Donald Trump y Vladímir Putin se reunirán por primera vez desde el retorno del republicano a la Casa Blanca. Las expectativas se ciernen sobre la base militar en Anchorage, ubicada en Alaska, ante un posible desenlace de la guerra en Ucrania y el restablecimiento formal de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.
Para el encuentro de alto nivel, se cerrará el espacio aéreo de Anchorage para garantizar la seguridad, así como la actividad civil en las zonas aledañas.
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La base de Anchorage, sede de la cumbre de Trump y Putin
Los mandatarios de las principales potencias se reunirán en la base militar Elmendorf–Richardson en Anchorage, ubicada cerca del Golfo de Alaska y a la salida inmediata al Pacífico, pero también a Rusia.
La base construida en 1940 funciona como una instalación conjunta para la Fuerza Aérea y el Ejército de los Estados Unidos. Es utilizada por el Comando de Alaska (ALCOM), la Región NORAD de Alaska (ANR), la Fuerza de Tarea Conjunta-Alaska (JTF-AK), la Undécima Fuerza Aérea (11 AF), el Ala de Base Aérea 673, el Ala 3, el Ala 176, entre otras organizaciones que llegan al total de 75 unidades asociadas.

Además de ser un lugar ideal para una cumbre de alto nivel entre Trump y Putin, se trata de la punta de lanza de Estados Unidos para la proyección de poder aéreo y su reciente protagonismo se remonta a la amenaza de la Guerra Fría.
Anchorage cumple la misión especial de apoyar y defender los intereses estadounidenses en la región de Asia Pacífico, así como los requisitos del teatro de operaciones del Comando Indo-Pacífico de los Estados Unidos (USINDOPACOM).
Se estima que cuenta actualmente con más de 5.500 efectivos militares y civiles. Además, brinda atención médica a más de 35.000 militares, veteranos y jubilados en todo Alaska, así como también cumple un rol clave en la infraestructura de transporte en el Estado.
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Alaska, un reflejo de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia
Hoy parte de los 50 territorios que componen Estados Unidos, Alaska fue, previamente, parte del Imperio ruso, que intentó ser explotado por primera vez en 1725, año en el que data la primera expedición ordenada por el zar ruso Pedro el Grande. La proyección imperial hacia el este encontró diversos obstáculos, como la crisis económica, la guerra de Crimea, la rivalidad territorial con Reino Unido en América y la resistencia de los nativos a la presencia extranjera.
En 1799, el zar Pablo I había autorizado la creación de la Compañía ruso-americana para la explotación y comercio en los dominios que, en ese momento, comprendía las islas Aleutianas, Alaska y el territorio hasta los 55° de latitud norte.

Sin embargo, la actividad económica no representó un diferencial para el Imperio ruso y decidió la venta de Alaska a Estados Unidos en 1867, impulsada por el Secretario de Estado estadounidense, William H. Seward. La transacción se realizó por un valor de 7.2 millones de dólares, equivalente hoy a más de 156 millones.
Más allá de los beneficios económicos de la explotación minera y de los yacimientos petrolíferos, Alaska ocupó un lugar estratégico en la Guerra Fría producto de su cercanía geográfica con la Unión Soviética (URSS), solo 88 kilómetros de distancia separan a las potencias.
Nombrado como el “Guardián del Norte”, el territorio fue el centro de la detección inmediata de misiles, el desarrollo de armas de destrucción masiva y la primera línea de defensa concreta ante la amenaza de una guerra total contra la URSS. Ahora, Alaska volverá a ser la definición inmediata de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, así como un punto de inflexión en la guerra en Ucrania.