“Pongamos por encima los intereses de nuestra patria para fortalecerla cada día más”.
Hugo Chávez – Discurso triunfal desde el Palacio de Miraflores (7/10/2012)
Sri Pandit Jawaharlal Nehru, padre de Indira Gandhi y popularmente conocido como Nehru a secas, fue primer ministro de la India entre el 15 de agosto de 1947 y el 22 de mayo de 1964, fecha de su muerte. Fueron 17 años en el poder, bajo un régimen democrático, y es quien ostenta hasta la fecha mayor cantidad de años en el gobierno por la vía de las urnas. Este récord mundial Guinness de los gobernantes podría ser modificado, salud mediante, por la performance de Hugo Chávez, el mandatario reelecto en Venezuela, quien podría llegar a los 20 años ininterrumpidos en el poder, de completar su actual mandato.
Así, aquel joven oficial que intentó llegar al poder por la vía del golpe de Estado en 1992 y que terminó en la cárcel, aquel que imaginó entre barrotes una Venezuela sin pobres, que imaginó democratizar el petróleo y terminar con décadas de corrupción enarbolando la bandera de Bolívar, que imaginó una región unida detrás de esa bandera, abroquelado en un espíritu indigenista y antinorteamericano, sostenido por su pueblo y por las Fuerzas Armadas, aquel es este Hugo Chávez que ganó las elecciones por un 55 por ciento de los votos luego de 14 años en el poder. Poder al que había arribado, ya por la vía de las urnas, en diciembre de 1998, derrotando al candidato Henrique Salas Römer, quien representaba a todos los partidos políticos tradicionales unidos para enfrentarlo. Los históricos Acción Democrática (AD) y Copei –Partido Socialcristiano– se habían alternado en el poder desde el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958, increíble récord que no fue interrumpido por las Fuerzas Armadas, a diferencia del resto de los países de la región. Sin embargo, adecos y copeyanos ejercían el poder dando la espalda a las mayorías sociales, soportando altísimos índices de pobreza e indigencia y niveles desconocidos de corrupción estatal. El desmoronamiento absoluto de esas estructuras tradicionales dio paso a la irrupción del comandante Chávez en 1998, quien sería ratificado en las elecciones del 2000, saldría airoso del referéndum revocatorio de 2004 y sería nuevamente reelecto en 2006 y en los comicios que tuvieron lugar hace pocas semanas, que aseguran su permanencia en el poder hasta 2019.
Lo cierto es que esta elección no fue una más, ni pasó inadvertida para ningún país del continente. Para EE. UU., la Argentina, Colombia, Brasil o Cuba, al igual que fronteras adentro, Chávez divide aguas sin miramientos. Nadie es indiferente a su presencia, a su gestión, a sus ideas, a lo que él representa para todo el continente. No caben dudas de que las profundas crisis en las que se sumieron los países sudamericanos en la década del 90 tuvieron, entre otros efectos, la irrupción de una serie de actores políticos contestatarios, opositores a los EE. UU. y sus intereses, que encontraron en Daniel Ortega en Nicaragua, en Evo Morales en Bolivia y posteriormente en Rafael Correa en Ecuador a algunos de sus más importantes representantes. Pero fue Hugo Chávez Frías el que se erigió en líder, apoyado en un carisma y energía sin límites, pero fundamentalmente en lo que Venezuela representa para los EE. UU. y el mundo a través de su bien más preciado: el petróleo. País monoexportador, generador básico de un commodity no renovable que contribuye día por día con recursos para las arcas del Estado. Ha generado a lo largo de 14 años alrededor de 990 mil millones de dólares que, a través de la estatal PDVSA, facilita los medios para ejecutar un política social que muchos tildan de clientelista, junto a programas sociales (las denominadas “misiones”), subvenciones, planes de alfabetización y beneficios laborales que esta extraordinaria riqueza, que se encuentra a disposición del gobierno, se maneja a través del Ejecutivo de manera discrecional.
