“The Mars Society Argentina busca que la humanidad llegue a Marte, cuidando nuestro propio planeta y llevando vida a otros”, contó Gabriel Caballero, fundador y director de esta organización sin fines de lucro, durante un encuentro con DEF en Mendoza.
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En palabras del joven ingeniero mendocino, The Mars Society Argentina se dedica a fomentar el desarrollo relacionado con la tecnología y exploración espacial: “Es el capítulo local de una iniciativa que existe a nivel internacional y que nació en Estados Unidos”.

Caballero fue contundente a la hora de hablar de la importancia del planeta Marte para la humanidad. De hecho, explicó que la idea de llevar vida al planeta rojo puede generar grandes iniciativas para la economía terrestre.
“Tuve la idea de que, al ser mendocino y argentino, iba a ser imposible dedicarme a lo espacial”
-¿Cómo surgió The Mars Society Argentina?
-Siempre fui fanático de lo espacial y de la astronomía. Me encantaba ver documentales sobre el tema y ver las estrellas. Tuve siempre la idea errónea de que, al ser mendocino y argentino, iba a ser imposible dedicarme a lo espacial. Eso me llevó a elegir otros rumbos, particularmente el de la tecnología, que es otra de mis pasiones y es a lo que me dedico.
Sin embargo, hace unos años, me encontré con esta organización, The Mars Society, que tiene una estación de investigaciones en Utah, Estados Unidos. Es una base en medio del desierto que simula estar en Marte. Allí van personas a investigar proyectos propios que se podrían desarrollar en ese planeta.

-¿Qué características tienen esos proyectos?
-Se realizan con la premisa de que todo lo que se desarrolla para el sector espacial tiene aplicación en la Tierra. Imaginate que si logramos hacer una casa en Marte, podríamos hacer una en el medio del desierto del Sahara.
Entonces, todo tiene una aplicación en la Tierra. Y este lugar invita a investigadores de todo el mundo a probar sus propios proyectos.
Un argentino en Marte
-¿Cómo llegaste ahí?
-Encontré que se abría una convocatoria para integrar la primera tripulación latinoamericana.
Ahí se forman tripulaciones donde cada persona tiene un rol y se hacen misiones. Por ejemplo, cada vez que salimos al exterior, debíamos usar trajes de astronautas. También comíamos los alimentos de los astronautas y no teníamos comunicaciones con el exterior.
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-¿Eran cómodos los trajes de astronautas?
-Incómodo. En mi caso tenía que probar manejar el rover con este traje difícil de usar por los guantes y cascos. De hecho, respirar con un traje así fue bastante exigente. Obviamente, cuando uno sale, lo hacía con el traje. Entonces se empiezan a extrañar cosas como sentir el viento en la cara. En esa simulación no se puede hacer porque en Marte no podrías hacerlo.
Tampoco se siente el sol en la cara y hasta los sonidos son distintos. Todo cambia y eso es parte de la simulación y de probarse a uno mismo y a su experimento en un entorno diferente.

-¿Eso se realizó durante el tiempo que duró tu investigación?
-Claro. Fueron dos semanas, pero realmente, cuando cumplimos la primera, nos sentíamos en otro planeta.
El no tener comunicación fue algo extremo. En ese tiempo todavía no habíamos pasado por la pandemia, así que estar encerrados también fue algo distinto.
La fórmula ganadora: “Paisajes desérticos, mentes brillantes y capacidades increíbles”
-¿Qué pasó cuando terminó esa etapa?
-Cuando volví, el pensamiento principal que tuve fue: “Esto que viví no es tan imposible de hacerlo en Argentina”.
Básicamente, porque acá tenemos paisajes desérticos, mentes brillantes y capacidades increíbles. Y eso fue lo que me hizo pensar que el primer paso era mirar y ver que pasa. Si hay gente que se suma y podemos hacer algo para cambiar esta realidad. Fundamentalmente, habrá jóvenes que puedan pensar que acá no es imposible. Ese fue el puntapié.

-¿Tuviste el aval de Estados Unidos en esa iniciativa?
-Exactamente. Presenté formularios y participé de entrevistas. Y, oficialmente, me dieron el okey.
Por entonces, yo había diseñado un rover, básicamente un robot que estaba inspirado en uno que ya había participado en la misión Pathfinder (en la que también estuvo involucrado un argentino, Miguel San Martín).
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-¿Con qué fin lo creaste?
-Para los astronautas, para que cada vez que salen de la base puedan tomar muestras. Ellos salen con trajes, muy incómodos, y tienen que tomar esas muestras geológicas. Además, no pueden tomarlas con las manos, pues es peligroso. Todo es peligroso para el que está en el espacio.
Llevarlas a un lugar también implica tener las manos ocupadas. Así que la idea es que puedan poner todo en un rover que los siga.

