Hiperconectividad, manejo de volúmenes inconmensurables de información e inteligencia artificial son solo algunas de las características del porvenir tecnológico. Todo bajo un mismo factor común: Internet. El avance de la Web seguirá revolucionando nuestras vidas.
Quien quiera imaginar el futuro, deberá pensar necesariamente en la evolución de Internet. Son dos conceptos consustanciados, porque aunque la Web no lo es todo, se ha convertido en casi todo. Los números hablan por sí solos: 2200 millones de personas alrededor del globo son usuarios de Internet, lo que significa que alrededor de un 33% de los habitantes del mundo tienen acceso a la Red. No es un porcentaje menor. A fines de 2000, los usuarios eran tan solo 360 millones, lo que implica una tasa de crecimiento anual de 8,3%. La tendencia no parece detenerse.
Desde su nacimiento, Internet fue mutando y desarrollándose, no permaneció estática ni por un momento. Para marcar esos cambios, en general se habla de dos grandes etapas en su historia: la Web 1.0 o Internet de las empresas, donde la Red se utilizaba solamente para comunicar, como una carta de presentación; y la Web 2.0 o Internet de las personas, donde los protagonistas comenzaron a ser los usuarios de la Red, que cargaban contenido y se relacionaban entre ellos a través de las redes sociales. Es la etapa que está en plena vigencia en la actualidad.
¿Cuál será, entonces, el próximo paso? La mayoría de los tecnólogos consultados coinciden en que Internet avanza por cuatro carriles que, en rigor de verdad, ya se empezaron a transitar: Internet industrial, Web semántica, Cloud Computing y Big Data. Si bien pueden sonar como conceptos ininteligibles y alejados de la realidad, propios del mundo de programadores, lo cierto es que tendrán un impacto directo sobre la vida cotidiana.
De todas formas, Santiago Siri, uno de los innovadores de Internet más reconocidos de la escena argentina, remarcó a DEF que términos como 2.0 o 3.0 son esfuerzos por “tratar de meter en un conjunto una serie de procesos o cosas que están ocurriendo”, pero que si tienen que ver o no con la Web, “habrá que verlo con el tiempo”. Una cosa es segura, la revolución de Internet no terminó aún.
UNA INTERNET INTELIGENTE
Ya desde principios de la década pasada, en los círculos especializados se identifica el futuro de la Red con el concepto de Web semántica. Este término, acuñado por Tim Berners Lee -considerado el padre de Internet por haber desarrollado los protocolos y el lenguaje que hoy la rigen-, hace alusión a la capacidad que tendrá la Web para leer e interpretar todos los datos que alberga sin la intermediación de la acción humana.
La idea es añadir información que describa el contenido, el significado y la relación de los datos para que las máquinas filtren la información de forma automática y más precisa. Según Santiago Siri, las máquinas podrían llegar incluso a un nivel de análisis que exceda al humano, “porque tendrán acceso a más datos en volúmenes que antes eran imposibles o muy costosos de tener”.
Según Cristina Ribas, consultora del Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información de la Generalitat de Cataluña, la Web semántica será “una Internet más inteligente, en el sentido de que los datos podrán enlazarse automáticamente sin necesidad de saber dónde se encuentra la información relevante en cada momento”.
Para ponerlo en un ejemplo muy sencillo, la Web semántica sabría que cuando se busca una batería de auto, se busca algo que le dé energía a un vehículo y no un kit completo de cocina, un conjunto de piezas de artillería o un instrumento musical. Esa información adicional que van a poseer los datos en Internet (llamados metadatos) va a permitir que la máquina haga una búsqueda mucho más eficiente y que arroje los resultados que realmente interesen. Está claro que este es un ejemplo limitado, pero los alcances de esto son enormes, sobre todo si se piensa en el manejo de grandes volúmenes de información, en el negocio publicitario o en problemas de traducción.
Siri sostiene que para que la Web semántica funcione “no es necesario ningún rediseño” de Internet. El joven emprendedor, que con su empresa Popego trabajó durante años en esta materia, explicó que “Internet es una serie de protocolos que se van poniendo uno arriba del otro y los más eficientes van ganado. Hay una carrera evolutiva en ese sentido. Es una red que por su propio principio de ser descentralizada impide la sola idea de pensar en un rediseño. Simplemente se promueven tecnologías y algunas llegan más lejos que otras. Es un camino tan darwiniano como el de la naturaleza”, destacó. No habría, entonces, mayores impedimentos para que funcionase.
