El investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (CEEPyS) advierte sobre el agotamiento de los recursos petroleros del planeta y desmitifica las soluciones mágicas encarnadas por los biocombustibles y las energías renovables.
Por Mariano Roca
El peak oil, traducido al castellano como “cénit petrolero”, es un concepto acuñado en 1956 por el geofísico estadounidense Marion King Hubbert, quien entonces trabajaba en la División Exploración y Producción de la Shell Development Company. Su colega británico Colin Campbell, quien fundó en 2000 la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo y del Gas (ASPO), lo definió como el momento en que se alcanza “la máxima tasa de producción de petróleo en cualquier área que se considere, reconociendo que se trata de un recurso natural finito y que se encuentra sujeto a agotamiento”.
Víctor Bronstein es presidente de ASPO Argentina y ha centrado gran parte de sus investigaciones en el estudio de este fenómeno. Consultado por DEF, se encarga de poner en cuestión el concepto de “producción” cuando hablamos de petróleo, ya que en realidad “la producción la hizo la naturaleza durante más de 100 millones de años y hoy nosotros estamos viviendo de ese subsidio”. A su juicio, sería más ajustado a la realidad utilizar el término técnico “extracción”. La gran pregunta es, entonces, qué tan cerca estamos en el planeta del pico histórico de extracción, a partir del cual la reposición de reservas no será ya suficiente para compensar nuestro consumo de hidrocarburos.
-¿Qué implica el concepto de peak oil?
-Lo que más preocupa a esta teoría no es el agotamiento del recurso, sino el límite en el flujo que diariamente se puede obtener del mismo. En estos momentos, el mundo está consumiendo poco menos de 86 millones de barriles diarios y las predicciones para el año que viene indican que el consumo estaría arriba de los 86 u 86,5 millones. Mientras tanto, la capacidad de producción mundial estaría cerca de 89 millones, lo que nos coloca muy cerca del límite. En el mundo, más del 80% de la energía proviene de los combustibles fósiles. Reemplazarla tiene un costo impresionante desde el punto de vista económico y, por otro lado, desde la dimensión temporal, hay que tener en cuenta que los cambios en las fuentes energéticas son muy largos, llevan décadas y hasta siglos.
-¿En Argentina ya alcanzamos el pico de extracción? ¿Qué responsabilidad le cabe realmente a la década de los 90, que suele ser sindicada como la responsable de la caída de nuestras reservas?
-En Argentina el peak oil se alcanzó en 1998. Es cierto que en los 90 hubo una disminución de la inversión que tuvo que ver con cómo se dio el proceso privatizador y desregulador. Sin embargo, también es cierto que había reservas que YPF no terminaba de desarrollar por falta de inversión, debido a las características geológicas de las cuencas argentinas. Dos grandes críticas que se le pueden hacer a la política petrolera de esos años son: la venta de YPF a Repsol -una empresa sin experiencia y sin tecnología que compró YPF endeudándose, con lo cual estaba obligada a remitir las ganancias para pagar las deudas financieras y no podía reinvertir lo suficiente en exploración- y la provincialización de los recursos a partir de la reforma constitucional de 1994. Las provincias, por problemas de caja o por necesidades de corto plazo, a veces acceden a negociaciones con las petroleras que no son las más convenientes desde una visión estratégica.
-Usted ha señalado que estamos frente a la primera crisis petrolera internacional que se produce por razones geológicas.
-Eso es lo novedoso de esta época. Las crisis de 1973 y de 1979 fueron políticas, ya que el recurso sobraba en ese momento y la capacidad de producción era mucho mayor que el consumo existente. En cambio, hoy estamos acercándonos a un problema que existe por cuestiones geológicas, aunque el componente político esté siempre presente. Hay que señalar que si bien los socios de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) producen menos del 40% del petróleo a nivel mundial, tienen en sus manos el 70% de las reservas. Justamente por ello, los países consumidores tratan de ver cómo consiguen fuentes alternativas.
-¿Es posible reducir el consumo energético en el planeta?
-Estamos en un momento en que, por primera vez, el mundo está en las puertas de una verdadera crisis energética global, algo que no había ocurrido nunca antes. Desde que empezó la civilización industrial, los combustibles fósiles siempre existieron como recurso. Ahora estamos en un punto en que se están agotando. La situación se está empezando a complicar con el ingreso de China e India en la civilización industrial. China ya superó a EEUU como primer consumidor de energía e India está tercera. Entrar en la civilización industrial implica ingresar a un sistema de vida caracterizado por el gran consumo energético, desde la electricidad al automóvil. Un elemento fundamental va a ser el ahorro energético. Y, por más campañas que se realizan para concientizar a la población, lo que define el valor del recurso es su costo.
-¿Cómo evalúa la política de subsidios que se aplica en Argentina?
