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Edelsztein: “Me interesa discutir los modelos de éxito que propone la ciencia para las mujeres”

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En una serie de entrevistas, DEF conversó con distintos divulgadores para conocer más sobre su labor e intentar responder una incógnita: ¿es un buen momento para posicionar mejor al ámbito científico? Por Fer Villarroel

Valeria Edelsztein, también conocida en redes como @ValeArvejita, habla sobre ciencia de manera amable y accesible. Lejos del “estereotipo del adulto varón de 60 años que trabaja solo en su laboratorio”, Valeria comparte conocimiento de modo didáctico. Tanto es así que escribió libros orientados a los niños y niñas en sus primeras infancias: “Me parece que hablarles de ciencia a los y las más chicas les ayuda a abrir su universo y a ofrecerles posibilidades”. Su activa militancia feminista y su lucha por visibilizar a las disidencias dentro de la ciencia, son dos de las muchas características que la definen. Sobre el contexto que ofrece la pandemia, alza la voz y afirma que esto “no te afecta de igual manera si tenés o no hijes, o si estás a cargo de las tareas domésticas”.

En diálogo con DEF, habló sobre ciencia, y explicó por qué la comunicación del conocimiento ocupa, en la actualidad, un rol central a la hora de pensar en una sociedad más justa e igualitaria.

—Tiempo atrás, cuando te preguntaron por la comunicación de la ciencia en Redes Sociales dijiste que era un buen lugar para comunicar ciencia y desterrar lo que son las fake news. ¿Hoy seguís pensando lo mismo o se ha vuelto más difícil?

—A mí las redes me gustan. En particular, me gusta Twitter porque me parece que tiene una dinámica muy rápida, que permite un cierto diálogo. Obviamente, hay limitaciones, pero las redes me siguen pareciendo un lugar donde mucha gente debería informarse. Nos guste o no, eso está pasando. Pienso que está bien que aprovechemos las redes para hacer comunicación de la ciencia. Es cierto, hay algunos temas difíciles y otros para los cuales las redes no son el mejor ámbito para escribir, tal vez no den para dar una discusión larga, pero sí para hacer ciertas intervenciones que tiendan a disparar curiosidades que después se indaguen más. Las redes hacen a la ciencia más humana, le quitan la solemnidad.

—¿Encontraste en #ContemosHistorias (los hilos de Twitter) un lugar para militar activamente tu feminisimo, además de ciencia?

—A mí me pasó que cuando empecé dije: “Voy a escribir un poco sobre mujeres que hicieron ciencia”. A esa altura ya me había doctorado y no conocía mujeres científicas. No digo que no las hubiera, pero no conocía tantas. Me interioricé y descubrí un montón de nombres que jamás en la vida había escuchado; entonces pensé en convertirlo en un libro (‘Científicas: cocinan, limpian y ganan el premio Nobel’)”. Esa fue mi primera sensación. A ver, si yo que me formé en esto, hace años que estudio y no conozco a casi nadie, ¿por qué alguien que ni siquiera está cerca de este ámbito iba a conocerlas? Me pareció una buena idea hacer ese trabajo de investigación. Después, ya reconociéndome como feminista y tratando de aportar a la visibilizacion de las mujeres en la ciencia, #ContemosHistorias fue un espacio que encontré para hacer eso.

—Algo así como rescatar historias olvidadas u obviadas…

—Sí, pero también me interesa recalcar modelos de éxito diferentes, porque las historias que solemos contar, por lo menos las que se refieren científicas, son de aquellas que llegaron más lejos. Cuando hablo de las situaciones de mujeres en la ciencia, me interesa discutir otras cuestiones como, por ejemplo, los modelos de éxito, porque una de las cosas que siempre hacemos es contar historias de científicas que “lo lograron” a pesar de todos los obstáculos. Eso, a veces, alimenta un poco la idea de que “si ellas lo lograron, ¿por qué vos no?”. Ahora bien, por cada Marie Curie que llegó, debemos preguntarnos cuántas otras se quedaron en el camino. Cito a Marie Curie porque fue una excepción absoluta en ese mundo y es la única persona en la historia que ganó dos premios Nobel en dos categorías científicas distintas. Yo no quisiera que todas las mujeres que lleguen sean excepciones.

Déficits científicos en Argentina

—Hablando de las mujeres y de identidades no binarias, ¿cuál es la situación de todo este colectivo dentro de la ciencia nacional?

—Hace poquito se difundió un estudio que revolucionó las redes porque mostraba que en la Argentina hay un montón de mujeres participando en ciencia y tecnología. Fue como decir “Wow miren, somos un montón; entonces estamos re bien”. Bueno, esos números no son nuevos. En Argentina, en particular, más del 50% de las personas que hacemos ciencia somos mujeres; sin embargo, al ser un número tan pequeño de personas que trabaja en esta área, eso queda cada vez más invisibilizado y, para mí, es un problemón. Digo, hay muchas mujeres haciendo ciencia y tecnología, o sea, más de la mitad, ¿ya resolvimos el problema? ¿No hay que discutir nada más, si ya tenemos el número?… Bueno, en realidad, hay que hilar un poco más fino. Por un lado, las mujeres no llegamos a los puestos más altos, por lo que se conoce como “techo de cristal” o “piso pegajoso”, algo que se ve muy claro en la ciencia en la Argentina. Aquí, prácticamente, no hay mujeres rectoras en universidades nacionales y, el porcentaje es muy bajo; en el CONICET, hay más de un 50% de mujeres investigadoras asistentes que es el escalafón más bajo, pero en el más alto escalón representamos solo un 25%.

