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“Necesitamos universidades que no le tengan miedo al mundo”

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Egresado del Colegio Carlos Pellegrini, economista de la UBA y doctorado en Harvard, Ernesto Schardgrosky es actualmente rector de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Con grandes expectativas para la institución, se refirió a los desafíos y falencias de la educación argentina.

Entrevista de Patricia Fernández Mainardi

El encuentro entre Ernesto Schardgrosky, rector de la Universidad Di Tella, y DEF se realizó en el recientemente inaugurado edificio de la Di Tella en la avenida Figueroa Alcorta, una antigua estructura industrial que ocupó anteriormente Obras Sanitarias de la Nación. Cerca de 13.700 metros cuadrados fueron refaccionados por la universidad para albergar a los estudiantes de grado, posgrado y extensión universitaria. Al frente de la Di Tella, una prestigiosa institución reconocida por su calidad y compromiso con el desarrollo del país, Schardgrosky dialogó con DEF acerca de los desafíos y el presente de la educación argentina.

-Como egresado de uno de los colegios secundarios universitarios más prestigiosos, con una licenciatura de la UBA y un doctorado en Harvard, ¿cómo puede describir el recorrido que la educación argentina realizó en los últimos años?

-Con respecto al desarrollo educativo, yo creo que Argentina fue pionera en América Latina. Logró avances en la universalización de la alfabetización, en tener algunos desarrollos educativos propios y hasta tuvo sus premios Nobel. Son temas ligados a la historia de la Universidad Di Tella porque, por ejemplo, la universidad se origina en Siam Di Tella, empresa líder en la producción nacional industrial, y con el Instituto Di Tella, que tuvo una influencia artística muy importante en América Latina. Lamentablemente, creo que esa vanguardia en lo educativo y cultural se ha ido perdiendo y hoy, como muestran las pruebas internacionales hechas a alumnos de colegios secundarios, tenemos un atraso o, por lo menos, hemos perdido un lugar de vanguardia. Yo veo la situación actual con preocupación y, a nivel masivo, no veo en las instituciones educativas una cultura del esfuerzo, de la avidez intelectual o del afán de superación… creo que eso nos está llevando a una mala percepción. Continuamos soñando con un pasado que fue mejor pero que está cada vez más distante de nuestro presente y, por lo tanto, el futuro es una gran preocupación.

-¿Cuál es el principal desafío que enfrenta la educación superior?

-El eslabón más débil está en la escuela secundaria. Considero que nuestra escuela primaria es regular, que nuestra estructura universitaria, en general, es despareja pero tiene un promedio regular, y sostengo que la educación secundaria es particularmente débil. Son muchos años de inversión que no se reflejan en un mayor capital educativo en chicos que tienen una frecuente pérdida de tiempo. Ahí es donde nos distanciamos de otros países o de los estándares internacionales. Entonces, nuestros chicos no tienen el conocimiento ni de ciencia, matemática o idioma que necesitan. Particularmente, el idioma es para mí una de las principales debilidades; un grave problema en la educación pública argentina es la poca atención que se le presta a la enseñanza de idiomas que, en un mundo internacionalizado, va a ser una restricción muy importante a las posibilidades laborales e intelectuales de los jóvenes.

-¿Cómo repercuten esos problemas de la escuela secundaria en los jóvenes que ingresan en la Di Tella?

-La Universidad Di Tella es una institución particular para Argentina; una de sus particularidades reside en que es una universidad de investigación, tenemos cerca de 80 profesores full time, con maestrías y posgrados de las principales universidades del mundo. Estamos muy contentos con nuestra producción educativa intelectual. Yo he enseñado en Harvard y Stanford, y, lo digo sinceramente, los alumnos que tenemos acá son comparables con aquellos alumnos a los cuales yo di clases. Pero estamos hablando de un grupo pequeño. Creo que en la medida en la que uno tiene un cuerpo de profesores que no investiga y no produce, se va alejando de la frontera del conocimiento. Ya no estamos en la época en la cual Argentina pudo aspirar a un par de premios Nobel. Pero el principal foco de preocupación radica en la falta de algunos conocimientos básicos y de capacidad de expresión y lectura, lo cual está agravado por nuestra estructura educativa, heredada de Europa. Por ejemplo, en Estados Unidos hay un college en el que se brinda una formación universal, y recién después la gente elige a qué escuela ingresar, si a la de derecho o negocios, por ejemplo. Acá esos conocimientos se pueden adquirir hasta el colegio secundario, esos saberes generales son extremadamente importantes para un funcionamiento flexible en un mundo profesional donde lo que hace falta, más que conocimientos específicos, es metodología de pensamiento, capacidad de modelación intelectual o habilidades analíticas.

-Seguir el modelo de Harvard, ¿nos sirve?

