Convocados por el Ministerio de Cultura, científicos, intelectuales y artistas de talla internacional se dieron cita en Buenos Aires para debatir sobre las grandes transformaciones que provocan las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana. Informe especial de DEF sobre el encuentro Ideas 2017, que trajo a nuestro país las discusiones que se dan actualmente en todo el mundo. Por Mariano Roca. Fotos: F. C.
¿Hacia dónde va la democracia en la era de la información? ¿Cómo se verá influenciado el concepto de ciudadanía con el desarrollo de innovadoras herramientas tecnológicas que revolucionan nuestras vidas? ¿Qué alteraciones sufrirá nuestro organismo a partir de las investigaciones de la denominada “genética dirigida”? ¿Cómo podemos construir nuestro presente y proyectar el futuro a partir de una reconstrucción de nuestra memoria y de nuestra historia que no nos mantenga anclados en un pasado traumático? Estos fueron solo algunos de los interrogantes que intentaron responder trece intelectuales de todo el mundo durante el encuentro “Ideas 2017: Pensemos juntos el futuro”, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y que tuvo lugar en el Centro Cultural de la Ciencia.
Con la idea de “fomentar una sociedad más abierta, pluralista, vibrante y democrática” y el objetivo de “traer la vanguardia del pensamiento global a la Argentina”, tal como remarcó el secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura, Iván Petrella, el programa del evento se estructuró en torno a tres grandes ejes: democracia y ciudadanía, memoria y futuro, y ciencia y tecnología. La convocatoria incluyó una selección de 83 talentosos jóvenes de todo el país, quienes además de asistir a las tres jornadas del evento, pudieron participar paralelamente de talleres y charlas dirigidas a fomentar el debate, la participación y el intercambio de ideas. La dinámica del encuentro tuvo “la lógica intensiva de un festival”, explicó, su vez, Pablo Avelluto, quien definió a “Ideas 2017” como “una contribución del Ministerio de Cultura para reabrir el diálogo del pensamiento argentino con las ideas de Europa, de Estados Unidos y del resto de los países de nuestra región”.
La sociedad y el poder en la era digital
“Las redes sociales son un nuevo poder real en el mundo”, afirmó el escritor y exvicepresidente nicaragüense, Sergio Ramírez, en diálogo con la periodista Hinde Pomeraniec durante el primer panel del seminario. Este prolífico intelectual y agudo analista de la política regional e internacional se refirió al papel crucial que tuvieron Facebook, Twitter y YouTube en la convocatoria y difusión de la Primavera Árabe, que llevó a miles de personas a las calles en Medio Oriente y el norte de África. La definió como “la revolución de los pulgares” y citó ejemplos más cercanos geográficamente, como las multitudinarias marchas –convocadas a través de las redes sociales– contra el controvertido presidente guatemalteco Jimmy Morales, acusado de corrupción y financiamiento ilícito de la campaña que lo llevó al poder en 2015.
Por su parte, el filósofo italiano Luciano Floridi, director del Laboratorio de Ética Digital del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, se refirió a cómo la “sociedad de la información” afecta los proyectos de vida individuales y cuáles son los desafíos que plantea a la democracia y la gobernabilidad. “No somos ni ángeles ni robots; somos como un libro abierto en cambio constante”, manifestó Floridi, reformulando una famosa cita del pensador renacentista Pico della Mirandola. Eligió, para explicar el momento actual de transición entre lo analógico y lo digital, la metáfora del manglar, bioma característico de zonas tropicales ubicadas en la desembocadura de cursos de agua dulce en el mar. “Ese es el tipo de mundo en el que estamos viviendo, un poco dulce, un poco salado, un poco analógico y otro poco digital”, ilustró.
