De pronto, la cámara se detuvo en aquel personaje que aparecía como rompiendo con el protocolo de la ceremonia. Nadie entendía qué hacía allí lejos del boato y la formalidad de mandatarios, reyes, empresarios y famosos invitados a la asunción del nuevo pontífice. Con ropa de trabajo, humilde y sencillo, Sergio Sánchez llamó la atención de millones de televidentes que seguían las alternativas del acto y de los que estaban en la propia plaza San Pedro.
Pero, ¿quién era el que estaba a escasos cinco pasos del Papa Francisco? La incógnita pronto quedó satisfecha. Se trataba del cartonero argentino Sergio Alejandro Sánchez (49), amigo del hasta entonces cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Como referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), viajó a Roma por expreso pedido de “quien siempre apoyó nuestra causa por un trabajo digno. Fue la única persona que encontramos a nuestro lado cuando era más dura nuestra lucha y que también bregaba en contra de las diferentes formas de esclavitud a las que estábamos sometidos los trabajadores”, expresó a los periodistas acreditados cuando le preguntaron por su presencia. “De él aprendimos a mejorar nuestro modo de vida”, agregó con emoción. Hasta L’Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano, se hizo eco al destacar “una presencia deseada por el Papa; la de los pobres junto a los poderosos”. A su lado, tan sorprendido como él y luciendo guardapolvo blanco, estaba el maestro porteño José del Corral. “Quise testimoniar mi gratitud por el aporte de Bergoglio a la educación en Buenos Aires”, comentó.
A tres meses de aquel acontecimiento y en una apacible tarde otoñal, a metros del Riachuelo y del puente Pueyrredón, un cronista y un fotógrafo de DEF se acercaron hasta el lugar desde donde Sánchez despliega su actividad social para conocerlo. Campechano, con voz ronca y el infaltable cigarrillo entre los dedos, se acodó para la entrevista en uno de los camiones de la Planta de Reciclado Centro Verde, Herrera 2124, en el barrio de Barracas, de la CABA. Este fue el testimonio que recogieron.
HISTORIA DE LUCHAS
Con aspecto de haber dormido poco -se levanta a las cinco de la mañana y se acuesta a medianoche-, este marplatense, hincha de River, cuenta cómo empezó todo. “Trabajaba muy bien como camionero de una empresa en varios countries. El dueño fundió y me quedé en la calle. Por un amigo empecé a cartonear. El primer día lo hice con mi señora y dos de mis hijas. No fue duro. Un vecino me había prestado su auto y como me fue muy bien, porque en un lugar recibí 400 kilos de papel, me entusiasmé. Con el tiempo, hasta alquilé un camión”. La gente por la calle lo trataba bien. “Con los vecinos de Barrio Norte nunca tuve problemas. Era como un encargado más de la cuadra”. Con la experiencia adquirida, se autodefine como cartonero de base. “No soy un inventado. Metí la mano en la bolsa y reciclando pude vivir y subsistir”. Asegura que es un luchador por los derechos de los demás, algo que hizo desde siempre y que cedió parte de su vida “a un movimiento que encauza la inclusión social y trata de pelear y ayudar a los que no tienen voz”.
La tarea social comenzó en 2001. “Hasta entonces cartoneábamos por nuestra cuenta. Conocimos a cinco militantes sociales, quienes empezaron a guiarnos para pelear por nuestros derechos laborales nunca reconocidos. Éramos quienes más cuidábamos el medioambiente, porque reciclábamos la basura y no se enterraba”. No se quedaron ahí: formalizaron la lucha y se organizaron un poco más. “La gente fue dándose cuenta de que debía hacer valer sus derechos, de que lo suyo era un trabajo formal y de que no debía ser excluida como lo era por ser cartonera”.
