El embajador de Israel en la Argentina, Ilán Sztulman, dialogó en exclusiva con DEF sobre el aporte israelí a una cuestión global, la de los recursos hídricos.
– ¿Qué tiene el mundo para aprender de la experiencia de Israel en materia de agua?
Israel no tenía agua, no tenía nada. Entonces, hubo que desarrollar tecnologías para usar mejor la poca agua disponible y en segundo lugar, desarrollar formas de tener más.
– ¿Cuáles son las tecnologías que se desarrollaron para esto?
El riego por goteo, y se sumó el desarrollo de software para el campo, que especifica cuánta agua, cuánta proteína, necesita cada cultivo. Las fuentes de agua en Israel son escasas y están concentradas en zonas problemáticas desde el punto de vista estratégico, por ello se desarrolló una tecnología para sacar agua del mar para beber, hoy más del 50 % del agua potable en Israel proviene de la desalinización; y otra para sacar agua de cloacas para agricultura no alimentaria, como algodón.
– Argentina es un país con riqueza hídrica. ¿Qué tiene para aprender del caso israelí?
Una cosa es tener agua y otra es saber manejarla. Argentina tiene fuentes de agua en algunas zonas pero en otras no hay, es desierto. Nosotros podemos aportar el conocimiento que desarrollamos, y no porque seamos unos genios, sino porque no tuvimos otra, fue por supervivencia.
El problema del agua es un fenómeno global, más allá de las políticas nacionales…
Hoy el mundo necesita comida. Los recursos no son infinitos para alimentar a toda la población que está en crecimiento. Es importante hacer un mejor uso de los recursos agrícolas, entre ellos, el agua. Si no manejas bien el agua, tenés menos producción agrícola, y por ende, menos comida.
En Israel enfrentamos los problemas entre todos. Uno de estos problemas es el de la alimentación en el mundo. Para ello es que se desarrollan tecnologías para el agua y la agricultura. La tecnología que desarrollamos la exportamos al mundo. No es solo una cuestión económica, sino filosófica. Hay un precepto de la tradición judía, tikun olam, que llama a mejorar el mundo, algo muy fuerte en todos los judíos y que aplica a todos los campos, incluida la tecnología. Invertimos en eso pero no necesariamente con un fin comercial. Los conocimientos que tenemos los compartimos en capacitaciones a cargo de de la agencia de cooperación internacional Mashav. No es una cuestión comercial.
– Israel desde su creación tuvo una importante transformación productiva basada en tecnología…
Hubo un período en el que hubo que construir las bases del Estado y esto se centró, primero, en la agricultura, fue el boom de las famosas naranjas de Haifa. Pero en el mundo de hoy, con naranjas solas no se hace nada, más en un país con pocos campos y poca agua. Entonces, mediante una política de Estado, empezamos a invertir en conocimiento y funcionó bastante bien. Es lo que esperamos que pase en Argentina. Acá hay buen capital humano, universidades, empresarios, y queremos compartir este tipo de políticas y metodologías para la transformación de una nación agrícola en una que invierte en conocimientos.
– ¿Qué papel juega el desarrollo tecnológico en las relaciones internacionales de Israel?
Hoy el valor más importante es el conocimiento, y lo mejor que podés hacer es compartirlo. Esa es una ideología del Estado, de la sociedad civil, del pueblo israelí, hay cosas que no queremos que queden solo para nosotros. Queremos compartirlas con el mundo, entre ellas, la tecnología para el agua y la agricultura.