Tras su retiro del Ejército Argentino, el general Miguel Ángel Podestá se dedicó a investigar la vida de un personaje que, si bien es poco conocido, fue clave en los momentos más trascendentales del siglo XIX en Argentina: Eustoquio Frías.
De origen salteño, Frías comenzó su carrera como aguatero de los artilleros en la batalla de Tucumán y llegó a convertirse en comandante de la Frontera Norte de Buenos Aires. Su recorrido militar es más que admirable. Pasó por todas las jerarquías castrenses y, por su longevidad, llegó a atravesar tres generaciones militares.

Eustoquio convivió con próceres como San Martín y Belgrano. Y también se relacionó con personalidades como los hermanos Mitre, Rosas y Urquiza, entre tantos otros. Sin embargo, en ningún momento buscó el bronce. “En ese prolongado intervalo de tiempo colocó su espada al servicio de la patria sin pretensiones de cargos y honores”, escribió Podestá.
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Hay dos detalles que cabe recuperar al hablar de este libro, “Eustoquio Frías, un granadero de Ayacucho 1824”. Primero, fue publicado con motivo del bicentenario de la batalla de Ayacucho, el enfrentamiento más grande y decisivo en el marco de las guerras de la independencia hispanoamericanas y en el que también estuvo Eustoquio, como granadero. Y, en segundo lugar, una apuesta fundamental de su autor, pues su investigación se tradujo en una historia novelada. El desencadenante que da sentido a las páginas: un encuentro con la figura espectral del militar y un diálogo que, en pocos minutos, se convierte en una entrevista, mano a mano y sin filtros, con Eustoquio Frías.

Protagonista y testigo de la historia: Frías, el granadero más longevo
-¿Por qué un libro sobre Eustoquio Frías?
-Porque fue un hombre que tuvo una expectativa de vida ajena a los tiempos en los que vivió. Alcanzó los 89 años y estuvo 50 de servicio simple en el Ejército. Transitó prácticamente todo lo que sucedió en el siglo XIX.
Granaderos fue la primera etapa de su vida, pero después estuvo en la guerra con el Brasil y participó en la lucha entre unitarios y federales. Finalmente terminó en la frontera contra el indio. Por su edad, no le permitieron ir a la guerra contra el Paraguay, pues ya tenía 65 años.
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-¿Qué fue lo que lo inspiró de él?
-Es una persona de la que hay reseñas, aunque su vida nunca había sido explorada en profundidad. Entró como soldado, transitó los grados de suboficial hasta que, hacia el final de la campaña del Perú, ascendió a subteniente (portaestandarte). Ahí empezó su carrera como oficial. Terminó llegando al grado de teniente general.
Al ser tan longevo, y al haber fallecido otros generales conocidos de la época, como Espejo, Escalada y Zapiola, él quedó como un símbolo viviente de la independencia. En 1891, al fallecer, se realizó un funeral de Estado. El presidente Carlos Pellegrini lo despidió personalmente. Como salteño, hoy descansa junto al héroe máximo de la provincia, Martín Miguel de Guemes, en el panteón de la catedral.

“Creo que a la historia hay que hacerla atractiva”
-¿Cómo fue el descubrimiento de Eustoquio?
-No descubrí a Eustoquio porque, de hecho, ya existen reseñas sobre él en la web. Pero creo que los próceres tradicionales de la Patria, como Belgrano, San Martín y Sarmiento, ya fueron bastante tratados por numerosos autores. En cambio, él había permanecido en un segundo plano y, además, llegó a convivir con tres generaciones militares, porque empezó en el año 1812, en la Batalla de Tucumán, junto a Belgrano. Y cuando finalizó su carrera, en 1866, estaban los hermanos Mitre. Así que vio pasar a muchísimas personalidades militares y civiles.
Después encontré -que no es poca cosa- su autobiografía: en el año 1875 él escribió, de puño y letra, 200 páginas. Ellas son la columna vertebral de esta historia novelada. O sea, los diálogos que aparecen en el libro, con personalidades como Urquiza, Rosas, San Martín y Lavalle, no son ficción.
-¿Cómo llegaste a esos documentos?
-La autobiografía está en el archivo del museo “Mitre”, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Trabajé sobre eso.
También existen reseñas de la época, porque cuando era un hombre de 80 y pico de años comenzó a ser entrevistado por varias personas, como los hermanos Carranza, para ampliar lo que él había escrito. Con eso fui armando la historia.
-¿Cuál es la razón del género que eligió para este libro?
-Creo que a la historia hay que hacerla atractiva. Eso no invalida lo real. Pero considero que es un buen complemento para atraer a las personas. Es un género interesante que puede hacer interesante a la historia, aunque sin alterarla. Además, se complementa con ficción aquello que no está del todo documentado.
Este género me permitió avanzar con personajes menores que brindaron contrastes y pueden hacer aún más interesante el relato.