ESCRACHES Y CORTES
Así surgió el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Una organización sin colores políticos que agrupa a más de 2000 cartoneros de Capital Federal y el conurbano para sostener la cultura del trabajo, la solidaridad y el compañerismo. Y además, como herramienta para enfrentar al régimen mafioso político, policial y empresarial, empeñado en enriquecerse con la corrupción, la coima y la sobreexplotación de los cartoneros y excluidos, según sus responsables. Las denuncias alcanzaron comisarías, funcionarios obstinados en la represión contra ellos y papeleras que abusaban de sus necesidades y compraban materiales reciclables a un valor muy inferior al real.
-¿A quienes denunciaron, además?
-Seguimos con el tema de los campesinos, con las granjas donde hay mucha esclavitud. Un compañero tuvo la desgracia de perder a un hijito por la contaminación en la recolección de huevos. Le pagaron una indemnización solo al padre mientras esa tarea la hacía toda la familia, incluido el chico muerto. Fuimos a los campos y lugares de firmas muy conocidas para hacerles el escrache.
-¿Y con la prostitución?
-Hacemos lo mismo donde la detectamos. En un principio logramos que esos centros fuesen clausurados pero, como siempre, una mano de arriba se levanta y volvían a funcionar.
-También nombraste a los costureros. ¿Quiénes son?
-A los que usaban como mano en negro en talleres clandestinos, donde explotaban sobre todo a ciudadanos extranjeros y por más que no fueran argentinos nos parecía algo injusto también para ellos. Se fueron salvando talleres y lugares que eran centros de explotación; escrachando marcas de gran prestigio que utilizaban a esas personas a las que “negreaban”, les pagaban una miseria mientras ellas ganaban un montón de plata con la venta de las prendas.
SIN PRISA, PERO SIN PAUSA
Mientras uno de los compañeros nos acerca una gaseosa, el líder de los cartoneros continúa con el relato. “Fuimos avanzando de a poco y ayudándonos entre todos para, especialmente, cuidar el trabajo del otro. Durante mucho tiempo lo hicimos con la Fundación Alameda en contra de todo tipo de atropello”. Con esta realidad, llegaron al MTE y a formar la Cooperativa Amanecer de los Cartoneros. Con sus hermanas El Ceibo, del Oeste, El Álamo, Madreselvas, Tren del Oeste, Trabajo y Dignidad, Cartoneras del Sur y Baires, abogan para formalizar su trabajo, que no haya diferencias entre incluidos y excluidos y acceder a tecnologías para aumentar el volumen de materiales reciclados. Cada una elige democráticamente y por voto directo a dos delegados que forman un gran cuerpo que responde directamente a sus compañeros.
-¿Cuáles son los logros más destacados del MTE?
-Conseguimos un incentivo, aguinaldo, jubilación, seguridad e higiene laboral, una obra social digna y ser monotributistas sociales. Y además, una gran parte de los cartoneros -aunque faltan un montón-, está incluida en un seguro de accidentes personales. Con el tiempo, se creó la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) para incluirlos aún más.
-¿Cuáles son los alcances de esa inclusión?
-Peleamos para que estén los que faltan. La inclusión cuesta porque la ciudad no tiene como para abarcar a todos los recuperadores que la recorren y, por lo tanto, estamos abriendo otros centros. No queremos que nuestros jóvenes de 15 o 16 años salgan a cartonear y por eso pensamos en un gran proyecto con el cartón; en estudios de computación y de otros para que puedan integrarse a la sociedad como cualquier hijo de vecino.
Todas las noches y a partir de las 21, cerca de 400 cartoneros se acercan al Centro de Barracas. “Vienen todos los días y puntualmente se llevan la plata a sus hogares”, asegura, satisfecho. El predio de casi una manzana alberga a cerca de 500 personas en el reciclado. “El recuperador encontró su lugar y cuando llovía no se mojaba tanto o con el frío estaba reparado bajo techo. Si bien algunas condiciones seguían igual que en la calle, encontró mejoras”, sostiene Sánchez. Tira números. “Por día reciclan 225 toneladas de basura que benefician el medioambiente y evitan contaminar la tierra, las napas de agua y el talado de miles de árboles. Si a eso le sumamos el esfuerzo de todos los compañeros de la Ciudad de Buenos Aires, aumenta a 600 toneladas”. Y en pocas palabras explica cómo funcionan. “Acá no le compramos nada a nadie. Hay seis compradores que vienen de otros lados y son quienes comercian con la gente. La cooperativa no maneja plata ni nada. Las puertas están abiertas para todos, sean independientes u organizados. Muchos cartoneros no saben leer ni escribir, pero sí pensar bien, y tratamos de que desarrollen al máximo sus posibilidades”.
