Debido a la gran disminución de sus poblaciones a nivel mundial, las tortugas marinas están catalogadas en peligro de extinción. Sobre el estado de las poblaciones de los reptiles más antiguos del mundo, conversamos con Diego Albareda, veterinario del Jardín Zoológico de Buenos Aires y coordinador del Programa Regional de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas en Argentina.
Por Susana Rigoz
Pese a que lograron sobrevivir a todos los cambios del planeta, en la actualidad las tortugas marinas corren el riesgo de desaparecer, como consecuencia del accionar humano. Trabajar en su conservación es una tarea compleja, debido a la amplia diversidad de ambientes que recorren, atravesando enormes distancias que vuelven imperiosa la cooperación internacional.
UN PROGRAMA REGIONAL
Probablemente a causa del desconocimiento de la presencia de las tortugas marinas en nuestras costas -producto de la gran extensión de la Argentina, que dificulta su estudio-, recién en 2002 se realizó un diagnóstico del litoral de la provincia de Buenos Aires y sobre la base de la información recopilada nació el Programa Regional de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas en Argentina (PRICTMA). “Se trata de una especie de cooperativa de instituciones -que abarcan desde la ciudad de Buenos Aires hasta Puerto Madryn- que trabajan en forma conjunta y apuntan a la cooperación e integración a nivel académico y logístico”, explica el coordinador Diego Albareda. Este factor surge de la dinámica propia de estos animales, ya que el mismo ejemplar suele desplazarse a lo largo de gran parte de la costa. “Como al trabajar con un ejemplar le colocamos una marca identificatoria, podemos reconocerlo y registrar su recorrido. Hemos encontrado en Bahía Blanca un animal liberado en Mar del Plata, por ejemplo”. Este tipo de experiencias es el que demuestra la necesidad de compartir información. “De hecho, conformamos con Brasil, Uruguay y Argentina una especie de Mercosur tortuguero denominado Red ASO (Atlántico Sur Occidental), que comparte la problemática de ser zona de desarrollo, alimentación y corredor migratorio de varias especies de tortugas. Y actualmente comenzamos a integrarnos con grupos del Atlántico Sur Oriental, más precisamente de África, porque estamos conectados con la misma población de animales a ambos lados del océano”, cuenta Albareda.
VIAJERAS INFATIGABLES
Las tortugas marinas son animales que recorren grandes distancias y a lo largo de su extensa vida -pueden vivir entre 150 y 200 años- necesitan playas, costas, aguas territoriales y mar abierto, entre otros ambientes, para completar su ciclo vital. A través de sus amplios ciclos migratorios, las distintas especies establecen regiones de anidación y de alimentación que tienen diferentes problemas y requieren diversas estrategias de conservación.
Las zonas de anidación se encuentran en el norte de Brasil, Venezuela o islas del Atlántico, como la isla Ascensión, ubicada a medio camino entre América y África. A alimentarse migran a la Argentina, sur de Brasil y Uruguay. “De las siete especies que hay en el mundo, cuatro visitan nuestras costas desde mediados de primavera hasta mediados de otoño: tortuga cabezona verde, laúd y carey, de la que tenemos pocos registros”, afirma el especialista y detalla que aunque pueden encontrarse animales en la península Valdés, en Chubut, o en el golfo San Matías, en Río Negro, donde más se concentran es en la provincia de Buenos Aires. “Este año, encontramos muerta en la bahía de Samborombón una tortuga laúd proveniente de África, es el cuarto ejemplar proveniente de ese continente, cuyo origen pudimos establecer gracias a una placa identificatoria”.
EL HOMBRE, GRAN DEPREDADOR
Los principales problemas que afectan a las tortugas marinas en las zonas de anidación son la pérdida de hábitat -por extracción de arena, erosión del terreno, construcciones de rutas, hoteles, muros, etc.-, el consumo de huevos por parte de las comunidades locales, la depredación de los nidos y el tráfico sobre las playas de anidación, “la mayoría, introducidos por el hombre”.
En las zonas de alimentación, en cambio, sufren sobre todo por la interacción con la pesca y la contaminación oceánica, que no se limita a la presencia de hidrocarburos o pesticidas sino que -aclara Albareda- padece el creciente problema del plástico. Las tortugas marinas son un indicador biológico de este problema porque consumen el plástico confundiéndolo con medusas, su principal alimento. “Esto les trae graves problemas gastrointestinales y, si no logran eliminarlo, puede causarles la muerte, después de una larga agonía. El 97% de los animales a los que se les realiza una necropsia tiene indicios de haber comido basura”.
En cuanto a la pesca, una gran amenaza es la captura accidental. Hay distintas artes de pesca que provocan involuntariamente mortalidad de tortugas. “Es un tema complejo porque aunque existen medidas de mitigación, es indispensable que sean consensuadas con los pescadores. No olvidemos que la pesca tiene un componente socioeconómico muy importante y es fundamental lograr una ecuación justa: evitar la muerte de los animales sin bajar el rendimiento de la actividad”, reflexiona el coordinador de PRICTMA. Y aclara que muchas veces se trata de medidas tan simples como cambiar la forma de un anzuelo o evitar la pesca en determinados horarios, ya que “gracias a la colocación de transmisores en algunos ejemplares, sabemos cuáles y en qué horarios son sus desplazamientos, a qué distancia de la costa, etcétera”.
LA IMPORTANCIA DE LA CONSERVACIÓN
Diego Albareda destaca dos cualidades especialmente importantes en estos animales. Por un lado, que son indicadores biológicos que permiten conocer el grado de contaminación de las aguas. Por otro, su condición de especie carismática con potencialidad de llegar a la gente y ayudar a difundir los problemas. “Al proteger las tortugas, protegemos todo lo que está por debajo. Es una manera de preservar el ambiente, las fuentes de agua por ejemplo, son como la punta del iceberg de un problema que nos involucra a todos”, finaliza.