciones en el famoso encuentro de la “silla vacía”, porque Tirofijo no se presentó, en protesta por el avance del paramilitarismo, dejando a Pastrana en una situación embarazosa. Pastrana y Tirofijo se reunieron por segunda vez desbloqueando la situación, pero el clima político fue empeorando con ataques guerrilleros y el aumento de la violencia paramilitar. Poco a poco, la opinión pública se fue volcando en contra del proceso de paz.

Paradójicamente, el actual presidente Juan Manuel Santos, entonces ministro de Hacienda, había sido el primero en proponer la idea de la zona de distensión para negociar con la guerrilla.

Al tiempo que desarrollaba las conversaciones de paz, Pastrana puso en práctica el Plan Colombia con el presidente Bill Clinton de Estados Unidos, un controvertido plan para erradicar las plantaciones de coca, que preveía una inversión de 7500 millones de dólares y que llevó, en la década siguiente, a un significativo fortalecimiento del Ejército colombiano.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos cambiaron el clima internacional. Las FARC y el ELN fueron incluidos en la lista de organizaciones terroristas por Washington, y tiempo después por los gobiernos europeos.

NUEVOS AIRES

El giro interno de la opinión pública, los continuos ataques de las FARC y los paramilitares, y el abrupto cambio de la situación mundial, llevaron al final del proceso de paz, anunciado el 21 de febrero de 2002, tras lo cual el Ejército recuperó el control del Caguán, donde Pastrana en persona izó la bandera de Colombia.

El fracaso de este experimento abrió las puertas para la política de Seguridad Democrática y el triunfo, en 2002, del liberal disidente Álvaro Uribe Vélez, el “candidato de la guerra”, según expresión de Pastrana.

En 2005, Pastrana publicó su libro La palabra bajo fuego, con prólogo de Bill Clinton, en el que recoge sus memorias de las negociaciones con las FARC.

Diez años después de terminado el laboratorio de paz del Caguán, Pastrana dialoga con DEF para compartir las lecciones que esta experiencia deja para el actual proceso de paz.

APOYO PARA LA PAZ

¿Qué opina de las negociaciones que se iniciaron en Oslo?

-Cada proceso de paz es distinto, y por eso, más que no cometer los errores del pasado, se trata de no cometer los errores del futuro. Una de las grandes diferencias con el Caguán es que a mí me eligieron para hacer la paz. Diez millones de colombianos votaron en octubre de 1997, ese fue el mandato para el presidente que se posesionó en 1998. En esos cuatro años de proceso de paz, yo tuve un cien por ciento de apoyo de la gente para la paz. Cuando se rompe este proceso y empezamos el proceso de la guerra, se elige un nuevo presidente, que fue electo para hacer la guerra.

Hoy es una situación distinta, porque el país está dividido, un 60 a 70 por ciento respalda al presidente Santos y un 30 o 40 por ciento no lo respalda. Esta es la primera  gran diferencia, y por eso una de las tareas del gobierno es buscar que el cien por ciento del país entre en este proceso de paz. En segundo lugar, este es un país totalmente distinto, que está mejor económicamente. Cuando yo llegué al gobierno, los intereses estaban en el 60 por ciento; el desempleo, cercano al 22 por ciento; la banca y el sector cooperativo, quebrados; la construcción, quieta; y hoy hay una Colombia completamente distinta, lo cual juega a favor. Tercero, tenemos una guerrilla más arrinconada y un Ejército que ha dado mejores resultados. La presión militar ha llevado a la guerrilla a sentarse a la mesa de negociación. Y hay un lenguaje totalmente distinto de la guerrilla. Ojalá la guerrilla haya entendido el mensaje de lo que fue el pasado proceso, cuando 30 países nos acompañaron, y creo que las FARC entendieron la importancia del acompañamiento internacional. La pregunta que nos hacemos es si todas las FARC están en la negociación. No vaya a suceder lo que sucedió en el pasado, cuando hubo una confrontación entre el ala ideológica y el ala militar, que no le permitió al ala política llegar a un acuerdo de paz. Aquí puede suceder lo mismo. ¿Los que están son todos los que son y son todos los que están? No vaya a ser que algunos frentes se queden por fuera, los encargados del narcotráfico y de la droga. Por ejemplo, ¿dónde está Joaquín Gómez, que manejaba el frente del Putumayo, dónde está Fabián Ramírez, dónde está el ala militar? Cuando vivía Tirofijo, todas las decisiones eran monolíticas, pero ahora, ¿tiene Timochenko (actual comandante de las FARC) esa capacidad después de la muerte de Alfonso Cano (el anterior comandante de las FARC asesinado por las Fuerzas Armadas en 2011)? Yo no lo tengo claro, pero ojalá que todas las FARC estén ahí.

