Armenia y Azerbaiyán suscribieron un acuerdo de paz en la Casa Blanca, promovido por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El pacto que pone fin a 37 años de hostilidades por Nagorno Karabaj fue firmado por el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, y el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan.
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Nagorno Karabaj, clave en el acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán
Los países del Cáucaso protagonizaron un hito diplomático tras poner fin a casi cuatro décadas de enfrentamiento por el territorio de Nagorno Karabaj, un enclave de etnia mayoritariamente armenia que había sido asignado a Azerbaiyán por la Unión Soviética en 1923.
Cerca de la caída de la URSS, Armenia respaldó el movimiento separatista en la región del Alto Karabaj y propició la ocupación total en 1988. La primera guerra terminó con un alto el fuego mediado por Rusia en 1994. Las condiciones del acuerdo indicaban que el territorio seguía formando parte de Azerbaiyán, pero desde entonces estuvo gobernado por una república separatista autoproclamada, apoyada por Ereván.

Las tensiones revivieron en 2020, cuando las tropas de Azerbaiyán recuperaron por la fuerza las zonas aledañas, no el enclave en sí, y revirtieron parcialmente la situación. Rusia intervino como mediador en la segunda guerra y dispuso 3.000 soldados para evitar otro conflicto, aunque en 2023 los armenios fueron expulsados de la zona.
Dos años después, Armenia y Azerbaiyán pactaron el fin de los enfrentamientos en la Casa Blanca y acordaron restaurar las relaciones diplomáticas, dañadas tras 37 años de guerra intermitente.
Rusia, el gran perdedor del acuerdo
El acuerdo de paz firmado por el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, y el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, presupone el comienzo de la influencia de Estados Unidos y la pérdida de injerencia de Rusia en el Cáucaso.
Moscú había quedado debilitado por la inacción durante la segunda guerra por Nagorno Karabaj y las acusaciones de Armenia de no actuar como preveía según las competencias de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, la entidad presidida por Vladímir Putin.
El fin de las hostilidades promovido por Trump supone además el desarrollo de la Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional, un corredor estratégico a través del Cáucaso Sur, que atravesará Armenia y conectará Azerbaiyán con su enclave de Najicheván.

Por otro lado, EE.UU. levantará las restricciones a la cooperación militar con Azerbaiyán impuestas en 1992, propiciando futuras sociedades entre Washington y Bakú.
Donald Trump también anunció la firma de acuerdos bilaterales con ambos países en las áreas de energía, comercio y tecnología, incluida la inteligencia artificial, que desplaza notablemente a Rusia de la región.
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Irán mostró su preocupación por el corredor estratégico
El régimen de Teherán expresó su oposición al corredor de tránsito acordado entre Armenia y Azerbaiyán bajo la intermediación de Estados Unidos, al considerarlo “un riesgo geopolítico directo”.
Irán considera al Cáucaso como una región clave para su seguridad nacional y mantiene estrechas relaciones con Armenia, a quien convocó a consultas de alto nivel para el 12 de agosto.
Ali Akbar Velayati, asesor clave del líder supremo Alí Jamenei, advirtió que “este paso no se convertirá en una puerta de entrada para los mercenarios de Trump; se convertirá en su cementerio“.
Cabe destacar que Azerbaiyán e Irán comparten una frontera total de 611 kilómetros y este paso estratégico impulsado por Trump pasaría cerca del territorio iraní, en el marco de las recientes tensiones por el bombardeo estadounidense a las instalaciones nucleares.
Velayati remarcó que su país repudiará el desarrollo de la Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional entre Armenia y Azerbaiyán, independientemente del reticente apoyo que mostró Rusia al acuerdo de paz firmado en la Casa Blanca.