Siri también señaló que este tipo de herramientas son cada vez más necesarias a medida que las máquinas tratan de interpretar las conversaciones en las redes sociales. Optimista con la perspectiva, Ribas señala que la Web semántica será “un espacio donde los humanos y la programación automática puedan, cada uno, dar lo mejor de sí mismos en beneficio de compartir y usar la información y el conocimiento”.
LAS COSAS A LA WEB
Un embotellamiento por un accidente camino al trabajo puede llegar a arruinar una mañana. Pero en un futuro no muy lejano, el reloj despertador, enterado del inconveniente, se reprogramará de manera automática para sonar diez minutos antes. La cafetera también recibirá la misma información y se adaptará para que nadie salga de su casa sin un desayuno apropiado.
De la misma forma en que el manejo de datos puede independizarse de la mano del hombre, los artefactos de la vida cotidiana tendrán también su autonomía. El concepto de “Internet de las cosas” es otro de los caminos que se ha profetizado para un futuro no tan lejano. La idea surgió en 1999 de la mano del tecnólogo británico Kevin Ashton, investigador del MIT, pero fue recién a fines de la primera década de este siglo cuando realmente cobró fuerza.
En 2008, la empresa de tecnología Cisco Systems publicó una infografía que puso el concepto a la vanguardia. Allí se hacía referencia a que en ese año la cantidad de elementos conectados a Internet había superado la cantidad de personas sobre la Tierra y se proyectaba que en 2020 las cosas conectadas llegarían a 50.000 millones de objetos. Esto hizo pensar que la Web 2.0 -la Internet de las personas- sería reemplazada por la Internet de las cosas, esto es, un sinfín de objetos dialogando entre sí.
Sea animado o inanimado, todo es susceptible de estar conectado: desde vacas (la empresa holandesa Sparked monitorea ganado) hasta zapatillas o pelotas de fútbol. Incluso hay plantas que avisan cuándo deben ser regadas. Durante la edición 2012 del CES (Consumer Electronic Show, la feria de productos de innovación electrónica más grande del mundo), la marca LG presentó una heladera que se conecta al celular y avisa cuando se están acabando alguno de sus alimentos. También posee un “administrador de salud”, una herramienta para monitorear la dieta familiar. Sin dudas, podría hacer un pedido on-line al supermercado.
DE LA TEORÍA A LA INDUSTRIA
Cada vez serán más los objetos conectados y la industria ya tomó nota del fenómeno. Por ello, el término “Internet de las cosas” cayó en desuso para dar paso a “Internet industrial”. En 2008, año bisagra para los objetos conectados, IBM lanzó un programa internacional llamado Planeta Inteligente (www.smartplanet.com), destinado a impulsar desarrollos en esta materia. Según la empresa, hoy en día están trabajando en 2000 proyectos a lo largo de todo el mundo.
En Río de Janeiro, IBM está estudiando la aplicación de una serie de sensores terrestres y aéreos controlados por inteligencia artificial para prevenir de manera automática grandes precipitaciones con 48 horas de anticipación y conducir una posible evacuación (cabe recordar que Río de Janeiro ha sufrido grandes catástrofes por este tipo de temporales). Otra experiencia en Iowa, EE. UU., permitió ahorrar un siete por ciento de agua mediante un sistema de monitoreo de patrones de uso y alarmas por pérdidas en 151 hogares.
General Electric, la industria más grande de EE. UU., anunció el año pasado la creación de un nuevo centro de software global en el norte de California, donde 400 ingenieros trabajarán en códigos para acelerar el desarrollo comercial de máquinas inteligentes. La empresa desarrolló una sala de hospital inteligente, que además de monitorear a los pacientes, sigue los pasos de los médicos y enfermeros alertándolos si no se han aseado antes y después de tratar a los internados para así reducir las infecciones intrahospitalarias.
El único obstáculo para el crecimiento exponencial de la Internet industrial -o “de las cosas”- es la cantidad limitada de direcciones IP (el número que identifica a cada dispositivo conectado a la Web). Hoy en día quedan pocas disponibles, pero el problema será subsanado en poco tiempo, cuando se estandarice el protocolo IPv6 que permitirá que, por ejemplo, cada persona en el mundo tenga varios millones de direcciones IP.