-Es comprensible que el gobierno haya tenido en algún momento una política de no aumentar el precio de la energía para subsidiar el consumo, debido al grave problema social que teníamos después de diciembre de 2001. La tensión que provoca una energía muy barata es que, además de generar distorsiones en cuanto a inversiones, fomenta el derroche y eso es lo que hay que tratar de evitar. Se deben ir acomodando las tarifas, más allá de la discusión acerca de cómo subsidiar a los sectores de menores recursos para garantizarles el acceso a la energía, que es un derecho. Para que se aprecie la energía como un elemento valioso, tiene que costar. Energías renovables y biocombustibles: ¿un mito?
-¿Qué grado de eficiencia tienen las energías renovables?
-Cuando se analizan las cuestiones energéticas desde el punto de vista conceptual, hay que tomar en cuenta un conjunto de dimensiones. En el caso de las energías alternativas, por ejemplo, el costo producir el bioetanol de maíz en EEUU a partir del riego artificial y del uso de fertilizantes es muy alto. Cuando se hace el balance o la tasa de retorno energético, observamos que a veces se termina invirtiendo más energía de la que posteriormente se obtiene.
-¿Es ahí dónde debe intervenir el Estado con los subsidios?
-En todo el mundo el Estado interviene. Las renovables siguen siendo mucho menos eficientes, además de algunos problemas tecnológicos que traen. Entonces siempre tienen que crecer en base a subsidios. Un ejemplo es que en EEUU, después de muchos años, los proyectos de instalación de las centrales a carbón superaron este año a las eólicas. Bajó significativamente el precio del gas, que pasó de 12 dólares el millón de BTU (2008) a entre 3 y 4 dólares (2010). Y no hay manera de competir contra esos precios.
-Los biocombustibles no son, entonces, una solución mágica para el problema…
-El petróleo también es un biocombustible, que se ha concentrado en cientos de millones de años. Nosotros estamos viviendo de ese subsidio que nos da la naturaleza. En el caso del etanol de caña de azúcar que se produce en Brasil, donde el clima es subtropical, se está corriendo la frontera agrícola. Allí la tasa de retorno energético tiene una relación de 2 a 1 o de 3 a 1. Mientras tanto, en el petróleo la tasa es de 30 a 1. Además, hoy se está discutiendo si los biocombustibles son tan ecológicos como se pensaba y cuál es su real impacto en la solución del calentamiento global. Y, desde el punto de vista social, los biocombustibles pueden generar un aumento en el precio de los alimentos.
-En el caso de la Argentina, el biodiesel de soja nació como un desarrollo de los propios productores destinado a la exportación.
-Las grandes inversiones que se hicieron en biodiesel en nuestro país tuvieron un interés específico: hoy la soja tiene una retención de alrededor del 31% y el biodiesel paga un 14%. Además, las plantas pueden producir indistintamente aceite de soja o biodiesel y eso se va adaptando en función del mercado. No es una cuestión energética. Desde el punto de vista económico, no está mal aprovechar la oportunidad y agregar valor al recurso. Se trata de un juego económico-financiero. Eso es lo que ocurre en todo el mundo con el negocio de los subsidios. Fue esa la manera que tuvo George W. Bush de subsidiar a los farmers (granjeros) del Medio Oeste, votantes de los republicanos. El precio del biocombustible es mucho más alto que el de los hidrocarburos. La integración energética sudamericana
-¿Nuestra región está en condiciones de autoabastecerse?
-A partir del desarrollo de los combustibles, el mundo se divide entre países productores y consumidores. En general, salvo Canadá y Noruega, los países industrializados son en mayor medida consumidores. América Latina, como región y más allá de la situación particular de cada país, se autoabastece energéticamente. Entonces, el proceso de integración es importante porque, en las puertas de una nueva crisis energética global, la lucha no va a ser por el precio, sino que en algún momento puede llegar a ser por el recurso. Ahí nos conviene estar integrados, para que todos los países de la región puedan tener seguridad energética.
-¿Hay que pensar en la seguridad energética, más que en el autobastecimiento?
-Hoy la discusión ya no es en qué medida cada país se autoabastece, pues eso depende de la geología y de otros factores, lo cual no niega que haya que hacer las inversiones necesarias. Sin embargo, lo que hay que lograr es la seguridad energética, que es justamente lo que EEUU está planteando en el mundo. Es cierto que EEUU tiene algunas particulares maneras para lograrlo y, dentro de los ítems para asegurar la seguridad energética, está la presencia militar en Irak o de su flota para garantizar el petróleo que tienen Angola y Nigeria. Más allá de las diferencias coyunturales, nosotros tenemos que tener un concepto de integración energética latinoamericana. En ese sentido, países como Venezuela tendrán un protagonismo muy alto porque tienen mucho petróleo y gas que todavía no se desarrolló porque aún no tiene mercado. Venezuela tiene de siete a diez veces más gas que Bolivia. Hay que lograr una integración energética que vaya más allá de los gobiernos.