InicioSeguridad“Los países que tenían que desarmarse no lo hicieron”

“Los países que tenían que desarmarse no lo hicieron”

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En diálogo con DEF, Irma Argüello, presidenta de la Fundación NPS Global y miembro del Fissile Materials Working Group, analizó el panorama global en materia de no proliferación nuclear.

– ¿En qué se basa el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)?

– El objetivo del TNP tiene que ver con las safeguards o “salvaguardias”. El Tratado dividió a los países en dos grupos. Por un lado, los cinco Estados que en un determinado momento contaban con armas nucleares o habían realizado ensayos –EE.UU., la entonces Unión Soviética, Reino Unido, Francia y China– y respecto de los cuales se convalidó que mantuvieran sus armas nucleares, con la promesa que harían todos sus esfuerzos para el desarme progresivo según lo previsto por el artículo 6 del TNP. En cambio, al resto de los países se les prohibió la posesión de armas nucleares. Para evitar que estos Estados no proliferen, se les impuso la obligación de declarar todas sus instalaciones y acordar un régimen de salvaguardias con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para que inspeccione los materiales y las instalaciones, de manera de corroborar que lo el país efectivamente declare sea lo que está haciendo.

– ¿Qué ocurre con aquellos países que posteriormente realizaron ensayos nucleares?

– El Tratado entró en vigor en 1970 y muchos países no adhirieron porque lo consideraron discriminatorio. Fue incluso el caso de Brasil y Argentina (NdR: Argentina adhirió al TNP recién en 1995 y Brasil lo hizo en 1998). Tampoco adhirieron India, Pakistán e Israel, con la diferencia que en este último caso el país no realizó nunca un ensayo nuclear y se encuentra en una suerte de “ambigüedad estratégica”. Distinto es el caso de Corea del Norte, que firmó el TNP y luego renunció en 2003, lo cual trajo una serie controversias debido a que el país había recibido una serie de beneficios mientras estuvo dentro del Tratado. Se debate si la renuncia de Corea del Norte es válida. Por otra parte, en otras negociaciones que no tuvieron nada que ver con el TNP, el país ha abierto, luego cerrado, ha destruido y reconstruido instalaciones nucleares. El caso de Irán, que también es emblemático, se refiere al incumplimiento del Tratado que se produce cuando no se cumplen los acuerdos de salvaguardia que prevén que el país declare todas sus instalaciones nucleares. Irán tiene instalaciones no declaradas y eso ha generado una serie de incumplimientos que se han mantenido a lo largo del tiempo.

– ¿Considera que se ha deteriorado la credibilidad del TNP?

– El problema del Tratado es que los países que se tenían que desarmar no lo han hecho de manera suficiente. Si el TNP se hubiera cumplido tal cual estaba previsto, los países con armas nucleares se habrían ido desarmando y los demás no hubieran proliferado. Sin embargo, la situación se desbalanceó desde varios puntos de vista. Por un lado, sigue habiendo demasiadas armas nucleares, que están por encima de lo que podría plantearse como una “disuasión razonable”. Yo, particularmente, pienso que no es aceptable. Otro problema es la aparición de actores no estatales; el TNP no estaba pensado para actores no estatales. El terrorismo no se pone bajo la bandera de un país ni firma tratados; por lo tanto, no hay posibilidad de disuadirlo. El tercer punto negativo es lo que ocurre cuando, en aras de otros intereses, determinados países negocian beneficios con Estados que no firmaron el Tratado. Este último es el caso del acuerdo firmado por EE.UU. e India –país que se encuentra fuera del TNP– en 2006. Ha sido muy negativo porque rompe el esquema previstos de premios y castigos.

– ¿Qué es el Protocolo Adicional?

– El régimen obligatorio de salvaguardias no contemplaba la situación de un país que no declarara todas sus instalaciones nucleares. El Protocolo Adicional es un documento individual que voluntariamente suscriben con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) los países que ya firmaron acuerdos de salvaguardias. El OIEA declaró que este instrumento era necesario para que sus inspectores pudieran controlar efectivamente la no proliferación. Surge entonces una división de aguas entre los distintos países. Hay un conjunto de Estados que son opositores consuetudinarios a las iniciativas que vienen desde EE.UU. y sus aliados. Hay otros países que, sin ser opositores frontales a EE.UU., no han firmado tan fácilmente en virtud de intentar proteger determinados intereses.

– ¿Cómo se puede superar esta situación?

– La comunidad internacional tiene que asegurarse que los países no estén desarrollando ciclos militares nucleares. Tengamos en cuenta que nadie obligó a ningún país a firmar el TNP. Por lo tanto, una vez que lo firmaron, los Estados se tienen que comprometer. Lo que no se puede hacer, en mi opinión, es firmar y no cumplir.

ARGENTINA Y BRASIL: UN DESARROLLO NUCLEAR EMERGENTE

– ¿Por qué Argentina y Brasil se han negado a firmar el Protocolo?

– Precisamente, Argentina y Brasil forman parte de ese grupo de países que tienen un desarrollo nuclear emergente y lo quieren proteger. No lo hicieron porque tuvieran algo que ocultar. Para ellos no eran admisibles los términos del Protocolo Adicional tal como fueron planteados inicialmente. En algún punto es entendible que no lo hubieran firmado. Lo que para mí no es entendible es que se hayan quedado en la negativa y no hayan presentado modelos alternativos desde una posición proactiva.

– ¿En qué consiste el Acuerdo Cuatripartito?