El boom de las materias primas, la integración en el mundo de nuevos actores económicos y políticos, la crisis de los mercados y las gravísimas dificultades de los líderes de los países ricos para sostenerse le facilitaron a Chávez un marco ideal de protagonismo para sus actitudes controversiales, que él supo explotar de una manera extraordinaria. Desde un lugar casi marginal, pateó el tablero de toda la región y entró a las ligas mayores pendulando desde un histrionismo seductor, pero también desde arriesgadas decisiones que afectan el marco internacional, involucrando a actores de la talla de EE. UU., Israel, Irán, el Mercosur, las Naciones Unidas y nuestro propio país. Sus acciones tienen como fin ubicarlo al frente de un eventual bloque regional que enfrente política y comercialmente el liderazgo americano. Sin embargo, estas consideraciones seguramente poco o nada habrán influido en los habitantes de la Venezuela profunda para volcar ese voto decisivo por cuarta vez a favor del líder bolivariano. Luego de 14 años en el poder, Chávez puede exhibir sin dudas logros que le permiten mantenerse en su puesto, entre ellos:
– La tasa de pobreza se redujo en un 16,1%. En el segundo semestre de 1998, llegaba al 43,9% de la población. En el mismo período de 2011, se ubicó en el 27,8%. Mientras tanto, la indigencia se redujo del 17,1% al 7,3%. De acuerdo con los datos suministrados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Venezuela es el tercer país del continente con menor porcentaje de personas en situación de pobreza, detrás de Argentina y Uruguay.
– Según cifras de Naciones Unidas, actualmente Venezuela es el país menos desigual de América Latina. Presenta un coeficiente de Gini del 0,3902, cuando en 1998 ese índice era de 0,4865. Hay que tener un dato metodológico: cuanto más cerca se encuentra esta cifra al 0, más se aproxima a la perfecta igualdad, donde todos contarían con el mismo ingreso; en tanto que al acercarse al 1, tiende a la completa desigualdad en la distribución del ingreso.
– La esperanza de vida en 1998 era de 72,16 años. En 2011 fue de 74,30 años. Paralelamente, disminuyó notablemente la mortalidad infantil, que en 1998 era de 21,36 por cada 1000 nacidos vivos y descendió a 13,9 por cada 1000 nacidos vivos en 2009, último dato disponible.
– La creación de empleo también ha sido una conquista de la actual administración. Al llegar al poder, en 1999, la tasa de desempleo alcanzaba el 16,6%. Hoy se redujo a menos de la mitad de esa cifra, al situarse en torno al 7,9%, con proyecciones de descenso hacia fines de este año, según informa el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Venezuela.
– El capítulo educativo muestra otro de las grandes conquistas de la revolución bolivariana, en términos numéricos. La tasa de alfabetización primaria, que era del 90,7% en 2001, superó el año pasado el 93%, en tanto que en el secundario los números son aún más significativos, al pasar del 53,6% al 73,3%. Mientras tanto, el número de universitarios creció de 900 mil en 2000 a alrededor de 2,3 millones en 2010.
Sin embargo, al iniciar este nuevo período, lo que Chávez no podrá hacer es desconocer el “debe” de su administración. Cuando ella finalice, su rendición de cuentas tendrá 20 años sobre sus espaldas y a nadie a quien culpar por los desaciertos, algunos de ellos con ya obvias consecuencias para el futuro. Citemos algunos:
– A pesar de que en casi toda su gestión contó con excepcionales valores para los barriles de petróleo, elemento básico para la economía de su país, no logró salir de esa “dependencia perversa”, no logró diversificar su economía, ni crear alternativas de desarrollo ni condiciones industriales que permitan enfrentar la eventual y cíclica caída del valor del petróleo. Vaya un dato al respecto: el 80% de lo que se consume en Venezuela es importado, lo que demuestra la estrecha dependencia de las divisas provenientes de las exportaciones de hidrocarburos.
– Posee la más alta tasa de inflación de la región y una de las más altas del mundo. Los orígenes de la inflación bien se conocen y, sin dudas, inicialmente resuelven algunos problemas de la coyuntura. Cerrar el déficit fiscal con emisión monetaria es un camino que bien conocemos los argentinos y una autopista que generalmente termina abruptamente en un precipicio sin fin. Venezuela tuvo en 2011 un incremento en el índice de precios al consumidor del 28,6%. También es claro a esta altura y con tanto desarrollo académico del tema, que los proceso inflacionarios cierran su trampa primero y antes que nadie sobre los pobres y sobre aquellos que no tienen otra alternativa que sostenerse con salarios mínimos o con jubilaciones y pensiones primarias.