Al referirse al modo de gestionar el poder en este nuevo orden, Floridi aseguró: “Hoy la tecnología digital puede proporcionar los medios para una democracia directa”, ejemplificó, aunque aclaró que se deben tomar los recaudos necesarios para evitar consultas demasiado simples sobre temas complejos, como se vio recientemente en el Reino Unido con el Brexit. En el “proyecto humano” que esbozó Floridi al cierre de su exposición, “pensar en términos de consumismo y capitalismo es algo anticuado, que ya no pertenece al siglo XXI”. Defendió, en ese marco, el trabajo generado por “la economía verde, la economía azul y la economía compartida, digital y de los servicios”. Para lograrlo, concluyó, “necesitamos coraje para ver las cosas de manera distinta, confiar, tener esperanza, cambiar y tomar riesgos”.

Los valores irrenunciables de la democracia
A su turno, el pensador francés Bernard-Henri Lévy aludió a la democracia como “un orden imperfecto” y como “una búsqueda inacabada en una comunidad encerrada en sus contradicciones”. “Un demócrata jamás diría que el pueblo es soberano, sino que ejerce el poder a través de sus representantes”, subrayó. “La democracia no es solo una cuestión de poder, sino una ética en la manera de vivir”, señaló, al tiempo que subrayó los valores de libertad personal y autonomía individual que se encuentran en la base de la idea misma de democracia moderna. “La democracia es la organización de una sociedad, donde cada uno de los sujetos que componen el pueblo conserva parte de su libertad, de su autonomía, de su capacidad y de sus derechos”, aseveró el filósofo y novelista galo.
BHL –como se lo conoce popularmente– mostró su preocupación por la situación política de EE. UU. y comparó el lema de campaña de Donald Trump, “America First” (“EE. UU., primero”), con el mismo eslogan utilizado por el partido nazi estadounidense en la década de 1940. Reafirmó la vigencia de la “idea de universalidad” que encarna el proyecto europeo, hoy puesto en jaque por reacciones populistas en distintos países del Viejo Continente. Lamentó, en ese sentido, la realidad que vive hoy Europa: “La Unión Europea fue un sueño, una gran idea, una quimera, pues nunca antes se había creado ex nihilo una identidad política nueva a partir de naciones y culturas diferentes”. Rescató, en este contexto de crisis de la democracia en el Viejo Continente, a “los hombres y mujeres que siguen peleando en Europa para evitar que esta llama se apague”.
A su turno, la activista iraní Azar Nafisi, tenaz defensora de los derechos de la mujer, remarcó que “lo más importante de la democracia es la educación”, frente a la ignorancia utilizada por las dictaduras como herramienta de control. La escritora, quien reside en EE. UU. desde 1997, se centró en la importancia de la imaginación democrática: “La imaginación rompe las fronteras entre países, religiones y etnias”. En ese sentido, se mostró convencida del poder de la escritura y aseguró que “la literatura es una celebración de la vida”. Reconoció que el mundo vive una “crisis de identidad y de ideas” y lamentó que la política migratoria aislacionista de Donald Trump pueda privar a EE. UU. de “otras culturas que podrían enriquecerlo”.

Islam: entre el dogmatismo y la convivencia
Uno de los momentos más esperados de las tres jornadas, que concitó la atención del público y tuvo amplia repercusión internacional, fue el encendido debate entre el filósofo suizo de origen egipcio y profesor de la Universidad de Oxford, Tariq Ramadan, y el jefe de redacción del semanario satírico francés Charlie Hébdo, Gérard Biard. “No existe un único Islam, sino que hay muchas interpretaciones”, manifestó Ramadan, para quien “el universo del Islam es tan complejo como el del cristianismo” y alberga desde posturas tradicionalistas hasta posiciones reformistas o incluso místicas como la que encarna el sufismo. “Los musulmanes deben levantarse contra los extremistas”, sugirió, en tanto que reconoció la existencia del problema de la mujer y analizó la necesidad de “una lectura complementaria femenina de los textos espirituales” de dicha religión.
