Durante los últimos años, la Generación Z se convirtió en el motor de protestas masivas en distintas partes del planeta. Recientemente, Perú, Nepal, Marruecos, Paraguay y Madagascar fueron protagonistas de estas movilizaciones, donde miles de jóvenes salieron a las calles para denunciar la corrupción, exigir reformas políticas o reclamar mejores condiciones de vida. En algunos casos, las manifestaciones derivaron en crisis institucionales y la caída de los gobiernos imperantes.
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Generación Z: el grupo etario que revolucionó la manera de movilizarse
La Generación Z, también conocidos como centennials, agrupa a quienes nacieron entre fines de los años 90 y comienzos de los 2010, y que crecieron en un mundo completamente conectado. Son los primeros en haber tenido acceso a internet, redes sociales y teléfonos inteligentes desde corta edad, lo que moldeó su forma de comunicarse, informarse y participar en la sociedad.
Más que un grupo etario, se convirtió en una fuerza social que canaliza el descontento de una juventud que ya no confía en las estructuras tradicionales del poder. Sus movilizaciones surgen del hartazgo ante la corrupción, la desigualdad, la falta de oportunidades y la crisis climática, y de la convicción compartida de que el cambio no vendrá de los gobiernos, sino de la acción colectiva.

Este fenómeno recuerda movimientos históricos como la Primavera Árabe o la Revolución de Mayo, pero adaptado al presente tecnológico.
A diferencia de generaciones anteriores, los jóvenes de la Generación Z combinan herramientas digitales, creatividad y símbolos propios en sus protestas. Ya no se identifican con remeras del Che Guevara ni con la clásica bandera negra del anarquismo.
En cambio, adoptan íconos como el sombrero de paja y la enigmática sonrisa de Luffy, protagonista del comic japonés One Piece, que hoy simboliza la lucha contra gobiernos corruptos, o reinterpretan la bandera negra de Jolly Roger como un emblema de desafío y resistencia frente al sistema.

Las redes sociales siguen siendo su principal espacio de organización y difusión. Desde TikTok hasta Discord, la Generación Z comparte consignas, expone abusos y coordina acciones en tiempo real, redefiniendo cómo se moviliza la juventud hoy.
Generación Z: de organizarse por redes sociales a acabar con gobiernos corruptos en las calles
Sin embargo, las movilizaciones de la Generación Z ya no se limitan al mundo digital. En los últimos años, miles de jóvenes abandonaron sus dispositivos y salieron a las calles para exigir cambios concretos en sus países.
Las primeras manifestaciones de la Generación Z comenzaron de la mano de Greta Thunberg, la activista sueca de 22 años. Las protestas, conocidas como Fridays For Future, tenían por objetivo reclamar la falta de acción ante el cambio climático, y evitar una catástrofe ambiental derivada de este fenómeno ambiental.

En los últimos meses, se registraron movimientos masivos en Perú, Nepal, Marruecos, Madagascar y Paraguay. En este caso, los jóvenes denunciaron corrupción, desigualdad y mala gestión de los gobiernos de turno.
A su vez, en Perú, Nepal y Madagascar, las protestas derivaron en crisis políticas y renuncias de funcionarios, mientras que en Marruecos se transformaron en movilizaciones sostenidas que llamaron la atención internacional. En Paraguay, por su parte, las manifestaciones contra la corrupción y la falta de oportunidades demostraron que los jóvenes no solo buscan cambios inmediatos, sino también una participación ciudadana más activa.
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Puntualmente, en la nación insultar africana, que es el ejemplo más reciente, las protestas por la constante falta de agua y electricidad provocaron que una unidad militar tome el poder y destituya al presidente. Este accionar no solo fue celebrado por las agrupaciones centennials, sino que fue una herramienta facilitadora para la caída del orden constitucional.
La estrategia de utilizar las redes sociales como instrumento catalizador permitió que causas locales se conecten con movimientos globales, lo que reforzó la idea de que la Generación Z no sigue modelos tradicionales, sino que crea un activismo propio, flexible y globalmente conectado.