La relación entre Donald Trump y los programas de televisión en Estados Unidos siempre estuvo atravesada por la tensión entre espectáculo y política. Lo que alguna vez fue un vínculo de conveniencia, cuando el empresario aparecía en talk shows o se consolidaba como figura mediática en The Apprentice, se transformó en una guerra abierta durante su carrera política.
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El historial de Trump en la televisión
Esa confrontación alcanzó un nuevo nivel con la suspensión del programa de Jimmy Kimmel, un episodio que reflejó hasta qué punto la comedia nocturna y la política estadounidense se volvieron inseparables.
Desde que Donald Trump volvió a ocupar un rol central en la política estadounidense, su relación con los medios y el entretenimiento fue marcada por la confrontación. Trump fue figura recurrente en talk shows durante los años noventa, consolidó su imagen en el programa de reality The Apprentice y luego utilizó las redes sociales como escenario paralelo a la política.

Sin embargo, su vínculo con los programas de comedia nocturna (late night shows) se convirtió en uno de los puntos más ásperos de su relación con el establishment cultural de Estados Unidos.
Durante sus años en la Casa Blanca, Trump fue objeto constante de monólogos satíricos en los shows de Jimmy Kimmel, Stephen Colbert, Seth Meyers y Trevor Noah. Estos presentadores transformaron sus programas en trincheras de crítica política, donde el presidente era retratado como un líder autoritario, errático y obsesionado con su propia imagen.
Trump nunca dejó pasar esas burlas: en repetidas ocasiones acusó a los conductores de “usar las cadenas nacionales para atacar a la mitad del país” y sostuvo que representaban una maquinaria cultural demócrata diseñada para ridiculizar a los conservadores.
La tensión escaló después del asesinato del activista trumpista Charlie Kirk, un hecho que conmovió a la opinión pública en septiembre de 2025. En ese contexto, Trump responsabilizó a sectores de la izquierda y también criticó a comediantes y presentadores que, según él, habían “normalizado el odio” contra figuras conservadoras.
El caso Jimmy Kimmel como catalizador
En particular, apuntó contra Jimmy Kimmel, quien en su programa había hecho comentarios sarcásticos sobre Kirk días después de su muerte y haciendo alusión al aprovechamiento de la situación de los seguidores de Trump. Los sectores más radicales del trumpismo interpretaron esas bromas como una incitación indirecta al desprecio hacia el activista asesinado.

La presión política fue inmediata. Organizaciones conservadoras y legisladores aliados de Trump lanzaron campañas para señalar a Kimmel, acusándolo de haber cruzado una línea ética. La cadena ABC, que emite su programa, recibió cartas de advertencia de anunciantes y enfrentó llamados a boicotear su programación.
Ante la ola de críticas y la creciente polarización, la cadena decidió suspender temporalmente el show de Kimmel, alegando “respeto al clima social y la necesidad de bajar tensiones”.
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Trump celebró esa decisión como una victoria personal. En declaraciones públicas y en su propia red Truth Social, afirmó que “la televisión estadounidense finalmente empieza a darse cuenta de que no puede seguir promoviendo odio contra millones de ciudadanos”. También exigió que otros presentadores “sean investigados” y acusó a las cadenas de haber protegido durante años a figuras que, en su opinión, actuaban como “activistas disfrazados de humoristas”. Incluso, insinuó que algunos programas podrían perder sus licencias si se muestran en contra de sus ideas.