* Por Joaquรญn Sanchez Mariรฑo
Fue en algรบn lugar del Mar Egeo, camino a Grecia. Las olas sin embargo lo devolvieron a Turquรญa. Las olas en ese lado del mundo son suaves y silenciosas. Era otoรฑo. Era 2015. El gomรณn partiรณ de la ciudad turca de Bodrum rumbo a la isla de Kos. A los pocos minutos naufragรณ.
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En aquella embarcaciรณn, iba la familia entera de Abdullah. Abdullah soรฑaba con recibir asilo y convertirse en un refugiado mรกs dentro de Europa. Su hermana mucho antes habรญa partido a Canadรก, tenรญa una vida prรณspera. รl querรญa algo parecido, o menos: apenas un lugar fuera de la guerra. Su sueรฑo, suficientemente pequeรฑo, se convirtiรณ en su perdiciรณn. El 2 de septiembre del otoรฑo del 2015, Abdullah logrรณ volver nadando a tierra firme mientras su mujer y sus dos hijos se ahogaban en ese mismo mar… Pocas horas despuรฉs apareciรณ la foto.
Supe de Lesbos hace aรฑos, cuando en mi primera juventud descubrรญ los poemas de Safo de Mitilene. No me gustaban, particularmente, o no entendรญa quรฉ cosa nombraba cada palabra, pero el mito de su figura me hipnotizaba. Mitilene โcapital de Lesbosโ quedรณ en mi memoria sin que me diera cuenta. Unos aรฑos despuรฉs sucediรณ lo de Aylan, que no fue en Lesbos sino en otra isla, pero en el mismo mar. Desde entonces, pienso en ir, como si los poemas de Safo me hubieran confundido con un sentido.
Lleguรฉ a Lesbos un lunes de marzo a la madrugada. Reciรฉn comenzaba la pandemia. Viajรฉ desde Beirut โdonde estaba intentando realizando una cobertura sobre refugiadosโ a Atenas, y de Atenas a la isla. En Lesbos habรญa un solo caso de coronavirus y estaba controlado. El miedo en ese entonces era otro: la isla ardรญa por un brote de intolerancia, y los medios hablaban de neofascimo. La recomendaciรณn para los periodistas era no ir a Lesbos hasta que las cosas se calmaran. Las cosas โhoy que pasaron los mesesโ no se calmaron. Sin darme cuenta, habรญa llegado hasta ahรญ para ver el final de la isla. Para ver, acaso por รบltima vez, el campo de refugiados mรกs grande de Europa: Moria, un nombre prendido fuego.
Europa se horrorizรณ cuando apareciรณ la foto. Era, dijimos, el aรฑo 2015. La imagen de Aylan Kurdi boca abajo en una playa turca โremera roja, pantalรณn corto azul, zapatillas negrasโ se convirtiรณ en la peor metรกfora de su polรญtica migratoria: dejarlos a su suerte hasta que el mar decida. Aylan tenรญa 3 aรฑos. Su hermano Galip, 5. Junto a ellos, tambiรฉn se ahogรณ su madre, Rehan, y otras 12 personas sirias.

A partir de entonces varios paรญses de la regiรณn propusieron medidas mรกs laxas para recibir refugiados. Alemania pronto anunciรณ que acogerรญa al menos a 50.000 sirios, que huรญan desesperados de una guerra civil con demasiados actores: Bashar al-Asad (el presidente sirio, apoyado por Rusia), los rebeldes (apoyados por Estados Unidos), el Estado Islรกmico (equipados con armas que Estados Unidos facilitรณ a los rebeldes, se probarรญa mรกs tarde), Al Nusra (la facciรณn siria de Al-Qaeda), y mรบltiples variantes mรกs dentro de cada grupo.
Aylan Kurdi naciรณ en Kobane, una ciudad al norte de Siria fundada en 1915 que hoy se reduce a escombros. Su vida la pasรณ migrando: primero a Turquรญa, donde junto a su familia intentaron sin รฉxito llegar a Europa, despuรฉs, de regreso a Kobane, luego, de regreso a Turquรญa y finalmente el Mar Egeo.
โLesbos era un enclave fundamental de la educaciรณn universitaria: muchos jรณvenes griegos hacรญan su carrera en la famosa Universidad del Egeoโ
Su historia es una de tantas para el pueblo sirio. Mรกs allรก de la reacciรณn inicial tras su muerte, en el 2017 ya nadie lo recordaba, y los muros virtuales de Europa volvieron a levantarse. Las polรญticas migratorias se endurecieron una vez mรกs. Se estima que en los รบltimos cinco aรฑos murieron al menos 10.000 personas ahogadas en ese mismo mar, en ese mismo cruce que tiene distintos puertos de salida y de llegada.
Solo en 2015, pasaron por ahรญ cerca de 800.000 personas. De ambos lados se ve la otra orilla, pero mirar para un lado o para el otro significa cosas opuestas. Nadie sabe si da mรกs pena la esperanza o la nostalgia.
