Escribe Paulo Botta (*)
La nueva administración de Estados Unidos deberá hacer frente a un Medio Oriente en guerra, donde la situación humanitaria, política y económica no deja de empeorar día a día, con todo lo que ello significa para la estabilidad regional e internacional.
En términos centrales, y sin que ello sea una orden de prelación, los temas que centralizarán la agenda son tres: la competencia y presencia de China en la región; el futuro del conflicto palestino-israelí; el programa nuclear y las acciones de desestabilización regional por parte de Irán.
- Te puede interesar: ¿Es posible una nueva guerra total en Medio Oriente?

Una China cada vez más influyente en Medio Oriente
China ya no es solo un socio comercial de los países de la región, particularmente relevante para los que exportan gas y petróleo. También es un actor central en términos de proyectos de inversión, que no oculta, además, su deseo de convertirse en un actor con influencia política.
Una política exterior de Trump más asertiva frente a Pekín tendrá sus correlatos en Medio Oriente, particularmente en los países del Golfo, que exportan cada vez más hidrocarburos hacia China. Una política transaccional, como la que caracteriza a Trump, pondrá en la mesa esos vínculos árabe-chinos e intentará limitar esos vínculos.

Israel y sus vecinos: múltiples frentes abiertos
El conflicto palestino-israelí ha trascendido las fronteras de Gaza y Cisjordania para llegar a Líbano -a través de Hezbollah-, Siria y Yemen. Luego de más de un año de guerra, se impone una solución política, pero la multiplicidad de frentes y actores no ayuda a esa solución.
Seguramente, Donald Trump seguirá apoyando al Estado de Israel y, tal vez, intente revivir iniciativas diplomáticas de su primera presidencia, como los Acuerdos de Abraham, aunque el plan de paz para Palestina será mucho más difícil de aceptar debido a los cambios geopolíticos.

Irán y la política de “máxima presión” de Trump
Sin lugar a dudas, el tema iraní ocupará un lugar central, ya sea por el programa nuclear de Teherán como por el apoyo que ese gobierno ha dado a varios grupos terroristas a lo largo y ancho de la región. La política de “máxima presión” implementada en la primera presidencia de Trump posiblemente tenga un nuevo capítulo.
Si bien la oposición de Trump a las acciones iraníes resulta clara, la implementación de esa presión diplomática, económica y militar deberá tener en cuenta los resultados esperados y el nuevo contexto regional.
- Te puede interesar: Ely Karmon: “No creo que Irán lance una guerra generalizada contra Israel”
Una política que produzca resultados esperados por Washington –abandono del programa nuclear iraní o su control pleno por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el fin del apoyo a las milicias y los grupos terroristas– es de difícil implementación sin algún tipo de concesión.

El impacto de las políticas de Trump en el Golfo
Más allá de estas decisiones de política exterior, otras anunciadas en campaña de política doméstica de Trump, como una suba de aranceles al comercio exterior o la desregulación de sectores energéticos, tendrá un impacto comercial y financiero en los países del Golfo y esas acciones son vistas con tanta atención como decisiones de índole diplomática.
Trump es un viejo conocido para los dirigentes de Medio Oriente, los problemas son los mismos, pero el contexto no. Algunas tendencias pueden estar claras pero su implementación está lejos de ser tan simple.
(*) El autor es director de la oficina de TRENDS Research & Advisor en Argentina.