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El drama del Chagas

Pese a ser conocida hace más de un siglo, la enfermedad de Chagas continúa siendo endémica en varios países de América Latina. Conversamos con el doctor Ricardo Gürtler, investigador principal del Conicet, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y director del Laboratorio de Eco-Epidemiología de la Universidad de Buenos Aires.

Por Susana Rigoz / Fotos: Gentileza Médicos Sin Fronteras.


Está claro que la antigüedad no ha sido un factor relevante a la hora de centrar esfuerzos en esta enfermedad, conocida con un nombre tan significativo como “la enfermedad de los pobres”, y causa vergüenza pensar que, a 100 años de descubierta, la mayoría de los enfermos que la padecen siguen sin acceder tanto a los sistemas de diagnóstico como a los tratamientos.

La enfermedad -descubierta en 1909 por el médico brasileño Carlos Ribeiro Justiniano Chagas- es causada por el parásito Trypanosoma cruzi y transmitida a los seres humanos por la vinchuca. Pese a tratarse de un mal propio del continente americano -en especial, de América Latina-, en la actualidad y cada vez con mayor frecuencia se registran casos en Europa, Australia, Japón, Estados Unidos y Canadá. “Debido a las migraciones, hoy es posible encontrar seres humanos con el parásito prácticamente en todo el mundo”, explica el doctor Gürtler. En lo que concierne a nuestro continente, se calcula que hay aproximadamente unos 10 millones de personas afectadas, desde México a la Argentina. “La situación regional es bastante heterogénea”, afirma el especialista. “En el cono sur americano, Brasil, Chile y Uruguay han interrumpido la transmisión de Chagas a través de la especie de vinchuca que hay en nuestro país. Hay algunos departamentos de Paraguay y provincias de la Argentina que también alcanzaron ese status. Pero Bolivia y zonas del Perú, Colombia, Venezuela y México, por ejemplo, tienen problemas de variada envergadura. La cuenca del Amazonas ha visto un creciente número de brotes de Chagas producidos por la ingestión de alimentos contaminados”.

LA ENFERMEDAD

La transmisión del mal de Chagas no tiene una causa única, puede deberse a picaduras del insecto, transfusiones de sangre, donaciones de órganos de una persona infectada, transferencia madre-hijo -ya sea durante el parto o el embarazo- o a alimentos contaminados con el parásito. Sin embargo, la razón más usual es el contacto con los insectos. Como la vinchuca -principal transmisor- sale de noche, es común que pique en los lugares expuestos del cuerpo, como la cara. La infección suele producirse cuando las heces del insecto -que se encuentran cerca de la picadura- penetran en la piel, en general a raíz de que la persona se rasca o se frota los ojos. La enfermedad consta de dos etapas. La primera suele no tener síntomas y dura aproximadamente dos meses. La segunda, fase crónica, dura toda la vida y genera afecciones cardíacas -30% de los casos-, y también afecciones digestivas graves, en un 10%. Estas afecciones pueden terminar produciendo la muerte. Pese a que no hay vacunas que la prevengan, la enfermedad puede tratarse con eficacia si se realiza un buen diagnóstico. “Existen dos drogas efectivas para tratar la etapa aguda de la enfermedad y que fueron descubiertas hace unos 50 años. Durante las dos últimas décadas diversos grupos de investigación han hallado que el tratamiento es un 80% efectivo, incluso en la fase crónica temprana de la enfermedad, en niños menores de 15 años. Pero además hay evidencias más recientes y promisorias que indican que un sustancial porcentaje de los adultos en fase crónica más avanzada también puede curarse. Existe cierto grado de controversia a nivel médico, particularmente porque los métodos diagnósticos que permiten decir si un paciente crónico se ha curado son relativamente poco adecuados”, afirma Gürtler. El hecho de que los tratamientos hayan demostrado su eficacia impone que los programas para controlar la enfermedad incluyan el diagnóstico y tratamiento del enfermo chagásico entre las prioridades sanitarias, más allá de centrarse en la prevención y el control del vector. Aunque parezca mentira, muchas personas ignoran “que padecen la enfermedad, que existen tratamientos  e incluso que son las vinchucas los insectos transmisores”.

ARGENTINA

Un estudio realizado en 2006 por la Organización Panamericana de la Salud indica que en la Argentina el número de personas infectadas superaría el 1.500.000. Sin embargo, según manifiesta Gürtler, en nuestro país -al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos- los datos existentes son indirectos, a partir de bancos de sangre y de población general que se atiende en hospitales y, aunque es información útil, “presenta dificultades en cuanto a su representatividad o para identificar áreas que habría que priorizar”.