El lugar que mรกs refugiados recibiรณ fue y es Lesbos, una isla un poco mรกs al norte que la isla de Kos. Allรญ estรก โestabaโ el campo de refugiados mรกs grande de Europa: Moria, donde viven โvivรญanโ mรกs de 20.000 personas (en una isla cuya poblaciรณn total es de 90.000). En aquel entonces, 2015, la gente de Lesbos era famosa por la cรกlida bienvenida que les daban a los refugiados que llegaban a bordo de los gomones. Incluso, en 2016, se llegรณ a nominar a algunos habitantes de Lesbos al premio Nobel de la Paz.
En el aรฑo 2020 cambiรณ el humor. Lesbos hasta entonces era un enclave fundamental de la educaciรณn universitaria: muchos jรณvenes griegos hacรญan su carrera en la famosa Universidad del Egeo, ubicada en Mitilene, la capital de la isla. Pero con la llegada de los refugiados aumentรณ en igual proporciรณn la llegada de voluntarios de todas partes de Europa. Con mayor presupuesto que los estudiantes, empezaron a ocupar las casas de alquiler. Pronto, los precios se fueron a las nubes. Pronto, dejaron de llegar tantos estudiantes, que no podรญan competir con los presupuestos de los trabajadores de las ONG.
Con el tiempo, se sumaron nuevos problemas. Una de las mayores producciones de Lesbos es la de olivos. Los รกrboles pueblan la isla como si fueran un recordatorio de la identidad. Es fรกcil reconocer un รกrbol de olivo: son bajitos, sus troncos son pequeรฑos y parecen siempre secos, si se los mira un buen rato, parecen hombres viejos sosteniendo coronas de pasto. La ironรญa, una vez mรกs, estuvo a servicio: si un ramo de olivos significa paz โasรญ lo cuenta la historiaโ, en Lesbos fue el disparador de lo contrario.
Muchos productores cuentan que para calefaccionarse o para hacer un fuego para cocinar, los refugiados de Moria salรญan del campo y cortaban los รกrboles de alrededor para tener leรฑa. Las primeras veces no fue grave, teniendo en cuenta los motivos. Con la repeticiรณn, los productores locales estallaron. Fue entonces cuando les declararon la guerra a los refugiados.
La misma gente de la isla volviรณ a figurar en las noticias, pero esta vez por la violenta recepciรณn que les daban a los refugiados que seguรญan llegando. Mientras en 2015 les tiraban salvavidas, en 2020 les tiran piedras. Mientras en 2015 se instalaban cada vez mรกs ONG, en 2020 incendiaron varias oficinas de distintas organizaciones y atacaron a golpes a muchos voluntarios.

Hoy nadie mira la montaรฑa. El coronavirus conquistรณ la escena. Mis dรญas en Lesbos fueron, en esa carrera de huidas contra el coronavirus, un alto desesperante. ยฟCรณmo hacer periodismo de humanos cuando el contacto con humanos estรก prohibido por el bien del otro?
Recorro la isla en un Fiat Uno alquilado. Sacar los ojos de la ruta en una carretera hecha de curvas es una maniobra peligrosa. Hace dรญas intento dar con algรบn voluntario que me cuente lo que pasa en la isla, pero todos se ocultan. Hablรฉ con unas chicas alemanas en el poblado de Skala Sikamineas. Supe que eran voluntarias. Ellas supieron que yo sabรญa. No obstante, tuvimos que mantener la farsa: no se animaron a identificarse como voluntarias por la crecida de violencia que hubo contra todos los voluntarios. Bajo su falsa identidad de turistas, son las primeras que me hablan del โcementerio de chalecosโ.
โPonelo en Google Maps โme dicen.
Me siento un detective pรฉsimo. ยฟQuรฉ cosa tan secreta puede estar ya disponible en google? Me digo que descubrir el mundo hoy es viajar a los lugares para preguntar a la gente local quรฉ estรก googleando. Vuelvo a la ruta โlos ojos a la rutaโ y sigo el GPS. En el camino, veo el campo de primera acogida de Skala. Como muchos de los gomones llegaban a sus costas โal norte de la islaโ, la ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados), instalaron un primer punto allรญ para recibirlos.
El campo fue prendido fuego. Parece la imagen apocalรญtica que ve Sarah Connor en su pesadilla recurrente en Terminator II: una hamaca moviรฉndose por el viento en una tierra arrasada. Fue incendiado de manera voluntaria por la gente del pueblo. Todos lo vieron, ni siquiera disimularon. Quedaron en pie las rejas y las paredes blancas de los containers que funcionaban de oficinas y viviendas, pero ya no blancas sino pintadas de negro por el hollรญn. En el mundo de los refugiados, acceder al techo de un conteiner es un lujo, la mayorรญa debe conformarse con armar una pequeรฑa tienda improvisada al costado de la ruta.