-Harvard es, en términos de producción de conocimiento y de graduados, una de las principales universidades del mundo. Posee profesores extraordinarios que tienen una producción intelectual destacadísima. Creo que necesitamos universidades que no le tengan miedo al mundo, que no incurran en un proteccionismo intelectual ni en el habitual “ombliguismo” argentino. Hay que apostar a universidades en donde se produce conocimiento y en las que hay un intercambio intelectual con todo el mundo. Estos son modelos muy útiles, que atraen a estudiantes muy capaces. Con las particularidades de estar en Argentina, pensamos la Torcuato Di Tella como una universidad que está abierta al mundo y reconoce gran cantidad de valores, conocimiento universal y que prefiere fomentar esos intercambios, también produciendo conocimiento propio. Es también parte de la historia de Siam Di Tella y del Instituto Di Tella, los cuales produjeron en Argentina pero también para el mundo.

-Con respecto al nivel educativo, ¿cómo nos ven ellos a nosotros?

-Argentina vive todavía de una tradición y tiene una influencia cultural superior a su tamaño poblacional o a su importancia económica. El hecho de haber tenido premios Nobel o de tener hoy al Papa Francisco o a Messi… es decir, Argentina está un poco sobrerrepresentada. Quizá el mundo ve la producción adulta del país, pero actualmente hay un retraso respecto de ese segmento y lo que se está formando. Yo estoy preocupado por la formación de nuevas generaciones en Argentina. He visitado Asia y, por ejemplo, en Corea la cantidad de horas de estudio de un chico  es de 60 horas semanales. Quizá algún educador puede cuestionar ese sistema,  incluso en la escuela primaria de mis chicos tuve algunas discusiones porque hay un grupo de padres que piden más tarea y otros que piden menos. En ese sentido, nosotros somos una universidad exigente.

-¿Qué medidas pueden ayudar a resolver las falencias del secundario?

-Existen varias dificultades. Un problema es que no hay ningún motivo importante para que los chicos se esfuercen en el colegio secundario. En alguna época, en Argentina había un examen de ingreso a la universidad, entonces un motivo para esforzarse en el colegio secundario era estar mejor preparado para después continuar la carrera universitaria. Pero hoy la universidad más grande del área metropolitana, que es la Universidad de Buenos Aires, tiene un ingreso irrestricto. Tampoco existe, como en otros países, un examen de finalización del secundario. Hoy no hay ningún incentivo, un ejemplo de esto es que en las pruebas Pisa Argentina tiene un papel bastante pobre y, además de eso, somos el país que más respuestas deja sin contestar, lo cual en un examen multiple choice no tiene sentido, porque, estadísticamente, si te ofrecen cuatro preguntas y vos marcás una tenés un 25 por ciento de posibilidades de acertar. Pero si no te importa cómo salga el examen, las dejás sin contestar… es una de las explicaciones de nuestro bajo promedio. No vemos que el esfuerzo presupuestario que hace nuestro país en educación se manifieste en una mayor productividad.

-¿Y cuál es la responsabilidad de los docentes?

-En general, pero como todo comentario general es injusto, los docentes están solos, no están acompañados por las familias del alumno, y se ha perdido la cultura de la exigencia que forma parte del proceso educativo. El proceso educativo no es todo el tiempo placentero, supone un período de esfuerzo y después es placentero superar un escollo o aprender algo. Uno ve algunos colegios, y el comentario también va para muchas instituciones privadas, donde parece que todo es una larga colonia de vacaciones.

-¿Considera que la discusión educativa en Argentina es más política que pedagógica?

-Sí, tenemos momentos en los cuales hay tensiones ideológicas que aparecen en instituciones educativas que son impropias de científicos e investigadores que se dedican a la educación. Nosotros, hablando de la Di Tella, promovemos y promocionamos el pluralismo ideológico dentro de la institución. Por otro lado, nadie puede hablar en nombre de la institución; quien escribe un artículo o da su opinión no lo hace en nombre de la institución, es la opinión individual de cada uno, ni siquiera cuando hablo yo en este reportaje hablo en nombre de la universidad. En la puerta principal de la universidad hay tres mástiles que representan las tres misiones con las que fue creada esta casa de estudios, a los que, de alguna manera, me he referido a lo largo de la entrevista. Uno es la excelencia académica, otro es el pluralismo de ideas y el tercer mástil es la igualdad de oportunidades, a la que buscamos llegar a través del creciente número de becas. Son las tres misiones que se ha propuesto la universidad, siempre en forma complementaria al esfuerzo educativo del sector público, que tiene un rol insustituible.

-¿Es la educación privada ajena a los problemas educativos?

-Creo que no, la educación privada es un complemento. La educación pública tiene un rol central para dar una buena formación primaria, secundaria y universitaria a nivel masivo. La educación privada puede contribuir constituyendo un desafío, una guía, y manteniendo un rol de vanguardia.