En general, históricamente se carece de información de las zonas más marginadas y con menor accesibilidad, que suelen ser las que concentran pobreza y enfermedades asociadas. Casi todo lo que se conoce sobre casos agudos de Chagas “se registra a través del sistema de vigilancia, y como la enfermedad es mayormente asintomática, muchos casos agudos pasan desapercibidos a menos que la persona tenga alguna sospecha y se realice un examen de sangre”.

En cuanto a la tendencia general del control de la enfermedad, la transmisión a través de la vinchuca se ha reducido “si uno compara los valores de la última década con los registrados entre 1950 y 1970”, analiza el investigador. Pero, aclara que comparado con los de los 90, existen algunos casos de progresos y otros de retroceso o estancamiento relativo dependiendo de la provincia en cuestión y del tipo de forma de transmisión que se considere. “La situación es dinámica. Si no se realizan acciones de control debidamente planeadas y ejecutadas donde está el vector, los progresos se pierden más o menos con rapidez. Actualmente existe transmisión activa del parásito a través de las vinchucas en algunas provincias del norte del país pero también en la región cuyana, por ejemplo”.

Respecto a las provincias afectadas, Gürtler explica que históricamente eran Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Salta, La Rioja, norte de Córdoba y Santa Fe, y San Juan, situación que varió a raíz de las migraciones internas. “En la actualidad, la distribución de las personas infectadas abarca todo el país, hasta Tierra del Fuego, y numéricamente la cantidad de infectados probablemente sea mayor en la región metropolitana de Buenos Aires y otros grandes núcleos urbanos del interior del país”. Esta realidad llevó también a la urbanización de la enfermedad de Chagas, ya que una fracción de los que la sufren ha emigrado del campo hacia las ciudades. “En un sentido más restringido, la enfermedad de Chagas se ha instalado en la periferia de algunas ciudades y pueblos del interior, ya que la vinchuca se puede adaptar perfectamente a casi cualquier tipo de vivienda, si sus habitantes no la combaten”.

PROGRAMA NACIONAL DE CONTROL DE CHAGAS

En la Argentina se lleva adelante desde hace casi 50 años el Programa Nacional de Chagas, que fue mutando con el paso del tiempo hasta que a principios de los 80 se produjo una descentralización que llevó a que prácticamente cada provincia tuviera un programa propio, que es apoyado por el nivel central. “Esto contribuye a la fuerte disparidad de la prioridad política que se le asigna entre provincias y del grado de control alcanzado. El conocimiento del terreno y la rica experiencia del Programa Nacional, probablemente su patrimonio más importante, se fue debilitando a caballo de políticas públicas que impidieron la incorporación de los recursos humanos y la renovación de la infraestructura, como los vehículos por ejemplo, generando un debilitamiento de la capacidad operativa en terreno”.

Entre las acciones concretas llevadas a cabo para combatir el flagelo, la aplicación de insecticidas mediante aspersiones (rociados) sigue siendo una herramienta eficaz para eliminar a las vinchucas cuando es bien utilizada tanto a nivel de las viviendas como de las comunidades afectadas. Para el investigador, un aspecto que preocupa es que en algunas zonas hay problemas derivados de la aparición de vinchucas resistentes a los insecticidas, pero que aún no se hallaría tan extendido como para comprometer el programa de control de nuestro país. En cuanto a la transmisión transfusional del parásito “se halla controlada casi totalmente a partir del sistema de tamizaje de donantes que desde hace décadas existe en nuestro país. La transmisión congénita de Chagas de la madre al bebé no puede ser prevenida, pero sí diagnosticada en forma temprana y, si ocurre, se puede tratar y curar al bebé casi con total certeza”.

LA AUSENCIA DE UNA POLÍTICA DE ESTADO

Consultado acerca de cuáles son las principales dificultades que impiden controlar el Chagas, el doctor Gürtler enumera diferentes aspectos del problema, como el grado de prioridad política asignada a nivel provincial, nacional e internacional; la descentralización de las operaciones de control del vector; la cantidad de recursos humanos entrenados y de vehículos asignados para el trabajo de control en terreno, además de los insumos necesarios (insecticidas, combustible, etc.), lo cual lleva directamente al tema de presupuesto y grado de prioridad política; accesibilidad a las comunidades rurales afectadas; biología del insecto y clima; estructura de la vivienda; información y educación de la población, de su participación -o falta de ella- en todo el proceso de control, entre otros. “Quizás la principal dificultad que tenemos como sociedad es consensuar y sostener una política de Estado para resolver este problema más allá de gobiernos y banderas políticas. Chagas y pobreza van de la mano, así que tomar una política de Estado frente a ambos tiene doble y múltiple impacto. En un contexto en el que aparece el dengue, la leishmaniasis, reaparece la fiebre amarilla y otras enfermedades transmitidas por vectores, la falta de una visión estratégica en décadas pasadas explica por qué en la actualidad nos asomamos a cada verano con la sensación de que podemos sufrir alguna calamidad de salud pública”, sintetiza.

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