El pasado 27 de julio, Hezbollah lanzó una andanada de cohetes sobre los Altos del Golán, uno de los cuales cayó en la aldea drusa de Madjal Sham, administrada por Israel y reconocida por la comunidad internacional como territorio sirio. La explosión en un campo de fútbol dejó el saldo de 15 niños muertos y 30 heridos.
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Israel identificó al comandante local de Hezbollah, Fuad Shukr, como responsable del lanzamiento que devastó a la comunidad drusa. Inmediatamente, se reunieron los líderes del gabinete de seguridad de Tel Aviv y dieron vía libre para que el primer ministro y el ministro de Defensa decidieran la forma y el momento de la respuesta contra Hezbollah.
Al día siguiente, el ministro de Asuntos Exteriores libanés, Abdallah Bou Habib, solicitó a Washington que instara a Tel Aviv a la moderación, en un intento de calmar la situación. En virtud de ello, el Gobierno estadounidense envió un mensaje a Hezbollah a través de las autoridades de Beirut.
La represalia israelí y la escalada de tensión
Sin embargo, el 30 de julio, la Fuerza Aérea israelí bombardeó un suburbio de Beirut, en represalia por el ataque al campo de fútbol druso, y eliminó a Fuad Shukr. No obstante, el comandante de Hezbollah supuestamente responsable del ataque había negado su injerencia en el ataque.

El premier Netanyahu cumplió con su respuesta “severa” al ataque a los Altos del Golán. No tomó en consideración el pedido de los funcionarios occidentales que habían instado a Israel a ejercer moderación para evitar ampliar el conflicto de larga data con Hezbollah.
La eliminación del líder de Hamas, otro frente abierto
El mismo 30 de julio, el líder político de Hamas en el exilio, Ismael Haniyeh, fue eliminado en Teherán, al regreso de la ceremonia de investidura del nuevo presidente de Irán. La explosión que acabó con su vida se produjo dentro del edificio en el que se alojaba en la capital iraní.
Los funcionarios de Hamás advirtieron que la muerte de Haniyeh “no pasaría en vano” y describieron el asesinato como una “grave escalada”.

Por su parte, el líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, dijo que era el “deber” de Irán vengar la muerte de Haniyeh, asesinado dentro de su territorio. Según declaraciones de tres funcionarios iraníes, Khamenei dio una orden para que Irán “atacara directamente a Israel” después del asesinato.
El interrogante del momento es hasta dónde se extiende la severidad de las respuestas.
Errores de cálculo y el escenario más temido
Ya en mayo pasado, los asesores del presidente de EE. UU., Joe Biden, le habrían manifestado su preocupación al mencionar que “un error de cálculo o un accidente contra un objetivo civil” podría obligar al sistema político de cualquiera de los dos países -Israel y el Líbano- a tomar represalias que nos lleven a la guerra. Ello, a pesar de que ambas partes probablemente entiendan que un conflicto de mayor escala no beneficiaría a ninguna de las partes.
El primer interrogante es dilucidar si hubo un error de cálculo de Hezbollah con su ataque al Golán, y si la respuesta israelí fue una medida proporcional. También surge analizar si ambas acciones intentaron conocer hasta dónde llegaría la respuesta. A la vez, es necesario considerar el eventual ingreso de Irán en esta “ruleta” con escasos números de soluciones.