“BIG DATA”
A fines de 2011, Facebook albergaba aproximadamente 100.000 millones de fotos. La cadena Wal-Mart maneja más de un millón de transacciones con clientes por hora. De acuerdo a Cisco Systems, el próximo año el tráfico anual en Internet alcanzará los 667 exabytes (mil millones de gigas). En 2015, llevará cinco años mirar todos los videos que circulan por la Web cada segundo.
Como nunca antes, cantidades inconmensurables de información se crean, comparten y almacenan en el mundo. Hace unos años, Eric Schmidt, ex CEO de Google, había advertido que “entre el nacimiento del mundo y el año 2003, se crearon cinco exabytes de información. Ahora se crean cinco exabytes cada dos días”. Un estudio publicado el año pasado por Martin Hilbert y Priscila López en el Science Journal calculó que en 2007 la cantidad de información acumulada equivalía a 61 CD-ROM por persona, y que, apilados, esos CD-ROM recorrerían la distancia que separa la Tierra de la Luna y un cuarto más.
Este nuevo fenómeno, conocido como Big Data (grandes datos o gran información), se ha disparado en los últimos dos años y no parece detenerse: las proyecciones indican que para 2020 el volumen de datos crecerá 44 veces. Esto posibilita hacer cosas que nunca se había podido hacer y con seguridad abrirá puertas insospechadas. Joe Hellerstein, un científico informático de la Universidad de Berkeley, lo llama “la revolución industrial de la información”.
Tal como se puede leer en un reporte especial de la revista británica The Economist sobre Big Data, bien manejados, los datos en cantidades enormes permitirán prevenir epidemias, rastrear tendencias en negocios, combatir el crimen, etcétera. “Con suficiente información cruda, los algoritmos de hoy en día y computadoras superpoderosas, se podrá revelar nuevos conocimientos que antes hubieran permanecido ocultos”, dice el artículo bajo el sugestivo título de “Data, data everywhere” (“Datos, datos por todos lados”).
El mundo de los negocios ya se está adaptando y empresas como Oracle, IBM, Microsoft y SAP han reorientado su modelo hacia el nuevo rubro. Entre ellas han invertido 15.000 millones de dólares en la compra de empresas de software especializadas en la gestión de datos y análisis. Según The Economist, se estima que esta industria valdrá más de 100.000 millones de dólares y crecerá al diez por ciento anual, casi el doble de rápido que el negocio del software.
Muchas empresas ya han creado la figura del CIO (gerente de Información), ya que los datos se están convirtiendo en la nueva materia prima de los negocios, casi a la par del capital y el trabajo. Este es el verdadero mundo de la información del que tanto se ha hablado. De todas formas, a pesar de la gran abundancia de herramientas para crear, procesar y compartir información -desde celulares comunes hasta complejos sensores-, los pronósticos indican que por el momento hay un límite de almacenamiento. Esto sin contar las dificultades por mantener la seguridad de los datos.
EN LA NUBE
Emparentado con el Big Data, otro desarrollo que marcará el camino al futuro es el Cloud Computing (Computación en la nube). El principio es el mismo: toda la información se encuentra en un lugar etéreo (de ahí, el término “nube”) llamado Internet, aunque en rigor siempre hay un componente físico (los servidores, supercomputadoras que almacenan y redirigen la información). Mientras que el Big Data se enfoca más en el manejo de grandes cantidades de información, el Cloud Computing lo hace en el alojamiento y la accesibilidad a los contenidos, sean particulares o de empresas.
Cada vez son más los servicios en este sentido, pero uno de los primeros visionarios en la materia fue Marc Andreessen, creador del navegador Netscape en los 90. A fines de aquella década, fundó Loudcloud, una empresa destinada a servicios similares a lo que hoy se conoce como la nube. Tal vez porque trabajaba con un concepto adelantado a su época (y porque los costos de aquellos tiempos eran muy superiores a los actuales), la empresa tuvo que modificar su perfil y adoptar un modelo de negocio más tradicional para sobrevivir. Pero la idea quedó y en los últimos años, de la mano de Amazon Web Services, iCloud, Dropbox, Google Docs y tantos otros servicios de Cloud Computing adaptados para diferentes requerimientos, comenzó a ganar mercado.
