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Los nuevos inmigrantes

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A raíz de la crisis humanitaria en Siria, el Estado argentino se propuso facilitar el visado a quienes vienen al país para huir de la guerra, pero los que se hacen cargo de los recién llegados desde la primera etapa del proceso son los ciudadanos.

El gobierno relanzó en septiembre pasado el Programa Siria, creado en 2014, con el objetivo de impulsar el arribo de ciudadanos sirios. Desde entonces, y hasta octubre de 2016, se recibieron 502 solicitudes y en el último año se registraron más de un centenar de radicaciones, según los datos de la Dirección Nacional de Migraciones. Mientras que el gobierno ha hecho esfuerzos para facilitar las cuestiones legales referidas al visado, la implementación del programa queda en manos de organizaciones de la sociedad civil e individuos solidarios. Ellos son los que ofrecen contención y ayuda a los recién llegados, se asesoran mutuamente, y se encargan de que las familias que arriban al país puedan salir adelante de la mejor manera posible. Esta dinámica es ratificada e impulsa – da desde el Estado. “El Programa Siria es un programa de esponsoreo privado. Tenemos un pueblo solidario y otro que necesita ayuda, el gobierno argentino lo que hace es colaborar al principio con el visado humanitario, para el cual redujimos los plazos en nuestra gestión”, explicó Julián Curi, subdirector nacional de Migraciones, quien subrayó que en el último año se duplicó la cantidad de sirios que llegaron. “Como este es un tema entre privados, nosotros lo que tratamos de hacer, sin desnaturalizar el objetivo del programa, es orientarlo hacia distintas organizaciones, porque estas tienen más posibilidades de ayudar”, añadió. Los beneficiarios del Programa no son re – fugiados, sino que ingresan al país como residentes temporarios. Se les otorga un DNI por dos años, prorrogable a un año más y luego pueden solicitar la residencia definitiva. Esto les otorga todos los derechos económicos, civiles y sociales de un ciudadano argentino. Sin perjuicio de ello, conservan el derecho a peticionar el reconocimiento de la condición de refugiado en el país mediante los procedimientos vigentes. Tras su creación, como respuesta a la grave crisis humanitaria siria, el Programa fue prorrogado en 2015 y, finalmente, renovado por la disposición 4683/2016, en septiembre de 2016, “en tanto continúe el conflicto en la República Árabe Siria”.

El presidente Mauricio Macri anunció el nuevo impulso al proyecto en su discurso ante las Naciones Unidas el 20 de septiembre pasado, cuando prometió que el país recibiría a unos 3000 sirios, a quienes se les darían permisos de residencia, trabajo y educación, así como becas universitarias. Si bien las modificaciones para agilizar la obtención de visas resultaron efectivas, según las familias e instituciones entrevistadas por DEF, que se hicieron cargo de la tarea, la segunda parte de la promesa no se cumplió todavía. De acuerdo con información oficial del Programa, se pretende que el migrante al llegar al país pueda insertarse inmediatamente en la vida social como un ciudadano más, un vecino más, acompañado por una familia, o una persona que, eventualmente con el apoyo de alguna institución, lo ayuden a cubrir sus necesidades básicas en materia de vivienda, alimentación y manutención; en el proceso de aprendizaje de nuestro idioma, y por qué no, en la búsqueda laboral o ingreso al sistema educativo. “Este es un programa que si bien ahora ha tomado más impulso, está vigente de antes”, destacó Curi. “Nuestra gestión le dio otra impronta, que tiene que ver con coordinar mejor los esfuerzos del Estado, colaborar más en ayudar a las personas que son los llamantes. Hay organizaciones que hace muchos años que trabajan en el país y que vienen trabajando muy bien con Migraciones. Entendimos que podían actuar coordinadamente con personas físicas para traer personas de Siria”. La Asociación Cultural Siria, es una de las instituciones que se hizo cargo de este desafío. Sus miembros decidieron conformar el Comité de Ayuda a los Refugiados Sirios, con el fin de incluir a todos los sectores de la sociedad argentina que quisieran colaborar para traer alivio a tanto sufrimiento. “Primero hicimos una base de datos con la gente que iba ofreciendo distintas cosas, ayuda con los trámites, alojamiento, trabajo, para clasificar los tipos de ayuda”, detalló Tamara Lalli, miembro de la Asociación. “Lo primero en lo que se comenzó a trabajar fue en el tema del idioma, muchísima gente se ofreció para ayudar con el español. Luego vino el tema de dar alojamiento, y también el juntar dinero para pagarles pasajes”. Los esfuerzos también se dirigieron a brindar charlas informativas para los interesados en convertirse en llamantes.


Desde la creación del Programa Siria hasta octubre de 2016 se solicitaron 502 permisos de ingreso.

El 40 % de las solicitudes se registraron en el segundo semestre de 2016.

Entre 2012 y 2016 hubo 469 radicaciones de ciudadanos sirios en la Argentina.


