Hoy, 5 de enero, se cumplen 24 años de la llegada al Polo Sur de la segunda Expedición Científica Argentina. DEF Conmemora este aniversario junto a su líder, el general de Brigada (R) Víctor Hugo Figueroa.
La Segunda Expedición Científica Argentina fue comandada por el entonces teniente coronel Víctor Figueroa, y el equipo estaba conformado por el médico Nicolás Berardi, el topógrafo Ramón Celayes, el técnico polar Luis Cataldo, los mecánicos Daniel Paz y Julio Dobarganes y el radiooperador Juan Brusasca.
“Cada año, para esta fecha, el recuerdo de la expedición me trae una mezcla de alegría y nostalgia”, confiesa Víctor Figueroa, andinista experimentado que hizo cumbre, entre otros, en los volcanes Tupungato y Lanín, invernó cuatro años en la Antártida, realizó más de 15 campañas de verano y fue director antártico del Ejército.
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Obstáculos y demoras en la ruta hacia el Polo Sur
Los siete integrantes del Ejército Argentino partieron el 28 de noviembre de 1999 de la Base Belgrano 2 con el objetivo de llegar por tierra al punto más extremo del Planeta antes del fin del siglo XX, para recibir allí el nuevo milenio. Este objetivo, considerado una manifestación de soberanía, fue demorado por los múltiples inconvenientes que debieron sortear y que dificultaron el éxito de la expedición.
Sin embargo, ni la hostilidad extrema del clima ni las dificultades de una geografía compleja lograron detenerlos. A bordo de 7 motos de nieve y con 14 trineos, los exploradores recorrieron los 1500 con temperaturas inferiores a los 50 grados bajo cero y soportando fuertes tormentas de nieve, después de 39 días de marcha pudieron enarbolar la bandera argentina en el Polo Sur.
Con un cielo claro, en pleno día polar, a las 8 de la noche repitieron la hazaña llevada a cabo en 1965 por la expedición terrestre comandada por el entonces coronel Jorge Edgar Leal, conocida como Operación 90. A diferencia de estos primeros exploradores que se desplazaron en seis vehículos snowcat con trineos de arrastre, el grupo de Figueroa utilizó motos japonesas de 540 centímetros cúbicos de cilindrada y llevó a cabo la proeza sin ningún tipo de apoyo aéreo.

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Desafiando a la naturaleza: entre grietas ocultas y tormentas de nieve
Entre las principales amenazas a afrontar, el especialista destaca las grietas y las tormentas de nieve. Respecto de las primeras, explica el líder de la expedición que muchas veces “quedan disfrazadas por la acumulación de nieve, razón por la cual nunca hay que confiarse porque cualquier instancia puede ser un riesgo”. Acerca de las tormentas, relata a modo de ejemplo que cuando habían recorrido cerca de 500 kilómetros de la base Belgrano sufrieron un temporal que los obligó a permanecer siete días en las carpas, por la pérdida de visibilidad que provoca el “blanqueo”, fenómeno óptico sumamente peligroso que limita la visibilidad y hace perder la noción del espacio.
En recorridos de 20 a 22 horas diarias, en un terreno complejo, avanzaron luchando contra el cansancio y el sueño, en una geografía monótona y blanca. Faltando unos 100 kilómetros comenzaron los temores y las dudas ya que aunque el GPS indicaba que iban en la dirección correcta, no lograban detectar el punto de referencia: la estación polar Amundsen-Scott de los Estados Unidos.
“Yo había leído en relatos de otras expediciones que unos 50 kilómetros antes de llegar se podía vislumbrar, en medio del paisaje, las sombras de la base norteamericana, pero nosotros avanzábamos y no distinguíamos nada”, cuenta el explorador polar.
“Creo que recobramos la calma a tan solo 18 kilómetros, cuando por primera vez vimos en el horizonte unos puntitos negros destacándose sobre el blanco del paisaje. Fue el momento más emocionante de la trayecto”, recuerda Figueroa.
Una vez plantada la bandera, luego de abrazarse y llorar de emoción, fueron saludados por radio por el entonces presidente de la Nación Fernando de la Rúa, el ministro de Defensa, Ricardo López Murphy y autoridades de las Fuerzas Armadas. “Después de permanecer cuatro días en la base estadounidense, donde nos recompusimos, arreglamos las motos y los trineos, partimos de regreso”.

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A modo de síntesis de esta epopeya, el general Figueroa menciona que fueron los primeros en el mundo en realizar la travesía “en estos vehículos. En total recorrimos 4.200 kilómetros, enfrentando la velocidad del viento, más la generada por la moto, con una sensación térmica de entre 55 y 60 grados bajo cero, durmiendo en carpas y comiendo una vez al día antes de dormir”.
Sobre los objetivos, destaca que querían demostrar la capacidad de la Argentina “para desplazarse por sus propios medios por el territorio que reclamamos y colaborar con la actividad científica del Instituto Antártico Argentino, recabando datos en lugares donde nunca había pisado un ser humano”.
Consultado acerca de sus referentes, Figueroa menciona a Gustavo Giró Tapper, explorador polar y uno de los protagonistas, junto al general Leal, de la primera expedición terrestre de la Argentina al Polo Sur de 1965. “Desde que empecé la actividad antártica, por el año 1986, siempre estuvo presente en mí seguir los pasos del mayor Giró Tapper, uno de los primeros argentinos en llegar al Polo. Creo que para cualquier antártico es un sueño poder alcanzar los 90° de latitud sur e izar la bandera en el punto más austral”, reflexiona este argentino que es una de las pocas personas en el mundo que logró unir ambos extremos del Planeta, ya que en 2016 formó parte de la expedición que conquistó el Polo Norte.
Por último, el general Figueroa recuerda con tristeza al fallecido suboficial mayor Ramón Celayes, quien “está presente en el corazón de los seis expedicionarios que quedamos”, y se ilusiona pensando que surjan “otros argentinos que sigan nuestro ejemplo”.