Las opciones a considerar pueden variar desde un enfrentamiento directo entre Irán e Israel, con el apoyo de sus proxies Hezbollah y Hamas; hasta una amenaza “disruptiva”, en palabras de Van Creveld, lo que podría suponer, por ejemplo, un avión comercial estrellado contra el edificio del Ministerio de Defensa en Tel Aviv o cualquier acción vinculada al crimen organizado en Jerusalén.
La opción intermedia pasa por el incremento de los ataques de los proxies, Hamas y en especial Hezbollah, sobre territorio israelí, con un mayor apoyo de Irán.
Cualquiera de estas opciones tiene el potencial de crear una situación nunca antes vista en la región: una gran guerra regional, que podría arrastrar al Golfo. Además, también podría desembocar en un enfrentamiento directo entre EE. UU. e Irán.
Una guerra abierta en la región: ¿Probabilidad o posibilidad?
En los últimos diez meses de enfrentamientos, Israel, Hezbollah e Irán siempre han mostrado cierta cautela cuando la situación parecía estar al borde del abismo. En enero, Israel eliminó a un alto dirigente de Hamas en Beirut. La guerra total no llegó a materializarse. En abril, Israel mató en Damasco a un alto mando de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán. En respuesta, Irán lanzó ataques sin precedentes contra Israel, pero sin que ello desembocara una guerra total.

Hasta el momento, las acciones de Israel se limitan a proyectar su fuerza como forma de aumentar la presión sobre el eje de la resistencia de sus enemigos. El objetivo estratégico israelí juega con la eventual fractura entre Irán y sus proxies, al coquetear con la perspectiva de una guerra total. Esta política de llevar las cosas al límite tiene como objetivo inquietar a los adversarios, obligándolos a reconsiderar su postura unificada y posiblemente conduciendo a concesiones a favor de Israel.
Además, los cálculos de Israel sugieren que, aunque Hezbollah e Irán podrían considerar las incursiones en Beirut o Teherán como escaladas significativas que requieren una respuesta, es probable que ambos actores eviten desencadenar un conflicto total que podría conducir a una guerra abierta. Ello dejaría la iniciativa a Israel como forma de ser culpable del inicio de la conflagración. Al mismo tiempo, existe la confianza de que Israel pueda llevar a cabo acciones selectivas sin provocar un conflicto regional más amplio.

Otra especulación israelí es la idea de que el temor a una mayor escalada empujará a Hezbollah e Irán a ejercer presión sobre Hamás para que cumpla algunas de las demandas de Israel durante las negociaciones de alto el fuego. Como respaldo, Israel anticipa que cualquier escalada real, en particular una provocada por sus acciones selectivas, cuenta con el apoyo, tanto militar como diplomático, de Washington y sus aliados.
El movimiento hacia Medio Oriente del grupo de ataque del portaaviones USS Abraham Lincoln, junto al portaaviones USS Theodore Roosevelt y al envío del submarino USS Georgia con misiles de crucero, respaldan la disuasión de apoyo prometida a Israel.
El rol de EE. UU. en las negociaciones para evitar una guerra total
Los diplomáticos estadounidenses y otros negociadores buscan el fin de la guerra entre Israel y Hamás, para tratar de evitar que escale el conflicto regional, aunque hoy no tengan garantías de lograrlo. Por su parte, los iraníes han jurado venganza, aduciendo que la incertidumbre de la espera israelí por algún ataque juega a su favor.
Israel está hoy en condiciones de mantener hasta dos frentes de combate: uno en Gaza y otro en su frontera norte con el Líbano. Entablar ahora un conflicto con Irán le demandaría haber concluido en forma exitosa con alguno de los otros dos. El balance entre la posibilidad y la probabilidad cobra mayor vigencia.

No obstante, la inmediata solución es el logro del acuerdo propuesto por EE. UU. para finalizar la guerra en Gaza. Mientras tanto, una solución definitiva -posible, aunque no probable- sería trasladar a Hezbollah al norte del río Litani, de acuerdo con la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2006.
Según el secretario de Estado, Antony Blinken, la mejor manera de evitar una guerra total entre Israel y Hezbollah es conseguir un alto el fuego en Gaza.
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De todos modos, cabe recordar que las guerras han comenzado históricamente en todo el mundo incluso cuando los líderes no las querían, aunque tuvieran otra opción.
Es sumamente necesario evitar que esa ruleta de pocos números se convierta en una ruleta rusa de un solo tiro y, llegados a ese punto, rogar que este no se dispare.