-¿Te ayudó alguien?
-En aquel momento estaba en los primeros años de la carrera de ingeniería electrónica, mucho fue de autodidacta y preguntar.
Por otro lado, mi abuelo, que siempre se daba maña con cosas mecánicas, me enseñó mucho. Gracias a eso pude armar un montón de cosas. Fue una experiencia muy linda y poder probarlo allá fue muy gratificante.
“La idea es fomentar la creación de empresas aeroespaciales y aeronáuticas”
-¿Cómo afrontaste los gastos del proyecto?
-Mi papá fue mi principal patrocinador. Por eso, sé que yo lo tuve, pero hay otros que no. Esa fue nuestra inspiración y objetivo a largo plazo: poder hacer una estación de simulación en Argentina, ya sea en Mendoza o en otro lugar que tenga paisajes similares.
De hecho, existe Solar 54, en La Rioja. El objetivo es contar con algo así y, si son muchos, mejor, porque entonces más personas tendrían la posibilidad de sumarse. Porque, por ejemplo, a donde fui, si uno quiere ir, recién puede sacar de acá al año que viene.

-¿Qué ventajas tendría contar con este tipo de iniciativa?
-Permitiría que Mendoza pueda ser pensada como un polo tecnológico y espacial. Ya contamos con un cluster aeroespacial en la provincia (del que somos parte).
En definitiva, la idea es fomentar la creación de empresas aeroespaciales y aeronáuticas. El camino creemos que es crear un ecosistema local en el que el sector espacial sea posible, rentable y que genere exportaciones a nivel nacional. Creo que tenemos las cabezas para hacerlo.
-¿Por qué los argentinos deberíamos ser más conscientes en materia espacial?
-Tenemos el privilegio de ser uno de los países de la región con un montón de avances a nivel espacial. Contamos con una historia increíble en tecnología espacial. El problema es que esa fue una historia con vaivenes y cortes. Entonces toda la experiencia que se obtiene en ciertos años de desarrollo, se pierde y se empieza desde cero. A diferencia de EE.UU. con la NASA, porque siempre se mantuvo la agenda.

Nuevas formas de resolver problemas
-¿Cómo explicás lo que ocurre en Estados Unidos?
-Es vital hacer difusión de lo que se obtiene por esas políticas. Por ejemplo, la NASA siempre manifiesta que por cada dólar que se invierte, ingresan 5. Ello a raíz de las patentes y de lo que se vende alrededor del mundo. Eso es suficiente para decidir que la apuesta vale la pena.
-¿El espacio nos desafía?
–El espacio te invita a pensar formas nuevas de resolver problemas. La cultura espacial nos va a servir en el futuro, incluso a la hora de pensar en cultivar plantas en ambientes inhóspitos. Porque, en ese contexto, ¿cómo alimentas a las personas? Básicamente, hay que tener invernaderos y cultivos verticales. Eso lleva a encontrar formas más eficientes de riego y de cultivo. Por ejemplo: el cultivo vertical es 7 veces más productivo que el tradicional. Y todo eso por pensar cómo alimentar personas en el espacio. Ves los problemas desde otras perspectivas.

“Si no empezamos a educarnos desde ahora, van a decidir por nosotros”
-¿Qué siguió después de crear The Mars Society en Argentina?
-Empezar a ver si había gente que se sumaba. Esto fue en 2018.
Había muchas personas que les interesaba y atraía el espacio, pero no veían cómo dedicarse a esto. Y nuestro primer gran evento, que es el que hacemos hasta el día de hoy, fue el NASA Space Apps Challenge, una hackatón internacional que se organiza en todo el mundo.
En el evento hay entre 24 y 48 horas para resolver un desafío propuesto por la NASA en base a problemáticas reales y que pueden tener una solución basada en la tecnología, el arte o la difusión. Son realmente muy interdisciplinarios.
-¿Cuáles son las fuentes de financiamiento?
-Siempre buscamos patrocinios. Pero la verdad es que hemos logrado una comunidad, una serie de contactos, que siempre nos apoyan y hacen que podamos hacer las cosas.
Siempre el tema de financiación fue un freno, porque es difícil encontrar fuentes para estos temas. Es algo raro porque vamos y hablamos de, por ejemplo, marcianos. Lo que para algunos son enanitos verdes, para nosotros son quienes irán por primera vez a poblar Marte, algo que puede ocurrir, quizá, en 10 años.