Además, hay otro análisis que debemos hacer y es el de segregación: ¿a qué áreas van esas mujeres? Muchas van a áreas relacionadas con la salud, pero hay muy pocas en informática, en las distintas ramas de la ingeniería o en matemáticas. Entonces, si bien el número global es elevado, todavía hay muchas cosas sobre las cuales trabajar, que tienen que ver con el acceso a puestos jerárquicos, con mayor presencia en ciertas disciplinas o áreas en las que no estamos representadas. La pregunta es, entonces: “¿por qué no estamos?”. Alguien podría responder: “Porque quizás a las mujeres no les gusta”. Eso es absolutamente discutible, ya que ese “no les gusta” se explica porque nunca tuvieron acceso a ese universo posible. No alcanza con llenar el espacio de mujeres, si después no vamos a tener la posibilidad de acceder a posiciones más altas.

“Yo no quisiera que todas las mujeres que lleguen a consechar logros en la ciencia sean excepciones”, dice Edelsztein. Foto: Fernando Calzada.

—En vistas de las cosas que están ocurriendo y de la circulación de mitos y datos falsos alrededor de la pandemia, ¿es posible afirmar que tenemos una baja cultura científica en Argentina?

—Es difícil responder eso. La generalización es muy compleja, pero me parece que, a veces, es muy difícil saber en quién confiar. Leo en redes toda esta información, y me pregunto: ¿en quién confío? Si alguien me dice una cosa y otra me dice otra, ¿qué conclusión me queda? El problema es anterior y tiene que ver con cómo saber en quién confiar o en qué tengo que fijarme para confiar y qué fuentes debería consultar. Parte de la cultura es también la cultura científica. Pasa que, ahora, ya estamos inmersos en esta situación, adentro de un mar de información, y no todo el mundo necesariamente puede discernir qué información es confiable y cuál no lo es. No sé muy bien cómo se soluciona eso, y en este momento, es un problema.

Ahora, hay un montón de información y hay que ver cómo se trabaja con esa info para, por ejemplo, desarrollar una vacuna o diferentes tests. Estamos siendo testigos de la construcción del conocimiento en tiempo real. Hay idas y vueltas, como al principio, decían esto y ahora dicen esto otro, cómo voy a confiar yo en eso que me dicen. Muchas veces, la construcción del conocimiento científico es así. Hay evidencias como para soportar un determinado argumento, una determinada proposición, y después resulta que aparece nueva evidencia y la nueva evidencia hace que cambiemos de rumbo. El mundo científico funciona así. Pero claro, si uno lo mira desde afuera, dice “entonces no saben nada, están probando a ver qué onda”. No es así. Lo que tiene la ciencia como herramienta es un conjunto de abordajes metodológicos que intenta minimizar los riesgos. Pero es algo que lleva tiempo. El desarrollo de una vacuna, por ejemplo, normalmente lleva años. En este momento, estamos viendo un proceso aceleradísimo. Por eso, me parece que hay que tratar de mirar y ser conscientes de quiénes hacen una comunicación responsable de la ciencia.

Toda crisis es una gran oportunidad

—Esta serie de entrevistas tenía como motor preguntar por el presente de la ciencia local. Sin embargo, en el medio pasaron varias cosas, entre ellas el anuncio del desarrollo de la vacuna. ¿Creés que es un buen momento para repensar la ciencia? ¿Es una oportunidad para ganarles a los movimientos antivacunas? ¿Es un buen momento para rever la comunicación con la gente?

—Creo que siempre es un buen momento para tratar de ganar a los antivacunas (risas). Es una batalla que realmente hay que dar porque, además, las vacunas son un mecanismo solidario. Yo me doy la vacuna no solo para protegerme a mí, sino también para proteger a las personas que realmente no pueden darse esa misma vacuna. Por otro lado, me parece que es un buen momento para repensar la comunicación de la ciencia. Es un momento para repensarla, sobre todo, por lo que estamos viendo. Si una persona, en televisión, toma un trago de lavandina y después hay un montón de personas que replican eso, significa que estamos fallando en la comunicación. Me parece que necesitamos mucha más presencia de las ciencias sociales para pensar comportamientos, entender cómo funcionamos como sociedad, qué nos pasa y por qué hay gente en la calle que sale sin barbijo.

También, me parece que la idea de la ciencia como motor del país debería estar siempre presente porque, si no hubiera existido personas formadas, en este momento nadie podría estar desarrollando la vacuna; porque si no existieran laboratorios que tienen décadas de trayectoria como el de Andrea Gramarnik, no se habría podido desarrollar el test para detectar COVID-19. Entonces, la inversión en ciencia y tecnología es un concepto a futuro. Siempre lo es. En este momento, estamos viendo la inversión que se hizo años atrás. Necesitamos que haya inversión porque es lo único que nos va a permitir crecer y estar preparados para un futuro incierto.

—A modo de cierre, ¿hay algo que quieras decir? 

—Me gustaría que, con todo esto, hayamos aprendido cómo discernir fuentes, entender cómo funciona la construcción del conocimiento científico y hayamos reflexionado sobre cómo compartimos información cuando estamos -o no- seguros de lo que estamos diciendo, y qué impacto tiene eso que hacemos en otras personas. A mí me gustaría que saliéramos de esta situación aprendiendo todo eso y muchas cosas más.

Un poco más sobre Edelsztein

Es Doctora en Química, Investigadora Asistente del CONICET, docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Publicó seis libros (“Los remedios de la abuela” I y II, “Científicas” y “Ciencia para pasar el invierno”, entre otros) y conduce el podcast “Contemos historias”, junto a Nadia Chiaramoni. En twitter e Instagram su usuario es @ValeArvejita.

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