La rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y exministra de Educación de Colombia dialogó con DEF sobre el papel de los jóvenes y los desafíos que tiene la educación en la región. Entrevista de Patricia Fernández Mainardi
Cecilia María Vélez White es una economista que lleva en su sangre la herencia que le dejó su madre, la educadora Gabriela White. Cecilia llegó al Ministerio de Educación colombiano en el año 2002, de la mano de Álvaro Uribe, y allí se destacó por ser la persona que más tiempo permaneció frente al cargo, ya que el promedio de permanencia solía ser de seis meses. Frente al Ministerio logró cambios que hoy se reflejan en resultados concretos, entre ellos la ampliación de la cobertura para que más niños y jóvenes pudieran acceder al sistema, el asentamiento de las bases de un sistema de evaluación y control de calidad de la educación, y el establecimiento de requisitos más altos para la concesión de permisos de funcionamiento a centros educativos.
Durante su estadía en Buenos Aires, la economista, que también fue docente en Harvard, describió a DEF los cambios logrados durante su gestión frente al Ministerio, el papel de los jóvenes en los cambios educativos, su visión de la educación en el contexto regional y los desafíos que supone ser la rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
-¿Qué desafíos supuso estar frente al Ministerio de Educación en Colombia?
-En 1998, yo empecé a ser secretaria de Educación en la ciudad de Bogotá. Si bien yo no era del sector -simplemente había participado desde Planeación Nacional en la estructuración de unas leyes de descentralización-, Enrique Peñaloza me invitó a que organizara el área. Yo siempre aposté a una mejora en la organización administrativa, ya que era un sector muy subadministrador. Cuando asumió como presidente Álvaro Uribe, me invitó a que participara de su gestión frente al Ministerio para hacer lo mismo que había hecho en la ciudad. Fue muy interesante porque, en general, desde el gobierno no se pueden hacer pilotajes, y para mí esta fue la posibilidad de aplicar lo que yo había hecho en Bogotá a nivel nacional.
-¿Qué cambios se lograron desde el Ministerio durante su gestión?
-Nosotros logramos centrar toda la política en la demanda específica de los muchachos, lo que, en términos de cobertura, supuso buscar dónde están y cómo podemos resolverles los problemas para aumentar su cobertura. Además, se buscó centrar todo el esfuerzo en el mejoramiento de los aprendizajes, para lo cual fue importante poder definir los estándares y los contenidos que queríamos que aprendieran para empezar a evaluar. Con base en esas orientaciones, tanto en la cobertura como en la calidad, empezamos a definir una serie de incentivos, los cuales apuntaron a los recursos. Aplicamos una distribución de los recursos diferente, antes se distribuía por pobreza, ahora por niño atendido. Si tú tenías una planta de maestros más grande, eso no iba a ser lo que generara más recursos, lo que iba a generarlos era la atención de los niños. Ese fue un círculo virtuoso que incluyó tanto la racionalización de los recursos como la motivación de las identidades territoriales, con el objetivo de tener más niños atendidos. Con respecto a la calidad, enfocamos la información hacia la rama pública, lo cual movilizó al sector en función del aprendizaje de los niños, además de mejorar los aprendizajes. En educación no se logran resultados rápidos, pero comenzamos a mostrar mejorías en pruebas internacionales.
-En Colombia, ¿cómo es la relación entre la brecha económica y social y la dimensión educativa?
-Hay una relación, sin embargo no sabemos cuál surge primero, si una o la otra. De todas formas, educar a niños que vienen de sectores muy desfavorecidos, con padres prácticamente analfabetos, es un reto complicado. En la medida que tú evalúas, te das cuenta del reto y de los problemas, de lo inequitativo que es tu sistema. Con base a esa información, se pueden reorientar los recursos, por eso es tan importante la evaluación.
-Teniendo en cuenta que la educación es un lugar de poder, ¿se opuso algún segmento de la sociedad a los cambios logrados durante su gestión?
-No, incluso es mucho más complicado discutir los problemas de calidad que los de cobertura. En general, todo el mundo está de acuerdo con una política que apunte a ampliar la cobertura, quizá la discusión se enfocó en las formas. De todas maneras, yo ofrecí alternativas distintas, ya que queríamos concretar el cambio y para lograrlo había que ser flexibles. Por ejemplo, a las áreas marginales de Bogotá llegamos con colegios de concesión, porque resultaba difícil que los colegios públicos fueran allí, ya que, por lo general, eran zonas de acceso muy complicado. Entonces, hicimos una infraestructura muy buena y concesionamos la operación. Así, demostramos que se podía hacer buena educación en esas áreas con costos similares a los de la pública.
-A partir de su experiencia en Harvard, ¿qué diferencias evidenció entre la educación europea y latinoamericana?
-Yo pienso que todas esas educaciones más organizadas tienen resuelto el problema del capital humano, tienen gente formada y vienen de culturas más consolidadas. A veces es un poco inequitativa la comparación, lo que pasa es que uno se tiene que comparar con ellos porque es allí adonde hay que llegar. En el caso de Harvard, me impresionó la selección que hacen de los muchachos: la capacidad que tienen de compresión lectora, de relacionar y de cuestionar es impresionante. Yo creo que estamos lejos pero, precisamente, por lo lejos que estamos, tenemos que caminar rapidito.
-¿Qué opinión tiene acerca de la pedagogía del brasileño Paulo Freire?
-Es muy interesante y nos ayudó a abrir los ojos para poder desarrollar sectores más atrasados, pero no es muy distinta de las exigencias de la pedagogía actuales. Si tú necesitas gente que piense, que sea creativa e innovadora, tienes que educar para la libertad. Es interesante, porque él dijo que a las clases desfavorecidas había que darles eso, pero finalmente es lo que tenemos que darles a todos. Debemos darles la posibilidad de que piensen, de que puedan construir colectivamente y de que utilicen la libertad para edificar su conocimiento.
-El año pasado, el gobierno colombiano retiró un proyecto de reforma universitario por la presión de ciertos movimientos estudiantiles. ¿Qué opina de los movimientos estudiantiles, teniendo en cuenta lo que ocurre en Chile?
-Hay una gran diferencia entre lo que piden y están haciendo los chilenos y lo que piden y hacen los colombianos; sin embargo, los movimientos tienen gran influencia recíproca. Yo creo que tener a los muchachos involucrados en la discusión de la reforma es muy importante, aunque para los ministros no es muy cómodo.
-¿Cuál es su opinión con respecto a la reforma que inició el gobierno colombiano?
-Yo creo que la reforma no fue muy estructural, eran ajustes a un modelo que había funcionado en Colombia. Eran cambios importantes, es una lástima que no se haya concretado, ya que buscaba organizar la distribución de los recursos con incentivos correctos hacia las universidades públicas para volverlas más transparentes y eficientes. Sin embargo, la discusión se centró en el ánimo de lucro, pero si tú tienes bien controladas las universidades, sea con o sin ánimo de lucro, tú tienes el control. El ánimo de lucro se volvió el centro de la reforma, a pesar de que no lo era, y la tumbaron. Creo que con una discusión amplia se puede lograr una reforma que realmente empuje el modelo, sin que esta sea radical. Ahora los muchachos la quieren radical, pero realmente lo que hay que hacer son ajustes al modelo. De todas maneras, me parece importante la discusión que están teniendo los jóvenes, porque permite clarificar modelos y el sentido de las reformas. A mí me parece que no podemos hacer política educativa sin la participación de muchos sectores. La discusión sobre la educación la había monopolizado el gremio de los maestros y los ministros, y es un tema demasiado importante como para dejarlo en manos de ellos.