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Energía eólica en la región: soplan buenos vientos

En nuestro país se están dando los primeros pasos a través del programa GENREN y de una serie de proyectos provinciales que buscan impulsar el aprovechamiento de esta fuente de energía limpia y renovable.

Con una potencia eólica instalada de 2300 MW y proyectos que estarían en condiciones de inyectar al sistema 17.000 MW adicionales en los próximos cinco años, América Latina se perfila como un foco de atracción de inversiones de una industria que se encuentra en pleno auge a nivel mundial y con precios cada vez más competitivos con los de las energías convencionales.

La fuerza del viento ha dejado de ser una simple promesa, para convertirse en una realidad que promueve importantes inversiones en todo el planeta. El despegue del sector ha tenido un decidido impulso en los últimos diez años, período durante el cual la potencia eólica instalada a nivel mundial pasó de 24.000 MW a 215.000 MW. Esta última cifra, correspondiente a agosto de este año, representa apenas el 3% de la demanda global de electricidad, aunque se estima que para el año 2020 esta fuente renovable podría llegar a satisfacer por sí sola hasta el 12% de la demanda eléctrica mundial. “En un mundo inmerso en una triple crisis -energética, financiera y medioambiental- es cada vez más claro que la energía eólica ofrece, mediante un suministro energético fiable y limpio, una solución conjunta ideal, siendo además una importante fuente de riqueza y empleo”, señaló Héctor Mattio, director general del Centro Regional de Energía Eólica (CREE) con sede en Chubut, durante su presentación en el Congreso Sudamericano de Energía Eólica “WindAR 2011”, organizado por la Cámara de Comercio e Industria Argentino-Alemana (AHK).

Un trabajo publicado por el Global Wind Energy Council (GWEC) en octubre de 2010 analiza tres escenarios hipotéticos de cara a 2020: uno “de referencia”, que toma en consideración las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE); otro de “moderado” crecimiento, que prevé mayores medidas de fomento a las energías renovables y a la reducción de los gases de efecto invernadero; y un tercer diagnóstico “avanzado”, que vislumbra un decidido compromiso político para apuntalar esta industria. El primero de ellos pronostica para 2020 una potencia eólica instalada a nivel mundial de 415.433 MW; el segundo se inclina por un total de 832.251 MW; y el tercero arroja un número tal vez demasiado optimista, 1.071.415 MW. “Está claro que la energía eólica ofrece una fuente de suministro eléctrico prácticamente ilimitada, limpia y libre de emisiones contaminantes, cuyo potencial está siendo actualmente explotado en una mínima parte”, concluye el GWEC, y advierte que a diferencia de la preocupación acerca de la proximidad del “pico petrolero” (peak oil), no existe tal cosa como el “pico eólico” (peak wind), pues se trata de un recurso renovable que nos ofrece la naturaleza en forma permanente.

AMÉRICA LATINA, EN ÓPTIMAS CONDICIONES

Con recursos eólicos abundantes, nuestro continente comienza lentamente a ubicarse en el pelotón de largada. “Aunque sus inicios han sido más bien modestos, existen actualmente signos concretos de que la región se está preparando para desarrollar una importante industria eólica, que complementará la riqueza de sus recursos hidroeléctricos y de biomasa (y sus potencialidades en materia solar)”, destacaba el GWEC en su Global Wind Report 2010. Esa organización estima, tomando en cuenta un escenario moderado en el que América Latina alcanzara en 2020 una potencia eólica instalada de 30.000 MW, que la inversión acumulada durante la próxima década podría alcanzar los 50.000 millones de dólares, con una creación de 75.000 nuevos empleos calificados en esta industria. Para favorecer las potencialidades que ofrece esta fuente de energía se requiere, a juicio del Comité Latinoamericano GWEC, “reforzar la voluntad política, promover una regulación amigable con las energías renovables, generar en los inversores una mayor certidumbre a largo plazo y ampliar el acceso al financiamiento de proyectos eólicos”.

“La energía eólica viene a mejorar la seguridad energética y a servir como un regulador que mejore las condiciones de eficiencia de la oferta de energía eléctrica”, explicó Mauricio Trujillo, gerente de Proyectos del GWEC para América Latina, durante su exposición en “WindAR 2011”. En ese mismo foro, Marcelo Tokman, ex ministro de Energía de Chile y actual vicepresidente de Vestas Sudamérica, señaló que la opción eólica ayudaría a reducir la dependencia externa de aquellos países latinoamericanos que son importadores de combustibles fósiles y les permitiría aprovechar un “recurso autóctono que casi no produce emisiones de efecto invernadero y que recibe por ahora un gran apoyo ciudadano, especialmente de los movimientos ambientalistas, que lo consideran la mejor alternativa frente a las fuentes convencionales”. El ex funcionario, de dilatada experiencia en el ámbito energético, aseguró que hay lecciones que aprender y se refirió puntualmente a la fuerte dependencia de la hidroelectricidad que expone a muchos de los países de la zona, como Venezuela y Chile, a las fluctuaciones asociadas a los regímenes de lluvias. “La respuesta, en términos de fuentes de energía, debe protegernos del riesgo hidrológico”, advirtió.

