La socióloga y especialista en narcotráfico Laura Etcharren conversó con DEF sobre los alcances del fenómeno en nuestro país. Autora de numerosos trabajos y gran conocedora de esta problemática, brindó un duro diagnóstico y se refirió a las políticas necesarias para dar un combate efectivo a este flagelo.
-Usted dice que “sin menudeo no hay narcotráfico y sin narcotráfico no hay menudeo”. ¿Podría precisarnos esta afirmación?
-La afirmación que hago tiene que ver con una relación dialéctica. Es decir, con un ida y vuelta. Porque el mercado macro no se hubiese globalizado, y mucho menos mundializado, sin la base sostenida del micromercado, que tiene que ver con el abordaje territorial de las bandas y con un estudio de campo previo de estas sobre los estupefacientes a comercializar. Profundicemos esto para comprender correctamente los alcances del flagelo. Tenemos que saber que no hay país en el mundo que esté libre de narcotráfico. Sea en mayor o menor medida, el mundo está atravesado por el crimen organizado, que es la variable compuesta, y por algunas de sus vertientes o dimensiones, en este caso, el narcotráfico. Recientemente participé de un seminario, que transcurrió entre Madrid y París, sobre narcotráfico y terrorismo. Allí hubo muchas reflexiones; una de ellas tiene que ver con el fracaso que han experimentado hasta el momento las luchas contra ambos flagelos, por no ser entendidos como deben serlo. Esto es, como proyectos de poder. Otra reflexión que constata la afirmación que usted marca en el comienzo de su pregunta es la que explica un investigador francés cuando dice: “Algunos gobiernos subestimaron el mercado que las organizaciones criminales utilizaron como base de expansión hasta llegar a su consagración”. Con esa frase, todo cierra.
-¿En Argentina se ha subestimado el narcomenudeo?
-Sectores políticos, por desinformación o subestimación, han ninguneado el narcomenudeo, cayendo en la equivocación de que combatirlo significa perseguir al consumidor. Por ello, emergen errores teóricos y por supuesto prácticos, porque la droga debe contemplarse por un lado como delito –donde ingresan a jugar los roles de los mercados antes mencionados– y, por otro lado, como la enfermedad que es. En Argentina, como en otros países de la región, se subestimó el menudeo. Y el que subestima el menudeo, pierde. Pierde porque significa subestimar una de las piezas fundamentales que tuvo el narcotráfico para crecer, desarrollarse, consagrarse y convertirse, en determinados casos, en “narco-Estado”. El narcomenudeo no es comprendido como mercado micro, sino como ataque al consumidor, lo cual resulta, reitero, un error. En nuestro país, no hubo prevención en materia de consumo de drogas ni prevención del delito. Con lo cual, lo único que hemos tenido hasta el momento es un fallido en materia de seguridad.
-¿Cuáles considera que son las zonas más problemáticas de nuestro país en los distintos eslabones de la cadena del narcotráfico?
-Hay varios puntos a considerar. Primero, es importante realizar un trazo por gruesos narcodelictivos. Esto no quiere decir que lo que pasa en un grueso no ocurra en el otro nivel, pero sí hay una preponderancia mayor. La región norte del país (NOA, NEA y Triple Frontera) es un territorio de ingreso y egreso de estupefacientes. También es donde se genera, de acuerdo a fuentes de investigación, un adoctrinamiento casi paramilitar de niños soldados. Una situación muy vinculada con el tráfico, pero también con la trata de personas, de la cual no queda afuera el tráfico de armas. La región centro es donde se libra con voracidad la guerra narco propiamente dicha. Es el territorio que lleva deliberadas décadas de anomia. Allí se da la convergencia de las bandas narcos que disputan diversos mercados de drogas, terreno y dominio. El centro fue el lugar elegido, además, para forjar el mercado de drogas de diseño, que tiene su apertura con la efedrina y que consolida, a su vez, la línea mexicana que seguimos en materia de narcotráfico. Luego pasamos a la región de la Patagonia, que donde nos encontramos con la columna vertebral del flagelo, con su génesis. Es decir, con el dinero. Más precisamente, con el lavado de dinero que consiste en la reinversión de las ganancias de la venta de las sustancias. El traspaso del mercado informal al formal se da a través de diversas actividades, como el juego, la hotelería, etc.
-¿Cuál es la situación de la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano?