-Lo que conmueve es ver a chicos muy pequeños que acompañan a sus padres a revolver la basura. ¿Qué hacen para evitarlo?
-En 2009 logramos abrir la guardería Amanecer de los Pibes, que funciona en la Fundación Che Pibe y recibe a 250 chicos excartoneros, de entre 3 meses y 14 años. A las 16:30 un micro del MTE pasa a buscarlos por sus casas y los deposita en el lugar. Meriendan y hacen actividades recreativas, deportivas y culturales. Por la noche cenan, duermen y esperan la llegada de sus padres. Estas actividades se repiten de domingos a viernes durante todo el año.
ORGANIZARSE, LA CLAVE
La jornada cotidiana empieza cerca de las 17. Las cuadrillas de entre 60 y 70 personas actúan en una zona determinada de los barrios de Almagro, Balvanera, Palermo, Recoleta, Parque Centenario, Caballito, Boedo, Microcentro, Villa Crespo y San Cristóbal. Son 26 rutas por donde circulan de domingos a sábados y cada cartonero junta entre 100 y 120 kilos de diversos materiales por día en un radio de entre 5 y 15 cuadras de un recorrido fijo. Recuperan papel, cartón y plásticos, metales, film y nylon, y también muebles rotos y electrodomésticos descompuestos, que son reparados y comercializados en diferentes ferias barriales. Una vez completado el recorrido, cada compañero vuelve a su parada, coloca su bolsón en un camión, sube a un colectivo y vuelve a su hogar. Los viernes y sábados son los elegidos para vender, y cada uno es dueño de su material recuperado y libre de elegir donde prefiera venderlo.
-¿A qué llamás grandes generadores de residuos sólidos reciclables?
-Son los que reciben un tipo de recolección especial, diferenciada de la domiciliaria, por la cantidad de basura que generan y la periodicidad con que la desechan. Se trata de hoteles de 4 y 5 estrellas, edificios públicos del Gobierno de la Ciudad y de más de 19 pisos, la Corporación Puerto Madero, shoppings y supermercados.
-Pero, ¿este servicio no se lo pagaba el gobierno a empresas de recolección?
-Sí y por eso, en julio de 2008 el MTE, junto con las cooperativas capitalinas, denunció que en muchos casos no se hacía y en otros, el material reciclable se desviaba a negocios particulares. De acuerdo con las Leyes 992 y 1854 y las Resoluciones 50 y 808, “pertenecen a los cartoneros y deben ser recolectados por los recuperadores urbanos independientes o enviada directamente a los distintos Centros Verdes”.
-¿Qué pasó luego de vuestro reclamo?
-A fines de ese año, el servicio quedó en manos del MTE y rápidamente pasó de dos toneladas diarias a casi 35. Hoy, trabajamos en 21 rutas de recolección de esos grandes generadores de residuos.
-En ese caminar diario, ¿surge algo en particular?
-Muchas cosas, pero principalmente que la gente entienda que si no hubiese recicladores esto sería un caos. Entre 8000 y 9000 personas volverían a las calle a revolver basura o a abrir bolsas para comer algo. El cartonero lo hace y muchos no lo ven. Es mucho más fácil tirar a la basura lo que sobra de la heladera que ponerlo en una bolsita y dárselo en la mano.
-¿Cuál es el mensaje, entonces?
-Si no estuviésemos acá no sabemos qué hubiera pasado, porque se siguen enterrando muchas cosas. Al cartonero no le gusta abrir una bolsa de residuos sino llevársela con el material ya reciclado. Cuesta hacer entender esto, pero pensamos que vamos a lograrlo.