En ese sentido, una alternativa que ofrece la energía eólica es su complementariedad con la hidroeléctrica, que es una energía de base. A diferencia del agua, que se puede embalsar, los vientos no son acumulables sino que se caracterizan por su intermitencia. La instalación de generadores eólicos en las cercanías de las represas hidroeléctricas contribuiría, entonces, a la regulación del nivel de agua de los embalses, conservando el recurso hídrico para las horas pico y para épocas de baja hidraulicidad. Esa es justamente la base del denominado “Proyecto Génesis”, que el argentino Sergio Roko, miembro del Consejo Profesional de Arquitectura e Ingeniería de Misiones (CPAIM), ha propuesto para nuestro país y que consiste en la instalación de parques eólicos en diferentes puntos estratégicos de la Patagonia, idealmente cercanos a centrales hidráulicas y a subestaciones transformadoras, para permitir el transporte de la energía producida.

BRASIL, A LA VANGUARDIA

El ranking latinoamericano está liderado por Brasil, que a partir de 2004, con la puesta en marcha del Programa de Incentivo a las Fuentes Alternativas de Energía (Proinfa), ha dado un fuerte impulso al sector. La potencia eólica instalada en el país asciende a 1120 MW, aunque según estudios del Centro de Pesquisas de Energía Eléctrica (Cepel) el potencial de generación de los vientos del gigante sudamericano es superior a los 250.000 MW. Hoy están funcionando 55 granjas eólicas a lo largo de todo el litoral marítimo del país. Destaca, por su dimensión, la reciente puesta en marcha del mayor complejo eólico del país, Mangue Seco (104 MW), conformado por cuatro centrales ubicadas en la costa de Río Grande do Norte, equipadas con 52 aerogeneradores de 2 MW. El consorcio constructor y operador está liderado por Petrobras, en su primera incursión en este campo.

Los resultados de las sucesivas subastas competitivas convocadas por la Agencia Nacional de la Energía Eléctrica (ANEEL) -ente regulador del sector- han ido ubicando a la eólica a la par de las fuentes tradicionales en Brasil. En el primer llamado, en diciembre de 2009, se había logrado un precio promedio de 85 dólares por MW/hora. En agosto de 2010, disminuyó a 72 dólares por MW/hora. Finalmente, en la subasta que concluyó en agosto de este año, volvió a descender a 62 dólares por MW/hora, prácticamente en el mismo nivel -incluso levemente por debajo- del precio al que fueron adjudicados los nuevos proyectos hidroeléctricos y los térmicos de ciclo combinado. “La caída en el costo de la energía eólica la convierte en una fuente competitiva frente a las energías convencionales”, destacó Marcelo Tokman.

URUGUAY, LA GRAN REVELACIÓN

En el marco de su plan de diversificación energética, el gobierno oriental se ha planteado una meta muy ambiciosa: alcanzar los 1000 MW eólicos instalados y funcionando en 2015, lo que equivaldría al 30% de la matriz eléctrica del país, un récord a nivel mundial. Daniel Pérez Benech, coordinador del Programa de Energía Eólica del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), reconoció que se trata de un “objetivo ambicioso”, pero describió los pasos que se están dando para lograrlo y la evolución de los costos. En 2009 fueron adjudicados 74 MW, a un precio de 90 dólares por MW/hora. En 2010 se firmaron tres contratos por un total de 150 MW a un promedio de 85 dólares por MW/hora. Este año, en el proceso competitivo por 192 MW que se encuentra en su última etapa, se ha llegado a un promedio de 63 dólares por MW/hora, similar al que se obtuvo en Brasil. Se hizo, además, una nueva convocatoria para adjudicar 450 MW adicionales y la empresa estatal UTE ha lanzado un leasing para arrendar tres centrales eólicas adicionales en los departamentos de Flores, Colonia y San José, con una potencia del orden de los 180 MW.