Un repaso por la historia argentina para descubrir a Eustoquio
-¿Cómo podría describir la investigación que llevó adelante?
-La autobiografía fue el documento básico. También conté con correspondencia de la época disponible en el museo “Mitre”. Por ejemplo, hay cartas de la época en la que él estaba en la frontera y se escribía con el cacique Coliqueo, un amigo en la línea de fronteras.
En el museo Histórico Nacional no solo está su sable sino que también hay cuadros de la madre de Eustoquio y de él, porque cuando falleció dio precisas instrucciones para que éstos, más sus uniformes, medallas y diplomas fueran entregados a esa institución, pues consideraba que debían ser del pueblo argentino.
En el Archivo General de la Nación también tiene fotografías de él. Tengo que destacar que también me ayudó la gente de Rojas, donde estaba el Comando de la Guarnición de la Frontera Norte, en Buenos Aires. Allí conté con los complementos de algunos historiadores y de la parroquia “San Francisco”, ya que me permitieron acceder a las partidas de nacimiento de sus hijos.
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-Frías participó en varios episodios al servicio a la patria, ¿pudo tener familia?
-Fue padre de grande, por eso, además de la militar, también busqué incluir la faceta familiar y personal.
En el libro menciono el vínculo con su madre y las relaciones con su primera esposa (que falleció) y aquella que mantuvo con una joven de 23 años a quien conoció en Rojas cuando él tenía 57. En ese lugar nació su hija Estela. Sus otros hijos fallecieron a causa de la alta mortalidad infantil en la época.
Su hija Estela lo acompañó en su vejez y luego heredó su pensión como guerrero de la independencia. Esa faceta familiar refleja su aspecto más humano y resulta atractivo para el lector, quien descubrirá que Frías no fue un soldado de bronce. Porque, de hecho, también él se cuestionó esa relación con la joven de 23 años. Eso lo hace un personaje altamente respetable, pues le ocurrieron cosas que le pasan a los hombres y mujeres comunes.

-Eustoquio Frías, ¿debería estar en el mismo lugar que muchos de nuestros próceres más conocidos?
-No me animo a hacer esa sentencia. Él no fue un gran conductor, como lo fue San Martín, por ejemplo. Si creo que, el conocer su trayectoria, nos permite acceder a aspectos de la historia argentina del siglo XIX que yo, sinceramente, desconocía. El tiene una historia muy rica. Justamente, es a partir de su percepción que se pueden completar las imágenes de esos próceres.
“No era un hombre de ambición de poder, sino de servicio”
-¿Cuáles son las cualidades personales que puede destacar de este militar argentino?
-Fue un hombre sufrido por su condición de exiliado en el Uruguay. Debió soportar la carencia de recursos económicos y recién logró cierta estabilidad cuando, hacia 1868, y ya con 67 años, pudo beneficiarse de la decisión de Bartolomé Mitre: todos los guerreros de la independencia debían recibir el 100% del sueldo.
Su tarea fue empuñar la espada por la libertad y la constitución. Como militar, me llamaron la atención las campañas a Perú y a Ecuador por las condiciones en que se dieron. Porque no todos los hombres que desembarcaron pudieron volver. Algunos murieron por enfermedades, otros en los combates o por el frío en la cordillera. Fue una historia trágica. Nosotros nos quedamos con los granaderos que regresaron. Por eso el libro está dedicado a aquellos que lucharon por la libertad y descansan en tumbas que desconocemos.
Finalmente, creo que Eustoquio nunca quiso estar en el primer plano. El cumplía con el deber. Después, el tiempo y su longevidad lo llevaron a ser un símbolo. Pero nunca pretendió los honores. No era un hombre de ambición de poder, sino de servicio.
-¿Con qué se va a encontrar el lector?
-Con gran parte de la historia del siglo XIX de nuestro país contada de forma amena, divertida y con numerosos diálogos, la mayoría de ellos, reales. Destaco que, a lo largo de la investigación, encontré a 142 personas con las que Eustoquio se vinculó (gran parte de las calles de Buenos Aires tienen los nombres de esos personajes).
Yo creo que la vida de Eustoquio es un poco una saga de aventuras pero llevada a la vida militar. No quiero entrar en detalles, pero pasó por un montón de circunstancias. Estuvo en el exilio, fue herido varias veces en combate, estuvo a punto de contraer gangrena, estuvo preso, y hasta le quisieron cortar las orejas para quitarle sus aros de oro.
Es una obra divertida. Aunque yo no puedo ser objetivo, porque tras estar dos años con Eustoquio lo siento como mi padre o hermano.
Más info sobre el libro “Eustoquio Frías: un granadero de Ayacucho 1824”
- Autor: Miguel Ángel Podestá
- Editorial: Maizal Ediciones
- Páginas: 275
- Año: 2024