El psicoanalista y doctor en Filosofía elige sus cinco libros favoritos y explica su conexión con ellos. Por Redacción DEF
Estoy mucho mejor, de David Foenkinos
Seguramente todos los escritores estén sobrevalorados, por eso es importante distinguir dónde termina el mérito y empieza lo injustificable: que un libro nos fascine. Ningún libro es gran cosa, pero hay algunos que nos atrapan. Es lo que me pasó con este de Foenkinos, un novelista sin estilo (pero con el don de la frase precisa; escribe bien, entonces no necesita hacer literatura) muy hábil para narrar situaciones.
Estoy mucho mejor es la vida de un tipo que despierta con un dolor de espalda y todos los estudios dicen “no es nada”. Es lo que les pasa a muchas personas hoy: enferman de no saben qué, el cuerpo sufre sin causa aparente y, entonces, en la novela empiezan las situaciones: pierde el trabajo, lo deja su mujer, se pelea con sus padres, vive como un Kafka impertérrito, asistiendo a su derrumbe, pero ahí es que empieza a recuperarse. Curiosa paradoja: se cura perdiendo todo. Pero ¿solo eso pierde? En realidad, lo que más me gustó es que cuando el tipo está abatido piensa que podría dedicarse a escribir para dedicarse a buscar la estabilidad que hoy se le volvió opresiva. Y ¿qué descubre? Que no le interesa escribir.
La preparación de la aventura amorosa, de Francisco Bitar
Hasta hace un tiempo era común la expresión “El amor de mi vida”. Creo que tenía vigencia en un contexto en que las personas dejaban de ocuparse del amor después de cierto tiempo. Nunca dejaba de haber un rezagado o mujer valiente que dejaba todo para irse con “el amor de la vida”, cuando ya tenía familia e hijos, pero esto no desmiente lo que digo: es la excepción que confirma la regla, el amor podía demorar mucho tiempo en llegar, alguien haberse confundido antes, tal vez haber cumplido con un mandato social. Pero esta coordenada ya no existe hoy, no sólo porque las personas se tomen más tiempo para afianzarse en un vínculo, tampoco porque “el amor de la vida” haya dejado de existir.
El punto es que incluso después de haber conocido el amor de su vida, hay quienes no quieren dejar de vivir, también prefieren otros amores y ese amor, el de la vida, se convierte en uno más, uno que queda en el pasado, a partir del cual se ama, al que cada tanto se vuelve (se releen sus cartas, se lo stalkea, etc.) se lo busca mejor en amantes, en una pareja ocasional, en un nuevo marido o en una esposa, en el amor después del amor, en el amor del siglo XXI: ese que comienza después de todo lo que no fue. En este mundo, nos hemos vuelto kierkegaardianos. Este es el descubrimiento de Francisco Bitar en esta hermosa novela en que las novelas ya no se prepararan para adaptarse al cine, sino que se parecen más a canciones o películas. En este caso, a Alta fidelidad de Stephen Frears, porque comparte esta pregunta: ¿dónde comienza el primer amor?

Poeta chileno, de Alejandro Zambra
Es el hijo que Different class, el disco de Pulp que marcó un cambio generacional, le podría haber hecho a Rayuela, de Cortázar. No puedo presentar de otro modo una novela que habla sobre la paternidad (entre un hombre y su hijastro) y la filiación (lo que se transmite a expensas de la biología, ya que ambos son poetas). Zambra necesitaba una novela en serio. No se le puede reprochar ninguno de sus vicios: la nostalgia y los guiños lúdicos. No se le puede reprochar ninguno de sus vicios: la nostalgia y los guiños lúdicos.
Esta es una señora novela, de las que ya no había. Me gusta otro de sus vicios: que las acciones se deciden como sin saber, que los efectos llegan imprevistos y, luego, existen los retornos del pasado, porque el pasado es lo que nunca termina de pasar -en el doble sentido- y, por lo tanto, retorna. Hubo lugares que dejamos antes de irnos, amores que perdimos con apenas un mail, enojos que creímos transitorios fueron el principio del fin, dolores imaginarios más reales que la realidad, dolores reales que no dolieron tanto, porque la vida siguió y nos cambió y un día nos damos cuenta de que muchas personas que amamos están vivas, pero ya no existen, nos queda apenas la chance de reencontrarnos, de vez en cuando, para despedirnos una y mil veces más. La termino y pienso en el estribillo de “Disco 2000”: “Encontrémonos en el año 2000, ¿no será extraño cuando hayamos crecido?”.
Los enamorados, de Alfred Hayes
Una novela perfecta que podría resumirse con tres preguntas: ¿por qué las mujeres, tarde o temprano, dejan a los hombres? ¿Qué une más y peor: el amor o el deseo? ¿Por qué el amor enloquece a los hombres y las mujeres no pueden soltarse de un deseo? Las tres se resuelven en una conclusión: las mujeres aman para separarse, porque el amor femenino separa (mientras que el amor en los varones, cuyo modelo es la madre, une). Dicho de otra forma: en las mujeres, el deseo une y el amor separa; en los varones al revés. Él hizo todo por sostener su deseo y cuando la amó, la perdió. Porque ahí fue cuando ella empezó a amarlo también, y se fue, incluso cuando volvió.

Los modos de ganarse la vida, de Ignacio Molina
Es una historia sin historia, pero trata de la pareja y la sexualidad. Me gusta cómo cuenta lo cotidiano, no desde la mística, sino desde el hábito interrumpido (comprar cosas en un kiosco sin saber por qué, subir a un colectivo sin monedas, etc.). Los personajes de la novela hacen cosas todo el tiempo, pero viven en secreto una vida que no se narra. El protagonista se llama Luciano y la novela termina con una paternidad revelada.
Lo que más me gusta es cómo, para construir estos personajes, Molina usa un tipo particular de frase. La llamo ABC; es decir, cada frase tiene tres partes y, en los mejores casos, B es una modificación de A o más directamente la contradice, C es un resultado abierto. Por ejemplo: “Marina se le acercó como para darle un beso pero, en cambio, y aunque sabía que no tenía posibilidades de hacerlo, volvió a hablar de comprar un terreno en Aguas Dulces”. Toda la novela está escrita con esa estructura de frase en 3 tiempos, ABC y variaciones, la más común AA’C. A veces dentro de la misma frase replica la estructura en una de sus partes. Eso hace de Molina no sólo alguien que cuenta buenas historias, sino un gran narrador. Por eso no sólo disfruto leer sus novelas, sino también volver a hacerlo.
MÁS SOBRE LUCIANO
Es doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y autor de diversos libros, entre ellos: Histeria y obsesión. Introducción a la clínica de las neurosis (2013), Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina (2016), Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres (2017) y Esos raros adolescentes nuevos (2019).