– El pensamiento tradicional en la industria nuclear divide a los países entre los grandes proveedores globales y los otros países, a los cuales las cinco potencias nucleares -en sus sueños ideales- querrían como clientes absolutos. El Grupo de Proveedores Nucleares prevé como condición para la transferencia de tecnología que los eventuales países compradores hubieran firmado el Protocolo Adicional. Sin embargo, en junio de 2010, emitió una resolución haciendo una excepción temporaria para Argentina y Brasil, donde establecieron que, estando pendiente la firma del Protocolo Adicional, se aceptaría la verificación mutua como suficiente garantía de no proliferación. Recordemos que en 1991 ambos países habían firmado un acuerdo bilateral que llevó posteriormente a la creación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC). El acuerdo bilateral se transformó en “cuatripartito” cuando se incluyó a la ABACC como organismo bilateral y al OIEA como organismo multilateral. Entró en vigor en 1994.

– ¿Se trata de una situación transitoria hasta tanto firmen el Protocolo Adicional?

–  Desde un primer momento Argentina lo consideró como una disposición transitoria, mientras que Brasil lo tomó como un triunfo que valía la pena sostener en el tiempo para no firmar el Protocolo Adicional. Yo creo que ambos países tienen que proteger sus tecnologías, pero a la vez deberían buscar la forma de dar garantías a la comunidad internacional de que esas tecnologías van a ser siempre utilizadas con fines pacíficos. Sería muy saludable para ambos garantizar que a futuro los sistemas sean lo suficientemente sólidos como para que las luces amarillas se enciendan pronto y exista una disuasión frente a la eventualidad de cualquier cambio. Cuando el sistema es robusto, todo se desarrolla de una manera más racional. No podemos dejar de señalar que hay una gran paridad tecnológica entre Argentina y Brasil en materia nuclear y existe una muy buena cooperación que se debe mantener.

LA PROTECCIÓN DE LOS MATERIALES NUCLEARES SENSIBLES

– En las Cumbres de Seguridad Nuclear de Washington (2010) y Seúl (2012) se hizo hincapié en dos materiales altamente sensibles: el uranio altamente enriquecido y el plutonio. ¿Cuál es el objetivo que se propone la comunidad internacional?

– Las dos Cumbres apuntaron a cómo proteger los materiales nucleares, las fuentes radioactivas y las instalaciones. Los materiales sensibles son esencialmente esos dos: el uranio de alto enriquecimiento y el plutonio. En los años 50 y 60, tanto EE.UU. como la entonces Unión Soviética promovieron en el mundo la utilización de reactores de investigación que funcionasen a uranio altamente enriquecido, en función de las tecnologías de producción de radioisótopos que en ese momento se conocían. Más tarde se observaron las dificultades que implicaba tener ese tipo de material distribuido en más de 50 países a lo largo del mundo. Fue entonces cuando EE.UU. y Rusia –sucesora de la Unión Soviética– comenzaron a recuperar el material e iniciaron el proceso de conversión de los reactores. De hecho, nuestro reactor RA-3 funcionaba a uranio altamente enriquecido y fue convertido, a través de INVAP y con tecnología nacional, a uranio de bajo enriquecimiento.

– Eso es en el caso del uranio altamente enriquecido. ¿Y qué ocurre con el plutonio?

– El caso del plutonio es más difícil de justificar porque gran parte de los stocks de este material son para uso militar. Solo se lo utiliza en un tipo de reactor de uso civil que funciona con un tipo de combustible denominado “óxidos mixtos”. A diferencia del uranio, que está en la naturaleza, el plutonio es un elemento artificial. El proceso para enriquecer uranio es físico, mientras que el reprocesamiento para obtener plutonio es un proceso químico; hay que separar de un combustible nuclear irradiado el plutonio que se ha formado dentro del reactor. El plutonio ha tenido justificación en el pasado en lo que se refiere a la reducción del volumen de residuos nucleares. De hecho, cuando se inició en nuestro país la construcción de la planta de reprocesamiento de Ezeiza –que nunca se terminó–, se pensó que la economía de los reactores funcionando a óxidos mixtos iba a ser mejor que la de aquellos que funcionaran a uranio natural, pero luego no ocurrió.

– ¿Qué importancia tendría la entrada en vigencia de la enmienda a la Convención sobre la Protección Física de Materiales Nucleares que se firmó en 2005?

– Tiene una gran importancia porque la convención original se refería solamente a la protección de los materiales nucleares en situaciones de transporte. La enmienda de 2005 extendió la protección a todas las situaciones. El punto clave en el proceso de ratificación es que se necesitan los dos tercios de los firmantes de la convención original para que la enmienda entre en vigor. Aún no se ha logrado. En Washington y Seúl sucedió que muchos países se comprometieron a ratificar este instrumento y no todos lo cumplieron. El caso emblemático es el de EEUU, donde hay un senador de Ohio que se opone a la ratificación y tiene el poder de bloquear el proceso legislativo de ratificación. Si EE.UU. lo ratificara, llevaría a muchas más ratificaciones.

– Por último, ¿qué posibilidades reales existen de que se ratifique el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares?

– Es un caso complicado porque hay muchos “pesos pesados” involucrados en el tema. Este Tratado es una herramienta internacional que corre por separado del TNP, aunque se complementan. El problema es que cuando se redactó, apareció una cláusula por la cual aquellos países con desarrollos nucleares relevantes debían ratificar el instrumento para que entrase en vigor. Francia, Rusia y Gran Bretaña ya lo han ratificado. En cambio, EE.UU., China, India, Pakistán e Israel no lo han hecho. Así y todo, con cientos de estaciones desparramadas por el mundo, la organización que funcionará como Secretaría –cuando el tratado entre en vigor– pone todo su empeño en la detección de ensayos nucleares y, de hecho, fue la que alertó sobre los ensayos nucleares de Corea del Norte.

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