 

Los que reciben

La figura del llamante es crucial dentro del programa especial de visado. Es quien inicia el trámite ante las autoridades y se compromete a brindar asistencia al recién llegado. Debe ser ciudadano argentino y tiene que presentar una carta de invitación con carácter de declaración jurada que incluya el domicilio donde se alojará efectivamente el beneficiario. “El llamante se compromete a ser el nexo con la sociedad argentina, a darle un lugar para vivir y, dentro de lo posible, a encontrarle trabajo”, señaló Curi. El requisito principal para que un ciudadano se inscriba como llamante es que demuestre ingresos, aunque no hay montos mínimos ni criterios claros para esto. “Tratamos de que sea algo comprobable, si una persona no tiene medios para subsistir, mal se va a poder hacer cargo de una familia”, respondió el subdirector de Migraciones ante la consulta de DEF. En las últimas modificaciones al programa, el gobierno eliminó la tasa migratoria que debía abonar el refugiado en su ingreso al país y amplió la definición de llamante, que hasta entonces se limitaba a una persona física con vínculo familiar y luego se extendió a ONGs y otras instituciones. “Nosotros vemos quiénes son los que quieren salir de Siria y quiénes se anotaron como posibles llamantes y estudiamos el panorama, si se adaptarían o no, es decir, congeniamos características”, explicó Lalli sobre la tarea que realizan desde la Asociación. “Si un muchacho solo quiere ser receptor, por ejemplo, no lo vamos a unir con una familia con niños. En cambio, si es una institución, como un colegio, es lo ideal, porque ahí nos aseguramos que la cuestión educativa para los niños está cubierta”, añadió. “Brindamos contención, somos una comunidad receptora que facilita que se integren y participen de las actividades que desarrollamos. El objetivo es darles tranquilidad, que sepan que no están solos”. Una vez que se vinculan las dos partes, según Lalli, el trámite lleva entre 4 y 6 meses desde que se solicita el ingreso a la Argentina, un plazo que califica de excesivo dada con la urgencia que tienen quienes recurren a esta alternativa para escapar de la guerra y la muerte. Si bien la gestión es gratuita, hay costos extra que deben contemplarse, como las traducciones públicas de los documentos, su estampillado y certificación, entre otros. Pero no son solo los miembros de la comunidad siria en Argentina quienes se movilizaron para dar auxilio. Refugio Humanitario Argentino es una agrupación creada para traer alivio a quienes huyen de Siria que también se está haciendo cargo de esta tarea en Argentina. Mariano Winograd, su fundador, es un ingeniero agrónomo y nieto de inmigrantes judíos que se sintió interpelado al ver por televisión las imágenes, primero de la guerra, y luego de los inmigrantes que eran rechazados al intentar ingresar a Europa. “Lo vi como absolutamente equivalente a lo que habían hecho con los judíos en el siglo XX”, explicó a DEF. Su indignación y dolor dio paso rápidamente a la acción y se propuso ser llamante de una familia siria. Así es como el 30 de junio pasado celebró sus 60 años con toda su familia y con Majed y Madlin, un matrimonio de drusos de 25 años provenientes de Sueida, a quienes había acogido tan solo tres días atrás. El matrimonio se alojó en el departamento de Winograd, quien durante cuatro meses les dejó su casa y se fue a vivir a lo de su pareja, hasta que finalmente lograron encontrar un lugar propio, en noviembre.

“Una vez que vi que esto era posible, empecé a pensar en traer más gente. Nos contactamos con un sacerdote argentino en Alepo, el padre David Fernández, y nos dijo que tenía 20 familias que querían venir, lo que significaba que yo necesitaba 20 personas que quisieran ser llamantes”, relató Winograd. Así, y con ayuda de su familia, creó el sitio Web y la página de Facebook del Refugio Humanitario Argentino. “Empezamos a identificar gente con inquietudes convergentes. Hoy tenemos gente en Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Mendoza, Chaco”, detalló. Germán Bolatti, desde Sáenz Peña, Chaco, dirige el nodo NEA de la organización.

