¿Irán es realmente una teocracia? ¿Cómo se conjuga la religión con el sistema republicano de gobierno? ¿Hasta dónde llega el poder del ayatolá Alí Jamenei, guía y líder supremo del país desde 1989? Para comprender cómo funcionan los resortes del poder en Irán y qué escenarios se abren de cara al futuro, DEF consultó a Pablo Wehbe, doctor en Relaciones Internacionales, docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) y uno de los pocos argentinos expertos en temas islámicos.
Irán, ¿autocracia de los ayatolás o democracia restringida?
La Constitución de la República Islámica de Irán se enmarca en la fe chiíta, rama del Islam profesada mayoritariamente por la población desde su adopción como religión oficial por la dinastía safávida en 1501. La Carta Magna hace referencia a la “tutela y guía de la comunidad” durante “el período en que permanezca oculto el Imán de los Tiempos”.
La referencia apunta al duodécimo imán, sucesor del profeta Mahoma y de todo su linaje, iniciado por los mártires Alí ―primo y yerno de Mahoma― y Hussein, hijo de este último y muerto en la batalla de Karbala (actual Irak), uno de los dos lugares sagrados del chiismo. El Mahdi, tal como se conoce a la figura mesiánica del duodécimo y último imán, permanece oculto desde el año 874 y volverá al final de los días para restablecer la paz y la justicia sobre la Tierra.
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A pesar de esta profesión de fe inscripta en la Constitución iraní, Pablo Wehbe aclaró a DEF que no estamos en presencia de una “teocracia” si entendemos como tal al sistema de gobierno en el que la autoridad emana directamente de Dios y es ejercida exclusivamente por un estamento o una casta sacerdotal. En rigor, en el andamiaje institucional conviven instituciones clericales y autoridades elegidas directamente por el pueblo, dentro de los límites establecidos por el propio marco constitucional.

Las claves del complejo sistema de gobierno de Irán
Si bien rige el principio del velayat-e faqih, que podría traducirse como “gobierno de los doctores de la ley” (es decir, del clero), el artículo 5º de la Constitución del país enumera una serie de condiciones que debe cumplir el líder supremo de la república islámica. Además de ser un “docto, sabio y justo”, deberá estar “informado de los problemas de su tiempo”, contar con “cualidades de dirigente y custodio” y haber sido “reconocido y aceptado como guía por la mayoría de la población”.
El siguiente artículo establece que “los asuntos de Estado deben conducirse con el apoyo del sufragio universal”, expresado por medio de elecciones o a través de la convocatoria a referéndums. En este escalón, ubicado por debajo del líder supremo de la república, están el Presidente de la República, con poderes limitados, y el Parlamento, de 290 escaños, en ambos casos con mandatos de cuatro años. En las cuatro décadas y media transcurridas desde la entrada en vigencia de la actual Constitución, ha habido nueve presidentes elegidos por el voto popular, que representaron a distintas facciones políticas ―conservadoras y reformistas― en el limitado juego democrático iraní.
“La religión es, entonces, un elemento legitimador del proyecto político iniciado en 1979”, explicó Wehbe, quien destacó que “para el chiismo, la política y la religión no pueden funcionar por separado”. En su tesis doctoral, este académico da cuenta de ese uso de la fe con fines políticos: “Al convertirse en la ideología de la Revolución, el chiismo perdió su rango de creencia universal de salvación para pasar a ser un instrumento de la historia, sometido a la contingencia de los hechos”.

La reforma constitucional y la era post Jomeini: un mayor peso del componente político
La revolución islámica de 1979, que puso fin al imperio del sha Reza Pahlaví bajo la conducción del ayatolá Ruhollah Jomeini, tuvo un punto de inflexión con la muerte de este último, el 3 de junio de 1989. Luego de un período inicial de inestabilidad, que se saldó con la destitución en 1981 del primer presidente, el intelectual laico Abolhassan Bani Sadr, el liderazgo de Jomeini nunca fue puesto en discusión. Así transcurrió la primera década del nuevo régimen.
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Sin embargo, tras una serie de desacuerdos en la cúpula del poder y la caída en desgracia de quien se suponía iba a ser su sucesor, el ayatolá Hosein Alí Montazeri, Jomeini se vio obligado a dar un volantazo pocos meses antes de su fallecimiento. “Él era un gran político: se dio cuenta del tremendo poder que habían tomado los religiosos y promovió una reforma constitucional, disminuyendo los requisitos para el nombramiento del líder supremo”, recordó Pablo Wehbe.
Ese proceso dio paso, también, a la creación de un nuevo órgano, el Consejo del Discernimiento, compuesto por 34 miembros designados por el líder supremo y encargado de “desempatar” en caso de discrepancias entre el Parlamento y los clérigos que conformaban el Consejo de Guardianes. Este último, creado en 1979 e integrado por doce juristas, es el encargado de examinar las leyes del Parlamento y garantizar que se ajusten a los principios del Islam y de la Constitución.

Pero el gran objetivo de la reforma constitucional de 1988 fue saldar el problema de la sucesión de Jomeini. En su tesis, Wehbe afirma: “La Constitución revisada incrementó el contenido político y redujo la naturaleza religiosa del faqih (líder supremo). “Al entonces presidente Alí Jamenei, quien cumplió sus dos mandatos entre 1981 y 1989, no le daban los papeles, ya que tenía un rango religioso inferior al de ayatolá”, recordó. Por eso, una vez al frente de la cúpula del Estado, el nuevo líder “necesitó endurecer su discurso hacia Occidente para legitimar su propio poder”.
El futuro de la república islámica, un gran signo de pregunta
Con un líder supremo que concentra en sus manos la comandancia general de las Fuerzas Armadas, tiene la última palabra sobre la declaración de la guerra a un país extranjero y decide el nombramiento del comandante de la Guardia Revolucionaria (los Pasdarán), la pregunta que se hacen todos los analistas es cuál será el futuro del régimen después de Jamenei, que tiene 86 años y una salud muy frágil.
“El único que estaba en condiciones de suceder a Jamenei como líder supremo, y que era respetado políticamente y desde el punto de vista religioso era Ebrahim Raisi”, advirtió Wehbe, en referencia al presidente elegido por voto popular en agosto de 2021 y fallecido en mayo de 2024 en un accidente de helicóptero.

La muerte de este dirigente ultraconservador, quien había hecho carrera en el aparato judicial iraní, abrió nuevamente el debate sobre la sucesión de Jamenei. Una hipótesis que barajan fuentes occidentales y el propio servicio de inteligencia israelí es su hijo Mojtaba, un clérigo de 55 años que forma parte del círculo íntimo de su padre y es poco conocido en el exterior. La decisión final recaerá en la Asamblea de Expertos, institución creada en 1983 y compuesta por 88 clérigos, elegidos por sufragio universal cada ocho años.
“Hay un elemento de sociología política muy interesante, que hay que tener en cuenta: dos tercios de los habitantes de Irán tienen menos de 36 años”, puntualizó el analista y docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). “Tenemos entonces un país con una población mayoritariamente joven; y muchos de esos jóvenes están desocupados y viven un presente oscuro, producto de las sanciones económicas internacionales, lo que puede convertirse en un caldo de cultivo revolucionario”, concluyó Wehbe.