RESPALDO INTERNACIONAL

-Aunque los diálogos del Caguán hayan fracasado, ¿esa experiencia sentó las bases de esta nueva negociación?

-Claro. Yo creo que hay varias lecciones del Caguán que son favorables. Del Caguán solo se ve la zona de distensión, pero esta fue simplemente un medio para dialogar con la guerrilla, un espacio en el cual gobierno y guerrilla nos sentamos a dialogar. Yo propuse que ese espacio fuera en el extranjero, pero las FARC no quisieron y por eso aplicamos la ley y generamos la zona de distensión. Hoy las zonas de distensión están prohibidas, son ilegales. Pero en los hechos hay tres: Oslo, Venezuela y Cuba, donde se van a celebrar las conversaciones. Tenemos que ver de dónde veníamos, porque los colombianos estamos acostumbrados a ver la foto y no la película. Las FARC venían de que el presidente César Gaviria las bombardeara en el campamento de La Uribe en 1990. Cuando yo me senté por primera vez a hablar con Tirofijo, me preguntó por qué iba a confiar en mí, si la última vez que se sentó en una mesa a negociar, lo bombardearon. Por eso hay que tener en cuenta la comunidad internacional. Las FARC siempre creyeron que los otros países eran amigos del gobierno y no garantes de un proceso. Pero si España, Francia, Venezuela o Cuba se sientan a una mesa de negociación, no es porque sean amigos del gobierno, sino del proceso, para que este avance.

En mi caso personal, como no podía ser reelecto, había una desconfianza de las FARC, porque no sabían qué iba a pasar si firmábamos un acuerdo y el nuevo presidente decidía no cumplirlo. Por eso yo les hablaba de la importancia de la comunidad internacional como garante. Las FARC necesitan mucho ese respaldo intelectual. Yo se lo decía a Marulanda: “Si queremos hablar de reforma agraria, yo levanto un teléfono y le digo al ministro de Agricultura que me redacte un programa de reforma agraria en una semana. ¿A usted quién se lo está haciendo?”. Ahí es donde la comunidad internacional hubiera podido apoyar mucho a las FARC. Ojalá puedan tener ahora ese respaldo internacional. Espero que las FARC hayan aprendido la lección de que es muy difícil negociar en medio del conflicto. Se dice que hay que seguir dándole plomo a la guerrilla y continuar hablando, pero si estamos en una guerra, el plomo viene de lado y lado. Esto fue lo que acabó con nuestro proceso, porque estando sentados a la mesa, los ataques terroristas siguieron sucediendo y le fueron quitando respaldo político. Si hoy el presidente inicia unas negociaciones y hay otro atentado como el del Club del Nogal en 2003, o si se sigue secuestrando, ¿la gente estará dispuesta a respaldar esta negociación?

¿El hecho de que no haya un cese al fuego es un inconveniente en este proceso de paz?

-Si las FARC no aprendieron la lección, puede ser un inconveniente. Si no hay un cese al fuego y sigue habiendo actos terroristas, eso le cierra el espacio al presidente, porque la gente no entiende cómo estamos sentados en la mesa de negociación y las FARC siguen haciendo ataques terroristas.

DESPUÉS DE LA GUERRILLA

-El presidente Santos confesó hace poco que las negociaciones se iniciaron con el comandante Alfonso Cano, y que, a pesar de eso, dio la orden de matarlo en 2011. ¿Cómo se entiende?

-Esa es la crítica que se la ha hecho: si hay que matar al interlocutor. Son las implicaciones de negociar en medio del conflicto, la guerra continúa, y es de lado a lado. Tenemos que entender que al final el país tiene que unirse en este tema, porque si el presidente avanza en este proceso, yo creo que esto termina en una consulta, en una Asamblea Constituyente, o en temas que van a tener que ser ratificados por el pueblo, porque muchos acuerdos van a necesitar reformas legales. Si se les va a dar participación política a los guerrilleros, qué va a pasar con los militares, con los paramilitares. No es fácil negociar en ocho meses o un año, porque la guerrilla es atemporal, para ella los tiempos no existen.

