InicioActualidadSegura: "Innovar es la clave del cambio en educación"

Segura: “Innovar es la clave del cambio en educación”

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En medio de un contexto complejo, de conflictos gremiales y escasos resultados, conversamos con Juan María Segura, consultor y experto en innovación y gestión educativa.

-¿Cuáles considera que son los principales desafíos del sistema educativo actual?

-Creo que el más urgente es lograr que los chicos estudien. Este tema que puede parecer sencillo deja de serlo si tenemos en cuenta que contamos con un sistema escolar de jornadas anuales de 180 días, mayoritariamente simples, ya que solo un 10 por ciento tiene jornada extendida de seis horas en lugar de cuatro. Si a esta organización le restamos el tiempo que faltan los alumnos y le agregamos el dato novedoso y comprobado del alto ausentismo docente –en mediciones realizadas en 2016 en escuelas primarias y secundarias de la provincia de Buenos Aires el ausentismo oscilaba entre el 31 y el 42 por ciento-, nos encontramos con que los alumnos solo están en situación de aprendizaje alrededor de dos horas diarias promedio. Ante este panorama es fácil comprender por qué el chico, sin tener problemas de aprendizaje, no sabe. Por eso lo primero es lograr que el sistema permita que la magia de la educación ocurra dentro del aula. Este diagnóstico en el caso de la Argentina se refiere marcadamente a la gestión pública.

El segundo gran desafío de la escuela actual es repensarse como un lugar que prepara chicos para la vida adulta: la tecnología, la denominada cuarta revolución industrial, la neurociencia, entre otras grandes transformaciones que modificarán el mundo en el que vivimos. Hoy, la institución escolar sigue funcionando con una estructura pensada hacia 150 años con el objetivo de generar ciudadanos, homogeneizar gente de distintos extractos y construir el concepto de nación. Esta convención, afianzada por la práctica, ya no sirve y por eso los chicos le dan la espalda.

-En este contexto, ¿cómo adaptar los contenidos educativos?

-La educación hace décadas que hace hincapié en la capacidad de contención de la escuela, relegando lo fundamental que es el contenido y la estructura curricular. Me refiero, por ejemplo, a la posibilidad de que, en los últimos años de secundaria, los alumnos puedan optar según sus orientaciones y preferencias. Así como la universidad tiene libertad de cátedra y las jurisdicciones educativas provinciales poseen pleno mandato para trabajar diseños a partir de núcleos de aprendizajes prioritarios definidos a nivel nacional, deberíamos dar esa discusión estratégica en escuela. Sé que muchos profesores quizás pueden sentirse amenazados, pero se impone pensar nuevos proyectos.

-Un tema que se ha transformado en un verdadero desafío es el de las nuevas tecnologías. ¿Considera posible incorporarlas a los saberes aúlicos reales?

-Hablar de tecnología me obliga a hablar de innovación y me fuerza a aclarar que no son conceptos sinónimos. Es posible incorporar tecnología en la escuela -digitalizando el proceso de gestión de la escuela o poniendo una pizarra digital en el aula, por ejemplo- sin innovar ni cambiar ninguna dinámica didáctica. De hecho ya hemos vivido esa experiencia fallida, comprobando que cuando las cosas no se hacen bien el resultado es el despilfarro del dinero público. Le doy, a modo de ejemplo, el caso de las más de cinco millones de computadoras distribuidas en las escuelas, la mayoría de las cuales no están en uso, porque no tienen conexión a internet o porque cuando se rompen tardan meses en ser reparadas, entre otros problemas. Por eso creo que al repensar y discutir el nuevo diseño de los sistemas escolares debemos apuntar a la innovación valiéndonos de todas las cosas que nos ofrece el entorno cultural, científico, pedagógico y tecnológico del mundo contemporáneo.

-Innovar, entonces, implica un reto más amplio que supera ampliamente la incorporación tecnológica.

-Sí, creo que es la clave de cualquier cambio, es concebir nuevamente para qué se usa el espacio del aula y analizar adónde queremos llegar. Desde hace unos años se viene hablando dentro del sistema educativo de un concepto denominado “la clase invertida” que se ocupa de que el chico lea, se encuentre con los contenidos fuera de la escuela, a nivel individual, use las tecnologías que tiene a su alcance y después en el aula se reflexione sobre esos contenidos. Es una idea valiosa e innovadora al igual que trabajar en proyectos multidisciplinarios en vez de asignaturas. Debemos tratar de cubrir una de las principales demandas que es que los chicos no logran implementar en la vida real lo aprendido y validado en el ámbito escolar.