LA TRADICIÓN “DI TELLA”

-¿Qué rol debería cumplir la universidad para un desarrollo armonioso del país?

-En general, ningún país del mundo se ha desarrollado sin un sistema universitario. Es un poco difícil definir qué es una universidad, son instituciones en donde se produce y se difunde conocimiento, y que constituyen un catalizador del desarrollo económico. Dentro de eso, y hablando más específicamente de la Universidad Di Tella, nosotros no nos pensamos como una universidad masiva ni tenemos los recursos económicos ni el plantel de profesores para serlo. Si nos pensamos como una universidad de vanguardia, innovadora, con un cuerpo de profesores full time que publica en las mejores revistas del mundo y que está actualizado en el conocimiento, de alguna manera mantenemos el espíritu vanguardista e innovador de Siam Di Tella y del Instituto Di Tella. Somos una institución innovadora, emprendedora, abierta al mundo, pluralista, laica.

-¿De dónde proviene el alumnado de la universidad?

-La mayoría de nuestro alumnado viene de colegios secundarios privados y, en forma creciente, de secundarios públicos y de colegios secundarios públicos universitarios, como el Nacional Buenos Aires, el Carlos Pellegrini o el ILSE. Lamentablemente, vienen menos alumnos de colegios secundarios públicos de lo que querríamos. Estamos trabajando en eso a partir de un programa creciente de becas que vamos incrementando gracias a un esfuerzo, financiero por parte de la universidad, y filantrópico por parte de quienes nos ayudan. Por otro lado, somos una universidad relativamente joven, con veinte años de edad, y hay mucha gente y colegios secundarios que no nos conocen, hoy también nos estamos concentrando en lograr una mayor difusión. Sin duda, querríamos que la única restricción fuera el talento.

-¿Qué peso tiene la militancia política en la Di Tella?

-No hay militancia política, hay mucha contribución de los profesores en debates públicos y políticos a nivel individual. Si uno toma los principales diarios o canales de televisión, hay una participación importante de nuestros profesores, pero no hay militancia en la universidad, a la que pensamos como un lugar para la producción de ideas.

-¿Cuál es el perfil del estudiante que egresa de la institución? ¿Y el de los docentes?

-En general, son alumnos muy bien formados porque tuvieron profesores graduados de las mejores universidades, con un buen número de profesores visitantes del exterior. Están preparados en idioma, o bien porque llegaron preparados o bien porque se terminaron de preparar acá. En general, la tasa de empleo de nuestros alumnos es altísima. Algún grupo continúa estudios de posgrado, otro se dedica a la actividad académica y otros van a hacer doctorados al exterior. En general, lo digo honestamente, estamos bien contentos con nuestros graduados. Somos una universidad joven pero ya tenemos algunos graduados en posiciones importantes. Con respecto a los docentes, son jóvenes debido a la juventud de la universidad. Hay que destacar que existe un grupo de investigadores que provino del Instituto Di Tella. Yo puedo parecer joven como rector, pero hubo antes que yo otros dos rectores más jóvenes que yo al momento de ser designados. En general, tenemos frente a las aulas docentes doctorados o con maestrías en importantes universidades de Estados Unidos o Europa, y somos, no todos pero en general, argentinos que nos fuimos a estudiar afuera y elegimos volver a la Argentina con ánimos de construir un país mejor.

-¿Qué reformas haría usted en el modelo educativo del país?

-Yo haría tres reformas centrales. La primera, en el sistema de educación público primario, sería la extensión de escuelas  a jornada completa. Un déficit tremendo, con el cual estamos castigando a todas las familias y a todos los chicos que no pueden pagar una educación privada, es que tienen una educación pública de menos de cuatro horas por día, mientras que los chicos que pueden ir a privados tienen entre siete y ocho horas diarias, lo cual significa más educación en idiomas o la liberación de la oferta laboral de las madres, por ejemplo. La segunda, más centralizada en la educación primaria y secundaria, se basa en hacer mayor hincapié en la enseñanza de idiomas. Argentina está extraordinariamente atrasada en este punto y las dos o cuatro horas semanales de educación pública en idiomas son totalmente insuficientes. Necesitamos jóvenes que dominen más de un idioma para insertarse en el mundo profesional. La tercera, que se necesita en todos los niveles pero sobre todo en la educación secundaria, es la búsqueda de mayor exigencia. Buscar mecanismos de exámenes, de promoción o de ingreso universitario… se puede discutir cuál, pero tenemos que transmitir que en el proceso educativo debe haber un esfuerzo por parte de todos, en especial de los alumnos. Si tenemos un sistema público con mayor exigencia, con más idiomas y con jornada completa, vamos a tener un país más igualitario.

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