La obesidad remite siempre a la tragedia del pobre Sísifo. Ser obeso significa tener que cargar todos los días con una pesada piedra y saber que, al menos hasta hoy, siempre se nos ha caído. Opina Gustavo Corra
El Dr. Félix Larocca, médico dominicano experto en obesidad, propone una ingeniosa comparación entre la lucha contra esta enfermedad y el mito de Sísifo.
Encontrar en la mitología griega problemas que nos afectan en la actualidad con los mismos detalles de otras épocas es tranquilizador. Estos hallazgos nos llevan a entender que somos humanos y como tales, nuestras dificultades son propias de la vida misma y, sobre todo, nos mueven del lugar culposo en el que la cultura, las religiones y nosotros mismos nos ubicarnos.
Jean Paul Sartre, extasiado frente a este personaje mítico, no pudo evitar escribir su ensayo Le Mythe de Sisyphe (1942) acerca de la condición Humana y el mito de Sísifo.
¿Pero por qué la historia de este personaje es interesante al hablar de obesidad? Sísifo, hijo de Eolo, fue condenado por Júpiter, por exagerar en el uso de su inteligencia. La manera en que Sísifo se protegió del robo de sus cabras, poniendo su nombre en las pesuñas -tal vez el primer antecedente de la “chapa patente” en la historia mítica-, además de algunas aventuras con ninfas inadecuadas. Estos actos enojaron a las autoridades del Olimpo y Sísifo fue condenado a un castigo ejemplar: empujar una pesada roca hasta la cima de un monte, desde donde deberá dejarla caer para comenzar de nuevo su tarea, una y otra vez. El castigo será eterno y no habrá manera de poder salir de este trágico destino.
Esta tarea de nunca acabar en la que terminamos en el principio, recordará a Sísifo que ”se pasó de vivo”, abusó de su inteligencia ideando aquello que estaba adelantado para su época, que amó a la ninfa equivocada o que le pasa lo que le pasa, porque “algo habrá hecho”.
Llamativamente los mitos, cuenco y molde de las tragedias, tienden a dar explicaciones de todo sin dejar al menos un pequeño espacio a que algo ocurra porque sí, de trágico nomás. Pensado desde allí, Sísifo es condenado a esta espantosa tragedia por las cosas que hizo y de las que es inapelablemente culpable.
Sartre reflexiona alrededor de la tarea de mítico personaje como un intento de representación de la vida como un esfuerzo extremo y doloroso para alcanzar lo que tarde o temprano se caerá. Nuestros amores, los más cuidados objetivos, las creaciones más trabajosas cederán a la acción del azar, del tiempo o del destino. Como Sísifo, esto ocurrirá en un espantoso sentimiento de culpa de que lo que ocurre, es porque también nosotros” algo habremos hecho”.
El autor entiende la vida humana, representada por Sísifo, como una instancia absurda, una condena que solo se detiene con el fin de nuestras vidas. Y que esta tragedia irreversible, de la que somos víctimas, será vivida por nosotros con la mayor de las culpas y responsabilidades.
La obesidad es un objeto complejo en el que se articulan elementos de la salud, la estética, la industria de la alimentación, la publicidad, la dinámica social y otros niveles que componen un objeto de estudio inabarcable.
Ser obeso significa tener que cargar todos los días la pesada piedra, y saber que al menos hasta hoy, siempre se nos ha caído, sino, no seríamos obesos.
En Occidente la delgadez es sinónimo de estatus social y paradigma estético que llega a los niveles más disparatados. En esta parte del mundo la búsqueda de la delgadez expone a los jóvenes a situaciones extremas de salud que ponen en juego la vida misma. En Mauritania y en algunas zonas de África, funciona al revés, se valora la obesidad de la mujer como prueba de belleza, lugar social, cultural y económico. Allí, es conocida la tradición del Leblouh o Gabaje, la alimentación forzada de niñas y adolescentes para ser aceptadas como esposas. Este paradigma estético de obesidad trae consigo peligros que ponen también en riesgo la salud.
Ya por salud, estética, discriminación laboral o social, la obesidad alude siempre a la tragedia del pobre Sísifo, el esfuerzo frente al control de peso será la piedra que deberemos arrastrar, el desenlace será empezar nuevamente y alternar en las idas y venidas, subidas y bajadas. Esta eterna lucha nos enfrenta a lo absurdo del planteo en el que estamos inmersos y que estar en él, pueda ser un resultado de nuestra responsabilidad, léase, de nuestra culpa. Vivir, no comiendo, será la escena continua, y que tal castigo devenga de nuestra responsabilidad o peor de nuestra culpa, nos ubica en un laberinto sin salida.
El mundo en que vivimos no está habitado por dioses como Zeus y planteos tan duros como el de Sísifo. Tener que empezar de cero podrá ser nuestro destino, pero hay salidas, detenernos a pensar es una condición de las personas, además de las tragedias.
Los hombre somos imperfectos, saber esto nos da aliento para empezar a aceptarnos y tomar distancia de nuestras culpas. No victimizarnos y distinguir cuándo somos víctimas y cuándo victimarios.
La religión, en este caso, complica más las cosas relacionando el exceso de peso con el pecado: Su culpa es la Gula, es un pecado, y los pecados, pecados son. Agregamos entonces, la discriminación religiosa.
Entender que el control del su peso es un problema para alguien y que eso no lo culpable de nada, ubica a Sísifo tal vez en el mismo escenario, sin su terrible sensación de culpa. Habrá una parte que podremos modificar, habrá otra que no.
Nuestra tragedia no es todo, no somos personajes míticos, somos personas con problemas finitos y una existencia finita. La repetición, no es tal, sino que cada ciclo nos permite el aprendizaje. Las ventajas que cada ciclo nos deje, serán modificables y poco o mucho estarán en nuestras manos.
Por último, la mayor condena de Sísifo es la soledad, solo con su piedrita. Aquello que nos condena y nos separa de algunos podrá ser lo que nos acerca a otros, nos hace crecer, nos permite aprender a querer y a la vez nos hace más queribles. Los seres de la vida real, no estamos solos cuando algo nos pasa si nos permitimos un primer paso hacia nuestra comprensión y la comprensión de los demás.
El autor de esta columna es médico psiquiátrica.