Para poder llevar adelante la misión de exploración en la Cordillera de los Andes, el Ejército Argentino cuenta con una unidad capacitada rigurosamente, el Regimiento de Caballería de Exploración de Montaña 15.
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Para moverse en esta desafiante geografía, sus integrantes cuentan con motos, mulas y vehículos blindados. Además, una vez lanzada la operación, deben procurar movilizarse sin emitir sonido, mimetizarse con el ambiente, y evitar ser detectados.

Por eso, en los Andes utilizan vestimentas especiales, cuyos colores se asemejan a la vegetación del terreno, enmascaran sus rostros y llevan cascos de kevlar y guillis (trajes camuflados). No solo eso, a ese equipo, se le suma el armamento y los chalecos porta munición.
Cazadores de Montaña en Campo de los Andes
El suboficial mayor mecánico de munición de explosivos Oscar Ariel Orozco es parte de la Unidad desde hace 4 años. Él, como cazador de montaña, es uno de los principales conocedores del ambiente geográfico en el que se desempeñan y, por eso, colabora con actividades específicas de preparación para el combate.

¿Por qué los cazadores son parte de una fuerza especial?, “Es un curso que tiene exigencias particulares que demandan una alta capacitación y preparación. En él se trabaja bajo presión y existe un desgaste físico importantísimo”, respondió.
“No hay que olvidar que las tropas de montaña tienen que lidiar con el terreno, la altura (que es un condicionante para el ser humano), el desgaste físico, y hasta la carencia de agua”.

La montaña y la vida, ¿encajan? “El soldado de montaña se adapta a su rigurosidad. Hay momentos que son complicados, incluso para orientarse, como un contexto de tormenta, con viento blanco. En esas situaciones hay que sobreponerse. Por eso, los de montaña son efectivos muy sacrificados. Hay lugares donde ni las mulas llegan. Y, si hay mal tiempo, tampoco puede operar en el lugar un helicóptero”, contestó.
Una historia de vida musicalizada
Un detalle, no menor: el Regimiento 15 cuenta con una Banda Militar y, sus músicos, son muy reconocidos en la zona de Cuyo. Mientras sonaban algunas marchas militares y la Banda del 15 protagonizaba su tradicional carrusel, el teniente coronel Sosa contó que, el teniente primero Nicolás Juan Ovejero, actual maestro de Banda, había sido su soldado en el año 2006.
Su historia es una de vocación y progreso. Ovejero comenzó siendo soldado en el Regimiento. Y, cuando ingresó, le tocó hacer el Núcleo de Instrucción Básico -NIB- (que hacen todos los ciudadanos que ingresan a la Fuerza como soldados voluntarios). Su primer jefe en esa etapa fue el teniente coronel Sosa, aunque con el grado de teniente primero (y algunos años menos).

El tiempo pasó, para ambos, y el destino quiso cruzarlos en el mismo lugar, aunque con distintas responsabilidades y jerarquías. “No sabés el orgullo que es para mí”, confiesa el teniente coronel.
Ovejero apostó a la capacitación dentro del Ejército. Se preparó como músico y rindió para ingresar como suboficial. Una vez obtenido el grado de cabo, quiso ir más lejos en su carrera: fue destinado al Colegio Militar de la Nación.

“Soy oriundo del pueblo mendocino de La Consulta. Mi hermano mayor había sido soldado en esta unidad y recuerdo que a mí me gustaba mucho acompañarlo en las jornadas de puertas abiertas. Además, mi tío es suboficial mayor de Banda. Vengo de una familia de músicos y lo vi como una oportunidad para poder crecer. Hoy me tocó volver al Regimiento como Director. Pero, a fin de año, me espera la Banda Militar “Tambor de Tacuarí”, del Regimiento de Infantería 1 Patricios”, dijo.
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Ir a la Banda de Patricios es un sacrificio para la familia de Nicolás. Para cumplir con su nueva misión, se trasladará a Buenos Aires con sus hijos y su esposa, quien tomó la decisión de pedir el retiro de la policía mendocina para acompañar a su marido.