-Dentro de la región central, lo que denomino el enclave se encuentra en el Conurbano bonaerense, en el marco de una provincia arrasada y entregada a la criminalidad. De hecho, la provincia de Buenos Aires encabeza desde hace dos décadas el PBI narcodelictivo a nivel nacional. El Conurbano es un enclave porque su dinámica delictiva, la inclinación de sectores de la policía bonaerense al delito y los círculos y triángulos por partidos complejizan la zona al punto tal de merecer una política propia de seguridad y de avance sobre el narcotráfico, que debe funcionar en cooperación con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y digo esto porque hay un delito golondrina en los límites de la ciudad y el enclave hace que ambas zonas requieran de políticas comunes reales no basadas en el desplazamiento de la violencia sino en la limitación del delito. Para eso es necesario salir, en el caso de la Ciudad de Buenos Aires, de la comodidad de afirmar que el narcotráfico es un delito federal. De hecho lo es, pero existe la posibilidad de adherir a la Ley Nacional 23737 y luchar contra el menudeo. Ambos gobiernos, el porteño y el bonaerense, deberían actuar en la limitación delictiva, hasta llegar al punto de la licuación de las actividades ilícitas, teniendo, por supuesto, la honestidad intelectual de los tiempos; trazando metas por plazos. Porque, en rigor de verdad, el narcotráfico no se terminará en cuatro años. Pero sí en cuatro años puede acotarse y evitar el tan temido “narco-Estado”. Por la brutal entrega de la sociedad a la criminalidad organizada y a la droga, el espectro que tenemos encima, desde el punto de vista de la enfermedad, es un proyecto de muerte cuyo principal hacedor es primero el menudeo y luego el narcotráfico.
LEGISLACIÓN Y POLÍTICAS CONTRA EL NARCOTRÁFICO
-¿Cómo evalúa el funcionamiento de la Ley de Desfederalización (N° 23737) en las provincias que adhirieron a esa norma nacional?
-Es la ley que permite luchar contra el narcomenudeo, lo cual me parece positivo. El funcionamiento que ha tenido hasta el momento es nulo en las provincias de Buenos Aires, Salta, Chaco y Jujuy, aunque este último caso no puede ser evaluado con crudeza porque su adhesión es reciente. En lo que hace a la provincia de Córdoba, la adhesión ha sido positiva porque hay una acción concreta ante un problema concreto. Y esto tiene que ver con la creación de una fuerza de élite armada, equipada debidamente para la lucha contra el menudeo, con formación práctica y con bagaje teórico que abarca no solo el campo provincial sino también el contexto nacional, regional e internacional. Una fuerza atravesada por valores que depende, y aquí una de sus cualidades, del poder judicial, del fiscal general. La Fuerza Policial Antinarcotráfico (PFA) de Córdoba es una fuerza articulada, creada durante el gobierno de José Manuel de la Sota, que marcó una resiliencia en la provincia, limitando al micromercado en un contexto adverso. Por un lado, porque Santa Fe no lucha contra el menudeo y, por otro lado, porque la provincia de Buenos Aires –que ha adherido a la ley– basó su seguridad en las policías locales, las cuales tienen esa ecuación directamente promocional a la que siempre hago referencia: “A más policías, más inseguridad”. El ataque efectivo al narcomenudeo no es cuantitativo, sino cualitativo. Y para eso se necesita una fuerza especial, no medidas parches. Una fuerza, como la FPA, que realice investigación criminal, que tenga operatividad táctica y estrategia.
–Un aspecto de la aplicación de esa Ley 23737, cuestionado en un reciente informe de la Procuraduría de Narcocriminalidad del Ministerio Público, es “el incremento en la persecución de las figuras de tenencia simple y tenencia para el consumo personal”. ¿Es contraproducente?
-Esa es una tergiversación, producto de la ignorancia que existe sobre el flagelo desde varios ángulos. Como dicen especialistas franceses, españoles y mexicanos, el narcotráfico es como un pulpo. Tiene un campo de acción asentado en un método tentacular. O sea, acapara para luego arrasar con todo sin subestimar nada. Razón por la cual, en lugar de caer en la comodidad de la crítica banal, mejor sería recurrir a la información y llevar adelante una reformulación de la ley de salud, que, además de ser paupérrima, es absolutamente disparatada. El consumidor debe ser inexorablemente tratado y no puesto en el lugar de un secuestrado, prácticamente. En síntesis, quien crea que la lucha contra el menudeo implica perseguir al consumidor se equivoca, por ignorancia o por tergiversación. O bien, porque no tiene una fuerza especial sino una fuerza novata. O, lo que es aún peor, una fuerza desintegrada por la corrupción en su interior que trabaja sobre los diversos delitos con la lógica del abuso y no de la ley.
-Una vez transferida la Superintendencia de Seguridad Metropolitana al gobierno porteño, ¿cuál es el rol que debería asumir la Policía Federal?