-¿No considera un poco utópicos estos cambios dentro de nuestro sistema educativo?

Visitando el año pasado establecimientos escolares de los suburbios de San Pablo, cuyo contexto es muy cercano al conurbano bonaerense, conocí el caso de una escuela que en cuatro años pasó de tener el peor rendimiento a ocupar el tercer lugar dentro de su municipio en los exámenes estandarizados que miden anualmente la calidad de los aprendizajes de los chicos de 5to grado en Brasil. Entre los cambios simples implementados incorporaron una serie de juegos de competencia que fortalecen a los chicos socioemocionalmente. Al preguntarle a la directora qué había logrado con esa metodología, me contestó: “Respeto”.

Quizás entonces innovar puede ser volver a las raíces, quizás lo que perdimos es lo básico: que es que la escuela sea un espacio de educación.

-Volviendo al concepto de innovación, diría que debemos alterar de algún modo las relaciones de poder y autoridad de la escuela. Hoy un chico está más informado, cuenta con más herramientas, participa en comunidades online, incluso puede hacer daño por medio de las redes y eso lo convierte en una persona más poderosa. En este marco, la escuela se transformó en una especie de campo de batalla donde los profesores tratan de preservarse y los alumnos perciben que a la mayoría de los docentes no les interesa lo que a ellos les pasa. Esa escuela es la que no produce aprendizajes, por eso un buen paso sería la recuperación de roles entre los cuales podemos destacar el que los padres vuelvan a ser educadores de sus hijos y la escuela deje de ser un depósito de chicos y vuelva a educar.

-Una gran parte de los docentes están en desacuerdo con ese rol de la escuela. ¿De quién es la responsabilidad?

-Creo que es compartida por los docentes y las autoridades escolares. Conozco el caso de escuelas que no realizan paros, siempre tienen sus puertas abiertas, y en las que ha disminuido sensiblemente el bajo rendimiento de los alumnos. Hay provincias del sur del país en las que en 2016 hubo solo 90 días de clase. ¿Qué pueden aprender esos chicos? He visto normativas en las que se determinaba, dado que los alumnos no alcanzaron a ver los contenidos básicos de las materias, que se dieran por aprobadas. ¿Cómo podemos asombrarnos después de los resultados educativos?

-Parece contradictorio pero la realidad indica que la gran laxitud que caracteriza a la escuela de la actualidad no impide el abandono escolar que, según las últimas evaluaciones, alcanza el 50 %.

-El abandono es una característica de la mayoría de los países Latinoamérica. Según un estudio llevado a cabo hace tres años en 18 países de la región, la deserción alcanzaba el 45 por ciento, número que evidencia que el sistema educativo actual no resulta atractivo para los alumnos. Ese mismo estudio determinó que en el 40 por ciento de los casos el abandono se debía a que el colegio los aburre y está considerado una pérdida de tiempo. La matrícula general a nivel país, sin hacer distinciones entre escuela pública y privada, entre 2002 y 2010 cayó el 1,2 por ciento, porcentaje que significa que no solo el chico sino que la familia argentina está diciendo que no sirve.

-¿Adónde debe apuntar la escuela del siglo XXI?

-A educar para la paz, formando ciudadanos que vivan en comunidad y desarrollen un proyecto de vida propio para el futuro. Por esto considero que la escuela debe profundizar lo vocacional, explorando los distintos campos de saberes con el acompañamiento de un proyecto educativo que le permita ir clarificando vocaciones desde una edad temprana. En la actualidad, los chicos terminan el nivel medio sin tener idea de quiénes son ni qué quieren. A mi juicio, es esa dirección debería trabajarse.

Las evaluaciones educativas

-La Argentina ha tenido en los últimos años un bajo rendimiento en las pruebas internacionales PISA que miden las áreas de comprensión de texto, matemática y científica de los alumnos que llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria. ¿Para qué sirven?

