En 1904 se formalizó la presencia argentina en el continente blanco donde, desde entonces, el país ha afianzado su soberanía de manera ininterrumpida. Por Claudio Alberto Parica*
Este año se cumplen 114 años de permanencia ininterrumpida de nuestro país en el Territorio Antártico. El 22 de febrero de 1904 se formalizó el traspaso de las instalaciones de la Expedición Scotia de William Speirs Bruce a la República Argentina.
Luego del heroico rescate de la Expedición de Otto Nordenskjöld, en la que participó el Alférez José María Sobral –primer geólogo argentino, recibido en Upsala‒, el presidente Julio Argentino Roca, consciente de la importancia de la Antártida decide la compra de las instalaciones en las Orcadas a través del Decreto 3073, fechado el 2 de enero de 1904. Por las instalaciones se abonaron $ 5.000 Moneda Nacional (hoy serían $ 0.00000005; desde 1904 a la fecha se le quitaron 13 ceros a nuestra moneda, el peso Moneda Nacional estuvo vigente desde 1899 hasta 1969).
El Presidente Roca tuvo una visión de estadista innegable, lo que le permitió a nuestro país contar con una situación de privilegio en los foros internacionales respecto de la Antártida. Durante 43 años esta fue la única instalación permanente de nuestro país en la Antártida, reabastecida anualmente por buques de la Armada Argentina, durante los primeros años la Corbeta Uruguay, hoy convertida en buque-museo. En ella, se desarrollaron tareas de observación glaciológica, funcionaba una estación meteorológica y magnética, y un sismógrafo. Además, se instaló una Oficina de Correos (creada por Resolución Ministerial).
Los reclamos de soberanía no se hicieron esperar, el 23 de agosto de 1906, el embajador británico William H. Haggard expresó por nota al canciller argentino, Manuel Montes de Oca, que las Orcadas del Sur eran británicas y que la cesión de las instalaciones era transitoria. La respuesta fue muy clara, el 7 de diciembre de 1906, mediante un decreto del presidente José Figueroa Alcorta, se nombraron comisarios para las islas Orcadas del Sur bajo la dependencia de la Gobernación de Tierra del Fuego.
El 30 de marzo de 1927 se llevó a cabo la primera comunicación telegráfica con Ushuaia, hecho que rompe la incomunicación de las respectivas dotaciones desde 1904. Recién en 1947 nuestro país instaló la segunda Base (también de la Armada), esta vez en el archipiélago Melchior, donde la Base fue permanente por algunos años y actualmente es “escasamente temporaria”.
En 1951, a instancias del coronel Hernán Pujato, se crea el Instituto Antártico Argentino, y el Ejército comienza su despliegue de bases, todavía pensando en que la ocupación significa soberanía.
El Capitán de Navío Isaac F. Rojas, a cargo de las actividades antárticas, planeó una distribución de bases y refugios, siempre pensando en la soberanía basada en la ocupación y permanencia. Al año siguiente, en 1948, se inauguró el Destacamento Naval Decepción en la isla homónima, que es un volcán activo. Desde allí, el presidente Frondizi, primer presidente argentino en poner un pie en el continente blanco, emitió un mensaje por radio el 6 de marzo de 1961 en el que reafirmaba nuestros derechos soberanos y la firma del Tratado Antártico.
Mucho ocurrió en el país y en la Antártida, pero recién en 1983 durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, el nuevo paradigma de la soberanía tomó un rumbo distinto al de la ocupación. El Dr. Carlos A. Rinaldi define que la soberanía “pasa por el conocimiento”, y así es como Argentina cobró un fuerte peso en el contexto internacional, además se impulsó la capacitación del personal del Instituto Antártico, los convenios con universidades y otras instituciones científicas permitieron ampliar la cantidad de proyectos de investigación, tanto en las áreas del conocimiento, como en las áreas geográficas, lo que dio un nuevo sentido a las bases ya construidas en tiempos pasados. La integración entre las Fuerzas Armadas y los científicos comenzaron a rendir sus frutos, todos trabajando en pos de un objetivo común, la patria y la Antártida.

En el año 2001, comenzó una importante reducción de la actividad científica en la Antártida, aunque no de la logística, el mayor gasto para nuestra presencia en la Antártida, achique que luego, durante los gobiernos kirchneristas, se vio acrecentado, además del fuerte deterioro y de la pérdida de los medios logísticos. Se sumó además la discriminación ideológica y la aparición de actividades de nulo impacto frente al mundo.
No es un dato menor que las operaciones antárticas constituyen una acción cívico militar, en la que cada uno realiza lo que sabe y de forma coordinada e integrada. El que cada uno tome conocimiento de lo que hace el otro es fundamental para llevar adelante toda la operación con éxito.
Este 22 de febrero, a 114 años de aquella gesta heroica, veamos un futuro venturoso para nuestra presencia en la Antártida, en el que haremos gala de nuestra tradición antártica, a la altura de los desafíos del Siglo XXI, con una logística moderna, medios que nos permitan llevar a pleno nuestras actividades, con proyectos científicos a la altura de los años que vivimos y en pos de las generaciones venideras a las que debemos dejarle un camino allanado con la firme convicción de que como argentinos debemos estar unidos, todos bajo una sola bandera, nuestra amada bandera celeste y blanca.
*El autor es geólogo, fue director de Proyectos en la Antártida por más de 20 años y Secretario Científico del Instituto Antártico Argentino.