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Los jóvenes y las drogas sintéticas

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En la última década, se ha registrado un notable incremento del consumo de drogas de diseño en jóvenes y adolescentes. El abuso de este tipo de sustancias, en el contexto de fiestas nocturnas y al son de la música electrónica, busca tapar sus propias carencias emocionales y prolongar artificialmente las sensaciones de placer y goce hasta bien entrada la madrugada.


A partir de la década del 90 Argentina comenzó a vivir en carne propia un fenómeno que ya venían experimentando los países centrales. Las multitudinarias fiestas de música electrónica (“raves”) comenzaron a convertirse en el epicentro de un nuevo tipo de consumo: el de las denominadas “drogas de síntesis” o “drogas de diseño”. Consultada por DEF, la doctora María Verónica Brasesco, directora del Doctorado en Psicología de la Universidad del Salvador y coautora del trabajo “Nocturnidad y consumo de drogas sintéticas” publicado en 2010 por el Observatorio de Políticas Públicas en Adicciones de la Ciudad de Buenos Aires, explica el porqué del nombre: “Estas sustancias no se encuentran en la naturaleza, como ocurre con la marihuana o la cocaína que se obtiene a partir del procesamiento de la hoja de coca; se las denomina, justamente, ‘drogas de síntesis’ porque se las sintetiza en un laboratorio”. El uso de estas drogas suele ser grupal, ya que, tal como señala esta especialista, “se consume para estar juntos, creando un mundo de complacencia y amistad, sin riesgos; donde el otro no es un posible competidor, sino que es un amigo con el cual me abrazo inmediatamente”.

En su Informe Mundial de Drogas 2013, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (ONUDC) llama la atención sobre la expansión del mercado de estimulantes de tipo anfetamínico. Se estima que en 2011, último año de la medición, hubo 19,4 millones de usuarios de éxtasis a nivel mundial –con mayor prevalencia en Oceanía, América del Norte y Europa–, mientras que hubo 33,8 millones de consumidores de otras sustancias de tipo anfetamínico. En Europa, de los dos millones de usuarios de éxtasis, el 75 por ciento se ubica en la franja etárea de los 15 a los 34 años. En nuestro país la prevalencia de consumo de éxtasis creció notablemente en la última década. Y, lo que es aún más preocupante, la tendencia ha ido en aumento entre los adolescentes: las encuestas realizadas por el Observatorio Argentino de Drogas a estudiantes de enseñanza media arrojan que el número de estudiantes que probó esta sustancia alguna vez en la vida se ha multiplicado por diez entre 2001 y 2011. “Los estudiantes han probado éxtasis en promedio a los 15 años”, detalla la Secretaria de Programación de la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar).

DEL FLOWER POWER A LAS RAVES

La doctora Brasesco señala que el auge de estas sustancias, en su primera etapa, estuvo asociado al movimiento hippie. “El objetivo era la creación de un mundo de felicidad y un estado de hermandad general en la humanidad”, rememora, lo que se veía favorecido por la “ilusión de confraternidad” que genera el uso de esa sustancia. “Estas expresiones de culturas juveniles (subcultura psicodélica) comenzaron a caracterizarse por la adscripción identitaria y el despliegue de las afectividades colectivas asociadas a este tipo de drogas”, advierte el estudio del Observatorio porteño de Políticas Públicas en Adicciones, donde se puntualiza que “fue básicamente la MDA (anfetamina), mejor conocida como la droga del amor, la que se difundió ampliamente entre el movimiento contracultural juvenil de la época”. En los años 60, resume el informe, “comienza a consolidarse la relación entre el uso social de las drogas, la recreación y el espacio urbano, especialmente con las drogas de síntesis o de diseño (drugs designers) como la metanfetamina”.

Por su parte, Claudio Izaguirre, experto en temas vinculados a las adicciones y presidente de la Asociación Antidrogas de la República Argentina, especifica que en los años 70 un grupo empresario de California decidió “resucitar” el MDMA, que posteriormente sería conocido como éxtasis. A partir de un laboratorio ubicado en Marin County (California), decidieron promocionar y distribuir el que para ellos sería “el Bebé del Millón de Dólares”. Uno de los panfletos que comenzaron a difundirse en EE.UU. incitaba a los jóvenes a hacer uso de esta droga, resaltando la “experiencia hermosa y relajada” asociada a su consumo. “Tu corazón se abrirá totalmente a sentimientos de amor; no tendrás ninguna acción ansiosa; alterarás tu conciencia de tal forma que cuando la experiencia termine, te llevarás algo de esa experiencia que enriquecerá tu vida”, indicaba, para concluir diciendo que “el día posterior al éxtasis es quizás más placentero porque sentís como si estuvieras flotando”.

