El continente blanco además de ser uno de los lugares más intrigantes y misteriosos de nuestro Planeta, es un laboratorio natural que permite el estudio del futuro ambiental de la Tierra.
La Antártida fue declarada reserva natural de la humanidad y dedicada a la ciencia y a la paz el 1 de diciembre de 1959. Pero pese a la conservación del continente blanco, la contaminación dice presente y enciende las alertas de todo el mundo ya que es un regulador de climas, temperaturas, vientos y corrientes marinas.
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Lejos de los centros industriales y con protocolos estrictos para habitarlo, el continente antártico se presenta como la región más apta para analizar el cambio global y, a partir del estudio de sus hielos, predecir el futuro ambiental.
Las particularidades de la Antártida
La Antártida tiene importantísimos recursos -como la pesca y la minería- y, además, en sus 14 millones de kilómetros cuadrados de superficie, contiene el 90% del agua dulce de la Tierra.
Su geografía excepcional permite estudiar, entre otros temas, la capa de ozono, el cambio climático, la contaminación atmosférica. Además, acaba de ponerse en marcha un programa enfocado en la presencia de microplásticos en el continente.

Seco, frío, ventoso y escasas precipitaciones que caen generalmente en forma de nieve, así se podría describir en una oración el clima antártico. A esto se suma que el promedio térmico es sumamente bajo: en enero, oscila entre los 0,4°C en la costa y los -40°C en el interior; pero si medimos la temperatura en pleno invierno en el hemisferio sur, el promedio va entre los -23°C y los -68°C.
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En este contexto, se puede producir un fenómeno conocido como “viento blanco”, es decir, se generan vientos de una fuerza considerable denominados catabáticos (del griego katabatikos: “hacia abajo”) y una especie de ventisca que al arrastrar nieve llega a cegar la visibilidad.
Pese a estas condiciones extremas, en la Antártida podemos encontrar flora y fauna autóctona, que se limita prácticamente a la zona costera y se caracteriza por su capacidad de adaptación y su escasa variedad.
Si nos centramos en la vegetación, hay registro de menos de 350 especies que se hacen notar entre los escasos lugares libres de hielo. Entre las variedades se pueden detectar musgos, líquenes, hongos y algas -salvo en el norte de la península antártica donde excepcionalmente puede verse alguna planta superior como gramíneas-.

Y al analizar la fauna que habita el continente antártico, es importante destacar que carece de mamíferos terrestres y la mayoría de los organismos presentes pertenecen al ambiente oceánico. Pueden verse gran cantidad de aves (skúas, petreles; palomas antártica, gaviotas cocinera, cormoranes y albatros, aunque sin duda por su número se destacan los pingüinos) y mamíferos (distintas especies de focas, lobos, leopardos, elefantes marinos, orcas, delfines y ballenas) que se alimentan de krill, un crustáceo de gran valor biológico y nutricional.
Argentina y su importante presencia en la Antártida
Actualmente hay 29 países con bases científicas permanentes en la Antártida, y entre ellos se destaca la presencia de Argentina. Estos espacios son utilizados para realizar investigaciones científicas que involucran diversas disciplinas, como glaciología, meteorología, biología marina, hidrografía, oceanografía, ecología, cambio climático, entre otras.
El sector antártico reclamado por nuestro país es el comprendido por entre el paralelo 60° S y el Polo Sur y los meridianos 25° y 74° de longitud oeste. El mismo está delimitado proyectando los puntos extremos de nuestro territorio continental sudamericano, como lo indica la teoría de Poirier que estableció en 1907 que las regiones polares son prolongaciones de los países que las rodean y deben fijarse proyectando los meridianos hasta el sector polar.
Esto equivale a un total de 1.461.597 km², de los cuales 965.314 son tierra firme; lo que equivale al 34% de la superficie continental americana argentina.

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La República Argentina fue pionera en la Antártida. Desde el 22 de febrero de 1904, cuando tomó control del observatorio meteorológico y la estación magnética instalados por el doctor William Bruce en la isla Laurie, perteneciente al archipiélago Orcadas del Sur, nuestro país se convirtió en el único ocupante permanente del continente durante cuatro décadas.
Desde ese momento, la bandera nacional ondea al sur del paralelo 60. Además, a partir de 1957 integra el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
Las bases antárticas argentinas
El 22 de febrero de 1904 se formalizó el traspaso y a partir de entonces, y de manera ininterrumpida, la Argentina realiza un importante trabajo científico en las trece bases operativas que funcionan al sur del paralelo 60 S.
Con el paso de los años el desarrollo científico argentino hace que la labor en la Antártida sea nuestro mejor título de soberanía. Vale destacar que actualmente nuestro país cuenta con siete bases permanentes, es decir, están operativas todo el año:
- Orcadas (1904)
- San Martín (1951)
- Esperanza (1952)
- Petrel (1952)
- Carlini -ex Jubany- (1953)
- Marambio (1969)
- Belgrano II (1979)
Mientras que otras seis bases son temporales (lo que significa que solo están operativas durante la temporada de verano): Brown, Melchior, Decepción, Cámara, Primavera y Matienzo.

Patrimonio de la Humanidad
La conservación de la Antártida es fundamental por diversas razones. Por un lado, representa una fuente que permite conocer la historia del Planeta y la evolución de la vida. Por otro, es un laboratorio natural para el estudio del cambio climático global cuyos efectos se perciben con mayor intensidad en el continente y se extiende a todo el sistema climático mundial mediante la circulación oceánica.
Además, la gran reserva indiscutida de agua y de riqueza pesquera que contiene basta para asegurar la conservación de este ecosistema excepcional, lugar estratégico para la ciencia.