En el marco de la guerra en Ucrania, el hallazgo de una nueva configuración de armamento ruso volvió a encender las alarmas sobre la capacidad de adaptación tecnológica de Rusia en el campo de batalla.
Las fuerzas ucranianas lograron abrir y analizar un dron de ataque Geran-2 que incorporaba un misil soviético R-60, un sistema diseñado originalmente en la Guerra Fría para el combate aéreo, pero reutilizado ahora en un contexto completamente distinto.
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Rusia se robustece: cómo es el misil soviético restaurado de la Guerra Fría
Esta combinación inesperada revela cómo armas concebidas hace más de medio siglo pueden adquirir una nueva vida cuando se integran a plataformas modernas y baratas como los drones.
El misil R-60, conocido en la OTAN como AA-8 “Aphid”, fue desarrollado por la Unión Soviética en la década de 1970 para equipar cazas de combate como los MiG y los Sukhoi. Se trata de un misil aire-aire ligero, pensado para enfrentamientos a corta distancia, cuya principal característica es su sistema de guiado infrarrojo.
En términos simples, el misil no necesita radar: sigue el calor emitido por el objetivo, lo que lo vuelve especialmente eficaz contra aeronaves con firmas térmicas intensas, como helicópteros o aviones de ataque que vuelan a baja altura.

En su configuración original, el R-60 estaba destinado a ser lanzado desde aviones tripulados, que contaban con sensores, maniobrabilidad y sistemas de puntería adecuados. Sin embargo, Rusia decidió integrarlo en el Geran-2, un dron de ataque de bajo costo derivado del Shahed-136 iraní, conocido por su uso masivo contra infraestructuras ucranianas.
Al hacerlo, el dron deja de ser únicamente un arma suicida contra objetivos terrestres y pasa a cumplir un rol adicional como plataforma aérea capaz de amenazar helicópteros enemigos.
Las alarmas detrás de la reactivación y adaptación de Rusia
El funcionamiento de este sistema híbrido es relativamente sencillo pero inquietante. El dron se desplaza por la zona de operaciones y, cuando detecta una aeronave dentro del alcance del misil, puede lanzar el R-60, que se guía de forma autónoma hacia la fuente de calor.
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Esto convierte al Geran-2 en una especie de interceptor improvisado, sin piloto y de bajo costo, capaz de poner en riesgo aeronaves mucho más caras y complejas. Aunque su efectividad real aún es limitada y depende de múltiples factores, el solo hecho de introducir esta amenaza obliga a Ucrania a modificar sus tácticas aéreas.

El análisis del dron también reveló otro aspecto clave: muchos de sus componentes electrónicos provienen de países occidentales y asiáticos, lo que evidencia las dificultades para hacer cumplir plenamente las sanciones internacionales. A través de intermediarios y mercados paralelos, Rusia continúa accediendo a tecnología extranjera crítica para mantener su producción militar.
La reutilización del misil R-60 en drones refleja una tendencia clara: la guerra moderna ya no depende solo de armas avanzadas, sino de la capacidad de adaptarse, improvisar y convertir tecnologías del pasado en amenazas del presente.