-El objetivo es predecir cómo se van a comportar los chicos, que en el momento de las evaluaciones tienen 15 años, al entrar al mercado del trabajo. Es útil como metodología y porque permite establecer la comparación con los otros países/ciudades que integran el ranking. Hay que tener en cuenta que su carácter es muestral, ya que no se toma en todas las escuelas de la Argentina. Los últimos resultados mostraron que entre las de 2000 y 2012, año de la última evaluación en la que participamos, Argentina no evolucionó al contrario de lo ocurrido en el resto de la región. Pasamos de ser el país que mejor medía en 2000 a estar entre los últimos de Latinoamérica. Además de perder el liderazgo regional, hicimos un tremendo papelón al quedar afuera de estas evaluaciones debido a no haber enviado el número de escuelas necesario para ser estadísticamente representados.

-¿Los resultados de las evaluaciones suelen generar acciones concretas?

-Diría que la respuesta cuando empezamos a salir mal en la foto fue desautorizar la medición. Mediata y coordinadamente, se habló de la falta de representatividad y de que lo importante es que los chicos estén contenidos dentro de las escuelas, hecho que por ser real no neutraliza la idea de que rindan mal.

– En 2006 se sancionó la Ley Nº 26.206 de Educación Nacional que determinó la obligatoriedad de la enseñanza secundaria en todo el país. ¿Mejoró la educación en ese lapso?

-Es una buena norma que, sin embargo, no produjo cambios y afianzó algunos conflictos. Entre sus problemas, destacaría el artículo 97 que indica que la difusión de los resultados no dará a conocer a que instituciones pertenecen para evitar la estigmatización de las escuelas. Este artículo desnuda la ideología que ha manejado la educación los últimos 15 años: “Ocultemos los problemas para que nadie se entere”. Digo que es ideología y no estrategia política porque es un período en el que la escuela se propuso funcionar como espacio de contención social a costa de la calidad educativa. Dejó entonces de ser un lugar con normas y requisitos para transformarse en un depósito de chicos. La resultante de esa estrategia es que los alumnos no aprenden y no porque lo diga PISA sino porque lo empezaron a mostrar los operativos nacionales de evaluación del aprendizaje que son los antecedentes inmediatos del operativo Aprender.

– ¿Qué opinión le merece este dispositivo implementado en octubre de 2016 cuyos resultados dados a conocer en marzo último?

-Tiene el gran mérito de ser de carácter censal: se evaluaron 1.300.000 chicos, de 31.000 escuelas primarias y secundarias de las 24 jurisdicciones, cuatro contenidos distintos en cuatro ciclos de nivel de enseñanza, por lo tanto los resultados son absolutamente inobjetables. Por otra parte, al haber sido diseñada sobre la base de los operativos nacionales de evaluación de 2010 y 2013, permitirá ver la evolución de las escuelas que habían sido previamente evaluadas al conocerse en septiembre los resultados finales.

-La gran pregunta es qué hacemos con esos resultados inobjetables.

-Los resultados confirman una realidad que ya se conocía: en la Argentina se aprende poco y mal, que es como se aprende en un depósito. Los chicos terminan el colegio sin comprender textos ni resolver ecuaciones sencillas. Así los mandamos a la universidad y a la vida. ¿Reaccionaremos? Creo que el gobierno mostró una intención al proponer un plan que, por lo poco que conocemos hasta ahora, parecen ejes con los cuales invita a la sociedad a discutir y reflexionar sobre el tema. Lo que me parece más interesante es que traslade la discusión al Congreso en su carácter de multipartidario y de mayor representatividad política.

-¿Considera que a la política le interesa la educación?

-No. Creo que es bastante ilustrativo el hecho de que haya gobernadores que pidieran que no se difundan los resultados por jurisdicción porque no les conviene. Este pedido demuestra que lo que les preocupa es desarrollar un discurso para interactuar con el sector durante su tiempo de gestión y pasarle el problema al sucesor. La pregunta entonces es si estamos frente a un problema o a un rasgo cultural que nos describe como sociedad. En el primer caso, se trataría de una cuestión de la que somos todos responsables y que debemos resolver como comunidad. Si ya se transformó en un rasgo que nos define, seguiremos presenciando actuación y falso discurso para que nada cambie. Hay que ver cómo se comporta la sociedad ante la invitación que hace el gobierno para discutir y pensar la educación. Apuesto a que comprendamos que se trata de un problema que urge resolver, si no queremos que nuestro país cambie para siempre.

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