Ramón Méndez, titular de la Dirección Nacional de Energía (DNE) del MIEM, aseguró que la apuesta uruguaya por la eólica es una “cuestión de independencia energética”, ya que el país tiene su capacidad hidráulica absolutamente colmada y es importador de combustibles fósiles. Aclaró que el Estado oriental no otorga subsidios a las energías renovables y que hoy la eólica está permitiendo reducir los costos energéticos del Uruguay. Sin dudas, instalar 1000 MW eólicos constituye un desafío para la red eléctrica oriental. “La gestión de la energía eólica, de plantearse una penetración importante en el sistema, implicará un despacho de forma tal que la demanda de potencia se satisfaga, con una gestión conjunta del recurso hidráulico, manejando los lagos, las interconexiones, las plantas térmicas de respaldo y aplicando herramientas de predicción”, destacaba un informe presentado en 2006 por la DNETN. Para eso, destacó Méndez, será fundamental “el plan director de expansión de la distribución y transporte de electricidad”.

ARGENTINA, A PASO LENTO PERO SOSTENIDO

En nuestro país, si bien desde el punto geográfico están dadas todas las condiciones, ya que el factor de capacidad de nuestros vientos está entre los mejores del planeta, las inversiones en el sector demoraron más de lo esperado. Erico Spinadel, presidente de la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE), considera que “todavía hace falta un marco regulatorio adecuado”. En rigor, en 2006 el Congreso sancionó la Ley 26190, que estableció la meta de alcanzar para 2016 el 8% de la demanda eléctrica de nuestro país abastecida por fuentes renovables. En esa norma se establecía el mecanismo conocido como feed in tariff, esto es, una prima diferenciada según el tipo de energía para cubrir la brecha entre el precio spot del mercado eléctrico y el costo medio total de generación. En el caso de la eólica, se fijó la suma de 1,5 centavos de peso por kW/hora, que se demostró claramente insuficiente.

Para remediar esa falencia en la legislación, el programa de Generación Eléctrica a partir de Fuentes Renovables (GENREN) de ENARSA se inclinó por la opción de las subastas competitivas, tal como ya habían hecho Brasil y Uruguay. El primer llamado a licitación de ENARSA concluyó en junio de 2010, con la adjudicación de 895 MW, de los cuales 754 MW correspondieron a proyectos eólicos. Fueron, en total, 17 proyectos y 13 de ellos estarán emplazados en la provincia de Chubut. Ya hay uno de ellos, el Parque Eólico Rawson I, operado por Emgasud, que comenzará a entregar antes de fin de año 48,6 MW al sistema interconectado nacional. El precio por MW/hora de los proyectos adjudicados por el GENREN arrojó un promedio de 126 dólares, demasiado elevado si lo comparamos con los costos de este mismo tipo de iniciativas en los países vecinos. Las dificultades para acceder al financiamiento explican, según los expertos, los mayores precios de la Argentina, situación que deberá revertirse en el mediano plazo.

Paralelamente, las provincias de Chubut -pionera en el desarrollo eólico en nuestro país- y La Rioja encararon, en conjunto con ENARSA, una serie de proyectos por afuera del GENREN. El más avanzado de ellos es el Parque Eólico Arauco, propiedad de una sociedad anónima con participación mayoritaria estatal (SAPEM) conformada por la provincia de La Rioja y ENARSA. Su construcción y puesta en funcionamiento -lo que se denomina, en la jerga, un contrato de provisión “llave en mano”- está a cargo de IMPSA. La primera etapa concluyó en mayo de este año, con la inauguración de los primeros 12 aerogeneradores que suman una potencia instalada de 25,2 MW. Se prevé la finalización de la segunda y última etapa para el mes de junio de 2012, cuando entrarán en operación los restantes 12 aerogeneradores que llevarán la capacidad instalada a 50,4 MW. La SAPEM que administra el proyecto acaba de cerrar un contrato con la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA) por 15 años, con una tarifa de 126,5 dólares por MW/hora. En el caso de Chubut, se encuentra en ejecución el proyecto “Vientos de la Patagonia I”, propiedad de ENARSA y del Estado provincial, que se emplaza en el área de El Tordillo. Se hicieron acuerdos con IMPSA y la firma local NRG Patagonia para la provisión de dos aerogeneradores, ambos de 1,5 MW, que ya están entregando energía al sistema interconectado nacional. El objetivo final es la construcción de un parque eólico de 60 MW.

Se trata de un desarrollo todavía incipiente, si lo comparamos con el de Brasil y aun con el de Uruguay, países que cuentan con una mayor experiencia acumulada y han efectuado ya distintas subastas competitivas. Actualmente se encuentra pendiente el resultado de un segundo llamado de ENARSA, un concurso privado que deberá concluir con la adjudicación de unos 400 MW eólicos adicionales. En una marcha lenta pero sostenida, Argentina busca sumarse al boom de la región y aprovechar las ventajas que ofrecen sus inmejorables condiciones climatológicas.

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