En el marco de un nuevo encuentro de alto nivel, 13 de los 15 países del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) votaron a favor del plan para Gaza presentado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. La propuesta de 20 puntos cuenta con una Fuerza Internacional de Estabilización y el desarme de Hamas, marcando un punto de inflexión en las relaciones de poder en Medio Oriente.
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En qué consiste el plan de Trump para Gaza
Con 13 votos a favor y las abstenciones de Rusia y China, Estados Unidos logró la aprobación del plan para la Franja de Gaza tras dos años de guerra entre Israel y Hamas.
El acuerdo de paz que finalizó el conflicto militar y el prolongado secuestro de los rehenes del grupo terrorista palestino había contado con la intermediación de EE. UU., Egipto y Qatar, las potencias diplomáticas regionales.
El plan de estabilización de Donald Trump contempla 20 puntos, entre los que se plantea la reconstrucción del enclave con un fondo fiduciario respaldado por el Banco Mundial y una tutela internacional sobre la zona que recaerá políticamente sobre Washington.

El primer punto importante exige el desarme de los grupos militares no estatales que actúan en la región, incluidos Hamas y la Yihad Islámica, aspecto que llevó al primer grupo a rechazar su aprobación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Además, se asignará una Fuerza Internacional de Estabilización que ejercerá tareas y funciones dentro de la Franja de Gaza, y desplazará a las milicias controladas por las agrupaciones terroristas para crear una fuerza policial que responderá en el futuro a un gobierno palesitno. La nueva formación de seguridad trabajaría con Israel y Egipto, ambos países que comparten frontera con el territorio palestino.
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Ganadores y perdedores en Medio Oriente
Por un lado, el plan es claro en sus intenciones de eliminar de forma definitiva cualquier injerencia territorial y política de Hamas sobre los territorios de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El grupo terrorista emerge como el gran perdedor del conflicto, con una estructura de poder diezmada, y en completa desventaja en el comienzo del período posguerra.

La intención de relanzar la posibilidad de un estado palestino le otorga un nuevo protagonismo a la ANP, cuya autoridad y responsabilidad había quedado debilitada desde que Hamas se apoderó de la Franja de Gaza tras vencer en las elecciones de 2006.
Israel, que sufrió el desgaste de la guerra contra el terrorsimo en Medio Oriente, puede aspirar a contribuir a la estabilización de los territorios palestinos y la neutralización de la actividad terrorista en uno de sus vecinos. Lo mismo aplica para Egipto, que obtuvo notoriedad con las gestiones diplomáticas y humanitarias, y se perfila como un Estado más moderado respecto a otros países árabes como Irán, Yemen y Líbano.
Finalmente, la Liga Árabe pasó de las sospechas sobre su colaboración con grupos como Hamas y Hezbollah a alinearse con Israel y Estados Unidos para conseguir la paz y alcanzar una nueva etapa de la región, que pretende alejarse de la influencia de Teherán y su red de proxys.