-Durante años escuchamos al actual presidente Mauricio Macri reclamar dicho traspaso para combatir la inseguridad, pero siempre remarcando que el narcotráfico era un delito federal y sin contemplar el tema del menudeo. El nuevo jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, ha logrado dicha transferencia, pero ahora insiste con que no es suficiente para encauzar el tema de la inseguridad. Personalmente, no creo en la fusión de fuerzas; es decir, que la Metropolitana absorba esta parte de la Federal o viceversa, porque cada fuerza tiene su impronta y sus vicios. Lo mejor sería preparar a la Metropolitana tomando las bases de la FPA de Córdoba y que la Federal se dedicase al resto de los delitos, incluido el narcotráfico. Considero que deberían actuar más en cooperación que en fusión.
CÉLULAS EXTRANJERAS, LAVADO DE DINERO Y DESPENALIZACIÓN
-¿Le preocupa la presencia de células narco extranjeras en nuestro país?
-Me preocupa, pero, más que nada, me ocupa. Es algo sobre lo que vengo alertando desde hace años, desde que el fenómeno se encontraba en estado embrionario. Ahora no solo dejamos ese estadío, sino que además el flagelo se consagró en 2014 y consolidó sus brazos armados en 2015. Entendamos que cada país construye el color local de su propio delito y también importa métodos y metodologías. Argentina importó la metodología mexicana, al abrir, con fronteras permeables, el paso a las células criminales, al mismo tiempo que forjó un mercado de drogas de diseño en donde las líneas peruanas y paraguayas operan entre la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Estos grupos tienen también un rol fundamental, dado que la línea peruana fusionada a la base local es la que más trabaja la producción en cocinas, según el trabajo de campo y de los informantes claves. Por otro lado, los narcos colombianos que llegaron a Argentina vinieron para seguir dirimiendo entre ellos la guerra narco y los mexicanos llegaron por la conquista territorial, a buscar el territorio que perdieron en México ante el auge del cartel Jalisco Nueva Generación, que le quitó poder a Los Zetas y a los carteles de Sinaloa y Tijuana. Todas células que, de acuerdo a fuentes, operan en nuestro país de forma activa y pasiva.
-¿Cuál debería ser el rol de la Unidad de Información Financiera (UIF) en el combate al lavado de activos procedentes del narcotráfico?
-La procedencia del dinero debe ser una de las premisas de los próximos años, porque la consagración del narco es la antesala del “narco-Estado”. La consagración es la instalación del flagelo en un país, mientras que el “narco-Estado” es la penetración del flagelo en todas las instituciones de manera acabada. Argentina está en la antesala del narco-Estado y debe evitarlo en los próximos cuatro años. Para eso, hay que ir por el dinero de las mafias organizadas. No debemos permitir que el patrimonio narco persista luego de encarcelar a la cabeza y/o desarticular a la banda. Debemos ir hacia la ley de extinción del dominio, que implica expropiar a los narcos los bienes y que estos sirvan para llevar adelante un trabajo social real. No podemos seguir asistiendo como espectadores a la ficción social que establecen los narcos en el proceso de captación de las clases más vulneradas envueltas en la marginalidad, para tener una legitimidad que los sostenga. Una ficción que en el corto plazo es atractiva porque vienen a darles a dichos sectores aquello que el Estado no les da, pero con el corto o mediano plazo tendrá costos fatales.
-¿Es válido el debate sobre la despenalización de las llamadas “drogas ligeras”?
-Para que Argentina ingrese en ese debate, faltan años de reconstrucción de un tejido social perforado. Así como no podemos hablar de un aumento o disminución del delito con respecto a 2001 porque el delito mutó a “narcocrimen”, tampoco podemos hablar de una descomposición social sin ver el tejido. Y, tomando el mismo año de referencia, el tejido pasó de estar quebrado a perforado. La despenalización es un tema que nos queda pendiente. A veces, tiende a degradar a sociedades compuestas. Porque la despenalización debe estar acompañada por una política de prevención y de concientización sobre el consumo. Es un tema que tal vez podamos tratar, con la seriedad que merece, en unos cuantos años. No podemos comparar nuestra situación con la de Uruguay, porque ese país logró contener la penetración del narco quedando, hasta el momento, en un estado larval donde el flagelo no pudo consagrarse. Entiendo, al mismo tiempo, que si no es acompañada por reglas y concientizaciones paralelas, la despenalización podría provocar una degradación del tejido social. De hecho, el actual titular de la Sedronar [Roberto Moro] está más inclinado a la prevención que a la despenalización, lo cual no es un dato menor. Y entiendo que, por el momento, es la vía más sensata.