“Cuando empezaron los primeros controles, en la década del 80, intentaron mudarse a México para seguir fabricando desde allí, pero fueron encarcelados casi inmediatamente y no pudieron seguir produciendo éxtasis”, continúa Izaguirre, al explicar cómo fue evolucionando la comercialización de esta sustancia. “A partir de que comenzó a difundirse ilegalmente, se avanzó en lo que se denominaban las drogas del night club, utilizadas en los boliches bailables, y hubo una gran movida en EE.UU., España, Italia, Francia e Inglaterra. Una década después, en los 90, iba a llegar a la Argentina”, completa. Izaguirre apunta específicamente contra las fiestas de música electrónica, ampliamente promocionadas, las cuales buscan “establecer el contacto entre el vendedor y el comprador”. “El hecho de que existan laboratorios clandestinos en countries –lugares a los que no tienen demasiado acceso las fuerzas de seguridad ni los jueces– hace que esto sea un buen negocio para algunos y termine con el sistema nervioso central de los que consumen”, concluye este experto.

Esta nueva generación de consumidores, bautizada como “generación XQ (identidad desconocida, dirección química)”, se caracteriza, según indica el citado trabajo, “por la presencia de jóvenes aburridos, híper conectados tecnológicamente, sin límites claros, impulsivos, con dinero líquido gracias a los padres o a su trabajo full time”.  La doctora Brasesco añade el caso de los casos de jóvenes profesionales de alto rendimiento, “sometidos durante la semana a la presión y la tensión, el fin de semana se convierte en un fin de semana sin tiempo, ya que en estas drogas se evapora la sensación de tiempo”. “Al tratarse de derivados anfetamínimos –explica– se da paso a una excitación sin tiempo, donde no hay lugar para las sensaciones displacenteras, el cansancio ni el hambre”. “Lo que se busca con estas sustancias es una sensación de libertad”, concluye.

DE LA EXCITACIÓN AL “BAJÓN”

La más difundida de estas drogas sintéticas es el MDMA, popularmente conocido como “éxtasis”, que se consume por vía oral en forma de pastillas. Las dosis usuales varían de los 80 a los 160 miligramos y sus efectos comienzan a manifestarse entre los 30 y los 45 minutos posteriores a su ingestión, alcanzando su pico a la hora u hora y media. “El éxtasis induce estados afectivos positivos, aumenta la autopercepción y el acceso a la conciencia individual”, señala el estudio del Observatorio de Políticas Públicas en Adicciones del gobierno porteño. “En el caso de las adscripciones identitarias juveniles, se emplea la metanfetamina para la exploración sensual y espiritual”, añade, al tiempo que se la asocia a “una vivencia corporal muy intensa, es decir, al disfrute, el placer conciente y ‘libre’ del propio cuerpo”. En el informe del Observatorio porteño de Políticas Públicas en Adicciones, se indica además que “en el terreno de la práctica de la sexualidad, el consumo de drogas de diseño aparece en el imaginario de los jóvenes como un ‘plus’, un afrodisíaco que provoca una mayor desinhibición, generando la sensación de mayor conexión con la pareja sexual, incrementando las percepciones de goce o placer, y como posibilitador para mantener relaciones sexuales durante un tiempo más prolongado”.

Sin embargo, los efectos del éxtasis desaparecen completamente entre las cuatro y seis horas posteriores a su ingesta. Allí comienzan a aparecer las consecuencias menos agradables: la sensación de malestar general, pérdida de autocontrol, deshidratación, pérdida de peso y de memoria, insomnio e incremento de la presión arterial y el pulso. Una idea que la doctora Brasesco busca desmitificar es la “naturalización” de estas drogas como “inocuas” por no estar asociadas al alcohol sino al consumo de agua mineral: “Eso es falso; en realidad, alteran totalmente la sinapsis, las transmisiones neuroquímicas y nada de esto es gratuito para nuestro cerebro”.

