OpenAI está dando un giro estratégico con Sora, su generador de video con inteligencia artificial (IA), y lo está haciendo en un terreno muy sensible: los derechos de imagen y de autor. La novedad radica en que la empresa planea un modelo de “opt-out”, es decir, que las obras protegidas por copyright podrán ser utilizadas en los contenidos generados por Sora, salvo que sus titulares decidan explícitamente excluirlas.
En otras palabras, ya no será necesario un permiso previo para que un libro, una animación, un personaje o una pieza audiovisual puedan aparecer en un video generado por la herramienta, sino que quedarán disponibles de manera predeterminada hasta que su autor se manifieste en contra.
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Opt-out: el nuevo modelo de Sora que genera polémica
Este cambio tiene un matiz importante: OpenAI asegura que no permitirá la generación de imágenes de personas reales y reconocibles sin consentimiento, lo que incluye a celebridades, políticos o figuras públicas.
Al mismo tiempo, la compañía trabaja en una aplicación separada, llamada de manera preliminar Sora 2, con un formato de consumo parecido a TikTok. Allí, los usuarios podrán crear y visualizar clips de hasta diez segundos y, si desean usar su propia imagen, deberán verificar su identidad y dar consentimiento expreso.

La decisión de adoptar un modelo de “opt-out” genera repercusiones inmediatas en el mundo empresarial y creativo. Para las productoras, discográficas, editoriales o agencias de publicidad, la cuestión se vuelve urgente: si no se excluyen de la base de datos, su propiedad intelectual puede aparecer en contenidos generados por Sora.
Inteligencia artificial: las polémicas detrás de la decisión de OpenAI
Esto abre oportunidades, porque algunas compañías podrían beneficiarse de la exposición o incluso negociar nuevas formas de licenciamiento, pero también riesgos de reputación y de pérdida de control sobre cómo circulan sus marcas o personajes.
Las implicancias legales no son menores. En muchas jurisdicciones, el uso de material con copyright exige autorización expresa y la explotación comercial sin licencia puede dar lugar a litigios.
El hecho de que OpenAI invierta la lógica tradicional y plantee que todo se puede usar, salvo que se diga lo contrario, seguramente desate demandas y presione a organismos de gestión de derechos de autor a redefinir su estrategia. También obliga a los titulares de obras a destinar recursos para monitorear, gestionar y reclamar usos indebidos, lo que representa un costo extra.
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En la industria del entretenimiento, los cambios pueden ser de gran magnitud. Para el cine, la televisión o la música, Sora promete agilizar la producción de contenido, abaratar preproducciones, generar trailers, bocetos visuales y piezas promocionales con menos inversión.
Pero al mismo tiempo amenaza con diluir el valor de la creación original si cualquiera puede generar variaciones de personajes o estilos que pertenecen a un estudio. Esa tensión entre la democratización creativa y la protección de la propiedad intelectual marcará los próximos debates.

Otra consecuencia es la posibilidad de que surjan modelos de negocio híbridos. Es probable que aparezcan catálogos “AI-friendly”, con obras licenciadas de antemano para ser usadas en generadores, o acuerdos específicos con estudios que permitan a OpenAI integrar sus contenidos bajo condiciones claras de compensación.
Regulaciones y posibles fechas de lanzamiento
De hecho, el anuncio de Sora ya está generando discusiones sobre cómo regular el reparto de ingresos y qué mecanismos de transparencia deberían aplicarse para que los creadores reciban reconocimiento y remuneración si sus obras son utilizadas por la inteligencia artificial.
El riesgo de proliferación de deepfakes y desinformación sigue presente. Aunque OpenAI establezca límites técnicos, siempre queda un margen de ambigüedad en torno a qué se considera una persona reconocible o cómo se controla el contexto en el que aparece cierto material. Esto obliga a pensar en nuevas regulaciones que contemplen el uso de IA generativa y que refuercen la protección, tanto de la identidad personal como de los derechos de autor.
En términos de calendario, los reportes indican que el modelo de opt-out comenzaría a aplicarse en el corto plazo y que los estudios y creadores ya están siendo notificados de la necesidad de decidir si se excluyen. La ambición es consolidar el sistema antes de 2026, en paralelo con el lanzamiento de la aplicación móvil. La respuesta de la industria y de los organismos reguladores determinará si este modelo se convierte en un estándar o si enfrenta límites legales que lo obliguen a modificarse.