-Las FARC vienen de la experiencia de la Unión Patriótica en los años ochenta, cuando firmaron un cese al fuego y estaban dispuestas a integrarse a la vida política, pero los paramilitares y el narcotráfico mataron a miles de dirigentes, entre otros, a los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa. ¿Cómo ve que los actuales jefes de las FARC, como Timochenko, Rodrigo Granda o Iván Márquez, terminen en el Congreso?

-Me parece buenísimo. Como decía el expresidente Darío Echandía, es mejor que los guerrilleros echen lengua y no que echen bala. Ojalá entren en un proceso democrático. Ahí están Nicaragua y El Salvador, y aquí lo tenemos en Colombia con el M 19. Lo importante es garantizar la actividad de la política. La experiencia de la Unión Patriótica no se puede repetir, porque en el caso de la UP, incluso los líderes de las FARC, como Jacobo Arenas, estaban dispuestos a hacer política en un proceso democrático. Antonio Navarro Wolff, del M 19, fue gobernador, y Gustavo Petro, que también fue del M 19, es alcalde de Bogotá. A la democracia no hay que tenerle miedo. Si ellos llegan a cargos populares, es porque los otros partidos y políticos lo están haciendo mal, pero esas ya son decisiones que se toman dentro de la democracia.

-Esto ha pasado en toda América Latina, pero en Colombia hay una falta de renovación política. ¿Cómo ve eso?

-Los últimos presidentes del Congreso están todos presos o corruptos por sus vínculos con los paramilitares. El 60 por ciento del grupo parlamentario del expresidente Álvaro Uribe está acusado por vínculos con los paramilitares. Eso no sucede en ninguna parte del mundo. Si miramos los partidos políticos, y lo digo en el caso de mi partido, el conservador, esto se ha vuelto un régimen parlamentario, en el sentido de que cada parlamentario cuida su islita y el gobierno a través de puestos viene comprando parlamentarios y votos. Acá no hay posiciones de partido, sino posiciones independientes. Vamos a tener que abrir la política, porque estos guetos lo que están protegiendo son sus circunscripciones electorales, y no permiten que gente nueva entre a participar en la política. Hay que buscar los mecanismos que permitan que gente joven pueda entrar.

EJÉRCITO PARA LA GUERRA

¿Cómo se entiende que un presidente conservador como usted haya protagonizado el proceso de paz más importante de los últimos años, y un liberal como Álvaro Uribe haya sido el presidente de la guerra?

-Tristemente, no logramos hacer la paz. Las FARC no estaban preparadas para la paz, creían que se trataba de ganar tiempo, y la presión internacional las estaba llevando a comenzar una negociación, pero fue la primera vez que  negociaron. El primer documento real en el cual las FARC hablaron de negociar, fue el que firmamos el 2 de mayo de 1999 con Tirofijo. Al final, cuando las FARC tomaron la decisión de romper el proceso, el país cambió y dijo: ya le dimos a las FARC la oportunidad de la paz, ahora vamos a hacer la guerra. Pero a diferencia de 1998, en ese momento ya teníamos con qué. A la gente se le olvida que entre enero y agosto de 1998, las FARC habían secuestrado a más de 500 soldados y policías. Se estaba perdiendo la guerra. En mi primera reunión con el comandante de las Fuerzas Armadas, este me dijo: “Presidente, estamos perdiendo la guerra, la democracia está en peligro”. Las FARC se estaban tomando buena parte del territorio. Algún dirigente de la izquierda señaló que yo hacía gala de que había fortalecido las Fuerzas Armadas. Yo se lo dije a Tirofijo en la cara: voy a hacer un Ejército para la guerra y un Ejército para la paz, y usted toma la decisión de para qué lo uso. Es una decisión de las FARC, no es una decisión mía. En ese se quiebre, cuando ya no se pudo hacer la paz, el país dijo: hay que hacer la guerra, y para eso fue elegido Uribe.

LAS REDES DEL NARCOTRÁFICO

-En su gobierno se aprobó el Plan Colombia. ¿Qué balance hace de él?

-Durante cincuenta años, la imagen era que teníamos una guerra civil en Colombia, pero en realidad era una guerra contra la sociedad civil.