– La deuda externa ha sufrido un significativo incremento, al pasar de alrededor de 40 mil millones de dólares en 1998 a 107 mil millones en 2012. Paradójicamente, el endeudamiento se dio en un contexto de fuerte repunte de los precios del petróleo, que cuando asumió Chávez se situaban en torno a los 9 dólares por barril y hoy están rondando los 100 dólares.
– Otro de los grandes dramas de Venezuela y de su capital Caracas es el incremento de los índices delictivos. 2011 fue el año más violento de la historia del país, con más de 15.360 homicidios, lo que representa una tasa de 67 casos por cada 100.000 habitantes. Venezuela tiene el triste privilegio de encabezar, junto a El Salvador, Honduras y Guatemala, las cifras de violencia en el continente. Solo a modo de comparación, en Argentina ese índice apenas supera los 5 casos por cada 100.000 habitantes.
Este es solo un apretado resumen de los desafíos que enfrentará Chávez en su nuevo gobierno, sin olvidar las vicisitudes en que lo puede colocar su deteriorada salud y que además, y por primera vez, la oposición tomó forma y el 44% de los votos obtenidos por el opositor Henrique Capriles Radonski, de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) modifica profundamente la interna venezolana y quizás hiera de muerte la frase “Vamos por todo” que caracteriza a los chavistas más radicalizados, situación que se repite muchas veces a lo largo de la historia en los países de nuestra región. No existen dudas que en las últimas décadas Latinoamérica se ha estabilizado. Queda poco o ningún lugar para intentonas antidemocráticas y los procesos electorales, si bien no son perfectos, se han transparentado en forma notable, dejando atrás fraudes escandalosos del pasado. Esto es lo que podría quedar en el “haber general” de nuestros países.
Para Venezuela y para quien le caiga el sayo, tenemos que analizar seriamente si no existen en el “debe” de la región situaciones anómalas que afectan seriamente la república y la democracia participativa en muchos de los países de Latinoamérica. Aceptar que la democracia es alternancia, división de poderes, controles de la función pública, respeto por la oposición, libertad de expresión, independencia absoluta del Poder Judicial, construcción de consensos para los grandes temas nacionales y el buen uso de los recursos sociales aplicados fuera de la lógica amigo-enemigo.
Existe, sin dudarlo, un muy legítimo triunfo democrático de Chávez que todos debemos respetar, incluso celebrar aun quienes no compartan sus ideas. Ahora, también sería bueno, celebrando la misma democracia que tantas vidas se cobró para ser alcanzada en nuestro continente, que Chávez y todos en la región batallemos con la máxima energía necesaria para obtener un sólido entramado institucional que supere íconos, nombres… personas. La democracia no es solo un sistema electoral. Esa es una base esencial del sistema, pero sola es insuficiente. Se solidifica con instituciones fuertes que funcionen en el tiempo, con independencia, con libertad y con respeto por las ideas de nuestros adversarios.
Chávez, si es grande en la victoria, comprenderá que no debiera arrogarse el sueño bolivariano para sí mismo, sino para propios y adversarios. Que la Patria son todos y también el pueblo son todos, todos los que habitan su amada tierra. Quien se arroga ser única representación del pueblo deja enfrenta solo al enemigo, aquel con quien no se dialoga, aquel al que solo se lo combate hasta la muerte.
Somos pueblos jóvenes, pero ya es hora de tener democracias adultas. Hace unas semanas, Lula nos ha visitado con éxito en la Argentina, invitado por el Coloquio de IDEA. Aquel sindicalista que asustó a Itamaraty durante décadas y terminó siendo el presidente que dejó el poder con más alto índice de popularidad (89%) ha dicho en una entrevista en Buenos Aires que “un gobernante nunca, bajo ninguna hipótesis, debe tener miedo de conversar con su sociedad”. Sería bueno para Chávez, para todos los demócratas que desean lo mejor para sus pueblos, bajar nuestro pasional estilo de confrontación y tender puentes, puentes que construyan ese poder que nace en el respeto de quienes no piensen como nosotros: esa es la esencia de la democracia.
En su Oda de 1966 dijo Borges: “Nadie es la Patria pero todos lo somos”. Creo que ese “Somos” aplica para cada uno y para todos nuestros países, para todos los venezolanos, uruguayos, argentinos o brasileños según les quepa. Hermanos todos en la región y hermanos todos en nuestros soberanos derechos dentro de cada uno de nuestros países.
Respetemos eso.