En pleno desarrollo de la Copa de las Confederaciones, antesala del Mundial 2014, las principales ciudades brasileñas se han visto sacudidas por una serie de manifestaciones que tuvieron como disparador el aumento de la tarifa del transporte público.
Unos 200.000 manifestantes marcharon el lunes por las calles de las principales ciudades de Brasil, en la mayor ola de protestas en más de 20 años alentada por el extendido descontento social por las deficiencias de los servicios públicos, la violencia policial y la corrupción del Gobierno. Las marchas, motorizadas en su mayoría mediante campañas en las redes sociales de internet, bloquearon las calles y detuvieron el tránsito vehicular en más de media decena de ciudades, entre ellas Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Brasilia. Con una serie difusa de demandas, la ola de protestas que inicialmente tuvo como disparador el aumento de tarifas de autobús también sirvió para expresar las críticas por el accionar policial la semana pasada, que dejó decenas de heridos y detenidos por la represión de las marchas, especialmente en la capital paulista.
Pese a ser manifestaciones pacíficas en la mayoría de las ciudades, en Río de Janeiro la Asamblea Legislativa y algunos predios históricos fueron blanco de ataques y hubo choques con la policía. En Brasilia, los manifestantes ingresaron al área externa del Congreso Nacional y se reforzó la seguridad del Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo federal.
Las pequeñas protestas iniciales ganaron fuerza y se propagaron después del jueves último, cuando una manifestación en Sao Paulo se tiñó de violencia y hubo denuncias de abusos que habrían sido cometidos por la Policía Militar. El lunes, el epicentro de la protesta pasó de la capital del estado paulista, donde contó con una asistencia de alrededor de 65.000 personas, a Río de Janeiro. Allí, mientras los asistentes se congregaban por la tarde, la multitud llegó a las 100.000 personas, según cifras de la policía local. Al menos unas 20.000 personas se reunieron en Belo Horizonte.
Las protestas han ganado impulso en momentos en que Brasil es anfitrión de la Copa Confederaciones de fútbol, un ensayo antes de la Copa del Mundo del próximo año. El Gobierno espera que estos eventos, junto con los Juegos Olímpicos Río 2016, muestren al país como potencia emergente en el escenario global. Según las declaraciones de varios manifestantes, el aumento del pasaje de autobús fue apenas un episodio que detonó una ola de demandas.
Brasil no veía protestas tan multitudinarias desde los días de 1992, cuando la población salió a las calles para pedir el impeachment del entonces presidente Fernando Collor de Mello. A pesar de tasas de desempleo en niveles mínimos históricos, el país sufre una inflación que ronda el techo de la meta del Gobierno y el crecimiento económico se ha desacelerado. Ante el contraste con los miles de millones de dólares que han salido de las arcas fiscales para construir nuevos estadios con el lamentable estado de los servicios públicos de Brasil, los manifestantes utilizan la Copa Confederaciones como contrapunto para amplificar sus preocupaciones.
Brasil también se prepara para recibir a más de 2 millones de visitantes en julio, cuando el papa Francisco realice su primer viaje al exterior para un encuentro de la juventud católica en Río. Pese a que el clima de la manifestación en Sao Paulo era pacífico, estaban también aquellos que se mostraban contrariados por la protesta.
“La corrupción en Brasil es una cosa de todos los días. ¿Van a protestar todos los días?”, se preguntaba una mujer que se identificó como Cristina y que trabaja en la caja de una carnicería. “Eso no cambia nada. Muchos (de los manifestantes) son estudiantes de clase media. Eso no es el pueblo”, agregó.
Durante el fin de semana, la policía se enfrentó con manifestantes fuera de los estadios en los partidos inaugurales de la Copa en Brasilia y Río de Janeiro. Las protestas eran por el elevado gasto público en los preparativos para el Mundial.
“No deberíamos estar gastando dinero público en estadios”, dijo una manifestante en Sao Paulo que se identificó como Camila, una agente de viajes de 32 años. “No queremos la Copa. Queremos educación, hospitales, una vida mejor para nuestros niños”, agregó.
La presidenta Rousseff, quien ha disfrutado de un alto índice de aprobación desde que asumió el cargo en el 2011, recientemente comenzó a descender en las encuestas de opinión.
Pese a que las protestas han ganado terreno, no parecen reflejar un gran declive en el apoyo a la mandataria, aunque Rousseff fue abucheada el sábado en la inauguración de la Copa Confederaciones.
Fuente: Reuters