En su último libro, Detrás de Perón, Fabián Bosoer echa luz sobre un personaje olvidado de la historia argentina: el almirante Teisaire, vicepresidente de Perón y armador político de su movimiento, pero también el primer traidor a la causa. Una figura en la que se pueden leer no solo las claves de uno de los momentos más importantes de la historia argentina, sino también conocer la trastienda del poder y pensar algunas deudas pendientes de nuestra democracia.
“Es un personaje misterioso y maldito”. Así describe el periodista y escritor Fabián Bosoer al almirante Alberto Teisaire, una figura casi desconocida para la mayoría de los argentinos, pero de una relevancia muy grande para un momento clave de la historia del país en el siglo XX. Con una foja profesional promisoria, Teisaire llegó a ser el segundo de la Armada Argentina, tripuló submarinos durante la Primera Guerra Mundial y se reunió con Roosevelt, Hitler y el príncipe de Gales. No obstante, la historial naval lo borró de sus anales cuando saltó a la política.
Con la revolución del GOU de 1943, empezó a ocupar algunos cargos en el Ejecutivo. Era la primera vez que la Marina asumía conducciones ejecutivas. Fue en ese entonces que se acercó y acompañó al ascendente coronel Perón. Tan es así, que Teisaire fue arquitecto del 17 de Octubre –aquella jornada que marcó un punto de inflexión en la Argentina– e ingeniero de la campaña electoral que consagrará al candidato laborista como presidente en febrero de 1946.
Luego, con Perón en la presidencia, será elegido senador nacional tres veces y presidente del Partido Peronista. En 1954, se convirtió en vicepresidente de la Nación, como resultado de las singulares elecciones que se realizaron para cubrir ese cargo. Acompañó a Perón hasta su caída, pero de inmediato se convirtió en su principal detractor. Tal vez esta traición le valió el olvido de propios y ajenos. “Habiendo tenido tanto protagonismo, habiendo estado detrás de escena en momentos decisivos y habiendo sido articulador de tantos procesos y fórmulas políticas de resolución, es un hombre opaco, de segunda línea y olvidado”, subraya Bosoer, quien presentó Detrás de Perón, el primer libro que se sumerge en la olvidada figura del almirante Teisaire.
Fue una personalidad de primera línea en la política nacional y, sin embargo, no existen hasta el presente trabajos específicos dedicados a estudiar su figura y su lugar en nuestra historia.
-¿Cómo llega tan cerca de Perón?
-Hay como una elección recíproca. Perón detecta a un almirante que tiene visión del mundo, que conoce EE. UU. y Europa más que él mismo, porque Perón era un hombre de formación geopolítica importante, pero su experiencia en el exterior estaba acotada a la que tuvo en Italia. En ese momento, Teisaire ya era un hombre de mundo y al mismo tiempo no era un hombre dogmático ideológicamente. Ellos tienen que librar batallas internas frente a los militares, que pugnaban por mantener la neutralidad y la cercanía con los países europeos del Eje, los más fascistas y filonazis, y las facciones que querían acercarse a EE. UU. y colocar al país junto a los Aliados. Esa es la interna del GOU entre el 43 y el 46. Teisaire y Perón son los dos socios que observan que hay que moverse con cuidado en esta lucha facciosa y van construyendo un propio proyecto, acercándose y desplazando a los competidores.
-¿Cómo era su relación con los otros dirigentes del peronismo una vez que estuvo conformado ese espacio?
-La segunda línea tenía un rol fundamental: figuras como Borlengui, Mercante, Bramuglia. Todos ellos venían de otra procedencia partidaria. Había exradicales personalistas y antipersonalistas, sindicalistas, etc. Teisaire venía de la Marina y de un origen radical pero cercano a los conservadores. Además, por el rol que Perón le asigna, es claramente un hombre conflictivo. En un inicio entra en conflicto con los líderes laboristas, porque él es el que se pone a la cabeza del partido, desplazando a otros dirigentes que habían surgido del proyecto inicial. Es el encargado de convertir todo eso en el Partido Peronista, es el hombre que le hace a Perón el trabajo de disciplinar la tropa y organizar el partido. Su condición militar ayuda, su cintura política también, su personalidad más o menos porque no era alguien carismático.
-¿Cómo era Teisaire?
-Un personaje extraño para la costumbre de la política argentina. Era un hombre más bien parco, gris, muy hábil para estar en la segunda línea y tallar de manera decisiva en los movimientos políticos, elusivo en sus ideas. No era un hombre como Perón, en condición de elaborar un argumento ideológico. Sin embargo, tenía ideas muy claras acerca de la política, del país, del Estado, que uno podría asociar a la visión del varguismo en Brasil o del laborismo en EE. UU. Era un hombre anticomunista pero que a su vez no tenía nada que ver con el fascismo. Fue una especie de liberal conservador. En Estados Unidos hubiera sido un republicano liberal o un demócrata conservador. Es el hombre más leal que Perón tiene, pero, al final de la historia, va a ser el primer traidor. Una paradoja. En sus discursos es un ortodoxo, el más leal intérprete de la doctrina y filosofía del justicialismo. A tal punto que enerva a Evita, a Cámpora y a otros.
