La guerra en Medio Oriente ya no se libra solamente en el escenario de Franja de Gaza y contra Hamas. Israel abrió frentes de batalla impensados meses atrás, con grupos terroristas y países con sus propias características e importancia que hacen peligrar la estabilidad de la región.
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Palestina, Hamas y la crisis humanitaria
El atentado del 7 de octubre provocó una respuesta sin precedentes en el siglo XXI. A semanas del ataque terrorista, que se cobró la vida de más de 1.200 personas y secuestró a 251 personas, Israel contestó con una contraofensiva terrestre y aérea en la Franja de Gaza que continúa ejerciendo presión sobre Hamas.
Las muertes de Ismael Haniya y Saleh al-Aruri, líderes de buró político, fueron las bajas más importantes del yihadismo palestino que se suman a una larga lista. Según Tel Aviv, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lograron eliminar a más de 10.000 terroristas de Hamas entre comandantes, soldados y adeptos en distintos niveles de la estructura.
Esta cifra, difícil de ser contrastada al no contar con fuentes oficiales en Gaza, fue informada en marzo, por lo que las bajas de lado de Hamas podrían ser mayores. A su vez, el Ministerio de Salud de Gaza reportó en octubre 41.689 muertos y 96.625 heridos desde el inicio de los enfrentamientos. Esta estadística tampoco distingue a civiles de terroristas o individuos involucrados en el conflicto.

Un hecho sin cuestionamientos es la destrucción sufrida por los habitantes de la Franja de Gaza. Los ataques terrestres y los bombardeos de las FDI dañaron aún más la economía de la región y la estructura habitacional. Según las Naciones Unidas, la ofensiva israelí destruyó totalmente o afectó gravemente una cuarta parte de las construcciones y los desplazamientos forzados abarcarían al 90% de la población.
Sin un acuerdo para el alto el fuego ni planes para el futuro, el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu mantiene la presión sobre la Franja de Gaza, pero también sobre Cisjordania.
El territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) es parte de una disputa histórica y funciona como un refugio para el terrorismo de Hamas y otras agrupaciones como la Yihad Islámica. De los ataques israelíes en la zona se anunciaron las bajas de cabecillas que responden a estos grupos radicales.
Sin embargo, la presencia de Israel no es solo militar, sino que las colonias asentadas en territorio ocupado no dejaron de crecer. Los conflictos entre colonos y palestinos, agravados por el contexto, también aumentaron.
Líbano, el hogar de Hezbollah y la posibilidad de una ocupación de Israel
El conflicto en Medio Oriente se expandió al Líbano desde principios de año y, a partir de agosto, la campaña militar de Israel comenzó a aumentar su agresividad al mismo tiempo que cosechó logros.
En los últimos meses se produjeron una serie de bajas sin precedentes, entre ellos el histórico líder Hassan Nasrallah y sus dos sucesores, Kassan Khalil Yassin y Hashem Safieddine. La estructura de mando de Hezbollah fue desmantelada por completo, aunque el grupo sigue en actividad y continúa realizando ataques en el norte de Israel.

La siguiente fase de la operación israelí dio inicio a una ocupación terrestre que recuerda a conflictos similares en 1982 y 2006. Como complemento, los ataques aéreos no cesaron e incluso llegaron a comprometer a las fuerzas de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apostadas en el sur del Líbano.
A raíz de este suceso, Netanyahu le pidió al secretario general de la ONU retirar a los cascos azules. Para el primer ministro, la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (UNFIL) es rehén de Hezbollah y pone en peligro la seguridad de las tropas israelíes.
En esta nueva etapa del conflicto, los enfrentamientos entre el grupo libanes y las FDI ya no son solamente a través de misiles y drones, sino que son cara a cara. Todo parece indicar que Israel buscará emular la estrategia realizada en Franja de Gaza y quedarse en el extranjero para desmantelar a un actor importante para el terrorismo internacional.
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Irak, Siria y Yemen, los enemigos endebles de Israel
Hace tiempo que Irak, Yemen y Siria son considerados Estados títere del régimen de los Ayatolá en Teherán. Tanto Bagdad como Saná y Damasco tienen a sus gobiernos debilitados y atravesados por los conflictos internos, los cuales comprometen su orden nacional, su proyección internacional y fundamentalmente su autonomía.
Irán aparece como un apoyo para grupos paramilitares que buscan garantizar el poder de políticos aliados en estos países, al mismo tiempo que Estados Unidos mantiene su presencia en Irak principalmente con bases militares. Por su parte, Siria se encuentra en una guerra civil, pero el poder central sigue perteneciendo al gobierno apoyado por Teherán.

Yemen comparte similitudes con Siria, con enfrentamientos que dividen su territorio y con el dominio de los rebeldes hutíes en la capital y en el noroeste del país. Desde 2015 los yemeníes se encuentran inmiscuidos en un conflicto sin fin.
Tanto Irak como Siria son sostenidos por la Guardia Revolucionaria de la Revolución Islámica, una facción importante dentro de las Fuerzas Armadas iraníes, que defiende los intereses de los Ayatolá en el extranjero. Esta política arrastra a estos países a la guerra y constituye dos frentes de ataque hacia Israel.
Por su parte, los hutíes no están influenciados por Irán pero comparten su alineación ideológica: el rechazo al salafismo, el antisionismo y el antiimperialismo, es decir, consideran enemigos a Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos.

En el último tiempo, Israel se limitó a operaciones aéreas contra objetivos estratégicos. El más resonante fue el ataque de abril a la embajada de Irán en Siria que dejó un saldo de 13 muertos, entre ellos asesores militares de Teherán y comandantes de la Guardia Revolucionaria.
En la actualidad, Irak, Siria y Yemen no suponen una amenaza de primer orden para Israel, sin embargo, no dejan de ser frentes de batalla que atentan contra Tel Aviv con cierta frecuencia.
Posible ataque contra el petróleo de Irán y la amenaza de una nueva escalada
Desde 1979, la Revolución Islámica instauró un orden político y religioso en Irán con base en el chiismo, una vertiente del Islam que rivaliza con el sunismo centralizado en Arabia Saudita y cuyos adeptos en el gobierno llevan al extremo.
Los Ayatolá y generalmente los presidentes enfrentaron a Israel en defensa de la causa palestina, pero sobre todo por una reivindicación histórica de la predominancia musulmana en la región.

En las últimas décadas, Irán instauró una red de proxies compuesta por grupos terroristas como Hezbollah y Hamás y países como Irak y Siria que se encargaron de rivalizar con Tel Aviv.
Con los ataques en Franja de Gaza y el Líbano, los iraníes dejaron de lado brevemente esa influencia internacional para atacar las defensas israelíes en abril y septiembre, los primeros ataques en 45 años de tensión y enemistad.
Israel respondió con una ofensiva aérea al primer ataque, pero no respondió a la última afrenta. Lejos de evitar una escalada, Benjamin Netanyahu mantiene la posibilidad de una operación contra los activos petroleros de Teherán, que caracterizó como “letal” y que podría provocar una escalada aún mayor en la región.