En una entrevista del mes pasado con la revista especializada Wired, Andreessen explicó el Cloud Computing con una analogía con la electricidad. En un principio, cada fábrica construía su propio generador para dotar de energía a su maquinaria. Con el tiempo se volvió más simple y económico que fuera un tercero quien generara y alimentara de electricidad, no a una, sino a todas las plantas. De la misma forma, en un futuro lo más simple será que alguien se encargue de almacenar nuestra información en una “nube”, a que cada empresa tenga sus servidores físicos como sucede hasta el momento.
Si se piensa en el usuario particular, tener su información en la nube le permitirá acceder a ella desde cualquier dispositivo en cualquier lugar del mundo, sin la necesidad de acarrear un pendrive o un disco externo. La única limitación que observa Andreessen por el momento es que todavía no alcanzamos la capacidad de conexión infinita. Si no fuera así, “todo estaría en la nube”, incluso los programas y aplicaciones de las computadoras se correrían directamente desde Internet, sin necesidad de descargar o instalar nada.
El mercado ya se encamina hacia eso, y se prevé que en 2020 el negocio del Cloud Computing alcance los 241.000 millones de dólares, según el estudio “Sizing the cloud” publicado por la empresa de investigación Forrester.
CÓMO SERÁ
Nadie puede predecir con certeza el futuro, pero los cambios ya empezaron a producirse. ¿Será una revolución como cuando irrumpió por primera vez Internet? Para Santiago Siri, “los fenómenos que tienen que ver con el mundo on-line están en crecimiento y desde ya hace quince años la gente está acostumbrada al auge de la Web”. Por ello desestima que alguien “se sorprenda de que haya algún boom”. De todas formas, no descarta que pueda haber algún cambio drástico.
En el mismo sentido opinó Cristina Ribas: “Los cambios ya son graduales, pero igual que en evolución biológica, hay momentos en los que el cambio se acelera por acumulación de microusos”. Para la analista y periodista catalana, “estamos ahora en un momento en el que el uso lo llevan a cabo visionarios e innovadores, pero se dará el salto a amplias mayorías generando cambios significativos”.
Donde mejor se puede observar cómo será ese futuro es en las generaciones más jóvenes, los nativos de Internet. “Mientras más joven es la gente, más metido dentro de la cabeza tiene el sistema operativo de cómo la Red piensa, en lugar de tener el sistema operativo de cómo los medios tradicionales lo hacen”, explica Siri. El cambio de conciencia se va a dar a medida que las generaciones jóvenes tengan mayor incidencia en el mundo moderno. En ese momento, se cambiará de paradigma en el orden de todo lo establecido.
Para pensar el impacto que puede llegar a generar la Internet del futuro, Santiago Siri asegura que lo mejor es analizarlo “pensando en la historia de la imprenta”. “El primer orden que cambió la imprenta fue la cultura, igual que la Web -explica-, y en segunda instancia, cambió la economía y la política. Creo que Internet va a tener cada vez más incidencia en la arena política, sobre todo a partir de los levantamientos de jóvenes que ha habido en el mundo árabe, Europa y EE. UU. Con el descontento que hay con el sistema actual, Internet viene a ser un cambio de paradigma en ese sentido. También en un sentido de conciencia y pertenencia al mundo”.
En lo que Santiago Siri insiste es en que “los medios son una metáfora de la forma que tiene la humanidad para pensar” y la Red, como una nueva forma de comunicación y como nuevo medio, “tiene una estructura mucho más descentralizada en el fluir de la información”. De esta forma, los medios, tal como los conocíamos hasta hoy, equivalen a una forma tradicional de pensar el poder. Internet vino a romper con todo ese tipo de reglas, porque tiene una estructura mucho más evolucionada, que pasa de una centralizada a una de red. “El auge de las redes sociales y de interacciones cada vez más compartidas entre pares, hace que Internet ofrezca un potencial inmenso para ser disruptivo no solo a nivel industrial, sino también a nivel político”, dijo Siri.
Cristina Ribas señaló que el poder de cambio todavía está en manos de los hombres: “Los impactos sociales dependerán de nuestra capacidad de usar estas y otras herramientas (como el hardware y los dispositivos móviles) para transformar la sociedad, la educación, la democracia, el mercado laboral, la igualdad de oportunidades, entre otras cosas. No hay nada escrito en un sentido u otro, depende de si nos dotamos o no de una sólida formación en valores y contenidos (el qué) al mismo tiempo que vamos adquiriendo nuevas habilidades (el cómo)”, concluyó.