¿Cuántas veces repetimos un refrán sin conocer su historia o el motivo de su peculiar significado?
En DEF exploramos el significado y el origen de expresiones populares con el objetivo de encontrar su razón de ser y la historia que hay detrás de estas frases. En esta ocasión, desentrañamos el misterio de la frase “A buen entendedor, pocas palabras”.
“A buen entendedor, pocas palabras”: ¿qué significa el refrán?
Este dicho se utiliza para señalar que muchas veces no hace falta utilizar muchas palabras para comunicar algo. Existen dos figuras retóricas que trabajan sobre el silencio:
- La reticencia: estrategia que logra que lo que se calla resulte más importante que lo expresado, dejándole al interlocutor la tarea de inferir el resto del mensaje.
- La paralipsis: recurso que consiste en nombrar aquello de lo que no se va a hablar, precisamente, para ponerlo en foco.
Pero para no irnos del tema, me gustaría ilustrar el refrán que nos ocupa con una anécdota que tiene como protagonista al cardenal Mazarino, sucesor del cardenal Richelieu, allá por los años mil seiscientos cuarenta y pico.
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Según la historia, este italiano naturalizado francés amasó una gran fortuna en menos de diez años especulando con los fondos del Estado y con las comisiones que obtenía con el aprovisionamiento de los ejércitos. Como verán, nada nuevo bajo el sol.

Según la historia, este italiano naturalizado francés amasó una gran fortuna en menos de diez años especulando con los fondos del Estado y con las comisiones que obtenía con el aprovisionamiento de los ejércitos. Como verán, nada nuevo bajo el sol.
Se cuenta que, cierta vez, un mendigo le pidió una audiencia y que el cardenal falto de tiempo, probablemente, a causa de sus asuntos espurios, accedió a escuchar las penurias del pobre hombre bajo la sola condición de que utilizara dos palabras. Así fue como el mendigo dijo: “Hambre, frío”.
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Ante esto, el cardenal se dirigió a su secretario también con dos palabras: “Comida, ropas”. Y entonces, el mendigo se retiró de la audiencia satisfecho y balbuceando el conocido refrán: “A buen entendedor, pocas palabras”.