“La sobredosis de MDMA –alerta el informe “Nocturnidad y consumo de drogas sintéticas”– se caracteriza por muy alto pulso o presión sanguínea, espasmos musculares y ataques de pánico que pueden llegar hasta la muerte”. “Al momento del bajón –ilustra la doctora Brasesco–, como en todo bajón anfetamínico, la persona cae en un profundo desasiego por la dificultad para dormir, y es ahí donde entran en juego otras sustancias para calmar esa angustia. El bajón es muy desagradable y va acompañado de la ingesta de otras sustancias con la intención de superar ese momento desagradable”. “El consumo de este tipo de sustancias es siempre un riesgo, porque no sabemos en qué condiciones físicas y psíquicas está quien la consume y qué efectos va a tener en él”, agrega.

El equipo de investigadores del Observatorio porteño de Políticas Públicas en Adicciones –integrado además por Ángeles Legisa, Romina Pighin y Florencia Tufro– relevan también la “percepción de riesgos” por parte de los consumidores. Entrevistados en forma anónima, ellos reconocen los riegos que entraña el uso frecuente de esta clase de estupefacientes: los daños psicofísicos a mediano plazo, las palpitaciones, el mandibuleo, el agotamiento y las consecuencias cardiovasculares severas. De todas formas, admiten que no siempre es posible controlarse, como surge de uno de los testimonios: “Después de esas experiencias en las que te asustás, es como que uno aprende, como que te empezás a cuidar un poquito más, pero llega un momento en que estás al horno, estás tan metido que no encontrás la manera de ponerte límites porque querés más y más, cuando salís de un boliche te querés ir a un after y después a una quinta o donde sea…”

AL RITMO DE LA MÚSICA ELECTRÓNICA

Como señalamos, el uso de las drogas sintéticas está asociado actualmente a espacios de ocio juvenil, como las fiestas rave, música electrónica, discotecas y macroconciertos públicos. La laxitud de los controles en esos espacios facilita la comercialización de este tipo de sustancias. “Dentro del lugar no se permite el ingreso de las fuerzas de seguridad –indica Claudio Izaguirre–. Inclusive las ambulancias quedan en la puerta por si se las llega a necesitar. Por lo tanto, dentro del recinto se promociona, se compra y se vende, mientras los organizadores se escudan en que ellos solo venden agua mineral. No son inocentes, sino que tienen mucho que ver con la comercialización de drogas de diseño en la Argentina. Son tan culpables los que promueven estas fiestas como los que protegen a los vendedores. Son tan homicidas unos como otros”.

La doctora Brasesco advierte que al comienzo el consumo de drogas sintéticas estuvo bien segmentado por sectores socioeconómicos, pero eso ya no sucede. “Con la llegada de la tecno-cumbia, se cortó ese sesgo, más propio de la clase media-alta, y se difundió a las clases media-baja y baja”, explica. En ese sentido, Izaguirre analiza la segmentación de la oferta: “El MDMA importado viene de Holanda y a él tiene acceso únicamente la clase alta. La clase media puede llegar con facilidad al éxtasis español. Los que tienen menor poder adquisitivo suelen comprar el éxtasis fabricado en la Argentina, que es de mucha menor calidad que el holandés”.

¿HAY TRATAMIENTO PARA ESTAS ADICCIONES?

“Las sustancias se instalan allá donde el sujeto renunció a la creencia de que él puede modificar los estados del humor por sí solo”, indica la doctora Brasesco, quien aclara que no se puede en estos casos “hacer un tratamiento de drogas sustitutas, como ocurre con los casos de adicción a la heroína o al alcohol”. Consultada sobre cómo abordar el tratamiento de quienes abusan de este tipo de drogas, aclara que “la abstinencia psicológica es muy fuerte porque estas drogas brindan una sensación de potencia, de bienestar, de afecto, de amistad, en sujetos a los que por sí solos le cuesta conseguirlo”. Por eso, según ella, la solución es “trabajar con el sujeto para que empiece a fortalecerse y a producir por sí mismo aquello que le pide a la sustancia”.

A nivel social, el informe del Observatorio porteño de Políticas Públicas en Adicciones reflexiona sobre cómo ayudar a los habitantes de las grandes urbes a “sentir por sí mismos” y a “contactarse con el otro en todas las formas, enriqueciendo la propia interioridad, sin disfrazarla con sustancia psicoactivas”. A su vez, se sugiere la implementación de políticas públicas que incluyan “estrategias y acciones novedosas para instalar en la población de jóvenes y adolescentes conciencia de daño y promover la posibilidad de estar juntos en la fiesta sin el desarrollo de una vincularidad tóxica”.

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