-¿Qué tan importante es lo que ustedes plantean?
-Lo son porque si se van a tomar decisiones al respecto debemos estar educados y saber cuáles son las opciones que tenemos.
Porque el ser humano, por naturaleza, quiere explorar. Y podemos decidir si va a ser como cuando se colonizó América o si queremos que sea de otra forma. Tenemos que ser actores en esas decisiones y si no empezamos a educarnos desde ahora, van a decidir por nosotros.
Cultura espacial
-¿Por qué la tierra tiene que mirar hacia el espacio?
-Siempre decimos que buscamos crear cultura espacial. Y le damos importancia a la inversión en ciencia y tecnología para el espacio. Apuntamos a que más jóvenes se dediquen a estas áreas y a entender que el sector espacial es tan multidisciplinario que requiere de personas de todas las profesiones. De hecho, eso se ve en el NASA Space Apps Challenge: los equipos que mejor resultan son los que tienen integrantes de todas las áreas, desde periodismo, diseño, ciencia y tecnología.

-¿Cómo lo vivís vos?
-Con esta experiencia reflexioné que las cosas que tenemos en la tierra son realmente increíbles. Y no las valoramos. El hecho de tener aire respirable, plantas y agua…
Marte tiene todas las características de haber sido un planeta con océano, que tuvo ríos, y posiblemente vida. Y dejó de tenerlo. Entonces sería bueno saber por qué y si lo podemos evitar o, de hecho, si allí se puede revertir. Estamos de acuerdo con que no hay planeta B, este es nuestro planeta, hay que cuidarlo y buscar darle vida a los demás.
Una infancia mirando al cielo
-Este interés personal, ¿lo tenés desde pequeño?
-Había un par de libros y de revistas Billiken que hablaban sobre el tema en mi casa. En realidad, sobre varios temas. Pero yo siempre me interesaba por el universo y el ciclo de vida de las estrellas. Por ejemplo, quería saber sobre el Big Bang o las supernovas. Sin embargo, nunca pensé que podría dedicarme a algo relacionado.
Si bien hay argentinos en el mundo que se dedican a lo espacial y hacen cosas increíbles, quizá, como no tuve esa inspiración de manera cercana, siempre lo vi como algo imposible.

-¿Hoy cambió esa mirada?
-Yo me encuentro con personas que siguen pensando eso. Personas que piensan que somos un país con determinado porcentaje de pobreza y que no sabemos administrar los recursos … entonces, se preguntan, ¿cómo es que podemos dedicarnos a lo espacial?
Sin embargo, se puede hacer. De hecho, si hablamos del programa espacial Apolo, en cuanto a la ciencia que se creó en esa época, no todo fue de la NASA. Se tercerizan la mayoría de las cosas. Así fue que se crearon empresas específicas en temas como reciclaje de agua, pintura, etc. Y, cuando terminó el programa, esas firmas pudieron subsistir porque llegaron otros proyectos y procesos útiles. Así nació todo un ecosistema que hoy alimenta a otros países.
“Argentina es un país tremendo”
-También existe el mito de que es algo difícil y complejo
-Esa es una de las cosas que queremos desmitificar. Muchos son pesimistas con respecto a las posibilidades de Argentina. Para mí es todo lo contrario. Hay que sacarnos esa visión de que este no es un país bueno. Por el contrario, Argentina es un país tremendo. Y, a diferencia de otros Estados, los argentinos tenemos ese bichito que nos lleva a pensar “Si ese lo hace, ¿por qué yo no?”.
En lugar de comprar, lo podemos hacer. Y luego lo venderíamos afuera. Esa es una de las cosas que queremos romper con la cultura espacial: buscamos ponernos en la mentalidad del “no se puede” y cambiarlo por un “sí se puede”.

-¿Nos ven así en el mundo?
-Personas de otros países me han dicho que lo que ven de nosotros es que nos arreglamos con poco, con lo que tenemos, y hacemos cosas mejores. Yo realmente invito a las personas a que no le tengan miedo al área, que se animen y pregunten. Siempre hay un proyecto para hacer y nosotros fomentamos que se hagan en distintos lugares del país.
-También publicaron un libro, ¿de qué se trató ese proyecto?
-Es uno de nuestros grandes orgullos. Se titula “Marte: pasado, presente y futuro” y es el primer libro de divulgación científica sobre el planeta Marte hecho en Argentina y por argentinos.
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En él reunimos a distintos profesionales del sector especial que pudieron contar sus experiencias e investigaciones. Es interesante porque se habla de astronomía, geografía e incluso de temas jurídicos muy actuales, por ejemplo, qué pasará cuando lleguen las primeras personas a Marte, ¿pueden usar los recursos? También aborda cuestiones psicológicas relacionadas con el tiempo que deberán soportar las personas que viajen. Es una obra muy linda y un esfuerzo muy grande.