Sin embargo, más allá de reconocer la ausencia de un debate abierto dentro del Islam en relación con estos temas y luego de manifestar su defensa irrestricta de la libertad de expresión, Ramadan se encargó de brindar su opinión sobre la visión satírica que Charlie Hébdo ofrece del Islam, a la que calificó como “un humor de cobardes que ataca siempre a la misma comunidad”. Biard argumentó que “el derecho a la blasfemia es indisociable de la libertad religiosa” y puntualizó que “la sátira y la caricatura están hechos para incomodar e interpelar”. El periodista francés no eludió el hecho que las comunidades musulmanas en Francia sean víctimas de racismo y discriminación, pero aclaró que las críticas de su semanario no apuntan contra los creyentes, sino que cuestionan “el racismo y el totalitarismo que se desprende de esa religión cuando ella se transforma en un programa político y en un instrumento de control social”.
Gérard Biard mostró su más absoluto rechazo a considerar a “la religión como un dogma que deba ser observado a cualquier precio en cualquier sociedad”. Ramadan, a su vez, advirtió sobre el peligro de que “cualquier retorno al sentimiento religioso, que no esté acompañado por un conocimiento de la religión, puede transformar este sentimiento religioso en un encierro identitario contra los otros”. Al respecto, el catedrático respaldó “el acceso al conocimiento en las sociedades plurales” y aludió, en ese contexto, a “la enseñanza del hecho religioso” como medio para lograr la convivencia y la comprensión entre personas de diferentes creencias. Al referirse a este último punto, Ramadan abogó por “la reapropiación del sentido del hecho religioso” y valoró positivamente el aporte del Papa Francisco cabeza de la Iglesia católica en materia de diálogo interreligioso y de apertura a otros credos como contribución a la paz entre los pueblos.

Memoria, justicia y reconciliación
Otro de los grandes ejes del debate giró en torno a la memoria y la compatibilidad entre la búsqueda de la paz, la reconciliación y la justicia en sociedades que han vivido hechos traumáticos, como guerras civiles o dictaduras sangrientas. Sin perdón no hay futuro es el título de un libro del Premio Nobel de la Paz y exarzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Desmond Tutu, quien presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC) en su país luego del fin del régimen del apartheid. En “Ideas 2017”, durante su conversación con el periodista Gustavo Noriega, el teólogo y exdirector de Investigaciones del TRC, Charles Villa-Vicencio, no se mostró del todo convencido en poder lograr el perdón en un contexto como el sudafricano, aunque defendió la necesidad de la reconciliación y la convivencia entre las comunidades luego de la violencia racista que se prolongó durante cinco décadas.
“La reconciliación política incluye un nivel mínimo de armonía y cooperación política entre antiguos enemigos como base para la búsqueda de una justicia global, que incluya la rendición de cuentas, el respeto de los derechos humanos, el desarrollo económico y el imperio del estado de derecho”, asegura Villa-Vicencio, quien destacó los logros de la transición sudafricana ya que “la alternativa era un baño de sangre”. Este reputado teólogo define la paz como “la capacidad de las sociedades de lidiar con sus conflictos en forma no violenta y su voluntad de construir instituciones saludables para hacer frente a las causas subyacentes del conflicto”. En cuanto a su experiencia en la TRC, aclaró que lo que buscaron no fue la “verdad forense” sino “la verdad subjetiva” para “entender qué pasaba por la cabeza de los perpetradores de la violencia y por qué enloquecieron de esa manera”. Hizo, al respecto, una encendida defensa de la denominada “justicia transicional”, aunque admitió que la grieta sigue presente en su país y que de lo que se trata es de “aprender a vivir juntos y construir confianza y empatía entre las personas”.