El productor agropecuario oriundo de Santa Fe asegura que desde siempre se sintió atraído por la situación en Medio Oriente y por el drama de los refugiados, y al ver las fotos que recorrieron el mundo del pequeño Aylán, ahogado en las costas turcas, y más recientemente, del niño sirio en shock tras ser herido en un ataque aéreo en Alepo, se decidió a convertirse en llamante de una familia de esa ciudad. “Siempre tenía ganas de ayudar, pero es muy difícil encontrar el camino. Las instituciones muchas veces no te atienden, todo queda lejos…”, relató a DEF. “Empecé solo, a informarme, a buscar en internet, y así encontré a Refugio Humanitario y a Mariano (Winograd). Como nadie me sabía asesorar en Migraciones Corrientes, empecé a asesorarme yo primero y después yo los asesoraba a ellos”, rememoró. “Hoy trabajamos en conjunto, y muy bien, con ellos y el equipo de Refugio Humanitario Argentino”. Tres meses más tarde de ese impulso inicial, Bolatti, su pareja y su hijo de 11 años se encuentran a la espera de que se aprueben todos los papeles para acoger a un matrimonio y sus tres hijas, una de ellas recién nacida, tras un parto que fue pagado con fondos girados por Germán desde Argentina. Cuando conoció sus nombres, Germán los contactó por Facebook. “Empecé a tomar clases de árabe y usamos los traductores de Internet”, detalló sobre las comunicaciones que mantiene muchas veces en la madrugada argentina. “Ahora estamos siempre pendientes de tener novedades, de saber si están bien, si no los alcanzó una bomba, si tienen para comer. Empezás a vivir la guerra desde adentro”, explicó. Una vez que los trámites estén completados y la familia llegue al país, empezará una nueva etapa llena de desafíos, para la cual Bollati se encuentra más que preparado. Gracias a la ayuda de amigos, y la solidaridad de los chaqueños, y haciendo frente a los costos de forma totalmente privada, ya se aseguró de que una vez que llegue al país, la familia tenga a disposición un profesor de español, ofertas de trabajo en una fábrica de pastas y en otra de pickles, cupo en una escuela privada para las niñas, cortes de pelo gratis y hasta clases de paddle sin cargo para distenderse. El aprendizaje del idioma, así como la dificultad para conseguir alojamiento y para trabajar son los principales obstáculos que enfrentan los recién llegados. “El 95 % de los que llegan son profesionales, pero no tienen la posibilidad de trabajar como trabajaban en su país, ya que hay muchos problemas para revalidar los títulos”, señaló Lalli. Desde la Asociación Cultural Siria reclaman al gobierno soluciones concretas para facilitar la reválida de títulos. “Hace poco llegó una familia de médicos y no pueden trabajar, si les permitieran una reválida ágil, pondrían a hacerlo”, señaló. “No se piden subsidios ni nada parecido, sino que se abran oportunidades para que puedan conseguir trabajo una vez que llegan al país”, agregó.

Por otra parte, Majed y Madlin, según relata Winograd, viven algo similar. Ambos son profesionales, él contador y ella profesora de historia, pero, al verse impedidos de ejercer, comenzaron a dedicarse a la elaboración de comidas típicas. Empezaron trabajando en casas particulares, luego en la feria Sabe la tierra, en San Fernando, y recientemente abrieron su propio negocio, Beni Maruf, con ventas por Internet. Consciente de las dificultades a la hora de insertarse laboralmente, Winograd, en conjunto con la Asociación Drusa Emir Amín Arslán, elaboraron un proyecto que bautizaron Flor de Azahar, para traer inmigrantes sirios con experiencia en horticultura. “Creemos en crear una red de vínculos, que los trabajadores se dispersen en toda la cadena de valor frutihortícola”, sostuvo Winograd. “Estamos dándole forma, convocando a especialistas para definir puntos de inserción, para intentar generar una misión a los campos de refugiados en enero para identificar gente que pueda dar con este perfil”, añadió.

Sabor casero para la nueva vida

En Villa Crespo, a pasos de la zona comercial de Av. Córdoba, se encuentra Al Fares, el restorán de comida siria casera de la familia Badwan. Allí, Fares Badwan recibe a DEF. “Hola, qué calor, ¿no?”, saluda, casi como un porteño más, mientras invita a pasar al restorán, que, más que en un local comercial, hace pensar en una casa de familia. Fares llegó hace cinco años al país, en donde fue recibido por un tío que había emigrado previamente. Una vez aquí, hizo todos los trámites para convertirse en refugiado para obtener así su DNI y su CUIL y poder trabajar. Cuando llegó no hablaba ni una palabra de español, fue aprendiendo “en la calle, anotando todo lo que oía en una libretita”, y poco a poco se abrió camino, primero como empleado en una fábrica de ropa interior y luego, con un amigo argentino, fundó su propio emprendimiento textil. Hace poco más de un año, con lo que tenía ahorrado, se convirtió en llamante del Programa Siria, mediante el cual trajo primero a su papá, chef y con quien abrió el restorán, y luego a sus hermanos y a su mamá. Ahora tiene la esperanza de pronto volver a recurrir al Programa para recibir a un primo, que aún no se decide a emprender el viaje. En los inicios, Al Fares no tenía mesas y hacían delivery, en bicicleta, por el barrio. Hoy, y con ayuda de los vecinos y amigos, siempre dispuestos a dar una mano para pintar o conseguir muebles, están ampliando el local. Al rememorar el camino recorrido desde que llegó a Argentina, Fares sonríe y asegura que “es otra vida, es como haber nacido de nuevo”, y afirma que aunque la situación mejorara en Siria, elegiría quedarse en el país.

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