-¿Su relación con Evita no era buena?
-Él nunca participó del círculo áulico de Perón. Había un trato respetuoso, distante. No se tuteaban: era el almirante y el general –o el presidente–. El vínculo nunca fue bueno con Evita y tiene muchos recelos con los personajes más cercanos a Perón. A Cámpora lo considera uno de sus principales enemigos políticos. Provenían del mismo origen, porque los dos llegan de los conservadores independientes que se acercan al peronismo, pero Cámpora va a ser el presidente de diputados y Teisaire del Senado. Aquí se puede observar que las segundas líneas del peronismo estaban lejos de ser homogéneas, y las peleas entre ellos eran muy fuertes. Muerto Quijano, él ya era presidente del Senado, con lo cual estaba en la línea de sucesión. Luego muere Evita y Perón queda solo, con un enorme apoyo popular pero, al mismo tiempo, con un escenario por venir bastante complicado. Perón había sido reelegido y Teisaire es el segundo hombre. Aprovechando las elecciones de renovación legislativa, Perón convocó a elecciones vicepresidenciales, un hecho único en la Argentina. El hombre elegido fue Teisaire, que era en ese momento el presidente del Partido Peronista y presidente del Senado.
TEISAIRE, EL TRAIDOR
-Teisaire fue vicepresidente en el momento más crítico del gobierno de Perón.
-Asumió en mayo de 1954. Ya viene el conflicto con la Iglesia y el descontento militar. Teisaire aparece como uno de los más fervorosos duros del gobierno de Perón. La Iglesia le atribuye su supuesta pertenencia a la masonería como motivación. Yo estuve rastreando pero no hay pruebas ciertas acerca de eso. Claramente no era un hombre de la Iglesia católica y su formación en la Marina podría hacernos pensar en esta influencia de las logias. Pero es más un argumento conspirativo que político real. Por qué razón Teisaire comienza a mostrar estos perfiles que hasta ese momento no había mostrado es parte de la incógnita. Hay también quienes empiezan a ver que Teisaire observa que la historia argentina trasciende a la figura de Perón. Lo que viene por delante es una transición hacia otro escenario. Después del bombardeo del 55, renuncia a la presidencia del partido pero sigue como vicepresidente. Y las semanas previas al golpe de septiembre, su paradero se desdibuja. Una incógnita.
-¿Tenía un armado propio?
-Conversaciones, pero no tenía un armado propio personal.
-¿Cómo le jugó su condición de marino retirado?
-La figura de Teisaire sirve como una suerte de factor acelerador de la nueva divisoria de aguas que va a producir el golpe del 55. El golpe está protagonizado por una alianza entre sectores del Ejército y de la Marina de orígenes muy diversos, y aun contradictorios. En el Ejército están Lonardi y Aramburu; en la Marina, la figura del almirante Rojas, Toranzo Calderón y del almirante Olivieri, que era ministro de Marina de Perón y que va a terminar siendo parte de la Revolución Libertadora. Teisaire es un hombre bisagra ahí, considerado por los golpistas como un impostor y traidor, y por el peronismo como un hombre de dudosa lealtad. Teisaire queda en el medio: siendo leal a Perón estaba solitario y, contrariamente a lo que ocurre con gran parte de quienes acompañan a Perón hasta el final, en dos semanas se produce este vuelco insólito de arrepentimiento público.
-¿En qué consistió ese arrepentimiento público?
-A las dos semanas de producido el golpe, no se sabe de su paradero. Teisaire se entrega a la Marina, va hacia Casa de Gobierno y en una gran puesta en escena en la que está el gabinete en pleno, con Lonardi, Rojas, periodistas, políticos y cámaras de la Secretaría de Prensa, Teisaire lee un documento que es una suerte de manifiesto antiperonista en el que acusa a Perón de las peores corrupciones que el país había vivido en los años previos. Es la primera manifestación tan asumida de lo que podría llamarse un acto de traición. Esto no cayó bien ni a peronistas ni a antiperonistas, pero le fue útil a Rojas y a los núcleos antiperonistas de las FF. AA. para desplazar a Lonardi y su espíritu de reconciliación superadora, y para profundizar el sesgo antiperonista de la Revolución Libertadora. Lo notable es que a partir de ese momento nadie se quiere acordar de Teisare.
-¿Tiene alguna hipótesis de lo que impulsó ese descargo?
