El 8 de octubre de 1903, la corbeta ARA “Uruguay” zarpó desde Buenos Aires para rescatar a un grupo de científicos que llevaba dos años atrapado en la Antártida. La travesía marcó un hito a nivel mundial, simbolizando la solidaridad nacional en la salvaguarda de la vida humana, y contribuyó a inaugurar la presencia argentina en el continente blanco.
Por Stefano Puliafito
El 21 de diciembre de 1901, el buque ballenero “Antarctic” soltó amarras del puerto de Buenos Aires. A bordo se encontraba un equipo liderado por el geólogo sueco Otto Nordenskjöld, con planes de recorrer y estudiar en detalle a la Antártida; por entonces un continente completamente inexplorado.
Como parte de la tripulación figuraba un joven marino argentino de 21 años, el alférez de fragata José María Sobral, quien se desempeñaría como meteorólogo, geodesta y magnetólogo.
La expedición acabaría convirtiéndose en una pesadilla para los científicos, quienes quedaron encerrados entre los hielos sin posibilidad de regreso. Ante la urgencia, la corbeta “Uruguay” de la Armada Argentina acudió en apoyo, marcando un precedente fundamental para las operaciones de rescate antártico.

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Antártida: un viaje hacia lo desconocido
La navegación del “Antarctic” inició sin contratiempos. El buque hizo escala en las Islas Malvinas y tras descubrir bahía Esperanza, siguió camino hacia la isla Paulet y el mar de Weddell. Arribó a isla Seymour (o Marambio) en busca de restos fósiles y, para el 9 de noviembre, la tripulación se dirigió hacia Cerro Nevado. Allí, en la zona de la isla de Snow Hill, Nordenskjöld, Sobral y cuatro expedicionarios desembarcaron para iniciar su invernada. El resto regresó a tierra firme.
Al verano siguiente, el “Antarctic” retornó en busca de los seis hombres, pero las cosas no salieron como esperaban: de camino hacia la Antártida inmensas masas de hielo los atraparon, forzándolos a abandonar el barco, que finalmente acabaría sepultado bajo el agua.
Los científicos tuvieron que avanzar caminando sobre campo helado hasta la isla Paulette, donde construyeron una choza de piedra para hacerle frente al duro invierno que se avecinaba. Mientras tanto, los seis habitantes de Snow Hill –entre ellos el Alférez Sobral– se vieron obligados a pasar otro año en la inmensidad blanca, esta vez involuntariamente.

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Operación de rescate: Argentina en camino
La preocupación por el destino de los expedicionarios llevó al gobierno argentino a poner en marcha la operación de rescate. Para la misión, fue seleccionada la veterana corbeta ARA “Uruguay”, acondicionada especialmente para la tarea.
Con la presencia del presidente Julio Argentino Roca desde el puerto, y bajo el mando del teniente de Navío Julián Irízar –uno de los oficiales más destacados de la Marina de Guerra nacional–, la nave partió el 8 de octubre de 1903 siguiendo la misma ruta que el “Antarctic”. Con su casco de madera revestido de planchas de plomo, la corbeta llevaba la esperanza de vida de los científicos suecos y del joven Sobral.
Luego de un viaje que implicó atravesar témpanos y temporales, los marinos llegaron a Snow Hill el 8 de noviembre de 1903, recogieron a los seis expedicionarios y continuaron hacia la Isla Paulet, donde levantaron al resto de los náufragos del “Antarctic”.
Tanto los marinos como los científicos estaban sanos y salvos. Pese a los escasos medios de comunicación, la noticia no tardó en divulgarse por todo el mundo. En Argentina aguardaban ansiosos la vuelta de la corbeta.

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Regreso triunfal a Argentina: 120 años de presencia antártica
El 2 de diciembre de 1903, la “Uruguay” finalmente arribó al país con todos a bordo. En la dársena una flota de barcos civiles y militares esperaron pacientes para escoltarla durante su entrada al puerto.
El regreso triunfal de los marinos fue reconocido a nivel mundial y captó la atención de los principales medios internacionales. Argentina, por su destacada actuación y compromiso humanitario, consolidó una posición de liderazgo en la protección de la vida humana en aguas antárticas, ganando así un lugar de referencia en la materia.

A su vez, la doble invernada de Sobral en el extremo sur simbolizó para nuestro país el inicio de la presencia en el continente blanco que se mantiene ininterrumpida hasta nuestros días.