LA AMISTAD CON FRANCISCO
¿Cómo nació la relación entre Sánchez y el cardenal Bergoglio? Los primeros contactos se dieron a través de la Fundación Alameda. El cartonero los recuerda. “Por sus dichos y hechos, sabíamos que peleaba por la gente humilde y el trabajador. Empezamos a verlo. Nos rezó las primeras misas y hasta facilitó el bautizo de los hijos de cartoneros y costureros sin trámites burocráticos en la iglesia de los Trabajadores, en la Boca. Luego, organizó la misa anual cartonera que el hoy Papa celebraba en la Plaza Constitución. “No solo para nosotros sino para la gente que vivía en situación de calle y para los mismos vecinos. Se convirtió en uno más de la familia”. Además, a sus instancias, las mujeres de la calle fueron ayudadas por una congregación religiosa para dejar la prostitución y escapar de la trata de personas.
-¿En que consistía su apoyo espiritual además de la misa?
-Bendecía nuestros carros y hacía un montón de cosas para los que creíamos. Era muy bueno recibir su palabra y sus mensajes para el trabajador en contra de la exclusión y que fuese reconocido como tal.
-¿Cómo era tu relación con él?
-Muy fluida y personal. Hizo muchas cosas que nadie las conocía más que nosotros. Un domingo en un taller clandestino de Flores, murieron seis chicos quemados y él vino desde el centro en colectivo para rezar una misa por ellos. Un hombre muy humilde y sencillo. Con su forma de ser, les cambió la vida a muchos.
Como no podía ser de otra manera, la referencia a su viaje a Roma estaba cantada. Sánchez formó parte de la delegación argentina integrada por 140 personas que embarcó a Italia invitada por el Arzobispado de Buenos Aires. “Fue una gran sorpresa para nosotros cuando nos enteramos de que quería tener a su lado a un cartonero durante su asunción como Papa. Como tengo pasaporte, porque trabajo en la Red Latinoamericana de Recicladores y viajo a otros países para mostrar nuestra experiencia, me tocó a mí, y no porque fuera Sánchez”, expresó con cierto pudor. “Todo el mundo me miraba sin entender qué hacía al lado de Bergoglio. Tuvimos el gran honor de que nos saludara primeros, incluso antes que a los mandatarios”.
-¿Cuál fue tu sensación al haber estado junto a ellos?
-Fue algo muy grande. Estuve en un lugar privilegiado que le correspondía a su familia No lo podía creer. Veía pasar a esos personajes que luego se sentaban a 20 o 30 metros del Papa y yo solo a unos cinco pasos.
-¿Tuviste un encuentro privado?
-Sí, me dio un beso y me insistió en que tuviésemos fe y que siguiésemos adelante. “¿Ustedes pueden!”, me repitió. Una gran alegría para los cartoneros que me vieron en pantalla gigante frente a la Catedral luego de la vigilia que hicieron allí. Eso nos ayudó y fortaleció.
Sin embargo, no todo fue perfecto. “Cuando llegué a Ezeiza no creían que pudiese viajar a Roma. Me hicieron todas las pruebas para ver si no llevaba nada a otro país. Parecía la película Expreso de medianoche, me mataron a preguntas. Me dejaron ir con dudas”, reveló frente a los tropiezos para salir del país e ingresar en Italia. En Roma lo sometieron a una revisión humillante y hasta le sacaron una placa de tórax para ver si tenía droga. “Todo porque no llevaba plata”, reveló Juan Grabois, abogado del MTE. “Cuando volví, me pidieron todas las disculpas del caso porque me habían visto por televisión y comprobaron que era verdad lo que les había dicho”.
-¿Te llevaste alguna otra desilusión?
-Quedé un poco triste al volver porque leí en Facebook “cómo un cartonero pudo llegar a Roma y yo, que trabajo tantas horas y gano bien, no puedo ni siquiera pensar en ir”. Bueno, a mí me tocó la varita de Dios.