Tras recorrer el campo quemado, sigo camino al โcementerioโ. En mi cabeza, verlo con mis propios ojos me va a hacer entender lo que ya intuyo, va a darle cuerpo a las historias que estoy recolectando. El GPS me manda por lugares extraรฑos: una bifurcaciรณn menor de la ruta hacia dentro de la montaรฑa, por un camino de cornisa en que pronto desaparece el asfalto. Delante mรญo โlejosโ veo avanzar una camioneta vieja. Va por el camino por el que debo ir yo. Hay un sol enorme ahรญ arriba. Todo se ve verde, acaso un poco seco, y el mar de fondo. La isla de Lesbos es un paraรญso y quiรฉn dirรญaโฆ
El GPS insiste, pero ya no hay ruta. En Mongolia, aรฑos atrรกs, viajรฉ durante un mes y nunca hubo una ruta; la gente va por la senda de la llanura que mรกs le place. Tomo coraje โen mi cabeza, crรฉanme, seguir fue tomar corajeโ e hice caso al GPS. Al poco tiempo, ya no vi mรกs que montaรฑa y, a lo lejos, un lugar extraรฑo: barcos estacionados en mitad de ella. Barcos con pintadas como โno border nationโ o โeurope, shame on youโ.
Me confunden: โno border nationโ parece el dictamen de alguien que, o bien niega la existencia de sus fronteras, o bien lo desea. โยฟHabrรก querido decir โno somos una naciรณn de fronteraโ?โ, me pregunto. Y no sรฉ si es mรกs absurdo que la pintada niegue la existencia de la frontera โhabida cuenta que desde ahรญ mismo se ve Turquรญaโ o que niegue la existencia de la migraciรณn โhabida cuenta de lo que estoy a punto de ver. Capaz, me digo, fue un error de tipeo y falta un โnoโ y una coma: โno border, no nationโ, es decir, sin frontera no hay naciรณn, lo cual es cierto. Es, sin dudas โo al menos para mรญโ una pintada confusa, pero se adivina la violencia en el trazo del grafitti.
A unos doscientos metros de los barcos, en un pequeรฑo valle que se forma, finalmente, el cementerio. Google dice que estoy sobre el โLifejacket Graveyardโ. Lleguรฉ. Lo que veo: una especie de basural a cielo abierto formado solo por chalecos salvavidas descartados por refugiados que llegaron a salvo. El chaleco de Aylan, si es que lo tuvo, no estรก de este lado del mar. Los que sรญ hay son los de aquellos que llegaron. Son miles, uno arriba del otro. Cada tanto crece un yuyo entre ellos, y algo verde interrumpe el naranja gastado de los chalecos.
Segรบn ACNUR, en el mundo hay mรกs de 70 millones de desplazados forzosos, de los cuales casi 7 millones son refugiados sirios, de los cuales al menos el 50% son menores de 18 aรฑos. A algunos de ellos las olas los llevan hacia Europa, a otros los devuelven a Turquรญa. Las olas, en ese lado del mundo, son suaves y silenciosas. El cementerio de chalecos en cambio suena a puerta oxidada o a plรกstico aplastado. Piso un chaleco para avanzar en la montaรฑa. El sonido crece desde abajo de la tierra como una vibraciรณn dramรกtica. Solo yo lo escucho. Un sonido tan de muerte que da pudor provocarlo.
Pasan los meses. Vivo la pandemia desde mi departamento en Buenos Aires. Las noticias de Lesbos fueron llegando de a poco. Primero, muchos refugiados fueron evacuados cuando entrรณ el coronavirus en el campo. A algunos se los llevรณ al continente, a otros se los devolviรณ a sus paรญses. Algunos datos no oficiales dicen que quedaron en Moria solo 13.000 de los 21.000 que habรญa a comienzos de este aรฑo, pero ninguna planilla oficial lo verifica.
โAlgunos datos no oficiales dicen que quedaron en Moria solo 13.000 de los 21.000 refugiados que habรญa a comienzos de este aรฑo, pero ninguna planilla oficial lo verificaโ
Y entonces, llegรณ el รบltimo incendio. Digo, con miedo, โel รบltimoโ. Los incendios en Moria sucedรญan cada semana. En algunos casos por una falla elรฉctrica, en otros por un fuego que se descontrolรณ, y en ocasiones, por algรบn ataque intencional como parte de la lucha entre locales y refugiados. Pero el รบltimo incendio, sucedido a comienzos de septiembre, fue demasiado. El campo quedรณ completamente destruido.
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Al cierre de esta nota, mรกs de 9000 refugiados intentaban relocalizarse en otro campo dentro de la isla โllamado Kara Tepe. Hay varios campos en pie aรบn: los dos mรกs importantes estรกn cerca del puerto, uno, y cerca del aeropuerto, otro. El resto es puro campo informal, que a fin de cuentas es lo mismo. Un campo informal puede ser un asentamiento, una carpa temporal al costado de la ruta, o un montรณn de bolsas de dormir en alguna playa calma perdida por ahรญ. Algunos se consuelan con que las olas, en ese lado del mundo, son suaves y silenciosas.
*La crรณnica fue publicada en la ediciรณn impresa 134 de Revista DEF.