-Es un gran misterio, porque no dejó memorias. Habló y calló para siempre. A partir de ahí es como que se desata la piola de un eslabón perdido de nuestra historia. Yo lo que encuentro es a un Teisaire detenido en Martin García, en prisión privilegiada por parte de la Marina. Es liberado por Frondizi y pasa por las comisiones investigadoras. Se va a su casa en Rodríguez Peña y Posadas, y sus últimos años se pierden en el anonimato. No escribe ni registra actividad política. Una fuente me confirmó lo que fueron sus últimos tres años: su arrepentimiento público fue tan desventurado que no quiso volver a hablar, estaba deprimido, retirado, odiado por muchos. Murió en un ostracismo autoimpuesto.
HISTORIA REPETIDA
-Pareciera como si la traición siempre estuviera presente en la historia de los vicepresidentes argentinos.
-¿Qué significa la traición y qué la lealtad? Teisaire había hecho de la lealtad un principio y un valor fundamental, y gracias a eso contribuyó a edificar el liderazgo de Perón. Si bien es cierto que cruzó el cerco y se convirtió en el primer antiperonista, también es cierto que en toda su trayectoria fue leal consigo mismo: pequeños actos de “traición” se encuentran desde el inicio de su carrera política. En su ascenso, el almirante Sueiro, el general Perlinger, Luis Gay, Héctor Cámpora, Evita, todos lo fueron acusando de traidor, pero él actuaba coherentemente de acuerdo a su idea de Estado que tributaba la construcción del Estado peronista. Uno de los testimonios sostiene que el quiebre emocional de Teisaire es cuando Perón se sube al barco y se va al exilio.
-En el descargo público, una de las cosas que remarca Teisaire es que se siente traicionado por Perón, que se va y no se queda.
-Tal cual. Uno podría decir que él siente que Perón abandona el barco y que, como buen marino, alguien tiene que tomar el timón. El timón es el de la idea a la que él tributó, que no era una lealtad personal, sino la idea que esa persona encarnaba. Cuando esa persona desaparece de a escena, ahí él toma el impulso. Las segundas líneas se construyen sobre la base de lealtades y traiciones que están encarnadas en las mismas personas. Según el momento, el que hoy es leal mañana puede ser un traidor. Ese es el aspecto de los movimientos políticos. Después está la cuestión institucional: cómo la Argentina resolvió su presidencialismo en momentos de crisis o en momentos de consolidación. Acá se define el rol del vicepresidente: si es un complemento, si es un fusible, si es un soporte, si es una figura decorativa, y en eso está su virtud o su defecto. Si cumple su rol automáticamente, se convierte en un fantasma que le sopla en las orejas al presidente. Este es un tema todavía irresuelto. Es un espacio que puede ser llenado de distintas maneras. En los 30 años de democracia, tuvimos distintos roles vicepresidenciales que no terminan de resolver esta fórmula. Además, con esta historia todavía presente de la deslealtad y la traición como un problema: Cobos, Chacho Álvarez, Duhalde.
-¿Qué lectura se puede hacer de la figura de Teisaire desde la actualidad?
-El personaje de Teisaire gatilla una suerte de mito de las cavernas platónico, todos los antagonismos –peronismo-antiperonismo, civiles-militares, liberales-nacionalistas, etc.–, más que claves interpretativas en sí, son proyecciones en la pantalla de otra clave interpretativa que atraviesa esta manera de dividir campos. En realidad, hay un núcleo que es preexistente a esos antagonismos. Eso tiene que ver con la incapacidad de resolver la cuestión institucional y la manera de construir la política y definir políticas de Estado. En la historia argentina se dio a través de fórmulas de institucionalización interrumpidas, el personalismo y la política facciosa por sobre las reglas de juego institucionales. Todo termina siendo políticas de grupos y facciones por sobre las instituciones, los partidos y por sobre el propio Estado, que se convierte en una arena de colonización de políticas de grupo. Cómo se hace para construir poder: se concentra poder, se instituyen normas y reglas que duran lo que dura ese poder y quien no tiene poder construye alrededor de ello sistemas de limitación fáctica o normativas que generen un nuevo equilibrio. Entonces, en este juego los personajes que juegan en las bisagras suelen ser hombres grises, no visualizados. Los que hacen las costuras de estas tramas recortadas. Esto se sigue viendo en la política democrática. Hay cambios en constelaciones de poder, pero hay hombres que permanecen y que son los que hacen los arreglos que permiten que el juego se siga reproduciendo. Teisaire es una figura que representa eso. A mi juicio, el modo en el que termina y el modo en el que la historia argentina lo olvida nos dice bastante acerca de cómo seguimos viendo la política en el escenario y la política en la trastienda. No les damos el liderazgo que tienen. Todo liderazgo personalista necesita una organización y toda formación política necesita un liderazgo personal, pero las segundas líneas tienen un rol fundamental.