El Plan Colombia se basaba en la tesis de la corresponsabilidad. El problema que estábamos viviendo en Colombia era transnacional: nosotros poníamos la plata para combatir el narcotráfico pero no los países consumidores. Se trataba de que todos tuviéramos que poner. Tenemos que hacerle caer en cuenta al mundo que mañana podemos firmar la paz con las FARC, así como el presidente Uribe hizo acuerdos con el cartel de Medellín y los paramilitares, pero hoy seguimos teniendo el problema de las Bacrim (bandas criminales). El narcotráfico va a seguir influyendo en los problemas de violencia en el país, y así mañana firmemos con las FARC, la violencia no se va a acabar. Seguimos teniendo un problema muy grande, que es el narcotráfico, y por eso necesitamos la ayuda de la comunidad internacional.

¿Cómo definiría a las FARC?

-Cuando yo terminé el gobierno y se rompió el proceso de paz, las FARC fueron incluidas en la lista de organizaciones terroristas de Europa, Estados Unidos y Canadá. Antes eran Robin Hood. Este es un gran problema hoy, por las consecuencias que conlleva haberlos puesto en esa lista. Con la caída del Muro de Berlín, hubo una división en las FARC, porque había sectores militares que empezaron a meterse muy duro en el narcotráfico, que era su financiación. Por eso la importancia de continuar la lucha contra el narcotráfico y saber si todos los frentes van a estar dispuestos a entrar en este proceso y erradicar definitivamente la droga. Este va a ser uno de los temas de la agenda, y en este punto hay que invitar a los estadounidenses y a los europeos para que aporten. Los europeos nunca quisieron entrar en una política social de sustitución de cultivos, que era donde Europa hubiera podido poner dinero, porque decían que el Plan Colombia era un plan militar, pero tenía un componente social más importante que el militar, que era la sustitución de cultivos o el Tratado de Libre Comercio.

¿Usted fue llamado por el presidente Santos para colaborar en las negociaciones?

-No. Esto es un manejo que ha hecho el presidente con su grupo de gente, y creo que está bien. La solución política es la solución al conflicto que hemos vivido durante más de cincuenta años, debe hacerse de forma discreta, en el extranjero. Esto no es nuevo, ya vienen dialogando desde tiempo atrás, Venezuela y Cuba están muy metidas en el tema. Lo importante es que haya mucha comunicación a la sociedad civil, muchos mecanismos para poder estar informando sobre lo que se está negociando.

¿El Ejército acompaña?

-Creo que sí, pero hay temas difíciles, porque el Ejército al fin y al cabo ha sido víctima, y también hay acusaciones sobre el Ejército, como el tema de los falsos positivos, que va a tener que discutirse (a fines de 2008 se reveló que brigadas del Ejército asesinaban civiles para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate para mejorar sus resultados). Está el problema de cómo se va a tratar al Ejército y a las FARC al final del conflicto, un tema muy interesante y complicado.

¿Estados Unidos apoya?

-Creo que sí. Es más, durante el proceso de paz del Caguán, yo mismo le propuse a Tirofijo hablar con Estados Unidos sobre el tema de erradicación de cultivos, y me dijo que sí. Se hizo una primera reunión en Costa Rica entre el Departamento de Estado y las FARC, que fracasó porque se filtró, pero las FARC siempre estuvieron dispuestas.

¿Tiene optimismo sobre las actuales negociaciones?

-No va a ser fácil, ponerse tiempos es difícil, me preocupa que quedemos en medio de una negociación a la mitad de un proceso electoral, porque hay elecciones en 2014 y la pregunta que uno se hace es: ¿qué pasa si un candidato presidencial dice que no respalda los acuerdos que surjan? Eso puede complicar el proceso, como sucedió con el presidente Álvaro Uribe. Uribe nunca le dio la oportunidad de la paz a Colombia. Eso no es bueno. Por lo menos hay que darle la oportunidad. Uno puede coincidir o no con un proceso, creer o no en un proceso, pero hay que darle la oportunidad.

Uribe hizo la paz con el cartel de Medellín y los paramilitares. ¿Y eso sí estuvo bien, pero que el presidente Santos inicie un proceso de paz con las FARC está mal? Es una disyuntiva que no entiendo: ¿por qué es bueno negociar con los paramilitares y no con las FARC? Uribe hubiera podido decirle a Santos: no creo en este proceso pero le deseo suerte, pero ni siquiera.

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