Por su parte, con una larga experiencia a sus espaldas como corresponsal de guerra en Bosnia-Herzegovina, Ruanda, Liberia, Sierra Leona y el Medio Oriente, el periodista, crítico cultural y ensayista estadounidense David Rieff reflexionó sobre lo que denominó “los abusos de la memoria histórica”. Una de las máximas acuñadas por el filósofo George Santayana, con la que Rieff mostró sus discrepancias, afirma que “aquellos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”. En su Elogio del olvido, en cambio, David Rieff sostiene que “cuando la memoria colectiva condena a las comunidades a sentir el dolor de sus heridas históricas y el enconamiento de sus agravios, no es preciso cumplir con el deber de recordar, sino con el deber de olvidar”. Incluso admitiendo que es preciso situarse en cada contexto histórico, defendió su idea de que “la memoria no es un imperativo moral” y se permitió exponer lo que calificó como una “visión muy primitiva de la paz, que es la ausencia de guerra”, lo que no implica que necesariamente “la paz deba ser justa”. “La conmemoración puede ser aliada de la justicia, pero no es una amiga fiable de la paz, y el olvido sí puede serlo”, sentenció.
De la sustentabilidad urbana a los misterios de la mente
El diseño de las ciudades del futuro también estuvo presente en las jornadas de Ideas 2017. El arquitecto y urbanista italiano Carlo Ratti, director del Senseable City Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), se refirió a los nuevos espacios urbanos y a la necesidad de incentivar las denominadas shareability networks –‘redes compartidas’– para garantizar una movilidad sustentable y el transporte masivo dentro de las grandes ciudades. Aludió también al impacto de las nuevas tecnologías en la facilitación del tráfico, a través del uso de herramientas innovadoras como los sistemas inteligentes de gestión de los semáforos y el tránsito en grandes arterias. Se refirió, asimismo, a la transformación de las oficinas de trabajo de lugares cerrados con cubículos individuales a espacios compartidos y destinados a la interacción y el intercambio entre colegas y compañeros de trabajo.
Por su parte, el bioquímico Kevin Esvelt, a cargo del Sculpting Evolution Lab del MIT, centró su exposición en lo que significa la “genética dirigida” y la posibilidad de “salvar millones de vidas humanas” a partir de modificaciones en el ADN de insectos y larvas que transmiten enfermedades infecciosas y epidémicas. “Estas investigaciones no deben hacerse a puertas cerradas”, opinó el científico, uno de los creadores del sistema de edición genética CRISPR, quien defiende una política de rendición de cuentas de cara a la sociedad. “Frente a la existencia de especies que nos causan un sufrimiento sin precedentes, ¿es posible aplicar la técnica de la esterilización?”, se preguntó. Con todas las precauciones del caso, Esvelt abogó por una respuesta afirmativa, defendió la modificación genética de organismos y citó experimentos, como la liberación de moscas estériles en el golfo de Darién, en el marco de las actividades científicas de la Comisión Panamá-EE. UU. para la Erradicación del Gusano Barrenador del Ganado (COPEG).
Finalmente, la psicóloga Julia Shaw, investigadora del Departamento de Ciencias Legales y Sociales de la London South Bank University que se autodefine como “hacker de los recuerdos”, brindó una fascinante conferencia sobre los misterios de la mente, los trucos de la memoria y los falsos recuerdos. “Nuestro cerebro es increíblemente flexible”, señaló Shaw, autora del best-seller La ilusión de la memoria, quien sostuvo que “todos podemos editar radicalmente nuestro pasado”. Shaw definió a la memoria como “una red de neuronas que se actualiza constantemente” y advirtió que nuestros recuerdos siempre se ven influenciados por el entorno social. “La forma en la que contamos las historias y las escuchamos de otras personas cambian el modo como las recordamos”, añadió Shaw, quien comparó a los recuerdos con “una mala biblioteca de la que sacamos páginas y volvemos a poner los libros en desorden”. “Entre la verdad y la ficción se encuentran los recuerdos falsos”, comentó. A modo de cierre, invitó a ser “cuidadosos con los recuerdos”, al tiempo que llamó a ser “compresivos con otras personas cuando se equivocan” (respecto de su propio pasado), pues “es una característica común a todos los hombres”.