Más de 140 drones del Ejército de Ucrania llegaron a Rusia y causaron la interrupción del tráfico aéreo y daños a la infraestructura civil. La ciudad de Moscú, que alberga el Kremlin y otros edificios gubernamentales estratégicos, fue puesta en alerta tras la detección de más de 20 vehículos no tripulados en su espacio aéreo.
Pese a que los drones fueron derribados, nuevamente la capital rusa se vio amenazada por la guerra con Ucrania.
En DEF recordamos como la seguridad del centro político, cultural y económico de Vladimir Putin se vio afectada a lo largo de los dos años y medio de conflicto.
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Moscú sufre el segundo mayor ataque con drones de la guerra
Durante la noche del martes 10 de septiembre más de un centenar de drones ucranianos invadieron territorio ruso y alcanzaron a Moscú y sus alrededores. El ataque produjo la muerte de una civil en Ramenskoye y que el tráfico aéreo tuviera que ser desviado por el cierre temporal de los aeropuertos de Vnukovo, Domodedovo y Zhukovsky.
Se registró la caída de un dron en una casa de la capital rusa sin causar heridos ni daños importantes. El alcalde de la ciudad, Sergei Sobyanin, confirmó el derribo de más de una docena de aviones no tripulados y precisó que el ataque no logró su cometido.

El Ministerio de Defensa de Rusia informó que logró neutralizar un total de 144 drones en la frontera y en el interior del país, constituyendo el segundo mayor ataque de septiembre. En el primer día del mes, el ejército ruso había anunciado que interceptó 158 ejemplares ucranianos sobre una docena de provincias, hecho que fue catalogado como la mayor ofensiva aérea desde el comienzo de la guerra.
Las recientes operaciones aéreas y terrestres, como la invasión en la región de Kursk en agosto, hablan de un serio debilitamiento de las defensas rusas y de la clara decisión del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, de pasar a la ofensiva.
El alzamiento de Wagner y la marcha hacia la capital de Rusia
Durante los dos años y medio de guerra, Ucrania no fue la única preocupación militar de Vladimir Putin. En junio de 2023, la rebelión de Yevgueni Prigozhin, líder del grupo paramilitar Wagner, llevó la tensión hacia las más altas esferas del poder ruso.
Prigozhin había culpado públicamente al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y al jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov, de bombardear los campamentos de sus soldados en medio de la sangrienta batalla de Bahamut, en la región de Donetsk, la cual tuvo un saldo de entre 32.000 y 43.000 muertos y cerca de 95.000 heridos para Rusia y sus aliados.

Tras el fracaso de Bahamut y la retirada de sus activos, el 23 de junio Prigozhin reunió a un grupo de hombres y cruzó la frontera rusa para tomar la ciudad de Rostov del Don, con la amenaza de atacar Moscú.
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Una puñalada en la espalda para Putin
El levantamiento duró 24 horaspara Putin significó “una puñalada en la espalda”. A través del Kremlin, el presidente promovió un acuerdo con Wagner, el cual le ofrecía a los mercenarios un contrato con el Ministerio de Defensa, y reconoció su contribución en la guerra.
A dos meses del momento más álgido en la trayectoria presidencial de Vladimir Putin, el jet privado que transportaba a 13 pasajeros vinculados a Wagner, entre ellos Yevgueni Prigozhin y Dimitri Utkin, su fundador, se desplomó en el noroeste de Moscú causando la muerte de todos a bordo.

La muerte de los líderes del Wagner fue el fin del problema entre el gobierno ruso y el grupo paramilitar, que se retiró de campaña en Ucrania y se enfocó en distintas operaciones en África, principalmente en Mali.